Nativel Preciado - Llegó el tiempo de las cerezas

Здесь есть возможность читать онлайн «Nativel Preciado - Llegó el tiempo de las cerezas» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Llegó el tiempo de las cerezas: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Llegó el tiempo de las cerezas»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Reflexión optimista sobre los retos y las satisfacciones de llegar a los 60, en una época en que la vejez es una segunda oportunidad de vivir. La autora predica con el ejemplo y «a punto de cruzar esa frontera», se muestra en plena forma intelectual y saludable como una rosa.

Llegó el tiempo de las cerezas — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Llegó el tiempo de las cerezas», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Claudia me había llamado para decirme que regresaría antes de lo previsto. Llegaría por la noche y se ocuparía del gato. No era necesario que volviese a su casa. Afortunadamente contuve las ganas que tenía de someterla a un interrogatorio telefónico. Se habría puesto como una fiera si le digo lo de su foto con Mario. Se consideraba una mujer independiente, tenía su propia vida y no era asunto mío con quien estuviera. Esa sería la respuesta. Mejor esperar a que volviera.

– ¿Quieres que comamos juntas? -Es la única frase que me atreví a pronunciar.

– Sí, me parece bien. Tengo dos días libres, así que mañana te veo.

– Reservaré en El Puerto, ya sabes que tengo la casa patas arriba.

– Estupendo -me dijo-. Además, tengo que hablar contigo.

– ¿De qué? -le pregunté aterrada.

– Nada importante. Ya te contaré.

¡Cómo que no era importante! Estaba segura de que iba a darme la fatídica noticia. «Sí, mamá, esta vez sí: vivo con un chico estupendo. Se llama Mario. Papá me ha dicho que erais muy amigos de su madre, Andrea Peña. ¿Qué tal era?», preguntaría con toda su inocencia. Y entonces tendría que contarle toda la verdad. «En primer lugar, yo no era amiga de esa mujer, el amigo era tu padre, aunque, eso sí, eran más que amigos. ¿Te ha hablado Mario de su madre? ¿Y de su padre? Por cierto, ¿le conoce? ¿Está seguro de que ese es su nombre? Lamento decírtelo con tanta crudeza, pero él no sabe realmente quién es su padre. Yo sí». Entonces tendría que decírselo y quién sabe cómo iba a reaccionar.

La espera se me hacía demasiado larga y salí a caminar para acortar el día. Estuve a punto de volver a casa de Claudia, robarle la foto, llevársela a Benjamín y pedirle que me aclarase el asunto. No lo hice. Hace meses que Benjamín y yo no cruzábamos una sola palabra. Cómo podía pensar en semejante locura. Había salido a pleno sol y regresé a casa cuando las farolas de las calles ya estaban encendidas. No sé cuánto tiempo caminé, pero estaba fatigada y pensé que el cansancio y un baño caliente me ayudarían a dormir mejor. Sorteando los cachivaches y los botes de pintura, llegué hasta el sillón que está junto a la ventana y me senté a descansar en medio de aquel desbarajuste. Pintar las paredes en este momento… ¡Qué estupidez! Menos mal que había tomado la precaución de dejar mi dormitorio a salvo del caos; el único espacio donde me podía encerrar cómodamente. De todos modos, era demasiado pronto para meterme en la cama.

Una generación privilegiada

«¿Y los años sesenta? […] No fue aquella una bonita revolución que tuviera lugar elevado en el plano teórico. Fue un lío pueril, ridículo, incontrolado y drástico, una enorme pendencia en la que participó la sociedad entera […]. No obstante, el impacto fue revolucionario. Las cosas cambiaron para siempre».

Philip Roth,

El animal moribundo

El teléfono me anuncia que tengo un mensaje. Lo saco del bolso con nerviosismo. No se trata de un mensaje, sino el aviso de tres llamadas desde el número de Gorka. No tengo ganas de hablar con él. Le llamaré en otro momento. Voy a la cocina para calentar un vaso de leche y tomarme el orfidal, así me hará un efecto rápido y me quedaré dormida inmediatamente.

Vuelve a sonar el teléfono y regreso al dormitorio para ver quién es. Gorka, otra vez. Dudo un instante, pero me intriga su insistencia y le respondo.

– ¿Por qué no me has devuelto las llamadas?

– No me encuentro bien, Gorka. Me iba a dormir.

– ¿A dormir a las nueve de la noche?

– Me duele la cabeza.

– Quería decirte que nos ha salido una publicidad.

– No tengo ganas de trabajar.

– ¿Qué me estás contando? Me dijiste que te interesaba y me he comprometido a que lo haremos mañana.

– Imposible, de verdad, no me encuentro con ánimo.

– Pagan bien y será solo un par de horas por la mañana. No me dejes colgado con esta gente. Ya sabes cómo son.

– Lo siento, Gorka.

– ¿Puedo saber qué te pasa? ¿Estás molesta conmigo?

– No, no es por tu culpa.

– ¿Entonces quién es el culpable?

– Es un asunto de mi hija.

– ¿Le ha sucedido algo?

Se me escapó un sollozo inoportuno. Tenía que salir la tensión por alguna parte.

– ¿Carlota?

Tardé unos segundos en contestarle.

– ¿Carlota? Dime qué pasa -preguntó alarmado.

– No es nada, perdóname, es que he tenido un día horrible.

– ¿Quieres que tomemos algo?

Pienso que me vendría bien hablar con él, pero no me siento con ánimo de salir.

– No, gracias.

– Por favor. Déjame que vaya a verte.

– No, de verdad. Tengo la casa hecha un asco.

– Te voy a buscar con el coche. Tardaré diez minutos en llegar. Te llamo desde abajo.

Me rindo y acepto. Tiene gran poder de convicción y, además, hace tanto tiempo que nadie me insiste de ese modo. Gorka es la única persona en este mundo que se preocupa por mí y se lo agradezco desde el fondo de mi alma.

Nadie conocía mi relación con Gorka, cualquiera que fuese. La verdad es que tampoco quería darle una consideración especial. Era un compañero de trabajo, un amigo reciente y nada más, así que no tenía motivos para compartirlo con las pocas personas a quien podía interesarles mi vida. Por cierto, ¿a quién le interesa? ¿Quién se preocupaba por mí? Absolutamente nadie. No exagero. Sé que a unas cuantas personas, entre las que está mi hija, les importa mi bienestar, mi salud y poco más, pero les son indiferentes los detalles de mi vida cotidiana: si duermo bien o mal, si estoy contenta o triste, cuánto me duele un pie o con quién entro y salgo. Quizá sea la clase de incidencias que puedo compartir con Gorka, al menos, él me escucha con atención, se conmueve, me consuela y me reanima.

Cuando me metí en su coche, por cierto, un coche demasiado caro y lujoso para lo que yo suponía que eran sus posibilidades, Gorka bajó el volumen de la música, paró el motor y me dijo:

– Cuéntame. Aquí no nos molestará nadie.

¿Qué podía contarle? Traté de abreviar para no aburrirle, pero era imposible transmitirle mi padecimiento si no le ponía en antecedentes. No tenía ganas de remontarme a treinta años atrás, así que me limité a transmitirle someramente mi malestar con mi hija, su falta de confianza para contarme sus inquietantes relaciones con los hombres, la complicidad con su padre y lo marginada que me sentía del mundo de ambos.

Lo único que intuía sobre la vida de Gorka es que no tenía hijos ni pareja. Quizá la hubiera tenido, pero nunca me habló de su pasado ni de sus amigos o familiares, si es que le quedaba alguno. Tampoco habíamos tenido demasiadas ocasiones para contarnos nuestras respectivas vidas. ¿Llegaría pronto ese momento? Mientras tanto, me sorprendían cada vez más gratamente sus detalles sensibles, la elegancia de sus gestos, su conocimiento de las cosas. Parecía un hombre con más experiencia de la que le correspondía por su edad y su actual situación en el mundo. Con su enorme sentido común, me expuso, a propósito de los hijos, teorías admirables que me tranquilizaron.

La idea es que los padres, y más aún las madres de mi generación, tenemos un afán hiperprotector que suele irritar a los hijos, pero tampoco aceptan que les dejemos de la mano de Dios, porque entonces se sienten terriblemente vulnerables y desprotegidos.

Así es. Claudia no puede soportar que, cuando sale de viaje para rodar en otra ciudad, le dé consejos tales como que no beba con el estómago vacío, no mezcle distintos tipos de alcohol, que se abrigue en las madrugadas frías porque lo peor para las gripes son los cambios bruscos de temperatura. Soy una madre demasiado agobiante, pero tampoco puedo dejar de serlo.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Llegó el tiempo de las cerezas»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Llegó el tiempo de las cerezas» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Llegó el tiempo de las cerezas»

Обсуждение, отзывы о книге «Llegó el tiempo de las cerezas» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x