Espido Freire - Diabulus in musica

Здесь есть возможность читать онлайн «Espido Freire - Diabulus in musica» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Diabulus in musica: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Diabulus in musica»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Ésta es una historia de amor entre una mujer, un hombre y un fantasma. O, tal vez, dos fantasmas. Una historia que nos habla de Christopher Random, un actor que fue muchas personas, y de Balder Goienuri, que hasta su muerte sólo interpretó a Christopher Random.
De la muchacha que amó a los dos.
De las mentiras y los fingimientos entre los que se perdieron, y de cómo se buscaron durante años sin encontrarse.
El Diabulus representaba, en la teoría de la música antigua, el intervalo prohibido, un error deslizado entre las matemáticas perfectas que regían el mundo. También esta novela describe la lucha entre el orden y el caos, la luz y la oscuridad, el pasado y el presente. La voz y el silencio. Las múltiples maneras en las que el diablo acecha a la espera de encontrar un hueco por el que llevarse a sus víctimas.

Diabulus in musica — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Diabulus in musica», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Mientras estuve sola en Londres, en la inmensa casa de Belgravia, durante las ausencias interminables de Chris, acariciaba la idea de viajar con él, los dos, durante meses enteros. Aquellas escapadas mentales me mantenían distraída, y actuaban de sedante.

Yo siempre había sido reacia a moverme. Incluso en los años en los que me dediqué a cantar me enfrentaba a los viajes con más sumisión que otra cosa: era una orden más, ineludible, que había que acatar. Me sentía un bote, una barca que hiciera agua y soportara una expedición, otra, otra, hasta que el casco reventara definitivamente y me quedara varada en la orilla.

Sin embargo, cuando dejé de viajar, en los años de universidad y luego, más tarde, cuando me veía obligada a permanecer en Inglaterra, soñaba con largos trayectos en tren, con escapadas al extranjero.

No me cegaba el espejismo de lo exótico: deseaba conocer los mismos lugares en los que estuve de un modo que no tuve ocasión de experimentar.

Vivo lo mismo ahora que me ancla el colegio, que no me queda más remedio que pasar aquí día tras día, presa. Intento recordar hasta qué punto me hastiaron los viajes, el incesante vaivén, pendiente de las maletas, del humor de Chris, de que supiéramos hacernos entender o no confundiéramos los horarios, pero no me es de gran ayuda.

Creo que mi obligación ahora es marchar mucho más lejos: a África, o a Asia, o a aquel Estambul de pañuelos ondulantes que vio crecer a Chris. No importa el lugar… y sin embargo, siento tal resistencia a moverme, a abandonar este colegio, estos niños, tantos anhelos de inmovilidad…

Al poco tiempo dejé de planear viajes. No tenía objeto soñar con lugares en los que ya había estado Chris, que podía describirme y en los que podía orientarse. Y él había visitado ya todos los rincones del mundo. Poco a poco, todas las ciudades se convirtieron en la misma, grandes ciudades americanas apiñadas en torno a los centros comerciales y un río mortecino, ciudades europeas con iglesias de cúpulas antiquísimas y cementerios llorando los muertos de la guerra, y hoteles, docenas de hoteles, alfombras azules, rojas o verdes, baños blancos, sábanas blancas, amables sonrisas obsequiosas, desayunos de seis a diez, lavandería en el día con tan sólo dejar en la manilla la bolsa colocada a tal objeto en el armario, maletas, ceros marcados antes de cualquier número de teléfono… Viajábamos, pero no nos movíamos. Tal vez el viaje hubiera sido posible diez, veinte años antes.

Ahora el mundo era un mismo lugar.

Cuando me asaltaba la nostalgia del color y la luz de otros cielos, me asomaba a la ventana y volaba.

El deseo se había cumplido; me había convertido en una barca con el fondo roto. En pago a mis plegarias me habían concedido la inmovilidad.

– Cuando tengamos tiempo, te llevaré al norte de Europa -me prometía algunas veces en las que teníamos tiempo para hablar, o en sus escapadas para fumar. Me acostumbré a llevar siempre una cajetilla y un encendedor en el bolso, para sentirme más cómplice, más útil-. Hace mucho tiempo que no voy por allí. Podríamos recorrer los lugares en los que rodamos “Ragnarok”. El verano que viene, quizás… si es posible. Si tengo tiempo.

Nunca hablaba de dinero, como si no fuera un problema, o como si no existiera. El tiempo le preocupaba, se agotaba, se escapaba. El dinero, al parecer, no. Yo sabía, sin embargo, que no podía permitirse dejar de trabajar, que mantener la casa, y la pensión de Frances y Karen, y nuestra casa, los viajes, y los caprichos a los que le habían acostumbrado los años de vivir como un colegial resultaba tremendamente caro. Gastaba sin detenerse a mirarlo, y no me decía cuánto ganaba.

Yo no me creía con derecho a preguntárselo. En esos momentos, me prometía que cuando regresáramos a Inglaterra yo volvería a trabajar.

Si era posible, ese verano nos vería bajo la luz invernal de Escandinavia. Guardaba buenos recuerdos de Suecia y de Noruega.

“Ragnarok” trajo tantos problemas, tantas dilaciones, que durante dos años no lograron desprenderse del todo de su sombra. Pero eran jóvenes y les mantenía la esperanza de triunfar, y se reían de los problemas.

Primero, uno de los actores, el Thor musculoso que vertebraba la primera parte, falleció de un ataque al corazón. Tuvieron que buscar un sustituto y grabar todas las escenas de nuevo. Después comenzaron los problemas con la productora, y los actores iniciaron una huelga que se extendió por varias semanas. Cada mañana, después de protestar sonoramente, se marchaban a pescar.

Chris rodó en Röyken las escenas en las montañas atestadas de riachuelos, árboles y alfombras vegetales. Las rocas surgían bajo el musgo como dedos de muerto que arañaran la tapa de un ataúd, y en el horizonte, las hileras de pinos parecían aquelarres de viejas erguidas y fuertes. Allí enfermó de amor por Nanna, logró seducirla, y allí vivía en una felicidad un tanto edulcorada, embebidos los dos de dicha, reflejándose el uno en los ojos de la otra. Los sábados se cruzaban con alguna pareja de novios que habían elegido esa misma zona para su reportaje de bodas, ella con el traje típico bordado, las fíbulas de plata y un velo blanco, y él con un traje negro que luego utilizaría en otras ceremonias.

Parte del equipo, especialmente para las pruebas de Thor, viajó a Islandia. Tuvieron problemas con el frío, pero regresaron entusiasmados con los parajes áridos y los cambios infernales de estación.

Luego rodaron la batalla final cerca del Círculo Polar, aterra dos ante el frío y la nieve que permanecía fija en las colinas aún en julio. Subieron hasta Finlandia en busca de hielo y tundra, y cuando necesitaron que Nyord dominara el mar navegaron hasta las Lofoten.

Él no. Él era el dios del sol del verano. No pisó la nieve.

Frey, Freya y él, Balder “el blanco”, con la fiel Nanna, se quedaron en el sur. Buscaron distracciones, visitaron iglesias de madera y se comportaron como turistas malcriados. Cuando no rodaban, las productoras se encargaban de alojarlos en residencias particulares, casitas pintadas de colores imposibles, amarillas, fresa, azules, verdes con ventanas rojas, con visillos de encaje en las ventanas sin persianas y viejos arcones con corazoncitos y rombos tallados en las habitaciones. Fuera, a una distancia respetable de la casa, los colgadores de ropa giraban enloquecidos cuando soplaba el viento.

Chris se instaló en Kalvösund, en una casa que les había dejado un matrimonio de artistas, muy cerca del mar. Cuando la marea bajaba, encontraba una línea de algas entre las rocas, y algunos pececitos encallados, que habían quedado allí sin el amparo del agua y que comenzaban a endurecerse por el sol.

Los islotes pelados eran manchones de tinta por la noche, fardos de liquen bajo la luz del día, y el agua rompía bajo el embarcadero de madera.

El matrimonio tenía buen gusto y una historia curiosa. La mujer se encargaba de los asuntos prácticos, mientras él se dedicaba a pintar y, cada vez más a menudo, a escribir ensayos sobre arte contemporáneo. Era una periodista italiana que se había enamorado en el transcurso de una entrevista de él, un pintor noruego mucho mayor que ella, y casado, por añadidura. Intentaron convencerla de que mirara hacia otra parte: tan joven, tan prometedora, tan linda, ¿qué iba a hacer ella en un país sin luz, con un viejo, sola? Sin embargo, no se arredró. Dejó todo para marcharse a vivir cerca de él. Familia, amigos, trabajo, idioma. Todo para conquistarlo.

La suerte se mostró caprichosa y favoreció a la osada. El hombre abandonó a su mujer y llegó a casarse con la italiana. Llegaron a un acuerdo, como Plutón y Proserpina. Vivirían medio año en Noruega, en la casa blanca de Kalvösund, el otro medio en Italia, en un piso que daba a una montaña que se cubría de amapolas. Decían que la casa albergaba fantasmas, que uno de los dueños había emigrado a América, y que el barco regresó únicamente con su equipaje y ni rastro de él. Aún conservaban el baúl, y pretendían que se escuchaban pasos espectrales en aquella habitación. Christopher coincidió con ellos en la casa un par de veces, ella aún hermosa, con los ojos pardos, él un hombre de pelo blanco, con la frente despejada de un genio.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Diabulus in musica»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Diabulus in musica» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Diabulus in musica»

Обсуждение, отзывы о книге «Diabulus in musica» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x