Laura Restrepo - La Isla de la Pasión

Здесь есть возможность читать онлайн «Laura Restrepo - La Isla de la Pasión» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La Isla de la Pasión: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Isla de la Pasión»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Ésta es la historia estremecedora y verídica de un grupo de náufragos sometidos durante nueve años a las más duras pruebas de supervivencia, entre ellas una extraña guerra a muerte en la cual nunca llegan a verle la cara a sus enemigos.
El tragicómico Ramón Arnaud, joven oficial del Ejército mexicano, acepta una misión en una isla desierta, no por casualidad llamada de la Pasión, y parte hacia allá con Alicia, su esposa adolescente, y once soldados con sus familias. Entre tanto, su país entra en el vértigo de una guerra civil, cae el gobierno que los ha enviado y nadie vuelve a acordarse de ellos ni de la isla, donde quedan librados a su muerte.
Setenta años después de ocurridos estos hechos reales pero olvidados, Laura Restrepo les rastreó la pista, entrevistando a los familiares de los sobrevivientes e investigando en los archivos de la Armada mexicana y de la norteamericana, en viejas cartas de amor, en los decires y recuerdos de los vecinos de varios pueblos de México. El resultado es esta aventura fantasmagórica, surrealista y en buena medida inútil, pero pese a todo conmovedoramente heroica.
Escrita durante los años de exilio político de la autora en México, La Isla de la Pasión que habla de lejanías y aislamiento pero también de la dulce posibilidad del regreso, aparece como una metáfora de todas las formas del exilio.

La Isla de la Pasión — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Isla de la Pasión», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Así es, son su esposa y su hija -contestó enfático Arnaud, y un segundo después cayó en cuenta de su error. Entendió el sentido de la pregunta de Williams cuando imaginó, con tanta nitidez como si las estuviera viendo, a las dos mujeres subiendo al barco abrazadas a sus dos novios holandeses. A Arnaud se le encendió la cara.

– Bueno, más o menos -balbuceó, y no atinó a dar otra explicación.

– No se preocupe, capitán, yo entiendo -le dijo Williams-, era sólo una pregunta burocrática.

El golpe de Daría y Jesusa, con el que no contaba, dejaba a Ramón mal parado, de entrada. Y sabía que lo peor no había pasado aún. En tono abiertamente cordial, Williams le reiteró su ofrecimiento de llevarlo a México junto con su familia y los demás habitantes de Clipperton. Jensen le había contado de su hospitalidad y su generositiad a pesar de los apremios. A quien así se comportaba-dijo Williams-, había que pagarle con la misma moneda.

– Le agradezco enormemente -dijo Arnaud- pero no he recibido órdenes de mis superiores de abandonar mi puesto.

– Sus superiores no están en condiciones de darse órdenes ni a sí mismos -le respondió, con una sonrisa benévola, el capitán Williams-. El ejército federal está en desbandada…

Arnaud sintió el dedo en la llaga. Su disgusto fue evidente, y Williams se retractó.

– Es sólo una opinión personal, por supuesto -dijo-. No la tome a mal.

Ramón Arnaud se demoró en contestar, para poder pensar y sopesar cada una de sus palabras. Por fin habló:

– La situación de orden público hace las cosas difíciles para el general Huerta, y la invasión arbitraria de su país hace las cosas difíciles para mi país. Son dos razones poderosas para no abandonar mi puesto.

– Todo ha cambiado desde que usted está aquí. Todo. No es sólo la situación interna de México, es sobre todo la guerra.

– ¿Se refiere a la guerra entre mi país y su país?

– No, capitán Arnaud. Me refiero a la guerra que está por estallar entre una mitad del mundo y la otra mitad. Supongo que usted estará al tanto -le contestó Williams, al tiempo que le ofrecía un tabaco cubano-. ¿Desea uno?

A Ramón se le hundió el piso bajo los pies. La noticia lo sacudió y lo atontó como el estallido de una granada. Era demasiado. ¿De qué guerra le hablaban? ¿De cuál mundo? ¿Por qué iba a estallar? ¿Con cuál de las dos mitades estaría México? Se moría de ansiedad por saber, y el corazón se le desbocó en el pecho como un caballo enloquecido. Tuvo que hacer acopio de todo su orgullo de militar, de toda su fuerza de voluntad, para mentir:

– Por supuesto, capitán Williams. Estoy perfectamente al tanto de la inminencia de la guerra. Pero eso no afecta mi decisión.

Su propia frase le retumbó en el cerebro: «Pero eso no afecta mi decisión.» Arnaud sintió que cerraba la última puerta, que se suicidaba, que condenaba a muerte a sus hombres, a su mujer, a sus hijos. Pero aguantó, sin retractarse. Con el rabillo del ojo miró el tabaco cubano que le ofrecía Williams. Era un Flor de Lobeto, perfumado y magnífico. Hacía meses no veía uno. Hubiera dado un dedo meñique a cambio de ese habano. Pero mintió:

– Habano no, gracias, acabo de fumarme uno.

– Como usted quiera -oyó decir al otro.

El tiempo se derretía en la cabeza de Arnaud y los minutos se estiraban con una elasticidad gomosa, odiosa, insoportable, Como… usted… quiera… Entre palabra y palabra transcurría un siglo y mientras tanto la única posibilidad de supervivencia se disolvía, se escapaba, subía despacito al cielo, como el humo del tabaco que había encendido Williams.

De pronto el tiempo se aceleró de nuevo. En el fondo del estómago del capitán mexicano se despertó un súbito cosquilleo, unas ganas irrefrenables de vivir, que le hicieron decir:

– Sin embargo, capitán Williams, como se trata de una cuestión que también afecta a mis soldados, yo le pido tiempo para consultarla con ellos, antes de darle la respuesta definitiva.

– Por supuesto, capitán. Medítelo y consúltelo.

Williams tiró de la leontina y miró la hora en su reloj de bolsillo.

– Puedo zarpar dentro de una hora, sin inconveniente -dijo.

Se despidieron. En la cubierta Ramón encontró a Jens Jensen, a su esposa Mary, que estaba más evaporada que nunca, y a los demás holandeses. Se abrazaron y se desearon suerte.

En el bote de remos, de vuelta hacia el muelle, Arnaud respiró hondo, se relajó en su banca, sonrió levemente y pensó: «Hay una invasión, una guerra civil y una guerra mundial, y yo estoy aquí en Babia, resolviendo si los huevos de pájaro bobo quedan mejor fritos o revueltos.»

Eran las 3:55 de la tarde. Antes de las 4:55 tendría que tomar la decisión más seria de su vida.

Al bajar a tierra le comentó a Cardona:

– Estalló la guerra mundial. O está por estallar. No me preguntes más porque no sé, no averigüé. No quise darle el gustazo al gringo reconociendo que no sabía. Ya nos dirán, cuando llegue un barco mexicano.

– Si esperamos tanto, de una sola vez nos vamos a enterar de quiénes la declararon y quiénes la ganaron.

Arnaud y Cardona fueron a llamar al resto de la gente y minutos después llegaba al muelle el sargento Irra, llevando del brazo a Gustavo Schultz.

Medio sonámbulo, medio ebrio por la dosis triple de pasiflora, el alemán se debatía en un mundo borroso, tornasolado y huidizo. A través de velos y neblinas intuía que algo nefasto estaba a punto de sucederle, pero no atinaba a precisar qué. Hasta su propia agonía se le difuminaba en un vago sentimiento sin nombre. Su cabeza giraba, se detenía, se precipitaba, caía en picada en un doloroso y confuso viaje hacia lo hondo. Sus pies avanzaban a tropezones, su boca decía incoherencias, sus manos golpeaban torpemente al sargento Irra.

Detrás de ellos trotaba Altagracia Quiroz. Apenas la vio, Schultz encajó las piezas sueltas de su delirio. De un golpe violento se sacó de encima a Irra, se abrazó a Altagracia, y aunque no pudo dominar su lengua dormida y pastosa, le pidió con palabras que le salieron de muy adentro:

– Vente conmigo, Altita.

– No puedo irme, güero. Ojalá pudiera. Vine con la señora Alicia, y tengo que acompañarla.

El sargento Irra se repuso, volvió a sujetar a Schultz y de un empujón lo tiró entre el bote de remos, donde lo esperaban dos soldados para llevarlo al Cleveland.

El bote se alejaba. Schultz desafió la borrachera y el vaivén de las olas y logró ponerse de pie.

– Volveré por ti, Altagracia -gritó-. Te lo juro. Te juro que te saco de aquí y me caso contigo. ¡Te lo juro!

El mar estaba gris, el cielo violeta, y la muchacha se había quedado sola en el muelle. Oyó las palabras del alemán, y para despedirse de él, se soltó el rebozo de la cabeza. El pelo cayó hasta el suelo, relumbró bajo el sol de la tarde y ondeó suavemente al viento, como una bandera negra.

Mientras tanto, Ramón Arnaud ordenaba que la tropa interrumpiera la fajina para formarse en la plaza -el lugar ahora baldío que había sido huerta- con armas y uniformes completos. Pedro Carvajal, el corneta jovencito, tocó reunión y los hombres acudieron.

– Pelotón, ¡Armen… armas! -gritó Cardona. A su lado, Arnaud observaba.

Parados en ese peladero inhóspito y áspero estaban los diez hombres que constituían su guarnición. El que tenía guaraches no tenía camisa, el que tenía carabina no tenía sable, el que tenía cananas las llevaba sin cartuchos. Sólo les quedaban los despojos del huracán. Alrededor de ellos, paradas en semicírculo, las mujeres miraban, con los niños alzados. Eran el aporreado público del aporreado espectáculo.

– ¡Presenten… armas!

Cantaron el himno nacional e izaron la bandera nueva, la bandera bordada por las monjas. Cuando se elevó en el aire, Arnaud la vio tan deshilachada y desteñida como la anterior. Se habían borrado el rojo y el verde, así que la franja blanca del medio se extendía hasta los extremos. Sin águila y sin serpiente, no era más que una sábana extendida al sol.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La Isla de la Pasión»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Isla de la Pasión» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Laura Restrepo - Hot Sur
Laura Restrepo
Laura Restrepo - The Dark Bride
Laura Restrepo
Laura Restrepo - No Place for Heroes
Laura Restrepo
Laura Restrepo - Isle of Passion
Laura Restrepo
Laura Restrepo - Delirium
Laura Restrepo
Elkin Restrepo - Antología
Elkin Restrepo
Michelle Evans Restrepo - La escritura del destierro
Michelle Evans Restrepo
Laura Richards - Isla Heron
Laura Richards
Отзывы о книге «La Isla de la Pasión»

Обсуждение, отзывы о книге «La Isla de la Pasión» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x