Nativel Preciado - Llegó el tiempo de las cerezas

Здесь есть возможность читать онлайн «Nativel Preciado - Llegó el tiempo de las cerezas» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Llegó el tiempo de las cerezas: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Llegó el tiempo de las cerezas»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Reflexión optimista sobre los retos y las satisfacciones de llegar a los 60, en una época en que la vejez es una segunda oportunidad de vivir. La autora predica con el ejemplo y «a punto de cruzar esa frontera», se muestra en plena forma intelectual y saludable como una rosa.

Llegó el tiempo de las cerezas — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Llegó el tiempo de las cerezas», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Mientras tanto echaré un vistazo. Subo la persiana y la luz penetra hasta el último rincón de la sala. Tiene un aspecto limpio y reluciente, los cristales de las ventanas están impolutos, el sofá cubierto con una funda impecable y el suelo de madera brilla como un espejo. Es imposible pedir más pulcritud. Entiendo que Claudia, tan ordenada y meticulosa como su padre, no soporte el desbarajuste de mi casa.

Cualquier observador neutral se daría cuenta al primer golpe de vista de que esta niña tiene una fijación afectiva con la figura del padre. No hay una sola foto de la que Benjamín esté ausente. El padre con su bebé en brazos; Claudia, el padre y Pisco, un fox terrier que tuvimos hace años; el padre solitario en lo alto de una roca contemplando la inmensidad del paisaje; el padre con su niña en un velero; el padre en un rodaje; el padre en el festival de Cannes; el padre con diversos actores y actrices… A mí me tiene separada en la mesilla de su dormitorio, sola y joven. No me quejo. No es mal lugar para una madre y, además, me encuentro guapa en esta imagen. Al lado de mi foto, descubro otra reciente de Claudia con un joven, para mí, desconocido. Deduzco que es su actual pareja, de la que, naturalmente, no me ha dicho una sola palabra. Es el mismo, por cierto, de la foto enmarcada que tiene sobre la estantería y, junto a ella, otra de… ¡Qué estoy viendo! ¡Cómo no me he dado cuenta antes! No puede ser. ¡Dios mío, es Mario! ¡Es el hijo de Andrea! Me quedo clavada frente a esa imagen que me hiela la sangre. Me siento morir.

No tenía con quien compartir la consternación que me produjo aquel hallazgo. Era absurdo contárselo a Gorka. Ni siquiera conocía a mi hija. Podía llamar a Benjamín y preguntarle si lo sabía, si Claudia le había contado algo de su relación con Mario, si estaban enamorados, si vivía con ella. Imposible, a estas alturas, mencionarle el nombre de Andrea. Me acusaría de psicópata.

Estuve trastornada el resto del día y ni siquiera pude dormir, porque soñaba que Andrea me perseguía desde la otra vida. No digo que me alegrase de su muerte; jamás pensé que me sentaría a la puerta de mi casa para ver pasar el cadáver de mis enemigos. Reconozco, sin embargo, que cuando desapareció sentí un gran alivio, se sosegaron mis rencores y me compadecí de Mario, al que dejaba completamente solo en este mundo. Pero Andrea vuelve a castigarme a través de mi hija. Es imposible compartir con mi ex marido mis odiosos sentimientos. Llegué a sospechar que el hijo fuera de Benjamín, y ahora reaparecen mis temores. La sospecha no era una cuestión de celos histéricos. ¡Vaya si tenía fundamento! Las fechas del incipiente embarazo de Andrea coincidían con el rodaje de la primera película en la que trabajó con mi marido. Bien es cierto que en aquellos tiempos, Benjamín me engañaba cuanto podía. Sus líos eran esporádicos, fugaces, intrascendentes quizá, pero me amargaron la vida, porque entonces me tenía fascinada y yo le seguía como un perrito faldero.

Una de las veces descubrí en el bolsillo de su cazadora de cuero la carta de una actriz venezolana que le enviaba una fotografía de cuerpo entero. Era una rubia de pechuga abundante y bonitas piernas, atractiva, pero, desde mi lozanía, me parecía un tanto ajada. En el envés de la foto había escrito: «Como puedes comprobar, soy una incipiente cuarentona todavía de buen ver. Un beso. Graciela».

La tal Graciela le recordaba en la carta las noches bajo las estrellas, los inolvidables momentos que pasaron juntos durante las semanas de rodaje en la selva… y no sé cuantas lindezas más. La propuesta era reencontrarse en Roma, donde la cuarentona de buen ver quería pasar tres semanas con el que entonces era mi marido. Jamás confesé que había leído aquella carta y él nunca fue a Roma en esas fechas ni me habló de la venezolana.

Quizá la aventura con aquella mujer tuviera poca importancia; sin embargo, recuerdo la humillación que supuso para mí comprobar una vez más que mis celos estaban bien fundamentados. Peor fue, sin duda, la relación que tuvo con Andrea y que se prolongó de manera intermitente a lo largo del tiempo. Cuando se lo insinuaba, Benjamín me respondía que solo era una buena actriz y una eficiente compañera de trabajo. Sin mucha capacidad de convicción, se negaba a admitir que había entre ellos algo más allá de la amistad, pero nunca llegó a convencerme.

Después del rodaje de aquella película, cuyo nombre eludiré para no intensificar el sufrimiento, la estrella y el productor se fueron juntos al festival internacional de cine de Karlovy Vary para presentar su obra fuera de concurso. Mi marido regresó entusiasmado de aquella ciudad que calificó de ensueño y que yo conozco como la palma de mi mano, a pesar de no haberla visitado jamás. No tenía palabras para explicar a los amigos el fantástico ambiente cinematográfico que se respiraba en el festival que consideraba más importante que los de Berlín, Cannes y Venecia juntos. La Checoslovaquia de aquella época, el corazón de Europa, se había convertido para mi marido en el paraíso terrenal. Contaba, y no paraba, las bellezas de la ciudad dorada, la de las cien cúpulas, su arquitectura majestuosa, los puentes sobre el río Moldava, la luz que daba brillo a los palacios y a las iglesias de la ciudad vieja, el museo de Kafka donde vio las primeras ediciones de sus libros. Allí había tomado la mejor cerveza del mundo. Hablaba como el vendedor de una agencia de viajes.

Recuerdo que me trajo unos vasos de cristal de Bohemia, un chimpancé de peluche comprado en una juguetería de Marienbad y una obleas en una caja metálica de color rosa, todavía lo recuerdo, donde aparecía escrito el nombre de la ciudad: Marianské-Lázne. La noche que Benjamín se fue de casa, arrojé con furia la caja de obleas por la ventana y estampé los vasos contra el suelo de la cocina, de manera que solo conservo el mono porque cuando Claudia era un bebé se encaprichó con él. Por detestar todo lo que huela a aquella época, detesto hasta El año pasado en Marienbad, la película de Resnais, porque las incomprensibles peripecias de la pareja imaginaria me evoca los días de gloria que debieron de pasar Benjamín y Andrea, mientras yo me pudría esperándole en Madrid. Desde entonces odio a la actriz Delphine Seyrig.

Al cabo de unos meses, Andrea, la ladrona de maridos, estaba visiblemente embarazada de este Mario que hoy me encuentro fotografiado en actitud amorosa junto a mi hija. Nadie relacionó aquel embarazo con Benjamín, pues era de todos sabido que la actriz tenía relaciones, entre otros, con un director de cine que, por cierto, puso tierra por medio para no hacerse cargo del hijo. Al cabo del tiempo, cuando nuestras relaciones evolucionaban favorablemente a raíz del nacimiento de Claudia, Benjamín me contó, como ya he dicho, que el hijo no era del realizador, sino de un médico. Traté de creerme la versión y durante mucho tiempo la acepté, pero ahora se agolpan de nuevo las sospechas y no puedo soportar la humillación profunda que siento otra vez.

Había contratado a los pintores y tenían el material dispuesto para comenzar la faena a la mañana siguiente. Era imposible echar marcha atrás. Iba y venía por las habitaciones entre muebles cubiertos por sábanas, libros empaquetados, escaleras y botes de pintura. Me detuve delante del cuarto de Claudia y me tumbé en su cama. Ojalá su relación con Mario no llegue demasiado lejos, porque no podría soportarle cerca de mí, todo el tiempo recordándome a su madre. Incluso podía suceder algo peor, que Mario y Claudia fueran hermanos. Resulta demasiado folletinesco para ser cierto. Quizá estuviera ofuscada y hubiera confundido a aquel chico de la fotografía. En realidad, todavía me quedaba la pequeña esperanza de haber cometido un error.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Llegó el tiempo de las cerezas»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Llegó el tiempo de las cerezas» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Llegó el tiempo de las cerezas»

Обсуждение, отзывы о книге «Llegó el tiempo de las cerezas» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x