Félix Palma - La hormiga que quiso ser astronauta

Здесь есть возможность читать онлайн «Félix Palma - La hormiga que quiso ser astronauta» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La hormiga que quiso ser astronauta: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La hormiga que quiso ser astronauta»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Cuando las preocupaciones podían extirparse con anguilas modificadas con Quimicefa, y tus amantes incluían a una pintora que era, literalmente, tu alma gemela, y a un ángel (bueno, un serafín) exiliado del Cielo. Cuando los repartidores de pizzas conspiraban para escribir tu biografía no autorizada, y una vieja grabadora trucada podía servir para recuperar y extraer sentido de las palabras dichas en una ruptura. Cuando La Muerte recorría la ciudad con una lista de víctimas que, si eras lo suficientemente rápido, podías alterar. Cuando las hormigas aspiraban a alcanzar las estrellas. ¿Lo recuerdas? ¿Sí? Ahora, ¡despierta!

La hormiga que quiso ser astronauta — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La hormiga que quiso ser astronauta», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Aunque me sentía exhausto, eché a andar, impelido hacia los adoquines por la catarsis, como si el movimiento de mis pies evitase que mi mente desfalleciera. Caminé sin rumbo, olvidando que me encontraba enfrente de casa, dejando a mi ensimismamiento la elección de las calles. El cielo parecía un cristal ahumado. Debían de ser las seis y media o así, esa hora en la que cualquier persona que recorriera las calles sería inevitablemente considerada sospechosa de algo. A mí me venía de perlas aquel desierto momentáneo, en el que mis evoluciones de borracho apenas desconcertaban a algún que otro gato errabundo.

Resultaba realmente curioso que hubiese remontado quince años con aquella discapacidad -no sabía cómo llamarla- sin recibir más que pequeñas amonestaciones por parte de mis padres y allegados. Quizá ésa había sido la causa de la deserción de Artemisa, incluso también la causa de su vuelta, al comprobar que el abominable parásito de mi mente podía incitarme a ejecutar ante los atónitos ojos de todos empresas de indudable valía romántica. ¿Y Blanca, mi querida pintora? Blanca me había amado precisamente por eso, supongo, por estar maldito para el mundo. ¿Acaso no había en toda ella, en su rabiosa forma de vivir y pintar, un rechazo de la realidad, una pugna diaria por traducirla a su modo que no era más que otra variante de mi enfermedad? Sí, Blanca había tenido la suerte -o la desgracia, dada mi aborrecible actuación- de toparse en vida con el hombre de sus sueños, un hombre que no pasaba de ser el sueño de un niño. ¿Y si no hubiese huido de ella?, me pregunté. ¿Y si hubiera tenido el valor de plantarme en aquella carta y no pedir ninguna más? No lograba emitir ningún pronóstico sobre nuestra posible relación. Tal vez hubiésemos perecido aplastados por un mundo que no entendíamos, que no toleraba alternativas personales. O tal vez hubiésemos sobrevivido juntos, generando con cada coito sobre los tubos de óleo una poderosa fuerza centrípeta capaz de desgarrar la realidad y hacernos caer de bruces en un mundo perdido, habitado por setas cabezonas y ciempiés con mostachos de general. Esta última posibilidad se me antojaba menos factible, sobre todo porque yo no disponía de ningún talento artístico que me permitiera seguirla a ella sin actuar de lastre. Mejor volaba sola… Y por fin, Coral. Había tenido que ser ella la encargada de pararme los pies. Coral, mi dulce cabecita cuadriculada, aferrada a su razón como a un crucifijo, creyendo que una mente lógica implicaba una vida lógica, una realidad sin estridencias, donde todo era medible, seguro, exacto, donde nada ocurría porque sí. Yo representaba todo cuanto ella detestaba, todo cuanto había tenido que dejar atrás -¿de ahí ese largo año de convivencia?-, yo era el absurdo, lo indemostrable, la anarquía, el caos, el cubismo, un cerebro del revés, un trabalenguas con dislexia. Se fue a Barcelona para decidir si abandonarme o cambiarme. Y había acabado haciendo las dos cosas.

Y sin embargo, a pesar de su dedicación, todo el mérito se lo llevaba la pelirroja, que no era más que un fantasma. Pero, ¿era eso cierto? ¿No había sido Coral después de todo quien me había impelido hacia el fotomatón? ¿No había sido mi temor a enfrentarme a ella, a prestarme a su inevitable inspección con el corazón anubarrado de culpabilidad, a reanudar una relación que se adivinaba complicada en extremo, lo que me había hecho consagrarme a la búsqueda de la pelirroja? Además, ¿qué le hubiese costado a mi mente, experta en crear sirenas de la nada, concederme también una pelirroja? De alguna manera, Coral, con aquel discurso tan oportuno, había desencadenado un movimiento sísmico en el interior de mi cabeza. Me imaginaba mi corteza cerebral sometida a corrimientos casi telúricos, elaborando conexiones inimaginables de las que yo mismo quedaba excluido. Los designios del subconsciente son inescrutables, admití.

Pero no importaba qué oscuras estratagemas hubiesen empleado las dos caras de mi cerebro, la sana y la infectada, por la posesión de mi cabeza. Lo único que importaba era que el resultado de aquel batallar feroz, de aquellas intrigas palaciegas surgidas gracias a un fotomatón inoportuno en cuyo espejo se había clavado una mirada igual de inoportuna que remitía a ciertos recuerdos traspapelados de mi infancia, había sido positivo. Todo había acabado: ahora mi percepción del mundo era correcta. Veía lo que había, ni más ni menos… Y a pesar de que el nuevo mundo se me antojaba terriblemente insípido y tosco, un cuchitril angosto y frío donde estábamos todos apretados, mirándonos las caras, soñando quizá con una calefacción central que nos alegrara la existencia, mientras contemplábamos con envidia cómo algunos se calentaban con cerillas baratas o mecheros de lujo, me sentí feliz de tener la oportunidad de enfrentarlo, de jugar al Gran juego de la Vida sin cartas en la manga, de buscar la libertad que aguardaba tras sus inevitables trabas, contento sobre todo de saber que si las cosas se volvían demasiado complicadas cualquier día, podía recurrir a algún antídoto de fabricación casera, pero esta vez por propia voluntad.

¿Qué habrá sido de Wenceslao?, me pregunté al enfilar por Menéndez Pelayo. A estas alturas de la vida, Wenceslao debía rondar los treinta y pocos y podía ser cualquier cosa. ¿Seguiría en Madrid? ¿Se habría casado? Imposible saberlo. Era extraño lo que sentía hacia él ahora, después de tanto tiempo. Aunque sin ser consciente de ello, Wenceslao había hecho conmigo algo terrible: como aquellos cabrones del siglo XVII que fabricaban bufones para los reyes y sultanes mediante el horrible procedimiento de encerrar a niños en jarrones, bloqueando así su desarrollo, reconduciéndolos hacia la monstruosidad requerida para la hilaridad de la corte; Wenceslao había obstruido mi crecimiento. Había utilizado métodos más sutiles, de acuerdo, pero con resultados muy similares. No me atrevía a emparentarme con monstruos de barraca, pero sí había debido resultarles a las personas de mi entorno una criatura bastante exótica.

De todas formas no le guardaba ningún rencor, no lograba ver su presencia en mi vida como perniciosa por más que me empeñase. Yo también había tenido mi parte de culpa. Ambos habíamos estado a merced de las circunstancias. Las cosas pasan porque tienen que pasar. De nada sirve lamentarse. Era mejor aceptar todo lo sucedido como necesario. Mejor, como imprescindible.

Los jardines de Murillo se encontraban minados de vasos de plástico y botellas variadas, sobras de nocturnidad juvenil que sumadas a aquel silencio lácteo y a aquellos balbuceos lumínicos otorgaron una inquietante atmósfera onírica a mi espontánea peregrinación. Allí, escasas horas antes, se había comercializado con sueños, ilusiones, pastillas y sexo, como un mercadillo ambulante y oscuro que ahora esperaba agazapado en algún sitio el regreso de las tinieblas para volver a montar sus irresistibles tenderetes. Crucé por entre todo ello como un resto más olvidado por la noche, como un fantasma o un apestado. La caminata parecía estar sentándome bien. Mis pies habían perdido aquella premura inicial, aquel carácter de huida, y adquirido cierto aire de paseo. Mi mente tampoco se parecía ya a aquel desbocado congreso de pensamientos homicidas, se asemejaba ahora al escritorio de un abogado o un médico, un paisaje ordenado y pulcro, donde cada asunto esperaba en su lugar correspondiente de la mesa el momento de ser tratado. Era un pensar algo lento pero seguro, tonificantemente lúcido. Consulté el cielo, que empezaba a llenarse de los primeros cuajarones de luz. El amanecer era inminente. Decidí, ya que iba ser testigo de él, escoger el lugar con delectación de gourmet. El puente de San Telmo me pareció el sitio más adecuado y reconduje mis pasos hacia el río.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La hormiga que quiso ser astronauta»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La hormiga que quiso ser astronauta» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La hormiga que quiso ser astronauta»

Обсуждение, отзывы о книге «La hormiga que quiso ser astronauta» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x