Lan Chang - Herencia

Здесь есть возможность читать онлайн «Lan Chang - Herencia» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Herencia: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Herencia»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Herencia narra el rastro de una traición a lo largo de generaciones. Sólo una mirada mestiza como la de la escritora norteamericana de origen chino Lang Samantha Chang podía percibir así los matices universales de la pasión, sólo una pluma prodigiosa puede trasladarnos la huidiza naturaleza de la confianza.

Herencia — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Herencia», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Sin decir palabra, el hombre se dio media vuelta y abrió un cajón. Puede que hubiese unos mil cajoncitos en aquellos armarios tan viejos. El tirador de aquel en particular estaba tan gastado por el uso que había perdido el acabado y ya no se leían los caracteres impresos en él. Midió unas raíces y las envolvió en papel blanco.

– Cocer -dijo.

– ¿Cuánto es?

– Siete.

– ¿Siete peniques?

El viejo asintió.

– ¿Cuánto tardará?

El viejo bajó lentamente los ojos. Junan se obligó a permanecer inmóvil. Clavó la mirada en la balanza y en las minúsculas pesas de bronce.

– Le sobra tiempo.

Junan tamborileó con el pie en el suelo.

– ¿No tiene algo más rápido?

– Pastillas -respondió-. Una pastilla, un dólar. De plata.

– ¿Ésa es la única alternativa?

El viejo se sonrió.

– Récele al pusa.

Recordó un bodhisattva [5] esculpido en piedra. Oyó la voz de su madre: Guan Yin, songzi. Guan Yin, songzi. Guan Yin, envíame hijos.

– Póngame diez -dijo.

Nunca había sido capaz de tragarse pastillas. Siempre la estrangulaba un reflejo aterrorizado que, al notar el gusto amargo, se las devolvía a la boca. Pero le dio las diez monedas de plata sin decir palabra. Volvió a casa, machacó dos píldoras en el almirez, escondió el polvillo en un bollo de pasta dulce de judías pintas y se obligó a comérselo.

Esa misma noche, mientras hacían el amor, le salió de la boca un torrente de palabras prohibidas, palabras que sin querer oyera hacía mucho tiempo, en una época terrible y tenebrosa:

– Te amo. No me dejes. No me dejes nunca, nunca.

– Soy tu marido -le respondió él con hastío y paciencia.

Y su marido no tardó en partir hacia el oeste. La mañana del día de Nochebuena tropas japonesas entraron en la ciudad y Hangzhou se convirtió en territorio ocupado.

Las lluvias del invierno estrechaban su cerco. Todos los días Junan se afanaba en conseguir las ofrendas para el funeral semanal de su padre. Los toques de queda y las repentinas confiscaciones hacían que resultase peligroso hasta ir a la compra. La llegada masiva de soldados japoneses había agotado las existencias y disparado los precios; costaba encontrar variedad. No había más que peras pasadísimas y pomelos duros y pálidos, procedentes del sur. Tras mucho regatear, Junan compraba setas secas, jengibre y judías para hacerles bolas de masa hervidas a los monjes. Ayudó a componer un gran plato de albóndigas de tofu modeladas con sumo esmero. Sabía que los monjes después lo devoraban todo y que, si se quedaban satisfechos, tendrían una opinión más favorable de ella y de su familia.

En la sexta ceremonia semanal se sentó junto a Yinan en el templo. Detrás de ella, los criados gimoteaban y lloraban la pérdida de su señor. La fragancia del incienso y el olor a cerrado de los monjes le repugnaron. Esa mañana no había podido probar bocado y ahora le temblaba todo el cuerpo del vacío que sentía. Tragó saliva para aguantar el sonsonete áspero y grave de la salmodia.

Se bu i kong

kong bu i se

se chi shi kong

Kong chi shi se

Shou xiang xing shi.

La vida no difiere de la nada, ni la nada de la vida; lo mismo cabe decir de las emociones, pensamientos, deseos y conciencia.

A través del humo trémulo del incienso vio a Yinan hacer sus reverencias. Cuando finalmente se enteraron de la muerte de Mao Gao, Yinan recibió la noticia en silencio. Tras la muerte de su padre se había vuelto todavía más apagada. Iba a costar mucho casarla después de semejante racha de mala suerte. Ahora, hasta Chen, el hijo del vecino, estaba fuera de su alcance, y los jóvenes más prometedores de la ciudad se habían marchado a construir la capital de la China en guerra. A todo esto, Yinan seguía creciendo. Las largas trenzas se le balanceaban con gracia al acercarse al altar. Ya tenía edad de llevarlas recogidas en un moño. Yinan escogió tres varillas de incienso, esperó a que la punta llamease y se encendiese la brasa, y las insertó con cuidado en el incensario de latón. ¿En qué clase de mujer se convertiría? ¿Se volvería más rara que nunca, o quizá esta tragedia la calmaría y la haría más apta para el papel de esposa?

Mientras se dirigía al altar recordó las exequias en honor a su madre. Entonces habían sido tres, además de Hu Mudan, quienes se reunieron para honrar la memoria de Chanyi. Esta vez eran sólo dos: Yinan y ella. Cada vez quedaba menos gente capaz de recordar. Junan acercó las frágiles varillas de incienso a la vela. Cuando prendió en ellas la llama, sopló hasta que las puntas se transformaron en ascuas diminutas y luego las clavó una por una en el montón de ceniza. Al observar aquel polvo gris en el soporte de latón, los restos calcinados de mil varillas de incienso, sintió que la dominaba el miedo. Sabía que era un miedo egoísta: un terror incontenible que no tenía que ver con su padre, que había muerto dignamente, sino con su propia vida. Rezó para que le infundieran el suficiente valor como para responsabilizarse de la familia. El terror persistió durante el lento viaje de vuelta a casa. Le duró incluso después de recibir un telegrama de Li Ang diciéndole que había llegado a Changsha y que no se preocupase.

Los días siguientes la venció un cansancio aplastante. Una sensación de mareo inédita, un cosquilleo en el estómago, la convencieron de que lo había logrado. Con todo, no conseguía relajarse. El miedo le duró semanas, incluso después de saber a ciencia cierta que estaba embarazada.

Un mes después del funeral, Junan entró en lo que había sido el despacho de su padre. Llevaba puesta una túnica negra atada con un tosco cinturón de cáñamo en señal de duelo, y una pila de cartas en las manos. Cerró la puerta tras de sí, con impaciencia.

Desde que alcanzara la suficiente edad como para leer con soltura el periódico y mucho después de haber dominado las matemáticas elementales, Junan siempre había deseado estar a solas en aquel despacho. Se había fijado en el placer que su padre obtenía del dinero y de alguna manera se había dado cuenta de que ella disfrutaría por igual. Llevaba años deseando seguir el hilo de los beneficios en las tablas y anotaciones de sus libros de cuentas. Había soñado con utilizar su ábaco negro.

El despacho estaba tal cual lo había dejado su padre, repleto de cajas llenas de dietarios cubiertas de una fina capa de polvo. Se fue directa al escritorio y se puso a limpiarlo con un trapo. Pero no movió nada de su sitio; quería mantener intacto, en la medida de lo posible, el orden en que él lo había dejado todo. Ese orden sería el único mapa que podría ayudarla a orientarse en el laberinto de sus finanzas.

Forzó la vista para enfocar la página y se sentó muy erguida, moviéndose únicamente para volver a guardar un libro en su sitio o coger otro. El sillón de su padre era de gran tamaño, pero ella era tan alta como él. Repasó lenta y cuidadosamente una página entera de anotaciones. Dedujo que era el detalle de los gastos y los ingresos de su almacén de algodón. Conocía la escritura descuidada y, en ocasiones, inexacta de su padre, pero nunca se había molestado en descifrar sus números: nítidos, apretados y extrañamente barrocos, con nudosas fiorituras en los doses y treses, y primorosas comas. Era como aprender a leer en un idioma nuevo. La primera página la dejó exhausta, pero insistió, cifra tras cifra, y la segunda ya le resultó algo más fácil, y la tercera más fácil aún, hasta que pudo recorrer una página con la mirada y entender lo que veía.

La luz pálida del sol, filtrada por las hojas de la morera, dibujaba una telaraña de encaje sobre el papel que se fue desplazando por el escritorio hasta terminar desapareciendo por completo. Mientras leía, casi le parecía oír el rítmico repiqueteo de las fichas de paigao. Había vencido el plazo para abonar unos intereses y había que amortizarlos. Los gastos de la casa estaban comiéndose lo que quedaba de rentas. Su padre había ido vendiendo terrenos sin parar hasta quedarse solamente con el almacén repleto de algodón que confiscaron los japoneses.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Herencia»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Herencia» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Herencia»

Обсуждение, отзывы о книге «Herencia» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x