Lorenzo Silva - El Ángel Oculto

Здесь есть возможность читать онлайн «Lorenzo Silva - El Ángel Oculto» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Ángel Oculto: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Ángel Oculto»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Impulsado por una serie de acontecimientos que él interpreta como señales -la muerte de su perro, la infidelidad de su mujer, un hombre vendiendo pañuelos en un semáforo, un sueño- el protagonista de esta novela decide dejarlo todo e irse a Nueva York, con el vago designio de iniciar algunos estudios o, simplemente, a esperar algo que haga cambiar su vida.
El hallazgo casual de un libro escrito por Manuel Dalmau, un español emigrado a Estados Unidos a principios de los años veinte, le proporciona el primer indicio de cuál era la verdadera finalidad de su viaje. Sus tentativas por localizar al autor le llevarán a conocer a una mujer que le fascina, pero también le involucrarán en una trama de amenazas y misterios. Cuando por fin conozca a Dalmau y las razones que le impulsaron a abandonar España, su destino se verá inexorablemente ligado al del anciano, en un viaje interior que le hará comprender los poderosos vínculos que nos unen a los nuestros y a la tierra que nos vio nacer.

El Ángel Oculto — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Ángel Oculto», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Otro día, por la tarde, cogí el metro hasta Bowling Green. Me trasladé allí para poner en práctica una sugerencia de Raúl. Desde la boca de metro me acerqué paseando hasta el ameno parquecillo en el que se alza el ahora irrisorio Clinton Castle, cuyos cañones antaño defendieran la isla, y desde ahí fui hasta la terminal del transbordador de Staten Island. En la travesía de ida el barco estaba lleno, pero en la de vuelta, que era la que me interesaba, no me costó hacerme con un buen puesto en la proa. Raúl me había recomendado tomar aquel transbordador porque en él, cuando navegaba desde Staten Island hacia Manhattan, era posible hacerse la ilusión de que se llegaba a Nueva York como habían llegado los antiguos inmigrantes, por mar. Los pasajeros del transbordador no tenían, desde luego, nada que ver con quienes abarrotaban las cubiertas de tercera de aquellos míticos buques transoceánicos. A la ida era gente que venía de trabajar y a la vuelta eran principalmente turistas, para quienes un mustio violinista interpretaba la melodía de Lope story y otras aún peores. Por eso había que irse a la proa, donde uno podía aferrarse a la barandilla y olvidarse hasta de los reporteros improvisados que a un par de metros disparaban sus cámaras fotográficas.

Como postal, desde luego, no tenía precio. Desde Staten Island, los edificios de Manhattan parecen emerger directamente del mar, y esa impresión se mantiene durante bastante rato a lo largo de la travesía. En aquel atardecer de noviembre el viento azotaba con furia nuestras caras mientras el barco progresaba lentamente hacia la ciudad de cristal y acero que se anaranjeaba a lo lejos. Abajo la quilla rompía el agua en un surco de espuma y sobre nuestras cabezas planeaban las gaviotas. A medida que nos aproximábamos a la estatua de la Libertad traté de imaginar lo que pasaría por el pensamiento de aquellos hombres y aquellas mujeres de Italia, de Irlanda, de Alemania, de Suecia, al divisar el símbolo del nuevo mundo donde les aguardaba la fortuna o el oprobio y a menudo las dos cosas. A su vista no se ofrecía la altura de las Twin Towers, omnipresentes ahora sobre Lower Manhattan, pero Brooklyn, donde muchos iban a vivir, no debía verse muy diferente de lo que es hoy.

La estatua, que en tanto se navegaba hacia ella (con rumbo nordeste) era de un verde pálido y tenía una promesa en el rostro, se volvió en cuanto la rebasamos oscura y ajena, sobre el espejo de agua que refulgía a sus pies. Más allá de aquella silueta, para los emigrados de otrora, quedaba el hogar al que muchos nunca habían de retornar. Mirar hacia el mar desde detrás de aquella figura recortada en negro sobre el crepúsculo era como mirar hacia la patria, sintiéndose a la vez protegido e irreversiblemente privado de ella.

Aquella noche o un par de noches después le conté a Raúl que la imagen de la estatua de espaldas se me había antojado una especie de guardián, que dejaba entrar al extranjero pero requisaba su alma. El emblema, si se meditaba, tenía una repetida realización práctica: muchos seguían renegando con gozo de su nacionalidad cuando les ofrecían el codiciado pasaporte azul. Mi amigo asintió y juzgó, sin escandalizarse:

– ¿Por qué no? Puede que ésa sea la libertad que anuncian con su estatua, y también puede que baste y sobre así.

– Resulta un poco intranquilizador -opiné.

Raúl dejó escapar una de sus contadas sonrisas.

– Argumento a favor. Sólo los animales domésticos están tranquilos -dijo-. Los animales libres viven todo el tiempo solos y aterrorizados.

A medida que se iba echando encima el invierno, empecé a tener algunas dificultades para no aburrirme. Las excursiones se me agotaban, las películas y los espectáculos se repetían y en las bibliotecas me quedaba más tiempo oteando las manchas del techo del que dedicaba a pasar páginas en los libros. Llegué a comprarme un ordenador portátil, con el que me conectaba a la red en busca de pasatiempos, no importaba cuáles. Incluso me hice socio de un gimnasio. Mi actividad allí era muy modesta, pero al cabo de una hora y media de pesas y castigos siempre salía arrastrándome y al borde del colapso. Mientras remaba en alguno de aquellos bancos de tortura, procurando acompasar todos los músculos al rugido de la cadena que hacía girar un plato lastrado, contemplaba atónito a las graciosas sílfides, casi siempre rubias y no todas jóvenes, que se disciplinaban en las máquinas contiguas. Nunca atisbé una sombra de protesta en sus caras inexpresivas, aunque por los vientres fibrosos les chorrease en abundancia el sudor.

Pero las mujeres del gimnasio no eran nada al lado de las que me fue dado admirar una tarde de comienzos de diciembre, gracias a la oportunidad que se me proporcionó por mediación de Luis. Se organizaba un desfile de moda de verano, como correspondía a aquellas fechas, y el escultor llegó una noche con la noticia de que podía conseguir un puesto de mozo para otro. Ninguno necesitaba mayor incitación, pero se apresuró a añadir:

– Los desfiles de moda de verano son los mejores. Hay pases de bañadores y por tanto desnudos integrales en los cambios.

Inmediatamente se organizó un desesperado sorteo por el método de la pajita más corta, que resultó ser la mía.

La trastienda del desfile era un caos absoluto. Por ella se movía Luis con cierto desparpajo, pero yo era presa de la turbación más deplorable. Me mandaban de una parte a otra con encargos que luego resultaban inútiles, o tal vez era que yo no entendía bien, porque todos hablaban deprisa y con acentos que me costaba descifrar a la velocidad adecuada. Cuando llegaba a dejar algo donde no se había pedido, el responsable, alguna ejecutiva pálida y desnutrida o alternativamente un sujeto con aspecto de ángel del infierno, me insultaba y me apremiaba con frases sencillas que no podía malinterpretar:

– Take this fucking shit away!

En cierto modo, era edificante verse reducido a aquella mínima entidad de porteador eventual, a quien todos podían humillar resueltamente. En aquel sitio, yo era lo último entre lo último, muchos pisos por debajo de quienes me daban órdenes o me injuriaban y a varias galaxias de distancia de ellas, las que prestaban sus cuerpos suaves e interminables para que aquellos trapos pudieran salir del insulso estado que padecían en las perchas y se elevaran como nubes hasta el cielo de la perfección.

Ni siquiera poseía el status de Luis, a quien como temporero recurrente se le permitía acercarse a las diosas, aunque sólo fuera para recoger las ropas ya exhibidas antes de que las dejaran caer al suelo. Así y todo, desde mi posición podía ponderar la belleza alucinante que se ofrecía por doquier, con un descuido y una integridad tan pasmosos como indescriptibles. Me conmovió que fuera, contra pronóstico, un placer manchado de ambigüedad y casi de amargura. Aquellas muchachas de hermosura implacable no existían individualmente, sólo eran una congelación fugaz de la juventud eterna. La ensoñación, que era lo que rendía a todos, trascendía e incluso desdeñaba a las personas que habían sido designadas para encarnarla. Nadie amaba nada sino la ensoñación. Las personas, las mujeres que había debajo, iban a envejecer y a corromperse y para ese día amontonaban con mezquindad, como cualquiera, el dinero que les pagaban por mostrarse.

En algún instante me sentí perdido, en medio del rebaño de ninfas absortas y de la jauría que las rodeaba y conducía. Estaba muy lejos de cualquier lugar y cualquier momento en que hubiera podido creer que sabía adonde iba y por qué. Y de pronto, me di cuenta. En aquel sótano de la Quinta Avenida, desnudo ante mis ojos el milagro del que se alimentaban los sueños de tantos, tuve una visión del vacío que se había apoderado de la ciudad y del universo. Semejante vacío no podía, en rigor, ser otro que el de mi espíritu. Entonces temí por primera vez que acaso fuera esa nada, como un veneno o una purga, lo que andaba persiguiendo.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Ángel Oculto»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Ángel Oculto» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El Ángel Oculto»

Обсуждение, отзывы о книге «El Ángel Oculto» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x