Sven Hassel - Gestapo

Здесь есть возможность читать онлайн «Sven Hassel - Gestapo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Gestapo: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Gestapo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Esta novela, quinta del autor, nos introduce en el infamante mudo de la tan famosa organización policíaca. Una anciana, ajena a toda actividad política, es detenida y ahorcada. Para lograr su imposible declaración los miembros de la gestapo muestran con ella toda una gama de su estudiada amabilidad. El viejo, Porta, Hermanito y el Legionario – de la 5º Compañía – vengan a la anciana y el Bello paul – jefe del grupo de la Gestapo – se enfrenta con tortuosa habilidad a las dificultades que se le crean.

Gestapo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Gestapo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

El SS se pasó una mano por los labios y se rascó una oreja con la llave de contacto.

– Si quieres, te dejaré mirar la mercancía. Pero, entretanto, quiero tener una «pipa» en la mano.

– De acuerdo.

Porta cogió las fotografías. Las ojeó con avidez, mientras se relamía los labios.

– ¡Válgame Dios, qué gachís! Si uno encontrara una como éstas, ya podría morir feliz. De acuerdo, amigo mío. Me rindo. He encontrado un truco formidable. Cuando esté cansado de mirarlas, las alquilaré. Hermanito me pagará el sueldo de todo un año a cambio del derecho de poderlas mirar durante una hora.

Tres grandes fajos de billetes cambiaron de mano.

Porta los comprobó.

El SS olfateó los cigarrillos. Asintió con la cabeza, satisfecho. Eran las mejores «pipas» que había visto en mucho tiempo. Decidió emborrachar a Porta algún día para saber dónde las conseguía.

– Faltan cien marcos -declaró Porta.

– No es posible -protestó el SS-. Había mil pavos en cada fajo. -Los contó por tres veces. Meneó la cabeza para demostrar que no lo entendía-. Vaya, esto sí que es extraño.

Sacó otro billete de cien marcos, y se lo entregó a Porta.

Éste sujetó cada fajo con una banda de goma.

– Esto es la pasta. Pero me habías hablado también de la dirección de la casa de citas, no lo olvides.

El SS escribió unas líneas en un pedazo de papel.

– Es cerca del Alster, Una casa blanca, con techo negro. Antes vivían en ella unos chinos.

– ¿Hay también alguna chinita? Me vendría de gusto. He oído decir que en estas cuestiones son fantásticas.

– Nunca he visto ninguna, pero la casa está llena de mujeres. Sólo tienes que decir que vienes de parte de Kebler. Rudolph Kebler. Soy yo. Aparte de esto, si algún día quieres hablarme, estoy en el cuartel de Longhorn. Vivo allí.

En el mismo momento, lanzó un pequeño silbido y se sentó muy tieso detrás del volante. En un segundo, se había transformado en un disciplinado autómata.

Porta se echó el fusil al hombro. Con el pulgar a lo largo de la correa, según prescribía el Reglamento. Cuarenta y cinco grados de separación entre ambos pies. El brazo izquierdo pegado a la costura del pantalón. El codo a la altura de la hebilla del cinturón. Siguió con la mirada a los tres hombres que salían de la oficina del comandante. Paul Bielert, de paisano, el SD Unterscharfürer, con la mano apoyada en la funda de la pistola, y, entre ambos, el teniente Olhsen. El gran «Mercedes» salió del cuartel. Porta reanudó la guardia. Por un instante, se preguntó qué ocurría con el teniente Olhsen. Se dirigió hacia los garajes. Oculto tras unas tablas, cerca del lugar donde se lavaban los vehículos, se puso a estudiar las fotografías pornográficas. Ordenó los tres fajos de billetes. Del bolsillito que tenía en la parte baja de la guerrera, sacó un billete de cien marcos. Rió satisfecho. El truco de hacer desaparecer el billete mientras contaba no había llegado, por lo visto, a oídos de Kleber. Riendo por lo bajo, siguió andando hasta las cajas de municiones, donde le esperaba Heide, que estaba allí de guardia.

– ¿Qué diablos haces? -le preguntó-. Hermanito ha venido ya dos veces.

– Cállate, tengo otras preocupaciones que la de montar la guardia.

– Por lo menos, podrías tenerme alguna consideración -gruñó Heide, ofendido-. Al fin y al cabo, soy tu superior. Te protejo sin cesar. ¿Sabes que la Gestapo merodea por el cuartel? Buscan a alguien y me parece que es a ti. Todo me dice que terminarás con una cuerda al cuello.

– Atrasas, Julius. Ya se han marchado, llevándose la presa. Pero puesto que hablas de proteger, te aconsejo que sigas haciéndolo. Sería muy molesto para ti que olvidara mi deber de ser discreto. ¿Sabes? Conozco exactamente cómo será tu vida, Julius. Si aún no has muerto cuando hayas perdido la guerra, seguirás en el Ejército, a menos que caigas más bajo y te conviertas en un poli. Te veo ya con una estrella roja en la gorra. Has nacido para esta clase de trabajo, Julius.

– ¿Por qué diablos no habría de seguir en el Ejército? -preguntó Heide, cándidamente-. Cobraré cada diez días, tendré una buena cama y estaré libre desde el viernes por la noche hasta el domingo por la noche. Dejaré que los reclutas me agradezcan los favores que les haga. Y someteré a un tratamiento especial a los que no quieran pagarme. Y en cuanto se haya olvidado la guerra, lo que no tardará en ocurrir, sacaré brillo a todas mis medallas y cruces. Y entonces verás cómo todas las mujeres caerán rendidas en mis brazos. Seré un héroe con el que todos desearán alternar.

– Lo sabía -exclamó Porta, triunfalmente-. Seguirás en la jaula. Yo prefiero el comercio, la libre competencia. Cuando pases con uno de esos cacharros viejos del Ejército, me verás en un «Mercedes» descapotable, con una gachí cubierta de pieles a mi lado. Un verdadero bombón, con la falda bien ceñida. Mientras tú vociferarás a los reclutas el lunes por la mañana, bajo la lluvia, yo lo pasaré cañón tras un escritorio grande como un camión de diez toneladas, contando mi pasta.

Como por casualidad, Porta sacó las fotografías y las pasó rápidamente ante los ojos de Heide.

– ¡Válgame Dios, déjame verlas!

– Encantado -replicó Porta-. Te las dejaré una hora.

– ¡Dámelas, aprisa!

Heide se relamió ávidamente los labios, y dos manchas rojizas aparecían en sus mejillas.

Porta se echó a reír. Barajó las fotografías con la lentitud suficiente para que Heide pudiera ver cuan interesantes eran.

– Te dejo que las mires, Julius. Incluso te dejo que vayas a las letrinas con ellas, para que puedas mirarlas tranquilamente.

– ¿Por cuánto las vendes?

– No las vendo. Las alquilo. A cien marcos la hora toda la serie, o a cinco marcos la pieza.

– ¿Estás loco? ¿Crees que te daré cien marcos para mirar tus fotos de segunda clase?

Heide fingió estar escandalizado.

Se irguió como un verdadero suboficial, pero Porta no se dejó impresionar.

– Nadie le obliga a ello, señor suboficial Julius Heide. Es usted quien me ha pedido que le dejara echar una mirada a las mismas.

Hizo desaparecer las fotografías pornográficas en el estuche de la máscara antigás, pegó una patada a la cerradura de una caja de municiones y comprobó satisfecho que la misma se había roto.

– Tendrá usted problemas, señor suboficial, si viene el comandante y encuentra la caja abierta.

– ¿Te has vuelto loco? ¡Romper la cerradura! Daré parte.

– ¡Ah, sí! -exclamó Porta, riendo.

Y se marchó tranquilamente hacia los garajes, donde había escondido una botella de cerveza.

Durante un momento, Heide contempló furioso la cerradura.

Por fin, consiguió sujetarla de modo que no se notara fácilmente que estaba rota. Para él lo importante era que el hecho pasara inadvertido hasta el final de la guardia. Agitó la cabeza, satisfecho, y salió corriendo en pos de Porta.

– Dame esas fotografías. Aquí tienes los cien marcos. Pero supongo que sabrás que esto es usura.

– ¿Crees que soy una institución filantrópica?

En cuanto hubo terminado su guardia, Heide se presentó en el puesto de control. Y después, desapareció hacia las letrinas, donde permaneció una hora mirando las fotografías.

– Han venido a buscar al teniente Ohlsen -dijo Barcelona, cuando Porta regresó al puesto.

– ¡Que se apañe! -replicó Porta-. ¿De qué se le acusa?

– No lo sabe nadie, pero todo el Estado Mayor está alborotado. Hinka grita de tal modo que se le oye desde lejos. El ayudante ha vomitado tres veces, de miedo. Parece que vamos a tener un nuevo jefe de Compañía. Me lo ha dicho el Feldwebel Grün.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Gestapo»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Gestapo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Gestapo»

Обсуждение, отзывы о книге «Gestapo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x