Klas Östergren - Caballeros

Здесь есть возможность читать онлайн «Klas Östergren - Caballeros» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Caballeros: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Caballeros»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Cuando el protagonista, homónimo del autor, conoce al gentleman Henry Morgan comprende que ha dado con su alma gemela. A Klas acaban de robárselo todo, así que decide ponerse en manos de Henry: este le descubre un anacrónico mundo de lujo, y le revela que está planeando robar el oro del castillo de Estocolmo. Y entonces aparece Leo, hermano de Henry y poeta maldito, que acaba de salir del psiquiátrico.
¿Quién supondría que una peligrosa trama de gángsters y contrabandistas estaría a la vuelta de la esquina?

Caballeros — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Caballeros», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Así pues, las páginas empezaban a sucederse una tras otra, a fluir, y el editor Torsten Franzén parecía bastante satisfecho, aunque algo agobiado.

Tras un par de horas de aplicado trabajo en la biblioteca en aquellas mañanas luminosas de otoño, llegaba la hora de almorzar. Comíamos en el Costas de la calle Bellman, con los vales de restaurante de la inagotable reserva que Henry guardaba en el cajón del aparador del recibidor. Había prometido no preguntar nunca de dónde procedían. Incluso hoy día todavía no lo sé.

Después del almuerzo pasábamos algunas horas trabajando en los túneles. Casi siempre trabajábamos en solitario: allí abajo había poco espacio. Por turnos, íbamos abriéndonos camino con el pico a través del barro, la arena, y la tierra. El trabajo podía resultar monótono y aburrido, pero siempre podías soñar con lo que harías con el dinero.

Después llegaba la hora de la cena, y hacíamos turnos para prepararla. Henry era un auténtico mago de la cocina y disponía de una considerable biblioteca de libros de gastronomía donde había de todo, desde exóticos y exquisitos bocados balineses hasta comida casera para buscadores de tesoros suecos.

Normalmente, después de cenar estábamos bastante cansados: el desgaste físico y psíquico pasaba factura. Jugábamos al billar, veíamos televisión, leíamos un buen libro o hablábamos. Henry relataba sus historias del continente, mientras que a mí -que ni de lejos tenía el mundo ni la experiencia de míster Morgan- me daba buenos consejos de cómo amueblar La habitación roja de nuestros días.

No se podía negar que lo habíamos conseguido: habíamos organizado nuestra vida justo como la vida debía organizarse. Era una cuestión de equilibro entre el cuerpo y el alma. Lo único que nos faltaba eran las chicas.

Los artistas son seres sensibles, eternos zíngaros. Henry Morgan no era una excepción. De un día para otro, su piano podía estar desafinado; y no solo eso, era imposible de tocar. Era el peor piano en todo el jodido mundo, ¿y cómo iba a poder alcanzar las máximas cotas de musicalidad con aquella mierda de instrumento? Incluso un sordo vomitaría ante su sola visión, en opinión del sensible compositor.

Este tipo de escenas se producía a intervalos regulares, tras lo cual Henry bajaba al sótano para excavar y desfogar así su ataque de ira y mal humor. Podía estar así durante casi una hora, y luego regresaba aún más enojado si cabe. El motivo era que había encontrado una roca en su camino que tenía que ser retirada mediante una palanca, y para ello necesitaba refuerzos.

– No vayas a hundirte ahora -le dije intentando aparentar ánimo-. Vámonos al Europa a boxear un rato. Seguro que nos va bien.

– Buena idea -dijo Henry con un suspiro-. El día de hoy está maldito, lo he leído en el horóscopo. Lleno de obstáculos a cada paso.

El deprimido pero siempre clarividente Morgan había visto de forma muy nítida que aquel iba a ser un día aciago, así que pensó que un buen ataque siempre era la mejor defensa. Íbamos a plantarle cara a aquel día, que era viernes, y a superar asimismo el resto de la semana, yendo a la ciudad a ejercitar un poco el cuerpo. Parecía un gran plan.

Estábamos decididos a tener el ánimo alto. Preparamos nuestras bolsas de deporte y fuimos a Hornstull, a la calle Långholm y al Club Atlético Europa. Era viernes por la tarde y los chicos se lo estaban tomando con bastante calma… todos menos Gringo.

– Hola, chicas -dijo Henry, como siempre.

Todos menos Gringo, el príncipe destronado, saludaron, y Willis salió de su despacho para charlar un rato sobre el Alí-Spinks. Nunca se cansaba de hablar de aquel combate y, naturalmente, tenía sus propias teorías respecto a la técnica de Alí. Incluso lo comparaba con Joe Louis, quien tuvo que retirarse invicto en el año cuarenta y nueve, porque era lo único que Alí podía hacer en su situación actual.

Gringo, por el contrario, tenía aquel día ganas de pelea. Se le veía hecho una auténtica furia, sirviéndole de sparring a Juan, que tenía un combate dentro de un par de días y necesitaba entrenamiento duro.

– ¡Tranquilo, tranquilo! -gritaba Willis-. ¡Tranquilo, Gringo! Juan sube el lunes al ring y necesita tener un careto digno. Ahorra tu munición.

Gringo pesaba por lo menos diez kilos más que el pequeño yugoslavo de aspecto español. El furioso boxeador tenía un tremendo gancho de derecha que se suponía que no debía utilizar cuando hacía de sparring. Era un arma mortal con la que había noqueado al menos a veinticinco adversarios en el pasado.

Por así decirlo, aquel parecía un día ideal para la revancha. No hacía mucho que Henry le había dado una buena lección a Gringo, pero Henry había estado muy liado, como siempre le decía a Willis, y no había tenido tiempo de entrenar como debiera.

Gringo quería que Henry subiera al ring, y este no pudo negarse. Mientras los más jóvenes se arremolinaban en una esquina del cuadrilátero, murmuró algo acerca de su mala condición física. Y así fue, Henry recibió de lo lindo. Gringo había estado entrenando duro y pasó al ataque directamente. Henry, defendiéndose casi mecánicamente, apenas consiguió esquivar los golpes.

Al cabo de dos asaltos, Henry dijo que ya tenía bastante. Pensé que aquello acabaría poniéndolo totalmente furioso tras aquel día lleno de adversidades, pero mis temores resultaron infundados. Henry seguía de muy buen humor, a pesar de que tenía que dolerle todo el cuerpo tras el demencial aluvión de ganchos de derecha que le había propinado Gringo.

– Gracias, Gringo -dijo Henry alargando su enrojecido puño-. Me has sacado del cuerpo a Satán y al infierno entero.

Gringo estaba contento y satisfecho tras la legítima revancha, y se permitió un apretón de manos y una sonrisa.

Después de un par de horas en el Europa, volvimos a casa pasando por la tienda estatal de bebidas alcohólicas. Compramos un par de botellas de vino, un pollo asado y unas cuantas patatas grandes para hacer en el horno.

Ya estaba oscuro y lóbrego cuando llegamos a casa. El enorme apartamento ya parecía bastante tétrico durante el día, pero al anochecer se veía desierto, silencioso y opresivo como un castillo medieval. Era necesario darse una vuelta por las salas encendiendo pequeñas lámparas aquí y allá para ir deshaciendo sus deprimentes y desoladores claroscuros.

– La noche existe en este apartamento como una posibilidad perpetua -había dicho Henry-. Tan solo hay que correr las cortinas e imaginarlo, es lo único que se necesita…

Había sonado algo intranquilo, abatido.

La velada se presentaba realmente bien. Después de cenar, empezamos a arreglarnos para una noche llena de festivitas .

– Tenemos que afeitarnos -dijo Henry-, y tenemos que hacerlo bien. Es muy importante…

Lo hicimos a conciencia. Henry convertía todos aquellos procesos cotidianos en actos solemnes llenos de refinamiento y sofisticación. Hablaba siempre del Arte de la Cocina, del Arte de la Limpieza y del Arte del Afeitado. Ver a Henry afeitarse con jabón, brocha, navaja y suavizador era un auténtico espectáculo.

Después era el momento de sacar nuestros trajes de la «confirmación». Henry eligió uno oscuro de franela mientras que yo saqué mi viejo traje negro mágico. Tomé prestado un lazo de Henry, y al final estaba bastante presentable.

Henry había decidido que debíamos ir a Baldakinen. Según él, había un club bastante decente. Yo no sabía muy bien de qué iba aquello, pero me aseguró que no habría ningún problema.

– Las chicas del Pelarsalen son listas y expertas. Saben muy bien lo que hay que hacer. Así que no tienes por qué preocuparte -decía Morgan.

Tomamos el metro hasta el centro, caminamos por la calle Vasa hasta la plaza Norra Ban y llegamos a Baldakinen a una buena hora. No tenía de qué preocuparme, me decía Henry, así que no estaba preocupado. Estábamos en buena forma, y mis pies empezaron a moverse solos en cuanto oí el ritmo de la sala de baile.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Caballeros»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Caballeros» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Caballeros»

Обсуждение, отзывы о книге «Caballeros» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x