– Estaba trabajando. Mucho-dijo Alex.
– Muchos padres trabajan duro…
– Pero soy buena como jueza y un desastre como madre.
Aunque Alex se tapó la boca con la mano, era demasiado tarde, la verdad se deslizó por la barra como una serpiente venenosa. ¿En qué estaría pensando para confesar eso a otra persona cuando apenas lo podía admitir ante sí misma? Para el caso, lo mismo podría haberse pintado una marca en el talón de Aquiles.
– Quizá debería hablar con Josie de la misma manera en que habla a los que van al juzgado-sugirió Patrick.
– Odia que actúe como abogada. Además, en el juzgado apenas hablo. Normalmente escucho.
– Bien, Su Señoría-dijo Patrick-, eso puede funcionar también.
Una vez, cuando Josie era pequeña, Alex la dejó sola un momento, y la niña aprovechó para subirse a un taburete. Desde el otro lado de la habitación, Alex vio aterrorizada cómo el ligero peso de Josie lo desequilibraba. No podría llegar con suficiente rapidez para evitar que Josie cayera, y tampoco quería gritar, porque temía que eso la asustase y la hiciera caer. De manera que se quedó quieta, esperando el accidente.
Pero Josie consiguió encaramarse a él, ponerse en pie sobre el pequeño asiento circular y accionar el interruptor de la luz, como quería. Alex la vio encender y apagar las luces, la vio sonreír cada vez que se daba cuenta de que sus acciones podían transformar el mundo.
– Dado que no estamos en el juzgado-dijo ella con indecisión-, me gustaría que me llamara Alex.
Patrick sonrió.
– Y a mí me gustaría que me llamara Su Majestad el rey Kamehameha.
Alex no pudo evitar echarse a reír.
– Pero si eso es demasiado difícil de recordar, Patrick está bien.
Tomó la cafetera para servirse más, y le echó también a ella.
– Repetir es gratis-dijo.
Vio que él le ponía azúcar y leche en la misma proporción en que ella se había echado en su primera taza. Era un detective. Su cometido era percibir detalles. Pero Alex pensó que no era eso lo que lo hacía ser bueno en su trabajo, sino que tenía la capacidad de usar la fuerza, como cualquier otro policía, pero en realidad te atrapaba con su educación.
Y Alex sabía que eso era lo más letal.
No era algo que pudiera poner en su currículo, pero Jordan estaba especialmente dotado para bailar a ritmo de salsa. La que más le gustaba era Patata caliente , pero la que de verdad volvía loco a Sam era Ensalada de frutas . Mientras Selena estaba en el piso de arriba tomando un baño caliente, Jordan puso el DVD. Ella se oponía a bombar-dear a Sam con la tele. Ella quería que Jordan hiciera otras cosas con el bebé, como descubrirle a Shakespeare o enseñarle a resolver ecuaciones diferenciales, mientras Jordan quería dejar que la televisión hiciera su trabajo convirtiendo el cerebro de uno en puré…al menos el tiempo suficiente para ver una sesión de baile tan buena como infantil.
Los bebés siempre pesan bastante, de manera que cuando los dejas en el suelo te parece que te falta algo.
– Ensalada de frutas…¡Qué bueno!-dijo Jordan canturreando y girando mientras Sam abría la boca y dejaba escapar una risa infantil.
El timbre sonó, y Jordan, recogiendo a su pequeño compañero, se dirigió a la puerta bailoteando. Más o menos sincronizado con la canción de fondo, Jordan abrió la puerta.
– Hoy vamos a hacer un poco de ensalada de frutas-canturreaba.
Entonces vio quién había en el porche.
– ¡Jueza Cormier!
– Siento interrumpir.
Él ya sabía que ella se había retirado del caso. La feliz noticia le había llegado por la tarde.
– No pasa nada. Entre…
Jordan echó un vistazo a la estela de juguetes que él y Sam habían dejado tras de sí. Tendría que ordenarlo todo antes de que Selena bajara. Metió a patadas tantos como pudo bajo el sofá, hizo entrar a la jueza en el salón y apagó el DVD.
– Éste debe de ser su hijo.
– Sí-dijo Jordan echando un vistazo a Sam, que estaba decidiendo si se echaba o no a llorar porque se había acabado la música-. Sam.
Ella alargó la mano hacia él, dejando que el bebé le aferrara el índice. Probablemente, Sam ablandaría incluso a Hitler, pero la jueza Cormier parecía incómoda en su presencia.
– ¿Por qué ha puesto a mi hija en su lista de testigos?
«Ah».
– Porque-contestó Jordan-Josie y Peter eran amigos, y puede que necesite su declaración.
– Eran amigos hace diez años. Sea honesto. Lo ha hecho para sacarme del caso.
Jordan se acomodó a Sam sobre la cintura.
– Su Señoría, con todo mi respeto, no voy a permitir que nadie me diga cómo debo llevar este caso. Y menos una jueza que ya no está en él.
Él vio cómo le brillaban los ojos.
– Por supuesto que no-contestó ella, tensa.
Entonces se dio la vuelta y se fue.
Pregúntenle a cualquier chica de hoy al azar si quiere ser popular y les dirá que no. Pero la verdad es que, si estuviera en medio del desierto muriéndose de sed y tuviera que elegir entre un vaso de agua y la popularidad instantánea, probablemente escogería lo segundo.
Cuando oyó que llamaban a la puerta, Josie tomó el cuaderno y lo ocultó entre el colchón y el somier, en el lugar más obvio del mundo.
Su madre entró en la habitación y, por un segundo, Josie no supo decir con exactitud qué no era normal. Entonces se dio cuenta: aún no era de noche. Normalmente, cuando su madre regresaba del juzgado era ya la hora de cenar. Pero entonces eran las 3:45. Josie acababa de llegar de la escuela.
– Tenemos que hablar-dijo su madre, sentándose a su lado sobre el edredón-. He dejado el caso.
Josie se la quedó mirando. Su madre nunca se había retirado de un caso en toda su vida. Además, ¿no acababan de tener una conversación acerca de que ella no iba a recusarse a sí misma?
Sintió el mismo malestar que notaba cuando el profesor la llamaba y ella no había prestado atención. ¿Qué había descubierto su madre que no supiera ya unos días antes?
– ¿Qué ha sucedido?-preguntó Josie, esperando que su madre percibiera el temblor de su voz.
– Bueno, ése es el otro asunto del cual tenemos que hablar-contestó Alex-. La defensa te ha puesto en la lista de testigos. Puede que te pidan que asistas al juzgado.
– ¡¿Qué?!-exclamó Josie.
Por un momento se le paró todo: la respiración, el corazón, el coraje.
– No puedo ir al juzgado, mamá-dijo-. No me hagas eso. Por favor…
Su madre la abrazó, afortunadamente, porque Josie estaba segura de que se desmayaría de un momento a otro. «Sublimación-pensó-, el acto de pasar de sólido a gaseoso». Y entonces se dio cuenta de que había estudiado esa palabra para el examen de química que nunca se hizo por culpa de lo que había sucedido.
– He hablado con el detective, y sé que no recuerdas nada. La única razón por la cual estás en esa lista es porque fuiste amiga de Peter hace mucho, mucho tiempo.
Josie se hizo apartar.
– ¿Me juras que no voy a tener que ir al juzgado?
Su madre se sorprendió.
– Cariño, no puedo…
– ¡Tienes que hacerlo!
– ¿Y si vamos a hablar con el abogado defensor?-dijo su madre.
– ¿De qué serviría?
– Bueno, si ve cuánto te disgusta todo esto, puede que lo piense dos veces antes de llamarte como testigo.
Josie se tumbó en la cama. Su madre le acarició la cabeza un rato. A Josie le pareció oírla susurrar «Lo siento», y luego levantarse y cerrar la puerta al salir.
– Matt-susurró Josie, como si él pudiese oírla, como si él pudiese responder.
«Matt». Inspiró su nombre como oxígeno y lo imaginó rompién-dose en mil pedacitos, introduciéndose en sus glóbulos rojos, atravesándole el corazón.
Читать дальше