Marta Cruz - La vida después

Здесь есть возможность читать онлайн «Marta Cruz - La vida después» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La vida después: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La vida después»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Victoria lleva en Nueva York la que parece una vida envidiable: da clase en la universidad, tiene un marido rico y guapo y un ático en el Upper East Side. Cuando recibe la noticia de la muerte de Jan, su mejor amigo, regresa a Madrid para asistir al funeral. Allí se encontrará con la sofisticada Chloe, antiguo amor de Jan; con su hija, la rebelde Solange; con Marga, su esposa; con su excéntrica suegra, Shirley… Un giro de los acontecimientos obligará a Victoria a permanecer en Madrid, donde tendrá que enfrentarse a la desconfianza de cuatro mujeres que nunca creyeron que su amistad con Jan fuese del todo sincera. La vida después es una novela sobre los amigos y el afecto, y también sobre las relaciones entre mujeres. Una historia en torno al complicado mapa de los sentimientos donde hay lugar para los conflictos, los celos y la envidia, pero también para el cariño, la lealtad y la entrega. En estas páginas, Marta Rivera de la Cruz -la novelista de las cosas pequeñas- vuelve a traernos una historia de ternura sobre la que gravita una pregunta fundamental: ¿es posible que dos personas de distinto sexo se quieran sin amarse? ¿Pueden un hombre y una mujer ser nada más que amigos?

La vida después — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La vida después», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Solange… ¿te gustan esas botas?

– ¿Cuáles?

– Las color burdeos… las de caña alta y cordones negros.

– ¿Estás de broma? Claro que me gustan. Pero son carísimas…

– Yo te las regalo. Puedes tomarlo como un soborno, si quieres. Por tener la boca cerrada.

Quizá ése era el destino de los deseos contrariados, pensó Victoria. Ver cómo se cumplen en otros. Y mientras Solange se probaba, radiante, las mismas botas que no había podido hacer suyas en su momento, deseó para aquella niña un matrimonio feliz y duradero, del que no hiciese falta escapar por medio de la traición, el fingimiento y el engaño.

A pesar de la insistencia del señor Faraday, Victoria no había querido pedir nada para almorzar. Ella y Solange habían comido unos sándwiches en uno de los puestos de Spitalfields -pollo al curry en un gomoso pan de semillas de amapola que crujía al masticarlo- y no tenía hambre. Douglas había pedido unos huevos con tostadas: cuando se quedaba en la tienda al mediodía, un pub cercano le llevaba alguna cosa para picar -un poco de sopa, una ensalada- y malcomía en el despacho antes de volver al trabajo.

– Ya sé que a mi edad debería vigilar la alimentación…

– ¿Nunca come en casa?

– No… ¿Para qué? De hecho, intento estar allí lo menos posible. Cuando tengo tiempo almuerzo en el Wolseley, y de noche voy al club o a algún restaurante.

A Victoria se le vino a la cabeza la imagen de Douglas Faraday solo, frente a una enorme mesa perfectamente dispuesta, sorbiendo sin ganas una sopa de tomate y bebiendo imperceptibles sorbos de vino de una copa de cristal tallado.

«Pero qué tonta eres, chica.»

– A Jan también le gustaba salir a cenar y a comer fuera -le pareció haber encontrado una buena salida-. La cosa cambió cuando se casó con Marga… Es una gran cocinera, y empezaron a quedarse en casa.

– Pues en eso fue más afortunado que yo. La pobre Jenny no sabía ni freír un huevo. Y Deirdre… en fin. Si un juez hubiese probado aquellas empanadas de perdiz que se empeñaba en preparar los domingos y que tenía que comerme para que no se ofendiera, tal vez el divorcio no me hubiese salido tan condenadamente caro.

– ¿Está divorciado?

– Sí, gracias a Dios. Hace cinco años. Mi ex mujer se las arregló para quitarme hasta la camisa, pero doy cada penique por bien empleado si sirvió para librarme de ella. Hubiese estado dispuesto a vivir bajo el Puente de Londres… o en una casa abandonada de Whitechapel… cualquier cosa con tal de tenerla bien lejos. Que Dios me asista, pero no creo que haya en todo el mundo una persona con peor carácter. Tardé mucho en darme cuenta, pero uno suele necesitar tiempo para aprender determinadas cosas. En cuestiones de matrimonio, alguien debería inventar un sistema de votos renovables. Sería muy útil. Los reticentes no tardarían tanto en decidirse si pudiesen dar marcha atrás, y los incautos como yo encontrarían una vía de escape cuando se equivocaran. Bah, no me haga caso, hablar de Deirdre me pone de muy mal humor. Venga por aquí, voy a enseñarle algunas cosas.

La tienda de Faraday era mucho más que un almacén de antigüedades. En ella no había sólo objetos ennoblecidos por el paso del tiempo, sino caprichos de coleccionista y curiosidades para los amantes de los fetiches. Junto a un cuadro de la escuela de Murillo, un tapiz del siglo XVIII milagrosamente conservado y un samovar de la época de los zares, Douglas le mostró un abrecartas que había pertenecido a Winston Churchill y un abanico negro y delicado, como las alas de una libélula siniestra.

– ¿Le gusta?

– Es extraño… nunca había visto uno de este color.

– Es un abanico de luto. Data de 1930 y se hizo confeccionar especialmente para la duquesa de Hershey, que quedó viuda muy joven. Pero no llegó a usarlo nunca…

– ¿Por qué?

– Volvió a casarse enseguida. Lo compré a buen precio en un taller de Bath y me gustó tanto que decidí no ponerlo a la venta.

Faraday le tendió el abanico. Victoria lo abrió y lo cerró dos veces. Las varillas, delgadísimas, apenas sostenían una tela tan fina como el papel.

– Es una historia muy bonita, pero ¿cómo puede estar seguro de que es cierta?

– Oh, es que no lo estoy… Pero a veces hace falta un poco de fe. Y eso me recuerda que usted no ha venido aquí a ver cosas raras. Le interesa la película y cómo llegó a mi poder. Venga al despacho, estaremos más cómodos. ¿Quiere una taza de té?

El despacho del anticuario era una pieza acogedora, y espaciosa, dividida en dos partes con el aspecto de pequeños salones. Había una pesada mesa de trabajo con una escribanía de plata, un sillón de cuero y dos butacas frente a una mesita. Faraday invitó a Victoria a sentarse, y luego él mismo preparó el té. Por fortuna, no había ni rastro de la señorita Starck. A Victoria no le hubiese hecho mucha gracia tenerla rondando por allí, con su mirada de halcón y aquel gesto que parecía anunciar la inminencia de un reproche.

– Muy bien. Vamos allá… Espero resultar un buen narrador. Al menos, el material merece la pena…

Según la historia que contó Douglas Faraday, el propietario legítimo de la película que Jan había comprado se llamaba Arvid Soderman. Era hijo de un hombre de negocios sueco que poseía una pequeña compañía naviera y se había casado con una mujer muy rica de origen alemán. La familia vivía en Estocolmo, en una casa llena de objetos exquisitos, cada uno de los cuales había sido un regalo de bodas hecho a la pareja por los amigos de los padres de ella. Vanda Soderman tenía un gusto extraordinario, y fue quien se encargó de convertir su hogar en el más lujoso y confortable de Estocolmo. Muchos aseguraban que los salones de la Casa Soderman podían competir en esplendor con muchas de las estancias del Palacio Real. Vanda y su esposo, Fredrik, decían que la comparación era exagerada, pero estaban secretamente convencidos de que el ambiente en que vivían podía medirse al que rodeaba a los propios reyes de Suecia.

Su hijo, Arvid, nació después de seis embarazos fallidos y cuando ya los Soderman empezaban a asumir que no tendrían descendencia. Aquel bebé escuálido y de piel transparente fue recibido como un milagro, y Vanda se encargó de convertir su habitación en los aposentos de un príncipe: hizo que un artesano confeccionase la cuna que cubrió con encaje de Brujas, se trajo de Holanda las sábanas bordadas, encargó a un pintor que decorase el techo de la estancia con un fresco de nubes y amorcillos, y colocó en el suelo una alfombra tan mullida que el niño hubiese podido caer de cabeza en ella como quien aterriza en un colchón.

Arvid tenía mala salud, así que lo educaron en casa. Creció rodeado de mimos y de cosas hermosas, tanto que se habituó a la belleza y llegó a desarrollar un cierto rechazo por todo lo mínimamente feo. Su mundo estaba lleno de equilibrio, de armonía. Al parecer, hasta los criados de la casa Soderman eran seleccionados en función de su aspecto físico. Las doncellas, el mayordomo, el chófer de uniforme, incluso el jardinero, que no salía del pequeño parque que rodeaba la mansión, y la cocinera, que veía reducido su universo al mundo aparte de los fogones, eran mucho más atractivos que los sirvientes de otras familias.

Hasta cumplir los dieciséis años, Arvid tuvo un contacto escaso con el mundo real. No iba a la escuela más que para rendir los exámenes oficiales de fin de curso, y cuando lo hacía se sorprendía de la sobriedad del liceo donde se efectuaban las pruebas, de las paredes desnudas y grises, de los muebles oscuros y simples, de la rudeza de sus compañeros y de la pobre vestimenta de los profesores. Él, que se sentaba en butacas tapizadas en seda, miraba con una mezcla de compasión y asombro los recios bancos de madera, las puertas sin lacar y las feas botas de cordones de los otros chicos.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La vida después»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La vida después» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La vida después»

Обсуждение, отзывы о книге «La vida después» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x