Inma Chacón - La Princesa India

Здесь есть возможность читать онлайн «Inma Chacón - La Princesa India» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La Princesa India: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Princesa India»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Entre la América del Imperio azteca y la España de la Inquisición, una historia de amor repleta de riesgos y peripecias, en un relato que combina la aventura y la crónica de Indias… Un acercamiento lírico y sentido a las culturas indígenas, una mirada crítica a la historia de España…

La Princesa India — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Princesa India», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Hay manchas que se repiten todos los meses donde viven las mujeres. No creo que haya nada extraño en eso.

– Lo extraño es que la sangre sea tanta, tan roja, y en una sola noche. Justo la noche en que apareció en la fonda la cuñada de tu señor. Pero no hace falta que me cuentes nada. Yo ya sé lo que pasó.

Nadie había visto salir a Diamantina de la posada, y nadie la había visto entrar. Era imposible que el comerciante lo supiera. Quizás alguien hubiera visto a la nodriza lavando los paños de algodón que sujetaron las hemorragias, pero no podía saber el origen de la sangre. Estaba claro que el hombre de negro le intentaba sonsacar, no quería darle pistas que confirmaran sus sospechas, pero tampoco podía permitir que aumentara su curiosidad.

– Creo que no os han informado bien. En la fonda no pasó absolutamente nada. La señora doña Diamantina está en su casa, siempre ha estado allí, reposando su embarazo.

El comerciante se dirigió a sus sirvientes, reía a carcajadas, su voz y sus hombros exageraban una fingida incomprensión.

– ¿Habéis oído hablar de alguna preñez que continúe después de haberse malogrado?

Los moriscos negaron con la cabeza e imitaron su gesto. Después se acercó hasta él arrastrando la voz.

– Sin embargo, no sería la primera vez que el diablo plantase una mala semilla en el mismo sitio donde arrancó una buena.

– ¿Qué estáis insinuando?

– No me hace falta insinuar nada. No es difícil suponer lo que pasó. Yo ya lo sé, y el Tribunal del Santo Oficio lo sabrá a su debido tiempo.

Se marchó en compañía de sus criados dejándole en medio de la plaza, sintiendo cómo se abría la tierra bajo sus pies. El comerciante tejía una tela cada vez más enmarañada alrededor de su esposa y de doña Aurora. Y tupía la trama añadiendo cualquier cosa que le sirviera como acusación. No se conformaba con culparlas de conservar a sus dioses, haber matado al calafate, o provocar la inundación de la ronda, ahora también las acusaba de provocar la desgracia de Diamantina invocando al propio Satanás. Ese hombre no pararía hasta que pudiera atribuirles todos los males del mundo.

Volvió al Pilar Redondo deseando que llegara el domingo; que volviera don Lorenzo con la moneda de cambio que había ido a buscar; que fueran ciertos los rumores que le contó el alcaide; que los inquisidores fueran sordos; y que la justicia no fuera ciega.

Cuando llegó al palacete, su esposa acababa de amamantar a la pequeña. La sujetaba con la mano izquierda, manteniendo contra su pecho la espalda de la niña. En la mano derecha sostenía una pieza de fruta que acababa de morder. Su india del color del caramelo le recordó a la Virgen de la Granada, la misma a la que él rezó tantas veces cuando acompañó a don Lorenzo a vender la uva a Llerena. Volvió a ver en su mente a Nuestra Señora, morenita y dulce, mostraba a su niño con la mano izquierda y sujetaba con la diestra la granada que simbolizaba la unión con que se ganó la batalla contra el moro. Le rezó contemplando a sus propias morenitas y le imploró para que iluminara al Santo Tribunal.

4

– ¡No es posible! ¡No puedo creerlo!

Valvanera se llevó las manos a la cabeza. Juan de los Santos paseaba por la habitación con la niña en brazos.

– ¡Piénsalo bien! ¿Cuánta gente estaba allí? ¿Quiénes sabían lo de la señora Diamantina?

Pero Valvanera seguía sin creer lo que su esposo había averiguado.

– Pero es imposible, no puede ser.

– Le he dado muchas vueltas, Valvanera, no puede ser otra persona. No creo que tenga dos cómplices. Quien le contó lo de Diamantina robó las joyas. Estoy seguro. Las criadas no pudieron ser, nunca estuvieron en la posada. Si ellas no le contaron lo del embarazo, tampoco han robado el joyero.

– ¿Y eso qué tiene que ver? El comerciante pudo prometerles cualquier cosa. Todos tuvieron la oportunidad de verle en la feria.

– ¿Y cómo te explicas que sepa lo de la señora Diamantina?

Valvanera se levantaba y se sentaba. Sacudía las manos como si pudiera liberar la angustia expulsándola por los dedos.

– Pero ¿cómo puedes estar tan seguro? Cualquiera pudo entrar en la habitación, todos estábamos en la plazuela.

– Cualquiera no. El que entró sabía dónde guardaba doña Aurora la caja. No lo habíamos pensado antes, pero eso sólo podía saberlo una mujer. Los hombres nunca han entrado en su habitación. Ni el despensero ni el mozo de soldada han podido ser. Y la lavandera y la cocinera sólo subían las escaleras para ir a la azotea o al chacinero. Que yo sepa, nunca entraron en las habitaciones.

Juan de los Santos dejó a la niña en su cuna y limpió las lágrimas de su esposa mientras la conducía hacia la puerta de la habitación.

– Tenemos que contárselo a la princesa. Hay que pensar en algo.

La reacción de doña Aurora fue la misma que la de su criada. No podía ser. No podía creerlo. Valvanera repitió el recuento que su esposo realizó para ella. La princesa descartó uno a uno a todos los criados, hasta quedarse con los cuatro que trajeron de Sevilla. Los tres hombres trabajaban en el desescombro de la ronda cuando desapareció su cofre. Sólo quedaba Mamata. Era imposible.

Valvanera se acercó a la ventana y comprobó que las moras seguían vigilando el palacete desde el pilar.

– Hay que hacer algo, mi niña. Si la verdad se parece a lo que piensa mi esposo, tenemos que descubrirlo antes de que llegue el domingo. Hemos hablado mucho delante de ella, puede ser que el comerciante sepa más de lo que nos conviene sobre nuestra excursión al Castellar.

Esperaron a la niñera con el corazón encogido. Juan de los Santos bajó a buscarla y aparecieron en el cuarto al cabo de unos momentos. Nadie le preguntó nada; cuando vio los ojos de la princesa, se arrodilló y se echó a llorar.

– ¡No pude hacer otra cosa! Cuando me negué, me preguntó si los niños sabían nadar y me señaló el pilón. Después los vi allí, chorreando en brazos de las moras, y subí corriendo por la caja. Lo siento, yo no sabía lo que se proponía. Lo siento mucho.

La princesa la ayudó a levantarse y le preguntó si fue ella quien le contó lo de Diamantina en la posada.

– Él ya sabía algo sobre los paños manchados de sangre. Alguno debió de ir a la basura por error. Me tiró de la lengua. Yo no sabía que diría esas cosas horribles. Parecía amable y preocupado.

Valvanera sintió lástima de Mamata. Era la primera vez que se enfrentaba a la víbora y, como a todos los demás, la acorraló y la dejó sin posibilidad de defenderse. Doña Aurora y Juan de los Santos la miraban con su misma cara de pena, también conocían su mordedura y la quemazón del veneno. La princesa trató de calmarla, necesitaba averiguar qué sabía el comerciante sobre los planes de huida.

– Lo sabe todo, señora, tuve que contárselo, tenía que proteger a los niños. ¡Lo siento, lo siento!

Juan de los Santos estalló de rabia.

– ¿Y no podías haberle contado otra cosa?

Mamata no dejaba de llorar y de lamentarse por no haber sabido defender a la princesa. Juan de los Santos la zarandeó por los hombros.

– ¿Por qué no nos lo contaste, mujer de Dios?

La niñera estaba a punto de desplomarse. Su cara resaltaba entre sus ropas negras como la cal entre el forjado de las ventanas. Valvanera miró a doña Aurora y a Juan de los Santos y señaló los sudores que empapaban su camisa.

– Creo que ya sabemos lo que queríamos saber. ¿Hace alguna falta que ella nos diga cómo atrapa a su presa ese mal bicho?

La princesa le dio la razón, no hacía ninguna falta. Cambiarían todos los planes que acordaron con don Lorenzo. Pensarían en la seguridad de los niños. Estaba claro que el hombre de negro no se detendría ante nada; Mamata no podría volver a hablarle, tendría que jurarlo por sus propios hijos.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La Princesa India»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Princesa India» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La Princesa India»

Обсуждение, отзывы о книге «La Princesa India» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x