Pero, Cordelia, cuando te he creído definitivamente perdida me he dado cuenta de que siempre te he querido y de que te quiero. Cuando te vi de nuevo en Punta Teno… ¿cómo olvidar ese momento en que los dos nos vimos cara a cara, otra vez? Yo experimenté una emoción violentísima cuya verdadera naturaleza no acerté a reconocer. Entre la duda y el espanto, el horror y la alegría, el deseo de salir huyendo y el de estrecharte entre mis brazos. Y tú… Al principio ni siquiera me reconociste, o no quisiste reconocerme. No quisiste creer que tu antiguo amante se había acostado con tu antigua amante. Pero no dijiste una palabra. Aceptaste la escena con una calma mineral, de durmiente viva, con una inmutable suficiencia en la expresión, con la tranquilidad de quien viene de presenciar y de vivir historias tan inauditas como para que nada la sorprenda o la turbe. Los extravíos humanos son un pozo sin fondo que mana de una fuente inagotable. Pero tú siempre, ya desde joven, mostraste esa tendencia al absoluto, esa indiferencia ante los peores defectos, ese profundo desdén ante las convenciones y las normas. Cualquiera habría dicho que esperabas verme allí. Quizá lo esperabas. Quizá es verdad que eres capaz de leer la mente y ver el futuro, o quizá lo habías deducido por lógica: si te daban por desaparecida, lo normal era que yo viniese a la isla.
No busco el amor que tuvimos; perdón tampoco, ya es demasiado tarde. No busco reconstruir la historia, que me cuentes tú los detalles que me empeñé en olvidar y que enterré en un lugar tan remoto, sin dejar un plano, como para que ahora no pueda desenterrarlos porque ni siquiera sé el emplazamiento del escondite. Busco volver a tener una hermana. No te prometo felicidad porque la felicidad es un palacio del que no se puede entrar ni salir, un lugar sin historias y sin viajes. La felicidad es estática, no se mueve. Tu y yo sabemos que son las historias tristes, las que contienen pérdida, arrepentimiento y sufrimiento, las que jalonan el camino de la vida y las que hacen avanzar.
Por fin me he liberado. Me he desembarazado de la mentira y el miedo. Ya no persigo quimeras ni imposibles. Sobre mi cabeza no vuelan más cometas, pero tampoco nubes oscuras ni espadas suspendidas. La verdad, una vez asumida, aplaca la angustia de vivir con el constante miedo a que nos atrape. Cuando todo se ha perdido, todo se ha ganado. Por fin he descubierto que se puede vivir cargando con el pasado, sin orgullo pero también sin vergüenza.
Desde que regresé a Londres mi vida se ha ampliado, ha cambiado, y ahora no conozco ni sé fijar sus nuevos límites. A mi izquierda, el pasado: un arrasado campo de batalla. A mi derecha, el porvenir: un extenso campo sin rutas ni señales. Me he instalado en un presente tan vacío como un solar por edificar, y espero.
Espero con calma, llevo esperando tantos años que nada me cuesta esperar el tiempo que te haga falta. Sé que antes o después contactarás conmigo, que volverás a llamarme.
Hasta entonces, te envío todo mi amor.
Gabriel
***