Carmen Gaite - Retahílas

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En Retahílas, el viaje que realiza una anciana al pazo familiar para morir, acompañada de su nieta Eulalia, y la llegada sorpresa de Germán, el sobrino de Eulalia, producirá durante esa noche un intenso diálogo entre los dos que dará lugar a seis monólogos, en los que cada uno reconstruirá y contará qué ha sido su vida hasta entonces.

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Si es que es empeñarse en lo imposible, ¡separación a la europea!; esta tarde, perdida ahí atrás en la maleza, antes de que se me apareciera el caballo ése tan terrorífico, lo estaba pensando a propósito del miedo que tenía: ¿cómo va a ser europea una persona que tiene sus raíces en el Tangaraño?, si no puede ser, comprendí que de esa contradicción han nacido todos los encontronazos que me he pegado con la vida, y también me estuve acordando de lo lista que ha sido siempre la abuela, esquinada pero más lista que una bruja, porque fíjate, es increíble, cuando conoció a Andrés, que quién iba a sospechar entonces estos finales, me lo advirtió ella, me dijo: "Ten cuidado con ése, de ése te vas a enamorar, y si no al tiempo". Estaba acostumbrada a verme salir siempre con unos y con otros, a que no me tomara en serio a nadie y ella me lo aplaudía porque del matrimonio ha sido siempre poco partidaria y menos del amor novelesco, ya te he dicho que cuando yo era pequeña le molestaba verme enfrascada en esos folletines, ella era feminista estilo antiguo, con el hombre mano dura, y al abuelo al pobre lo tuvo siempre en un puño; pero ya no venían a cuento aquellos consejos y me eché a reír: "Pues claro, abuela, si no le quisiera no me pensaría casar con él, ¿no?, es lógico, y encima después de tanto elegir", pero la miré y tenía los ojos entornados de sibila, como aquel día antiguo cuando me había hecho ruborizar aquí en esta misma habitación: "No digas bobadas, Eulalia, me estás entendiendo de sobra". Y a mí, aunque le dije "no, no te entiendo", me había dado un vuelco el corazón; no la entendía bien, pero sabía que se estaba dirigiendo a la zona oscura de mis contradicciones, a aquel campo de batalla oculto donde madame de Merteuil perseguía sin descanso la sombra evanescente de Adriana, ¿por dónde le habrían llegado a la abuela barruntos de aquel terreno mío resbaladizo?, me seguía mirando: "Pues eres tonta, hija, si no lo entiendes, amor del malo te digo, del que te hace sentir celos y cometer tonterías y estar todo el día pendiente de dar gusto, digo enamorarte como la pobre Teresa que en paz esté del chulo de tu padre". Yo lo primero que hice fue defender a papá antes de ponerme a defender a Andrés, era yo la única que sacaba la cara por él, ya hasta Germán le atacaba; a los dos años de morirse mamá había dicho que no nos aguantaba a ninguno y se largó a Venezuela con un dinero que parece que no le pertenecía porque era de gananciales o nuestro o no sé qué historias, la abuela se ha puesto siempre pesadísima hablando de ese dinero que nadie ha vuelto a ver, ni a papá, por supuesto, a la única que ha escrito alguna carta ha sido a mí hasta que se suicidó, ya sabes, le pegó un tiro a la chica con la que vivía y luego se mató él, y yo esas cartas suyas las guardo, y aunque no se justifica en ellas de nada, ni tampoco se mete con nadie, son delicadas y afectuosas y, no sé, me han servido para entenderle mejor, porque es que desde pequeños nos tenían obnubiladitos entre la abuela y su hermana Águeda poniéndonos a papá como un monstruo que hacía sufrir a mamá. Yo me había acostumbrado a oírlos reñir muchas veces y a ver que ella tenía los ojos rojos de haber llorado, sobre todo después de la separación de la guerra, y claro que me daba pena, pero que otra persona por muy abuela mía que fuera me tuviera que incitar a esa compasión, eso ya no lo podía soportar, creo que me entenderás porque a ti te pasaba igual con los parientes de Palencia, y además es demasiado cómodo dividir el mundo en buenos y malos, papá tendría sus atenuantes, todos los tenemos, como yo le dije ese día a la abuela: ser chulo o no serlo depende también de la actitud del que se deja chulear, mamá es que de puro buena era tonta, parecía que había nacido para que abusaran de ella, yo desde luego a ella no me iba a parecer nunca en la vida, no lo decía por faltar a su memoria, que de sobra sabía la abuela cuánto la había querido yo, pero en qué cabeza cabía compararnos en eso, si precisamente yo el amor lo veía como un sentimiento totalmente desmitificable, puro exceso y sinrazón, y si había preferido a Andrés entre todos los otros hombres con los que había tenido relaciones, que ya sabía la abuela que pretendientes no me habían faltado y con muchos había hecho la prueba, era precisamente porque éste veía las cosas igual que yo o más claro todavía, porque no tenía celos de mis amigos ni de mi vida pasada ni soportaba que le dijeran a todo que sí, ni el hecho de gustarle yo como mujer le impedía desearme que siempre y por encima de todo conservara la claridad mental, eso de poner a salvo la neurona que te he dicho antes, en serio que un hombre más respetuoso que él con la mujer como ser humano no se encuentra, vamos, el polo opuesto de un chulo. La abuela me dejó perorar todo lo que quise. Había sacado del aparador una botella de licor café que tenía reservada para las ocasiones solemnes y estaba liando pitillos encima del tapete rojo con un tabaco de picadura que le mandaban de Canarias, sin interrumpirse más que para llenar de vez en cuando con toda parsimonia los vasitos vacíos, y cuando yo me callé levantó los ojos como si los levantara de una bola de cristal donde hubiera estado viendo reflejado mi futuro y dijo sin alterarse: "Toma otra copita, mujer, qué sofocada te has puesto. Pues ya te digo, ese mirlo blanco acabará haciéndote sufrir". La miré con una mezcla de irritación y simpatía, ¡qué personaje tan curioso ha sido siempre la abuela! "Pero bueno, ¿por qué dices eso?, vamos a ver." "Porque de ningún hombre has hablado nunca como de éste, te fascina, hija, por lo que sea pero te fascina, a ver si te crees que he nacido ayer, y si no andas con ojo se acabará dando cuenta, y eso es fatal, porque además es frío, los hombres fríos pueden con una, Ramón el pobre, no, Ramón era un sentimental terrible; tú, ya te digo, no pierdas el control, no te dejes mandar." ¿Pero mandarme a mí Andrés?, si Andrés no mandaba en nadie, y en eso además sigue lo mismo, le horroriza mandar. "Bueno, bueno -dijo la abuela-, no vayas a ser tú luego la que eches de menos que te mande. Yo te lo digo por si acaso, porque muerta tu madre a ver quién sino yo te va a hacer estas advertencias, que además ella no te las hubiera hecho, quiá, ya sabes que se murió con la pena de que no te enamorabas nunca." Este invierno he pensado muchas veces en aquello de "no vayas a ser tú luego la que eches de menos que te mande", frase que entonces me pasó más o menos desapercibida y la oí como una chochez de viejo, pero nada de chochez, ya lo creo que me hubiera gustado este invierno que alguien me mandara levantarme de la cama y comer y lavarme y leer y los menesteres más rudos imaginables, aunque fuera en plan nazi, habría sido sencillamente maravilloso ver aparecer a Andrés por la puerta con una fusta "¡Venga ya, levántate, menos cuento!", eso querría decir que no se había desentendido de mí. Hay que reconocer que la abuela esa tarde estuvo en todo muy clarividente y además divertidísima, al final el licor café se le había subido bastante a la cabeza y eso aumentaba su locuacidad; me estuvo leyendo trozos de una comedia de Moreto que siempre le ha gustado a ella mucho, El desdén con el desdén, me parece que en el baúl la trae, un librito negro con pinta de breviario; ya en otras ocasiones, cuando era yo pequeña, me había señalado párrafos y la escogía para hacernos dictados, pero a la lectura de esa noche le dio una especial solemnidad, siempre le ha encantado leer en alto porque sabe que lo hace bien, yo me iba a casar a los pocos días y en su boca tomaban un tono especial de admonición las parrafadas de aquella Diana del texto a quien los desengaños de una pasión violenta llevan a refugiarse en el estudio de la historia y la filosofía antiguas para instruirse sobre los desastres que el amor ha acarreado a la humanidad; pero todo esto intercalado con unos comentarios graciosísimos. Ya era tarde, cenamos un poco y la acompañé a acostarse a esa misma cama grande de donde la he sacado para siempre antesdeayer; al despedirme estaba un poco emocionada, le pregunté: "Oye, abuela, ¿por qué has dicho que Andrés es frío si sólo lo has visto una vez?", no me contestó a derechas, ella hace eso muchas veces, tratar de aclararte algo y meter otra sentencia que desvía el asunto y lo oscurece, dijo con un ritmo de voz un poco incoherente: "Es frío pero tiene buen cuerpo, un hombre es su cuerpo, el placer que te dé y nada más, tú búscale el cuerpo y déjate de historias; eso es lo malo de los hombres fríos, que te intrigan, gozas de su cuerpo y no te basta, pero lo que te digo es que te baste, te tiene que bastar, acuérdate".

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