• Пожаловаться

Sergio Pitol: El viaje

Здесь есть возможность читать онлайн «Sergio Pitol: El viaje» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Современная проза / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Sergio Pitol El viaje

El viaje: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El viaje»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Sí, en efecto, Sergio Pitol ha vuelto a recorrer algunos de sus territorios que suponíamos había perdido. En esta aparición nos confía algunos trozos de sus diarios de viaje. Concretamente uno que va de Praga al Cáucaso, a Tiflis, la capital de Georgia, pasando por Moscú y por la ciudad que entonces se llamaba Leningrado, en un aparente despertar de primavera.

Sergio Pitol: другие книги автора


Кто написал El viaje? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

El viaje — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El viaje», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать
Podría haber perecido de desolación en aquel trance. Había perdido el fruto de muchos años de esfuerzo, la obra que me iba a redimir profesionalmente, la que me sacaría del medio pelo en donde siempre había reptado para llevarme a la cúspide. No entendía nada, no deseaba nada sino que sacaran aquellos grotescos pajarracos de mi cuarto para poder acostarme y dormir tranquilo. El mismo vacío producido al final del sueño, cuando por una desconcertante metamorfosis, mi supuesta obra maestra se convirtió en una parvada de avestruces, se repitió en la vida real cuando descubrí la inexistencia total de Praga, como ciudad, en mis cuadernos. Había vivido cautivo -¡felizmente cautivo!-, consciente de que se producía un milagro cada vez que me aventuraba a salir a la calle y me perdía en la red de senderos inextricables que componen la Praga medieval y el antiguo barrio judío, o el asombro ante las amplias perspectivas que de pronto se abrían a la mirada al acercarse al río o al cruzar cualquiera de sus puentes, o también cuando me deslizaba a la sombra de amplios muros, hechos y rehechos a través de siglos, como palimpsestos de piedra y de diversos barros que guardaran mensajes relacionados con el culto de Osiris, de Mantra, del mismo Belcebú. De todas las ciencias que en Praga tienen cabida la de más prestigio es la alquimia. Por algo Ripellino tituló Praga mágica al mejor de sus libros. Durante seis años visité sus santuarios, los que conoce todo el mundo, pero también otros, los secretos; recorrí avenidas espléndidas que son parques y se vuelven bosques, y también callejuelas escuálidas, pasajes ramplones, sin forma ni sentido. Caminé acompasadamente una y otra vez sobre losas que conocieron las pisadas del Golem, de Joseph K. y de Gregorio Samsa, de Elena Marti-Makropulos, del soldado Schveijk, del rabino Levy, con coro de ocultistas, de salamandras, de robots y de algunos miembros más de la variopinta familia literaria de Bohemia. Praga: observatorio y compendio del universo: Imago mundi absoluto: Praga.

Tuve la fortuna de que mi llegada a Praga coincidiera con una exposición de Matyas Braun, el gran escultor barroco de Bohemia, quien transformó la piedra, la sometió a una tensión desconocida, extrajo de su seno ángeles y santos, los descoyuntó y colocó en posiciones corporales imposibles, y quien, en plena posesión de su libertad, logró que lo sacro tocara lo caricaturesco, lo delirante, lo que distingue el barroco de Bohemia de los de Roma, Baviera y Viena. Braun no es un desacralizador, de ninguna manera, en todo caso sería un angustiado. Me da vergüenza decirlo, pero ni siquiera había conocido hasta entonces el nombre de aquel inmenso artista. Después de ver la exposición recorrí los caminos de Bohemia y Moravia para ver el resto de su obra.

Estoy casi seguro de que el mismo día en que me deslumhró la muestra de Braun, auxiliado por un plano de la ciudad logré encontrar el Café Arco, uno de los recintos sagrados de la literatura de entreguerras, el lugar donde Franz Kafka se reunía con sus mejores amigos: Franz Werfel, Max Brod, Johannes Urzidil, el adolescente Leo Perutz. Todos ellos jóvenes judíos de familias más o menos pudientes, escritores en lengua alemana, formaban el segmento praguense de la escuela de Viena. Se consideraban a sí mismos provincianos, desconectados del idioma vivo, ajenos a la contemporaneidad, al prestigio de la metrópoli, y la verdad es que su sola existencia significaba, aunque entonces ni ellos ni el mundo lo supieran, la zona de máxima tensión de la lengua alemana. Visto desde la calle y sobre todo en el interior, el local no podía ser más deleznable. Se parecía a todos los locales de quinta clase, sucios y desapacibles que Hasek crea para su soldado Shveijk. El mismo barrio donde estaba situado parecía haber perdido un pasado prestigio que, por otra parte, debía de haber sido modesto. Imaginar a aquellos jóvenes geniales conversando alrededor de vina mesa en ese espacio gris, desprovisto de atmósfera, con un suelo lleno de colillas de cigarros, de papeles grasosos, de mugre, para cambiar ideas y discutirlas, o leerse sus textos recientes, tenía algo de obsceno.

En otra ocasión, en mi primer verano de Praga, una tarde de bochorno imposible salí con mi guía en la mano a buscar un par de sinagogas de difícil locación y la llamada casa de Fausto. Me dirigí primero a ésta, en el corazón de la ciudad nueva. Nueva, en Praga, significa cualquier zona edificada a partir del siglo XVII. La casa de Fausto era un palacio grande, solemne, neutro. Ni siquiera la luz enceguecedora del sol veraniego mitigaba su aspecto funeral. La casa se encuentra frente a una plaza con altos y frondosos castaños, que, a saber por qué, no contribuyen a embellecer el lugar. Una plaza bien arbolada, con prados amplios y variados macizos de flores, sin gracia. Supe luego que en tiempos pasados se le conocía como la plaza de las brujas. Ya en la Edad Media era sabido que en algunos locales de los alrededores se reunían los hechiceros, las brujas, los espiritistas, los alquimistas, ¡y también las amantes y los hijos de Satán! Cada treinta o cincuenta años, en ese barrio se calentaban los ánimos. Alguien esparcía el rumor de que los cadáveres de unos niños desaparecidos habían sido encontrados a orillas del río con marcas en el cuerpo parecidas a ciertos signos utilizados en los ritos satánicos, o cosas por ese estilo, que nadie podía probar porque sencillamente no habían existido, pero los ánimos se enturbiaban, se exaltaban y luego ocurría lo de siempre: puertas de tugurios y escondrijos derribadas, captura con sevicia extrema de brujas y demás visionarios; luego el fuego que, por racimos, carboniza durante varios días a esa gentuza maldita y desvariada. En 1583 Rodolfo II, el emperador, transfirió de Viena a Praga la capital de los Habsburgo. Su credulidad parecía infinita y ninguno de los múltiples desengaños sufridos pudo mitigarla. Estaba convencido de que encontraría la fórmula de la piedra filosofal, aquella que podía prolongar la vida hasta trescientos o cuatrocientos años y que había ya, existían pruebas de eso, convertido a algunos seres humanos en inmortales. Estaba convencido también de que había un procedimiento alquímico con el que unas cuantas gotas podían transformar los metales en oro. Sostenía haberlo visto. Durante su reinado, centenares de alquimistas de distinto plumaje cayeron sobre Praga. Los más eminentes tuvieron acceso al castillo real, el monarca los enriquecía y trataba como a iguales. Sin embargo, después de cierto tiempo todos conocieron el mismo destino: torturas atroces, la horca, la hoguera, el descuartizamiento. Uno de ellos, Edward Kelley, irlandés de nacimiento, fue por varios años el favorito del monarca. Rodolfo lo reverenciaba como a un segundo Fausto. Por esa razón le regaló el palacio, construido siglos atrás por un tal Johannes Faust, a quien la tradición popular atribuía fabulosas facultades adivinatorias, cualidades recibidas, según la voz del vulgo, del propio demonio por haberle vendido su alma. En fin, llegué esa tarde ardiente de agosto de 1983, y encontré que la ilustre casa se había convertido en hospital. No entré; la fachada poco acogedora no inspiraba visitarlo, tampoco me detuve en la desabrida plaza vecina, continuidad lóbrega del inmueble. Caminé por una calle que bajaba hacia el río. En agosto, los praguenses salen de vacaciones, o si se han visto presionados a quedarse en la ciudad suelen encerrarse en sus casas a beber cerveza hasta que amaina el calor. Era un barrio no visitado por los turistas. Di vuelta a un callejón modesto en exceso, con empedrado deficiente. De repente, mientras caminaba, vislumbré a la distancia un bulto informe en la acera de enfrente. Al acercarme lo vi moverse. Era un viejo decrépito, de cabellos hirsutos, evidentemente borracho. No supe si trataba de levantarse o de ponerse en cuclillas. Tenía caídos los pantalones a la altura de las rodillas, una escena tan áspera y grotesca como las de Goya. Pienso que al bajarse los pantalones para defecar se había derrumbado y batido en sus propios excrementos. Chillaba imprecaciones con un tono siniestro. Nadie pasaba por el callejón salvo el suscrito. Lo rebasé, con cautela, siempre desde la otra acera, y después de andar unos metros no resistí volver la cabeza para mirar hacia atrás. Era patético, cada esfuerzo por levantarse volvía a tirar de espaldas al anciano; los pantalones y calzoncillos a media pierna le servían de atadura, le entorpecían los movimientos. Todavía ahora me aturde aquella repetida caída sobre sus excrementos, y sus berridos como de cerdo en el matadero. Y hoy, mientras escribo, vuelvo a asociar esa imagen a una mascarada dirigida por alguien, oculto en la casa de aquel que había vendido su alma al diablo. Y al pensar en el Doctor Fausto, me viene a la mente el libro de Thomas Mann sobre el personaje, y también que por algunos años, los del exilio, Mann fue ciudadano checo.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El viaje»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El viaje» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Jorge Semprún: El Largo Viaje
El Largo Viaje
Jorge Semprún
Sergio Pitol: Cuentos
Cuentos
Sergio Pitol
Jessica Steele: Viaje de descubrimiento
Viaje de descubrimiento
Jessica Steele
Sergio Pitol: The Art of Flight
The Art of Flight
Sergio Pitol
Sergio Pitol: The Journey
The Journey
Sergio Pitol
Alexandre Vidal Porto: Sergio Y.
Sergio Y.
Alexandre Vidal Porto
Отзывы о книге «El viaje»

Обсуждение, отзывы о книге «El viaje» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.