Alberto Vázquez-Figueroa - El señor de las tinieblas

Здесь есть возможность читать онлайн «Alberto Vázquez-Figueroa - El señor de las tinieblas» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. ISBN: , Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El señor de las tinieblas: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El señor de las tinieblas»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

¿Qué harías si el diablo te ofreciera un pacto: tu alma a cambio de la terapia milagrosa que curase definitivamente el cáncer?… En el laboratorio de un médido e investigador se presenta un periodista que consigue eliminar las células cancerígenas en un santiamén y curar a un paciente moribundo en un momento. A continuación añade que le entregará el secreto a cambio de su alma, pero no se lo pondrá nada fácil… Un novela tan sorprendente como divertida.

El señor de las tinieblas — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El señor de las tinieblas», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

— ¿Luego yo tengo razón y pretendía algo más que mi alma? — intervino Bruno Guinea.

— ¡Naturalmente…! Está en lo cierto al asegurar que su alma no vale el escandaloso precio que he pagado por ella. Ninguna lo vale.

— ¿Y por qué se complace en hacerle sufrir de esta manera? — quiso saber Leonor Acevedo.

El aludido la observó sorprendido y casi de inmediato replicó:

— ¿Yo? ¿Qué interés tendría en hacerle sufrir? ¿Qué me importa lo que sufra nadie en vida?

— ¿Ah, no?

— ¿Acaso le importa a usted que una hormiga esté sufriendo en este momento entre esa hierba? ¿O que un canguro muera en Australia? Ni tan siquiera piensa en ello, de la misma manera que yo no pienso en ningún ser humano en particular. Ni al bien ni al mal nos preocupa el presente, téngalo por seguro.

— ¿A qué viene entonces todo esto? — quiso saber Bruno Guinea.

— A que con vistas al futuro, las cosas cambian. Recuerde la célebre frase: «La mies es mucha, y los operarios pocos.» Desde que esa frase se pronunció la humanidad se ha centuplicado, mientras que yo continúo con el mismo número de «operarios».

— ¿Pretenderá hacerme creer que le faltan demonios?

— ¿Acaso imagina que nos reproducimos como los seres humanos? — respondió con una pregunta el interrogado—. Cierto que somos inmortales, pero cierto también que somos asexuados, por lo que no ha nacido ni un solo demonio desde el malhadado día en que nos expulsaron del Paraíso.

— ¡Esto es increíble…! — no pudo evitar exclamar el Cantaclaro—. Debo estar soñando.

— ¡Y yo…! — admitió doña Leonor Acevedo—. Jamás se me habría ocurrido pensar que los demonios fueran asexuados.

— Los teólogos se pasaron siglos discutiendo sobre el sexo de los ángeles — sentenció el pescador—. Pero que yo sepa ninguno de ellos se pronunció nunca sobre el sexo de los ángeles caídos.

— Eso es muy cierto.

— ¡Y tanto que lo es! Siempre se habla de una «legión de demonios», pero ¿de qué sirve una legión frente a los seis mil millones de habitantes que pululan en la actualidad por el planeta? En el rato que llevamos hablando se han cometido más de trescientos asesinatos, docenas de violaciones, incontables actos de pederastia y millones de pecados de toda índole… El trigo de la maldad nace, crece y madura, pero a la hora de recogerlo faltan brazos y por ello tengo que mostrarme imaginativo a la hora de apoderarme de la mayor parte de la cosecha…

— ¿Perdiendo tanto tiempo con una sola espiga como ha perdido conmigo? — inquirió un desconcertado Cantaclaro.

— No se trata de una sola espiga, ya que esa única espiga me va a permitir recolectar millones de otras espigas.

— ¿Cómo…?

— ¿De verdad quiere saberlo…?

— ¡Naturalmente!

— Le advierto que le va a doler.

— Hace tiempo que por su causa crucé las últimas fronteras del dolor.

El extraño pescador les observó con detenimiento, pareció dudar, pero al fin optó por lanzar al abismo la colilla de su cigarrillo al tiempo que con un gesto de la cabeza indicaba a Leonor.

— ¡De acuerdo! — dijo—. Pregúntele a ella.

— ¿A mí? — Se sorprendió la pobre mujer—. ¿Qué tengo yo que ver con todo esto?

— Lo suficiente, puesto que conoce mejor que nadie las respuestas.

— No le comprendo.

— Es muy sencillo… ¿Qué pasó el día que le diagnosticaron que tenía un cáncer terminal?

— Que me invadió una profunda desesperación.

— ¿Y luego?

— ¿Luego? ¿A qué se refiere?

— ¿Qué fue lo primero que hizo en cuanto se serenó…?

— No lo recuerdo.

— Le refrescaré la memoria. Lo primero que hizo fue correr a la iglesia. Volvió a una iglesia en la que no había puesto los pies desde que bautizó a su último hijo, y le pidió ayuda a alguien a quien había olvidado hacia demasiados años.

— Eso es cierto.

— ¡Y tan cierto! Mientras fue feliz se mantuvo alejada de Dios, pero en cuanto le vio las orejas al lobo corrió de nuevo al redil. Buscó consuelo y protección, y si entonces hubiera muerto lo habría hecho en paz consigo misma y con su creador… ¿Me equivoco?

— Me temo que no.

— Pues lo mismo ocurre con millones de personas.

— ¿Qué es lo que ocurre con millones de personas? — quiso saber Bruno Guinea que parecía no entender nada de cuanto se estaba diciendo.

— Que cuando mueren de improviso, y por lo tanto cruzan la línea divisoria con la conciencia cargada de pecados de los que no han tenido tiempo de arrepentirse descienden directamente a los infiernos. Ésa es mi cosecha, gloriosa y abundante. Pero en los últimos años, y debido a que han convertido este precioso mundo en un basurero, el cáncer constituía una de las principales causas de mortandad, hasta el punto de que pasó a convertirse en mi peor enemigo, ya que dejaba a sus víctimas demasiado tiempo para pensar.

— ¡Inaudito!

— Pero cierto. Hace tiempo que había llegado a la conclusión de que la mayor parte de las personas que morían tras una larga enfermedad acostumbraban a ponerse a bien con Dios.

— ¿Se está refiriendo al cáncer?

— ¡Exactamente! El cáncer obligaba a meditar al enfermo, que no alcanzaba a entender por qué razón unas determinadas células de su propio cuerpo se rebelaban y acababan por destruirle pese a que ello trajera aparejada su propia destrucción. — Se volvió a doña Leonor Acevedo para inquirir casi agresivamente —: ¿Acaso no era eso lo que pensaba en su agonía?

La aludida asintió muy a su pesar.

— A menudo no podía evitarlo, y eso era, quizá, lo peor que tenía aquella maldita enfermedad — dijo—. No se le podía echar la culpa a un virus, o a una bacteria, o a cualquier causa externa, y desesperaba comprender que éramos nosotros mismos los que la estábamos generando.

— Los cuerpos se suicidaban sin respetar los mandatos de la mente… — sentenció el Demonio disfrazado en esta ocasión de pescador—. E incluso a mí, que he tenido tiempo más que de sobra para estudiarlo, me costaba trabajo entender lo que pasaba por la cabeza de un enfermo que advertía cómo se iba descomponiendo irremediablemente. ¡Debía ser terrible!

— Lo era, se lo aseguro.

— Si me hubiera sido dada la capacidad de sentir compasión, tal vez la hubiera sentido por quienes pasaban por semejante suplicio, pero siendo quien soy, lo único que me inquietaba era que la mayoría de los enfermos que dedicaban mucho tiempo a mirar en su interior acababan por descubrir que además de células malignas, poseía un alma igualmente enferma.

— ¿Y eso le perjudicaba? — quiso saber Bruno Guinea.

— ¡No puede imaginar cuánto! — admitió el otro—. Y cada día más, porque con las porquerías que les dan de comer y de beber, y la mierda de aire que respiran, la incidencia del cáncer se estaba disparando hasta el punto de convertirse en una auténtica plaga.

— Una plaga de gentes a las que se les estaba dando demasiado tiempo para mirar en su interior y descubrir esa alma enferma.

— ¡Usted lo ha dicho!

— ¿Y llegó a la conclusión de que resultaba mucho más conveniente que se curaran los cuerpos para que de ese modo no se curaran las almas?

— Más o menos…

— Es lo más canallesco que he oído en mi vida… — sentenció una indignada Leonor Acevedo.

— Por si lo ha olvidado le recuerdo que continúo siendo el Maligno, y una vez más le repito que me tiene sin cuidado cómo o de qué se muera la gente… — El pescador hizo un gesto hacia la cesta que había dejado en el suelo—. Ahí hay muchos cangrejos, pero nadie sería tan estúpido como para perder su tiempo pescándolos cuando las cascaras están vacías.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El señor de las tinieblas»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El señor de las tinieblas» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Alberto Vázquez-Figueroa - Tuareg
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Centauros
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Negreros
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Piratas
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Maradentro
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Yáiza
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Océano
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - La Iguana
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Piratin der Freiheit
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Ikarus
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Viaje al fin del mundo - Galápagos
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez Figueroa - Delfines
Alberto Vázquez Figueroa
Отзывы о книге «El señor de las tinieblas»

Обсуждение, отзывы о книге «El señor de las tinieblas» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x