Lan Chang - Herencia

Здесь есть возможность читать онлайн «Lan Chang - Herencia» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Herencia: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Herencia»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Herencia narra el rastro de una traición a lo largo de generaciones. Sólo una mirada mestiza como la de la escritora norteamericana de origen chino Lang Samantha Chang podía percibir así los matices universales de la pasión, sólo una pluma prodigiosa puede trasladarnos la huidiza naturaleza de la confianza.

Herencia — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Herencia», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Pero ¿qué ha pasado?

– No estoy segura del todo. Sólo sé que Yinan… tuvo un lío con el coronel. Ahora se está castigando; se ha expulsado a sí misma de la familia. Pero la hermana la ha perdonado. Así que se está castigando por otro motivo.

– ¿Y él, qué quiere? ¿Quedarse con las dos?

La americana la miró gravemente con sus ojos incoloros. Pero cuando habló, lo hizo en un tono apesadumbrado y comprensivo.

– Sí, es cierto. Sabemos que podría quedarse con las dos. Muchos de los militares tienen concubinas. Aducen que sus matrimonios fueron concertados, que realmente no estaban enamorados de sus primeras esposas. Es legal. Así lo decretaron los tribunales. Pero creo que en este caso no se trata de eso. Es algo entre ella y su hermana.

– Ella adora a su hermana.

– Y su hermana quiere que vuelva a casa.

Hu Mudan sacudió la cabeza. Las suposiciones de Junan, imposibles de puro simples, no solucionarían el problema tan fácilmente. Había algo gravísimo en todo aquello.

– Procuraré hablar con ella -dijo en voz alta.

Se oyó un ruido en las escaleras. Hu Mudan reconoció el eco de las pisadas. Titubeantes, con los mismos zapatos viejos y blandos de siempre. Familiares, aunque no exactamente iguales.

Se abrió la puerta y entró Yinan. Cuando vio a Hu Mudan, soltó un grito de alegría, pero torció el gesto al instante.

Hu Mudan llegó hasta ella y la estrechó en sus brazos. Yinan estaba temblando. Hu Mudan notó que su propio rostro se le crispaba en un mohín de llanto.

– Vamos, vamos -dijo, dándole palmaditas en el hombro-. No llores. ¿Por qué lloras? Se supone que el reencuentro de dos viejas amigas es algo bueno.

– ¿Has visto a mi jiejie ?

– Sí.

– ¡Cómo me alegro de que te haya explicado cómo encontrarme! Está… enfadada conmigo por vivir aquí, pero ya sabía yo que si algún día aparecías, ¡querría que me vinieses a ver! Dime, ¿cómo está?

– Parece estar bien.

– ¿Me echa de menos?

– Creo que sí.

Yinan lloró más todavía.

– Bueno, eso no es malo -dijo secamente Hu Mudan, pero Yinan no le prestó atención. Se apoyó en Hu Mudan. Ésta cerró los ojos. El peso de Yinan le resultaba tan familiar como el de un hijo. Entonces recordó que Yinan ya no era una niña. Algo le había alterado el olor, modificado las moléculas de su sangre. Aquella cara estrecha de ojeras moradas y sienes ensombrecidas parecía haber conocido la pasión.

Rodale Taitai estaba cerca.

– No sabía que estuviese tan mal…

– Ya se le pasará -dijo Hu Mudan. Sentó a Yinan en la silla que había ocupado ella-. ¿Cuándo vas a ir a hablar con tu jiejie ?

– Ya lo intenté una vez. Pero ella no lo entiende.

– Tendrás que volver a intentarlo.

Rodale Taitai intervino:

– ¿Tienes hambre? Come algo; siempre que comes te sientes mejor.

La observación sorprendió a Hu Mudan. Desde niña, cada vez que Yinan se exaltaba, perdía el apetito.

– Ay, no -dijo Yinan con voz quejumbrosa-. No puedo.

Miró a Hu Mudan.

– Yo ya he comido -mintió Hu Mudan.

Rodale Taitai sacó un plato de la alacena: restos de pollo a la mendiga. [8]Las hojas de loto plegadas despedían un suculento aroma.

– Ming está siempre recibiendo regalos a cambio de favores -explicó Rodale Taitai-. Trabaja para el coronel Jiang, y como tiene acceso a una persona tan importante, la gente no hace más que darnos cosas.

Hu Mudan asintió. Hasta ella había oído hablar de ese coronel; era el recadero de Madame Chiang Kai-chek. Yinan abrió las hojas de loto y el olor a pollo inundó la sala.

– ¿Su marido trabaja en la colina? -preguntó Hu Mudan para ganar tiempo mientras observaba a Yinan-. ¿Ve al Generalísimo?

– No mucho. Aunque una vez, en un apuro, le dejaron guarecerse en el refugio antiaéreo que hay detrás del despacho del Generalísimo, con la familia y unas cuantas secretarias, y llegó a mantener una conversación de lo más amena con Madame Chiang.

Hu Mudan miraba cómo comía Yinan. Sujetaba el muslo de pollo con ambas manos, separando la pata de la articulación con sus finos dedos, arrancando hasta la última brizna de carne y chupando los huesos. Comía a un ritmo constante, sin perder la concentración, y al masticar, se le ponía una expresión tranquila y distraída. Se le iba borrando la pena de la cara; de vez en cuando cerraba los ojos en un gesto de placer y se relamía la grasa de los labios. Cuando dio cuenta de la última migaja, se limpió las manos, las entrelazó en el regazo y prestó atención a la conversación con una mirada íntima y alerta que Hu Mudan recordaba de otra época. Rodale Taitai le había preguntado a Hu Mudan dónde había nacido y cómo había ido a parar a Chongking. Hu Mudan apenas si logró responderle. Se había quedado pasmada -y preocupada- ante lo que acababa de ver. La chica estaba embarazada.

Hasta en sus días más negros y desolados, la capital de la China en guerra era una ciudad de reencuentros. Desde sus valles sepultados en la niebla hasta los faroles encendidos en lo alto de las colinas para advertir de un ataque inminente, desde las ribereñas chozas de adobe hasta las mansiones de los cerros, por toda la ciudad tenían lugar reencuentros entre gente que se había separado. Dueños de fábricas y molinos desmantelados y transportados pieza a pieza desde las ciudades ocupadas, volvían a montar su maquinaria y reabrían sus puertas a los obreros que los habían seguido. Antiguos vecinos se encontraban en nuevos restaurantes bautizados con el nombre de las provincias de procedencia. Compañeros de colegio, hermanos, amigos y amantes, todos ellos separados por el enemigo, se buscaban unos a otros en este último gran baluarte situado al oeste.

Y así nos reunimos nosotras con mi padre. Aún recuerdo la primera vez que lo vi después de dos años. Sentada al lado de Hwa, me eché hacia delante en aquel palanquín tambaleante y lo divisé en la colina. Allí estaba esperándonos, con su uniforme, iluminado por el resplandor y la niebla. Parecía puro chi, listo para elevarse por el aire, y en ese momento lo creí capaz, con su energía y su arrojo, de mantenernos a salvo -a nuestra familia y al país entero- de la confusión que nos abrumaba. Yo estaba desbordante de gratitud por su fuerza y ligereza. Después de haber depositado en él tantas esperanzas, sabía que no podía fallarme. ¿Cómo podría no amarme, amándolo yo a él tanto como lo amaba?

Pero por dondequiera que pasásemos, veíamos los avisos colocados por quienes no habían tenido tanta suerte.

Perdido el 14 de septiembre cerca de la vieja carretera del elefante: Huang Dai, niño, 7 años, 1,20 m de altura, dos lunares grandes en el tobillo izquierdo. Se recompensará.

Busco a mi madre, Hwa Neibu, de la provincia de Jlangsu, perdida en el segundo ataque a Changsha. se recompensará.

Memei, Memei, ¿dónde estás? Te espero en la puerta del embarque de viajes larga distancia.

Chongking también era un lugar de caos y separación. Desde mi ventana avistaba, allá abajo, las escaleras atestadas de los que habían sobrevivido a la separación de la guerra: hombres y mujeres agobiados bajo el peso de fardos andrajosos con todas sus posesiones dentro; mugrientos niños famélicos, y chuchos callejeros. La tumefacta ciudad se hallaba dividida en facciones. Las oleadas de refugiados desbordaban las murallas, pero los antiguos residentes ahí seguían, y recibían con desprecio a los forasteros. Al principio mi madre pensaba que las placas de las calles resultaban ininteligibles en el dialecto local. Luego se enteró de que los nativos se referían a las calles por su antiguo nombre, convirtiendo así la geografía de la ciudad en un palimpsesto intransitable.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Herencia»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Herencia» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Herencia»

Обсуждение, отзывы о книге «Herencia» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x