Sven Hassel - Gestapo

Здесь есть возможность читать онлайн «Sven Hassel - Gestapo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Gestapo: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Gestapo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Esta novela, quinta del autor, nos introduce en el infamante mudo de la tan famosa organización policíaca. Una anciana, ajena a toda actividad política, es detenida y ahorcada. Para lograr su imposible declaración los miembros de la gestapo muestran con ella toda una gama de su estudiada amabilidad. El viejo, Porta, Hermanito y el Legionario – de la 5º Compañía – vengan a la anciana y el Bello paul – jefe del grupo de la Gestapo – se enfrenta con tortuosa habilidad a las dificultades que se le crean.

Gestapo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Gestapo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

El capitán de caballería Brockmann, jefe de la Compañía Ligera, no daba crédito a sus ojos cuando se cruzó con este sorprendente personaje en la escalera.

– ¿Quién diablos es? -preguntó al suboficial de servicio.

– Lo ignoro, mi capitán. Le he pedido la documentación, pero ha seguido subiendo la escalera, como sí le hubiese hablado a un muerto.

– Un muerto -repitió, riendo, el capitán-. Más bien diría yo un loco. Un hombre normal no se vestiría así. -Cogió el teléfono-: Paul, una especie de simio llegará dentro de un momento. Envíamelo escoltado. Se pasea por el edificio como por una tasca pública.

Dicho eso, rió alegremente y se frotó las manos, satisfecho. El capitán Brockmann era considerado como uno de los grandes bromistas del Regimiento, pero sus bromas eran de un género muy particular. Un mes antes había impulsado al suicidio al teniente Köhler.

Brockmann llamó a dos o tres de sus camaradas oficiales. Se preparaban para tributar un caluroso recibimiento al extraño paisano. Se trataba de encontrar el mejor sistema para ocuparse de él.

Brockmann consideraba que lo mejor sería meterle en el calabozo durante cierto tiempo, y acusarle de espionaje. Tal vez se le pudiera hacer desaparecer en una Compañía de reclutas. Siempre podría asegurarse, más tarde, que se trataba de un error. Un Feldwebel y dos hombres detuvieron al pequeño paisano en el pasillo y le ordenaron que les acompañara hasta el despacho del oficial de servicio.

El hombre sonrió sardónicamente, inclinó la cabeza y les siguió, sin despegar la boca hasta el puesto de Policía.

El capitán de caballería Brockmann recibió la comitiva a la prusiana, con las manos firmemente apoyadas en las caderas. Guiñó un ojo a sus camaradas, que asistían encantados al espectáculo.

– ¿Cómo diablos se atreve a merodear así por el cuartel? -empezó a decir el capitán-. Los paisanos no tienen nada que hacer aquí dentro.

Se balanceaba, elevaba progresivamente el tono de su voz.

– ¿Tiene las orejas tapadas o las mandíbulas paralizadas cretino? ¡Ni tan siquiera ha obedecido al requerimiento del oficial de servicio!

Se golpeó las botas con su fusta e hizo tintinear sus espuelas. Siempre llevaba cadenas en las espuelas, que hacían un ruido formidable. Brockmann se mordió el labio inferior. Solía hacerlo cuando meditaba un proyecto.

– Podría hacerle encerrar hasta que se pudriera. A un tipo corno usted se le puede ocurrir la idea de volar el cuartel. Tiene un aire peligroso.

Los oficiales pataleaban de risa.

El paisano permanecía serio, sin pestañear, como si aquello no fuera con él.

– ¿Tiene permiso para llevar armas? -prosiguió el capitán Brockmann, señalando el paraguas.

– Va en gran uniforme de saboteador -comentó el teniente Berni, encantado.

Estallido general de risa. Todos daban vueltas en torno al paisano y lo examinaban como si se tratara de uno de los mayores tesoros del Museo Nacional.

– Le convendría ser soldado -dijo el teniente Reichelt, que era considerado como el mayor erotómano de todos los oficiales.

Siempre tenía, por lo menos, tres amantes a la vez, y nunca conservaba la misma más de un mes. En la vida civil era negociante en vinos. Nunca había estado en el frente. Se consolaba con champaña o con coñac.

El capitán de Caballería colocó la fusta bajo la barbilla del hombrecillo.

– ¿Cómo se las arregló su padre para fabricar un individuo de su especie?

– Parece una salchicha -graznó el comisario en jefe. Schmidt, encantado.

Siempre comparaba a la gente con productos comestibles. Sólo vivía para comer. Había estado al borde de la locura cuando desaparecieron cincuenta y dos cajas de salchichas de Turingia. Amenazó y gritó de tal modo que se le oía desde fuera del cuartel, como si hubiera ocurrido un terremoto en Intendencia. Pero, bruscamente, no se oyó hablar más de las salchichas desaparecidas. Es más, Schmidt aseguró que nunca habían existido, y esto, a pesar de que ocho hombres hubiesen estado dispuestos a jurar que habían sido sustraídas de un almacén secreto, cerrado con llave, en el que nadie tenía derecho a poner los ojos, como no fuera escoltado por el comisario. Aquel almacén no tenía ventanas. Sólo paredes macizas. La puerta metálica tenía cuatro cerraduras y estaba provista de un mecanismo antirrobo que se verificaba cada día.

Pero el comisario consiguió demostrar que había habido un error, puesto que las salchichas no estaban consignadas en ninguna parte. La gente rió para sus adentros. Habían comprendido. A ladrón, ladrón y medio. Pero todo el mundo ignoraba que el ladrón era Porta. Había robado las salchichas y se las había vendido a un carnicero de Lübecker Strasse, que traficaba con todo lo que se robaba en los cuarteles.

– Creo que deberías examinar su documentación militar, Brockmann. Podríamos convertirle en un buen territorial. Estoy seguro de que le gustaría a usted -añadió dirigiéndose al paisano.

Repentinamente, un SS Unterscharführer de dos metros de estatura apareció en el umbral. En la manga de su guerrera brillaban las letras SD de plata. La gorra, con la calavera de plata también, estaba echada insolentemente hacia atrás. Levantó el brazo para saludar.

– Heil Hitler, Standartenführer! Mensaje del RSHA por la radio del automóvil. El comando de choque número 7 ha realizado detenciones.

El hombrecillo asintió con la cabeza. Sus ojos relampagueaban tras las gafas oscuras.

– Bien, Müller. Contésteles que los prisioneros deben ser incomunicados. Por completo. -Miró a los oficiales presentes-. Les agradezco este rato de diversión. Volveremos a vernos, señores. ¡Heil Hitler!

Tras las gafas negras, se adivinaban unos ojos llenos de odio.

De repente, los camaradas del capitán Brockmann dejaron de encontrar gracioso al hombrecillo.

– No entiendo nada -murmuró Brockmann-. ¡Diablo, sargento! -dijo, dirigiéndose al suboficial-. Si no quiere ser enviado a un batallón de castigo, procure averiguar quién era ese señor.

– ¿Gestapo? -preguntó el comisario en jefe Schmidt, a quien torturaba el recuerdo de las salchichas.

Al mismo tiempo, pensaba en varias latas de jamón, de judías italianas, y en otras minucias. De repente, sintió prisa por marcharse.

Con toda la rapidez que le permitían sus piernas rechonchas, se precipitó hacia su despacho, donde empujó brutalmente a sus subordinados Corriendo por los almacenes de suministros, consiguió removerlo todo en un tiempo inverosímil.

Al cabo de veinte minutos, dos camiones salían del cuartel, cargados hasta los topes de jamón y de habichuelas. Depositaron la mercancía en un escondrijo seguro, bajo la protección del comisario en jefe del Regimiento de Artillería. Esta operación le costó a Schmidt diecinueve cajas de champaña. Todo el beneficio que le dejaban los jamones. Sentía un miedo atroz.

En el cuartel, no todo el mundo se había dejado trastornar por esta visita desacostumbrada. En especial, el centinela situado ante el cuartel general, un Obergefreiter que lucía en el pecho la cinta de ocho años de servicio. Charlaba amistosamente con el chofer del «Mercedes» de un asunto cuyos detalles es mejor no repetir.

– ¡Decídete, maldita sea! -gruñó el SS-. ¿Cuánto quieres por tus doce «palitos»?

Alrededor del brazo derecho llevaba la cinta blanca con unas letras negras: RSHA.

– Son caros -afirmó el Obergefreiter -. ¿Cuánto ofreces tú?

– Mil pavos -propuso el SS.

Y se metió la mano en un bolsillo, para sacar un fajo de billetes, sujeto con una gomita.

– ¿Estás chiflado? -preguntó, riendo, el Obergefreiter -. ¿Crees que esto es una oficina de beneficencia?

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Gestapo»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Gestapo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Gestapo»

Обсуждение, отзывы о книге «Gestapo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x