Álvaro Cunqueiro - Un Hombre Que Se Parecía A Orestes

Здесь есть возможность читать онлайн «Álvaro Cunqueiro - Un Hombre Que Se Parecía A Orestes» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Un Hombre Que Se Parecía A Orestes: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Un Hombre Que Se Parecía A Orestes»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Premio Eugenio Nadal 1968
UN HOMBRE QUE SE PARECÍA A ORESTES (Premia Nadal 1968) recrea de una forma totalmente libre el mito clásico. La acción se paraliza después del asesinato de Agamenón, sin que la esperada venganza llegue a cumplirse. Orestes sabe que debe perpetrarla; pero el tiempo pasa y no ocurre nada. Y así resulta que los personajes del mito ya no funcionan en claves de fatalidad y trascendencia sino en los regocijos y amarguras de la vida cotidiana. Orestes ya no es el joven atleta admirado por Electra, sino un hombre muy hecho que viaja de incógnito. Y en todas las aldeas una muchacha le sonríe y le hace pensar más en la vida que en la muerte… La acción transcurre en una época indefinible en la que lo más antiguo coexiste con lo más reciente en una proximidad que sólo el sueño hace verosímil. Un hombre con dos cabezas, un caballo de madera que fecunda la yegua del abad, un patético Egisto que, obsesionado por la llegada del vengador, se finge caballero andante en busca de aventuras sin lograr por ello superar sus temores…Todo esto lo presenta Cunqueiro sin prisa, con un cierto regodeo en la frase, con frecuentes toques de humor y abundantes disgresiones, dejando siempre suelta su inagotable y gozosa fantasía.

Un Hombre Que Se Parecía A Orestes — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Un Hombre Que Se Parecía A Orestes», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

EL REY. – ¡Ah, unos pies nobles, los pies de un rey militar! Me pusiste los borceguíes cambiados, el del pie derecho en el izquierdo y el del izquierdo en el derecho. ¡Deja, no los toques! ¡Tomo esto como una misteriosa señal galante!

Mientras DOÑA lNÉS calzaba al rey, entró el CAPITÁN, que se quedó en la puerta.

Escena III
Dichos. EL CAPITÁN

CAPITÁN. – ¡Misterioso amor, madeja nunca devanada!

EL REY. – Capitán, ¿por dónde anduviste? ¡Me iba a acostar sin ti!

DOÑA INÉS. – ¡Misteriosos encuentros en la noche, cuando va a ponerse la luna!

CAPITÁN. – ¡Encuentros de pájaros en las tinieblas!

EL REY. – ¡Ese saludo no me lo enseñaste!

CAPITÁN (sin hacer caso al REY, siempre dirigiéndose a DOÑA INÉS). – ¡Encuentros de picos de aves, que se cambian cintas con nombres escritos!

DOÑA INÉS. – ¡Timidez de las palabras!

CAPITÁN. – ¡Largo silencio que morirá en un beso!

EL REY. – ¡A la orden, capitán! ¡Mañana hay que enseñarme ese punto!

CAPITÁN. – ¡Alteza, mañana daremos dos lecciones!

EL REY. – ¡Los años pasan, capitán! ¡No quiero morirme sin saber lo que es amor!

DOÑA INÉS. – ¡Nadie debería morir sin saber lo que es amor, capitán!

EL REY. – Necesito descansar.

AMA MODESTA. – ¡Hay una cama hecha en el segundo! Ahora mismo llevo los dos canecos.

EL REY. – Hoy no los preciso. Que me abaniquen con plumas la nuca mientras subo las escaleras.

AMA MODESTA. – Hay un abanico napolitano.

EL REY. – ¿ Está permitido, capitán?

CAPITÁN. – ¡Sí, Alteza, que estamos en guerra!

EL REY. – Me olvidaba. ¡Demonio de guerra! Buenas noches, señora mía. ¿Cómo os llamáis?

DOÑA INÉS. – Doña Inés.

EL REY. – En confianza, yo me llamo Segismundo. ¡Adiós!

DOÑA INÉS. – ¡Adiós, señor rey!

El CORREO guía al REY por las escaleras, y detrás va AMA MODESTA abanicando la nuca real .

Escena IV
DOÑA INÉS y el CAPITÁN

DONA lNÉS. – ¡Encuentros en la noche cerrada, cuando todas las aves del mundo y la luna nueva se fueron! Cualquier palabra entonces se llena de luz y sube hasta las estrellas. (El CAPITÁN se apoya en el respaldo del sillón que había ocupado el REY, y mientras habla, DOÑA INÉS se va acercando, se sienta y apoya una mejilla en el revés de una mano del CAPITÁN.)

CAPITÁN. – Las estrellas siempre están a la escucha de las palabras de los amantes. ¿Qué es hablar un corazón? En los ríos hay piedras que cantan al pasar el agua. En los ríos hay peces de plata que van y vienen, callados peregrinos. ¿Quién habla, quién canta? ¿Cantan, acaso, las mariposas que vienen en la noche a la luz de la casa? ¿Dónde he cogido estas palabras que voy vertiendo con mi boca, chispas, sabrosura somnífera, plumón de alondra, pétalos de rosa que se desprenden por saber de dónde viene el viento?

DOÑA INÉS. – ¡Mi corazón es un vaso que derrama!

CAPITÁN. – ¡Esa es otra lección! Los corazones son vasos llenos de caliente jengibre. ¿Quién osará añadir la gota que los hará verter? ¿O no la hay? Mejor sería llenarlos con nuestros sueños, y beber un poco yo de lo tuyo y tú de lo mío. ¡Démonos los secretos pensamientos! ¿Puedo ver si en el agua de tu vaso navega un clavel? ¡ Miraré con mis labios calientes!

DOÑA INÉS. – ¡Labios finos, quizá crueles! Los adiviné en la copa en que has bebido. ¡Mira si te esperaba! ¿ Se conocerán en los míos?

CAPITÁN (incorporándose y apartándose). – Si mezclas las lecciones, no te puedo seguir. Estábamos en el párrafo segundo de la comparación de los corazones con vasos de finísimo cristal.

DOÑA INÉS (levantándose). – ¿ Mezclar lecciones? ¿ Párrafo segundo? ¿Qué dices?

CAPITÁN. – ¡Las lecciones del libro! Con esto de la guerra casi se me olvidó la mitad. No puedo decirlo salteado.

DOÑA INÉS. – ¿Qué libro?

CAPITÁN. – «El Conversador Feliz de Amor». Ya me dijo mi mujer que no me fuese sin el libro, que podría quizá ganar algún dinero escribiendo alguna carta de ausente. Pero, en tiempo de guerra, ¡quién pensaba! ¡Y me sale cada asunto!

DOÑA INÉS. – ¿Por el libro? ¿Cabe amor en las letras de un libro? ¡Vete! ¡Mentira todo! ¡Palabras escritas! ¡Por el libro, Dios! (Huye escaleras arriba, llorando.)

CAPITÁN. – ¿Y qué tiene de malo por el libro? ¡Se para donde uno quiere!

Telón

Este rey Segismundo fue uno de los reyes antiguos de los Ducados, y se daba de primo con Egisto, según anotaciones de Filón. Segismundo se perdió en la tempestad que sorprendió a un grupo de fugitivos bajando hacia el mar, por la sierra, y eso que lo llevaban en el medio, porque decía que estando ungido preservaba del rayo. Pasados años apareció un ciego en Micenas, tocando un triángulo de plata, que tenía tres voces, según grosor de lado, y cantaba acompañándose con él canciones pícaras. Pasaba hambre, y a todos preguntaba de qué lado caía su país, pero no se acordaba del nombre de éste. Y Filón, por hacerle honor al muerto mísero en exilio, no lo quiso poner en sus apuntes, y hace que los dos soldados que anuncian que llega a la torre no sepan decir si es su rey o no. Escrúpulos morales que no son frecuentes en autores de comedias.

III

En la misma Venta del Mantineo estaba de moza de tabla y aguamaniles una llamada Liria, y sabiendo el huésped que Eumón curioseaba en las historias de doña Inés, se la llevó al tracio, ofreciéndole que por el regalo de una falda bajera, la muchacha le contaría lo que pasó yendo ella acompañando el cadáver de un sastre dicho Rodolfito, que lo llevaban a enterrar a la aldea de su viuda, que tenía un nicho al lado de una ermita en la que se veneraba a san Procopio, patrón de los gallos tartamudos, y en el camino pidieron permiso a doña Inés para posar el ataúd en el jardín de la torre, mientras los llevadores almorzaban en una taberna. Eumón aceptó la propuesta del Mantineo, y la moza, que era bonita y aparentaba muy limpia, el pelo recogido y las orejas pequeñas, y ladeaba un poco los ojos, lo que le hacía mucha gracia, contó que salió doña Inés a la puerta, y al pedido de la viuda contestó que podían posar, y lo hicieron en un banco de piedra. La viuda, como las buenas formas lo piden, comenzó a hacer el llanto del difunto. Era una mujer pequeña y delgada, pero con un hermoso pelo, que lo derramaba por la espalda, por debajo del pañuelo de seda negro.

– ¡Ay, mi Rodolfito! ¡Ay, gentileza! ¡Ay, que no tuviste tiempo de gastar el sombrero que llevaste a la boda! ¡Ay, que no lo cansaban las manos en el azadón! ¡Ay, que lo sembrado por ti daba mil por uno, plantas lozanas!

Cuando cesó de llorar, explicó la viuda que su marido era sastre, pero que ella sólo sabía el planto que ha de hacerse a un marido labrador, y que lo importante, a lo que asintió doña Inés, era decirlo sentido. Acompañaban al sastre Rodolfito, además de su viuda, que era la legal, dos mozas, Alcántara y Liria, esta última la misma que contaba el suceso. Liria confesó que a ella le repugnaba el dolor de la viuda, porque sabía de buena fuente que hacía más de cinco años que el difunto no dormía con ella.

– Yo no me llevaba tampoco con Alcántara, que era otro de los amores del sastre, y discutiendo ambas con la viuda venimos a descubrir muchas cosas de nuestro Rodolfito, que yo se las tengo perdonado, y me pasmo de no haber sentido celos. Resultó que el sastre se ponía en la puerta de la tienda cuando Alcántara pasaba, y si tenía prendida en la solapa una aguja con hilo verde, era que quería tener un parrafeo en la alameda. Yo era la del hilo colorado, y cuando lo tenía en la aguja, yo tenía que salirle por detrás del palacio real. Para Alcántara se perfumaba con lima y para mí con orégano macho, en lo cual descubría cierta decencia y gentileza, pudiendo decir cada una que teníamos amores diferentes. En esto concordó doña Inés, que estaba muy atenta a nuestra conversación. Confesó la viuda que de novios, en las citas, Rodolfito la llamaba Endrina, Sevilla o Arabia, pero yo no le permití que me llamase de otra manera, como a él le gustaba, que podía existir la nombrada. A Alcántara, en cambio, le placía que le cambiase de nombre, y siempre llegaba a ella con una copla, poniendo en verso el nombre de una enamorada famosa. Alcántara decía que parecía como si lo trajese en el bigote, semejante a gotas de fresco rocío. «¡Te traigo -le decía- doña Galiana de Francia! ¡Pon la oreja en mi boca!» Y le cantaba aquello de «Galiana, donde va la manzana, tan temprana». Y Alcántara contó cómo le hacía cosquillas con el bigote rizado, y otras caricias, escandalizándose la viuda, que se santiguó de la rija del marido y de la liviandad de la moza.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Un Hombre Que Se Parecía A Orestes»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Un Hombre Que Se Parecía A Orestes» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Un Hombre Que Se Parecía A Orestes»

Обсуждение, отзывы о книге «Un Hombre Que Se Parecía A Orestes» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x