José Mendiola - Muerte Por Fusilamiento

Здесь есть возможность читать онлайн «José Mendiola - Muerte Por Fusilamiento» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Muerte Por Fusilamiento: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Muerte Por Fusilamiento»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Premio Eugenio Nadal 1962

Muerte Por Fusilamiento — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Muerte Por Fusilamiento», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Angulo espió los ojos del Presidente. Trató de ver en ellos un propósito firme de ejecutar al estudiante o, por lo menos, una indiferencia absoluta ante la ejecución. Pero no vio nada, salvo cansancio. Siempre que observaba la mirada de aquellos ojos azules su juicio era el mismo: en ellos no se observaba otra cosa que no fuera un absoluto e irremediable cansancio. Un cansancio sin aliciente, sin salvación de ninguna clase.

Carvajo abrió los brazos. Su ademán hubiera podido entenderse muy bien como una tácita renuncia al recurso, como una compleja y rebuscada resignación ante lo inevitable. "Así sea", parecía querer expresar. Y era obvio que no deseaba seguir suplicando. Su única aspiración parecía ser abandonar cuanto antes aquel despacho.

VEINTE

A mediados de noviembre, un extranjero llegó al piso de Avelino Angulo. Como si actuara en una escena de contrabandistas, tuvo el humor de aguardar la medianoche para presentarse. Era pequeño y vestía enteramente de negro. Después de rozar la puerta con las uñas, esperó, casi con anhelo, a que le abrieran. Aquel país le producía cierto temor, no lo podía evitar. Angulo le abrió la puerta y el forastero le examinó rápidamente.

– ¿Doctor Angulo? -preguntó. Su voz era también una voz propia de contrabandistas: sus tonos eran apagados y susurrantes- ¿Puedo pasar?

– Naturalmente-. Angulo estrechó una mano fría y húmeda-. ¿Es usted…?

– Sí, mi nombre es Donald.

– El señor Jaramillo me avisó que usted llegaría esta noche – asintió Angulo.

Era cierto. Aquella misma mañana, Jaramillo le había llamado por teléfono. "Es una visita -susurró- que le interesa recibir". Y había colgado el aparato, ligeramente defraudado por no haber logrado excitar la curiosidad del otro.

– Espero que no me hayan seguido hasta aquí – murmuró Donald.

– Claro que no. ¿Por qué habían de seguirle?

Donald rió, por lo bajo, reverencioso ante lo que consideraba un sutil sentido del humor.

– Es admirable su sangre fría -confesó. Era un hombre asustado, y se equivocaba: encontraba en Angulo un impresionante sentido de la ironía-. Debo reconocer que siempre me ha impresionado un poco este país.

Pasaron al despacho. Donald lo miraba todo a hurtadillas, como si temiera no encontrar cosas que le produjeran una cierta alarma. Angulo trató de quitarle el abrigo.

– No, no -se defendió Donald. Señaló su nariz, grande y enrojecida-. Es horrible, siempre me acatarro al llegar. Es la humedad de esta ciudad… Usted debe perdonarme, señor Angulo, que le visite en horas tan intempestivas. Pero nuestro amigo Jaramillo consideró más prudente…

Por supuesto. Sí. Aquello era muy propio de Jaramillo.

– ¿Sabe usted que acabo de llegar de los Estados Unidos? -preguntó súbitamente Donald.

– No, no lo sabía -respondió Angulo-. Ignoro quién es usted y por qué…

– ¿Por qué vengo a verle?

– Sí, exactamente,

– Verá… Yo soy amigo de Salvano.

Hubo un largo silencio. Angulo presintió, por un crujido en la habitación contigua, la cercana presencia de su mujer. Una hora antes, ella había deseado saber por qué aquella visita llegaba a medianoche. Cosa extraña: Julia, que nada sabía, estaba asustada. "No debes inquietarte -había sido su respuesta-. Es un asunto del Ministerio". ¿Es que acaso ella se imaginaba…?

– En realidad -siguió diciendo Donald-, sería más exacto afirmar que trabajo a las órdenes de Salvano.

Pero Angulo permaneció callado. Con cierta violencia, Donald empezó a pasear por la habitación. Antes de seguir hablando, hizo un gesto ampuloso con la mano.

– Ayer mismo -dijo-, antes de tomar el avión, conversé con él. Yo no tengo prisa, señor Angulo: puede usted hacerme todas las preguntas que quiera…

– Preguntas… -Angulo no sabía muy bien qué clase de preguntas podía formular-. ¿Ha pensado Jaramillo que yo deseaba hacerle preguntas?

– No solamente Jaramillo. Yo también lo pienso. Estoy al tanto de todo, no se preocupe. Soy de Salvano, como ustedes: trabajo a sus órdenes. Creo que esas preguntas, y la convicción que usted debe adquirir, le ayudarán en su acción.

– Mi "acción" -repitió Angulo, y sonrió-. Es curioso ver qué cuidado ponen todos ustedes en disfrazar…

– No es disfrazar -interrumpió Donald, con vigor. Su enorme nariz parecía enrojecer por momentos-. La diferencia entre lo que usted va a hacer y otra cosa es evidente. Resulta claro que si sus compañeros tratan de quitarle el carácter de "asesinato" es, precisamente, porque no se trata de un crimen. Pero el "asesinato" es un fantasma fácil, tenga mucho cuidado… Puede metérsele en la mente, y luego resulta difícil echarlo. No es absurdo que refuerce usted sus convicciones, sus ideas…

Angulo hizo una mueca de amargura.

– ¿Cree que no sé todo eso? -dijo-. ¿Es que le han mandado para convencerme?

– No me han mandado -aclaró Donald. Su mirada tenía algo de resentimiento-. Tengo un concepto mucho más elevado de usted que el que me hubiera formado de una persona a la que es preciso convencer. Ocurre, sencillamente, que yo conozco a Salvano.

Angulo le miró. El otro, se dijo, parecía noble. Donald se llevó un pañuelo a la nariz, se sonó discretamente, y examinó luego con interés el contenido del pañuelo.

– Si yo tuviera que matar a alguien -dijo Donald, como si pensara en voz alta, como si la presencia de Angulo no le importara demasiado-, porque su muerte era necesaria… Si yo tuviera que hacerlo, me informaría antes de que, efectivamente, esa muerte era necesaria. ¿Usted lo ha hecho ya?

– Sí, trato de hacerlo.

– ¿Ha llegado a la convicción…?

Angulo vaciló.

– Todavía no -dijo luego.

– Comprendo. -Donald asintió, como si esperara aquella respuesta-. Entonces, todavía no puede hacerlo. Es preciso que espere… Otra cosa sería algo así como causarle una herida en el cerebro, como provocarle una enfermedad que progresaría y, al final, acabaría con usted.

– Sí -convino Angulo-. Estoy esperando desde hace más de diez días… Pero la convicción no llega a mí. Es raro… Ocurre siempre lo mismo: cuando advierto una fealdad inexcusable en "él", surge en seguida una especie de contrapeso. Es extraño. A veces, el contrapeso no es más que una mirada inocente, o un gesto de acorralamiento. O incluso un trémolo en la voz, o un gesto de debilidad… Pero también es posible que no exista nada de eso, y yo imagine verlo o quiera verlo para… no sé. Para reforzar mi repugnancia a la muerte violenta y tener así una justificación, algo que me permita una nueva tregua.

– Es difícil ser Dictador -dijo Donald, repentinamente-. Los dictadores tienen siempre miedo ¿lo sabía? Viven una intensidad que, al final, les debilita… Tal vez por ello advierta usted a veces esa inocencia, esa debilidad… Esa falta de fuerza se va haciendo grande y acaba con ellos en muy poco tiempo. Allí, en los Estados Unidos, se dice ya que este Presidente es un hombre terminado… ¿Ha oído algo de eso?

– Sí, algunos lo dicen.

– ¿Y qué piensa usted?

– Nada. No le conocí en sus primeros tiempos. Me faltan elementos para establecer una…

– Estúdielo despacio -recomendó Donald. Parecía un ser sencillo, elemental, casi bondadoso. Un hombre sin apetencias, de consejo puro-. Y si algún día no logra salir de esa confusión… no lo haga. Renuncie. Supongo que yo no debía decirle esto.

– No puedo renunciar.

Donald meditó durante unos instantes, con el pañuelo muy cerca de su nariz.

– Le comprendo -dijo luego, como si aquella afirmación le provocara una profunda tristeza-. En cierto sentido, no puede renunciar. Un atentado es, a fin de cuentas, supeditar bienes individuales al bien de la mayoría. Y el interés suyo, como el del hombre que ha de matar, es un interés individual. Yo mismo he confundido las cosas y le he dado un pobre consejo. Si no me importa la vida del Dictador ¿por qué me va a importar la de usted?

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Muerte Por Fusilamiento»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Muerte Por Fusilamiento» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Muerte Por Fusilamiento»

Обсуждение, отзывы о книге «Muerte Por Fusilamiento» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x