Nativel Preciado - Llegó el tiempo de las cerezas

Здесь есть возможность читать онлайн «Nativel Preciado - Llegó el tiempo de las cerezas» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Llegó el tiempo de las cerezas: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Llegó el tiempo de las cerezas»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Reflexión optimista sobre los retos y las satisfacciones de llegar a los 60, en una época en que la vejez es una segunda oportunidad de vivir. La autora predica con el ejemplo y «a punto de cruzar esa frontera», se muestra en plena forma intelectual y saludable como una rosa.

Llegó el tiempo de las cerezas — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Llegó el tiempo de las cerezas», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Hola, mamá, ¿llego tarde?

– No, cariño, es que he venido con mucha antelación.

– ¿Qué estás tomando?

– Ya sabes, la tradición.

– ¿No quieres vino?

– Prefiero seguir con el cava, pero si te apetece pedimos media de vino.

– No, está bien, brindaremos con cava por mi nuevo hermanito.

Jamás se me hubiera pasado por la imaginación ¡Maldita sea! El gilipollas de Benjamín, a su edad, ha dejado preñada a esa hija de puta. Cuando me contaron que andaba con la maciza de turno no le di la importancia debida. Llevar a una jovencita colgada del brazo le daba media vida, pero esta vez le han cazado. Será gilipollas.

– Sabía que te iba a sentar como un tiro. Estuve dándole vueltas y pensé que era mejor así, de sopetón.

– ¿Cuándo te lo dijo? -pregunté, tratando de dominar el ataque de ira.

– La semana pasada, poco antes de irnos de viaje.

– ¡Que incauto es tu padre! Me da mucha pena.

– ¿Qué te pasa? ¿Estás celosa?

– Lo único que me faltaba por oír… Nunca fui la madre que te hubiera gustado tener. Lo lamento.

– Tampoco soy la hija con la que habías soñado.

– Has tenido conmigo muy mala suerte…

– Mamá, por favor, no dramatices.

– Ya veo que te hace ilusión tener… ¿qué será hermanito o hermanita?

– Claro que sí, me hace ilusión ver feliz a mi padre.

– ¿Eso es la felicidad? ¡Dejarse liar por una meretriz! Seguro que solo busca escalar en los títulos de crédito. Eso es lo que decía siempre tu padre antes de convertirse en…

– ¡Ya está bien! No te consiento que hables con ese desdén de mi padre.

– ¡Qué lástima! Me da una pena horrible.

– Vamos, mamá, déjalo ya. Tranquilízate.

– Estoy muy tranquila.

– No me gusta verte sufrir.

– Ni siquiera ha tenido valor para contármelo personalmente.

– Fui yo la que le dije que no lo hiciera y creo que acerté. Te habrías puesto más furiosa con él que conmigo. Vale ya, mamá, cálmate. ¿Has pensado qué vas a comer…? Manolo, por favor, puedes tomarnos la nota… -le pidió al camarero.

No tenía ganas de comer. Se me había atragantado el jamón y tenía una bola en el estómago. Me hubiera ido a casa para llorar a gusto, pero no podía dejar a mi hija tirada en esas condiciones. Llegó Manolo y no supe qué pedir.

– Mi madre, ya sabes, las cocochas. Yo, sin embargo, esta vez voy a probar la fritura. Media fritura y una ensalada con ventresca.

Pasé un buen rato en silencio, tratando de asimilar la noticia, sorprendida de mi reacción, compadeciéndome de mí misma. Me sentía ridícula exhibiendo ese ataque de celos ante mi propia hija. ¿Celos o envidia? Cuánto me gustaría tomarme una revancha. Decirle: «¿Sabes, Claudia? Me voy a casar con un hombre veinte años más joven que yo». ¿Qué tal les sentaría a los dos? Me temo que a Benjamín le importaría un carajo, pero a Claudia estoy segura de que le espantaría ver a su madre colgada del brazo de un probable buscavidas.

Parece que fue ayer, pero ha pasado mucho tiempo desde que mi marido me comunicó solemnemente que se iba de casa, que no me preocupase porque no pensaba llevarse ni un cuadro ni un libro ni un alfiler, que me lo dejaba todo, que correría con los gastos de Claudia y que no dudase en pedirle cuanto fuera necesario, que me seguía queriendo a su manera, pero que necesitaba alejarse de mí, porque le asfixiaba. Al principio, me sentí profundamente humillada, pero años más tarde he comprendido que tenía razón. Mis celos eran tan patológicos como su promiscuidad. Lo que no soy capaz de recordar es quién empezó primero, si yo con mis susceptibilidades o él con sus deseos incontrolables de nuevas aventuras amorosas. En cualquier caso, por muy doloroso que fuera, nuestra relación se hizo añicos y no hubo manera de recomponerla.

A estas alturas no debería importarme con quién esté y, sin embargo, me importa.

– Te pido disculpas -le dije en el tono más conciliador posible-, pero es que ha sido una sorpresa muy fuerte. Dejémoslo y cuéntame una cosa. No creas que estuve fisgoneando, pero el otro día, cuando fui a dar la comida a Kevin, vi unas fotos tuyas con Mario Peña.

– ¡Estuviste curioseando!

– Bueno, las vi, porque están bien a la vista. ¿Sales con él o algo parecido?

– Sí, estamos trabajando juntos en esta serie y es un buen amigo.

– ¿Muy bueno?

– Sí, en realidad, es mi pareja.

– ¿Por qué tú tampoco me cuentas nada?

– ¿Quieres saber por qué, mamá…? ¿Quieres saberlo?

– Sí, me gustaría saber por qué no tienes confianza conmigo.

– Porque nunca te tomas las cosas con naturalidad, porque cualquier cosa que pueda decir te resulta inquietante, te produce miedos, temores, sospechas… Supongo que Mario tiene el inconveniente de ser hijo de Andrea. Papá me ha dicho que odiabas a Andrea. Tengo que armarme de valor para decirte que quiero a su hijo. Está bien, ya te lo he dicho: le quiero. Y me gustaría que Mario fuera algo serio en mi vida, pero te juro que no quiero perturbarte lo más mínimo. Que me encantaría que le conocieses y te llevaras tan bien como él se lleva con su padre.

– ¿Con su padre? ¿Quién es su padre? -pregunté con una vocecita que no me llegaba al cuello de la camisa.

– Trabaja en el Gregorio Marañón. Se llama Mario, como él, y es un tipo estupendo.

– ¿Qué hace en el Gregorio Marañón? -insistí un poco más aliviada.

– Es el cardiólogo que atendió a su madre hasta el final.

– ¿Y por qué lo llevaron tan en secreto?

– Andrea era una mujer muy especial. No quería que Mario descuidase a su familia para irse con ella y, sobre todo, quería que se ocupase de sus hijos. Los dos tenían una enfermedad hereditaria y su mujer no hubiera podido cargar sola con la situación. De hecho, uno se le ha muerto con veintinueve años y al otro le acaban de trasplantar un pulmón. La fibrosis quística es una patología genética que no tiene cura.

– Ya sabes de quién se decía que era hijo.

– Sí, lo sé. Mario me lo contó.

– ¿Y desde cuándo trata a su padre?

– Cuando Andrea estuvo internada en el hospital para cambiarse las válvulas por segunda vez, le preguntó a Mario si quería tener un encuentro con su padre y allí se conocieron, en la habitación del hospital. Desde entonces se ven con frecuencia y Mario adora a su padre. Quiero que sepas que Andrea no era una arpía, ni mucho menos. Mario me cuenta que parecía vengativa, poco amable, abiertamente antipática, e incluso arbitraria hasta el punto de exigir que los demás se comportasen con ella mejor que ella misma. Le gustaba ir de dura por la vida, precisamente para defenderse, porque se sentía muy vulnerable. Fue frágil desde niña hasta el día que murió, por cierto, agarrada a Mario con una mano y con la otra al padre de su hijo. Fueron sus hombres más queridos. Al menos, tuvo una muerte tranquila. Le reconfortó la idea de quitarse del medio para que los dos empezasen juntos una nueva vida. Hizo de su aparente maldad su propia fuerza, y de no haber sido por esa coraza que llevaba puesta, no hubiese vencido los múltiples obstáculos que tuvo que superar.

– Parece que la conoces mejor que yo.

– La conozco bien a través de lo que Mario me ha contado de ella. Era una mujer fuerte. Créeme.

– Te creo, Claudia.

Quizá tenga razón. Tal vez me cegaron los celos. El caso es que sentí un profundo alivio. Contado de ese modo, las cosas empezaban a tener sentido. Coincidía, en realidad, con la historia que hace años me había contado Benjamín sobre Andrea.

– ¿Estás más tranquila?

– Sí, mi niña, estoy bien.

– ¿De verdad?

– Quiero conocer a Mario.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Llegó el tiempo de las cerezas»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Llegó el tiempo de las cerezas» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Llegó el tiempo de las cerezas»

Обсуждение, отзывы о книге «Llegó el tiempo de las cerezas» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x