• Пожаловаться

Alberto Vázquez-Figueroa: Piratas

Здесь есть возможность читать онлайн «Alberto Vázquez-Figueroa: Piratas» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. ISBN: 84-473-1351-4, категория: Современная проза / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Alberto Vázquez-Figueroa Piratas

Piratas: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Piratas»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Piratas es la novela de aventuras en estado puro: el género que ha convertido Alberto Vázquez-Figueroa en el autor español número uno en ventas. Narra una extraordinaria historia repleta de acción, emociones e intriga protagonizada por un viejo corsario británico y un jovencísimo buscador de perlas español al que las circunstancias conducen hasta el barco del temido Jacaré Jack. Los combates en alta mar, los peligrosos juegos de la astucia, el destino de una familia de españoles afincada en el Caribe de la época de la trata de negros y la corrupción generalizada de las autoridades coloniales constituyen el transfondo de una trama trepidante, como corresponde a una de las mejores novelas de su autor.

Alberto Vázquez-Figueroa: другие книги автора


Кто написал Piratas? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

Piratas — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Piratas», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

— Es una larga historia — fue la áspera respuesta.

Jacaré Jack observó divertido al descarado rapaz, se volvió luego a su segundo de a bordo, Lucas Castaño, un adusto panameño que siguiendo su inveterada costumbre ni siquiera había abierto una sola vez la boca, y por último señaló con calma:

— Me encantan las historias, no tengo nada mejor que hacer en todo el día, y me gusta saber las razones por las que acojo a alguien en mi barco o lo tiro por la borda. — Sonrió de oreja a oreja —. Así que desembucha.

Sebastián Heredia Matamoros le contó esa mañana al capitán Jacaré Jack la parte de su historia que deseaba contar, y la que no deseaba contar el paciente pirata se la fue sonsacando astutamente palabra por palabra, de tal forma que cuando al fin la campana de popa anunció a la tripulación que había llegado la hora del almuerzo, golpeó contra la base del mástil su enorme cachimba tallada a mano en el fémur de un almirante inglés, y asintió lentamente.

— Una fea y triste historia, sí señor — admitió convencido —. Una tremenda «hijoputada» que me reafirma en la idea de que no te puedes fiar ni de tu madre. Podéis quedaros — añadió —. Ayudarás al cocinero, y, cuando se recupere, tu padre echará una mano en cubierta.

Ése fue el modo en que, recién cumplidos los doce años, Sebastián Heredia se convirtió en «marmitón» y grumete útil para todo a bordo de un barco pirata, con el aditamento de que a sus múltiples ocupaciones tenía que sumar la cada día más penosa de cuidar a un pobre hombre que parecía totalmente incapaz de escapar de la postración en que se había sumido, hasta el punto de que se iba consumiendo como un pescado puesto a «jarear».

En efecto, Miguel Heredia Ximénez se pasaba las horas y los días sentado en cubierta, con la espalda apoyada en el tambucho de proa, afilando pacientemente cuchillos, espadas, hachas y navajas, tan absorto y con tan profunda dedicación a su tarea que cabría suponer que eran sus brazos y sus manos los únicos que permanecían en el lugar, mientras que el resto de su persona había volado a mil millas de distancia, aunque a decir verdad no había volado a parte alguna, sino que se había limitado a permanecer en Margarita, puesto que su mente parecía negarse a aceptar que cuanto le había sucedido era cierto.

Tal vez si la muerte se hubiese llevado para siempre a toda su familia, Miguel Heredia habría sido capaz de resignarse y aceptarlo como algo inevitable, puesto que la muerte, por muy prematura que fuese, era una opción siempre presente en la vida de un hombre de su tiempo, pero una traición tan fría y calculada por parte del ser al que había entregado su vida, constituía un golpe brutal y tan absolutamente inesperado que no existía lugar en su cerebro en que alojarlo, aunque sólo fuera para que se quedara allí y olvidarlo con el paso del tiempo.

Sobre cubierta había grabado un nombre: «Celeste», y a menudo, cuando bajaba la vista hacia él, los ojos se le empañaban, y pese a que en cuanto tenía un momento libre su hijo acudía a tomar asiento frente a él, y durante las comidas no se movía de su lado hasta que comprobaba que se había acabado cuanto tenía en la escudilla, cuidándole como podría haber hecho con un niño enfermo, el atribulado muchacho no conseguía encontrar palabra que proporcionara el menor consuelo a su padre.

Y es que no existe forma humana de dar a otros lo que uno no tiene para sí, y el chiquillo continuaba sin encontrar respuestas a las amargas preguntas que bullían en su mente.

Tal vez de haber estado solo Sebastián habría conseguido aturdirse lo suficiente con el trabajo diario como para olvidar a ratos sus angustias, pero alzar el rostro y ver a todas horas la inclinada frente de su padre obsesionado en afilar espadas hasta convertirlas casi en navajas de afeitar, le impedía evadirse y le traía a la memoria el recuerdo de pasadas escenas familiares que le encogían el alma.

Mientras tanto, el Jacaré continuaba navegando sin rumbo fijo ni destino aparente, «vagabundeando» por las tranquilas aguas caribeñas sin apenas velamen y los mástiles reducidos a la mitad, aguardando «como caimán en boca de caño» la apetitosa presa que cometiese la estúpida imprudencia de cruzarse en su camino.

Nadie a bordo solía mostrar jamás el más mínimo síntoma de impaciencia, señal inequívoca de que el orondo capitán había sabido seleccionar bien a su gente, y eran más las horas que los desharrapados piratas pasaban durmiendo o jugando a los dados, que aquellas en que se veían obligados a realizar algún tipo de faena.

Durante los más calurosos mediodías, y siempre que el mar estuviera en calma, se arriaba el trapo y se mantenía la nave al pairo para que cuantos quisieran pudiesen darse un refrescante chapuzón, y fue durante uno de aquellos agradables períodos de gratificante diversión cuando al fin un vigía aulló desde la cofa anunciando la presencia de un navío que provenía del este.

Pese a encontrarse evidentemente en aguas peligrosas, los recién llegados tardaron casi una hora en advertir que una nave muy baja de bordas se encontraba al pairo en mitad de su camino, aunque cuando al fin repararon en su presencia, lo único que hicieron fue desviar apenas el rumbo tres grados al sur, tal vez con el propósito de evitarse sorpresas desagradables.

El capitán Jack observaba a los recién llegados con ayuda de su pesado catalejo, mientras el corazón de Sebastián golpeaba con fuerza amenazando con escapársele por la boca.

Su padre ni siquiera hizo el más mínimo gesto.

Muy lentamente, pese a desplegar todo su trapo al viento, la pesada carraca que apenas montaba más de media docena de cañones de mediano calibre fue cruzando ante la decepcionada panda de semidesnudos piratas, y cuando al fin el muchacho inquirió la razón de semejante desprecio pese a que llevaban casi dos semanas aguardando una presa, el siempre silencioso Lucas Castaño se dignó hacer un supremo esfuerzo para replicar agriamente:

— Los buenos barcos son los que «van», no los que «vienen»

— ¿Van? ¿Adonde?

— A España. Los que van llevan oro, plata, perlas y esmeraldas. Los que vienen sólo traen cerdos, vacas, picos y palas. Se ve que éste ha extraviado el rumbo.

Dio media vuelta para alejarse hacia la popa, ya que al parecer había consumido toda su provisión de palabras de la semana, y el chicuelo continuó inmóvil, observando cómo uno de aquellos maravillosos buques cargados de fantásticas mercancías que los margariteños solían recibir como agua de mayo, se iba perdiendo lentamente de vista en la distancia.

Aguardó más de dos horas a que el sudoroso capitán concluyera su larga siesta diaria, y con la disculpa de ofrecerle un poco de limonada se aproximó para señalar, yendo directamente al grano:

— Por la carga de esa carraca se obtendrían en Margarita más de mil buenas perlas.

El calvorota gordinflón le observó de reojo.

— ¿Qué intentas insinuar? — quiso saber.

— Que me parece absurdo continuar esperando una presa que tal vez tarde meses en aparecer, cuando la que acaba de pasar vale una fortuna.

— ¿Acaso me tomas por buhonero? — pareció ofenderse el otro —. Yo únicamente ataco los barcos que van. — Agitó la mano — Y excepcionalmente algún galeón en el que pueda viajar un miembro de la nobleza por el que exigir un buen rescate. — Señaló hacia el horizonte —. Pero por toda la tripulación de ese armatoste no conseguiría ni cien doblones.

— No se trata de la tripulación, sino de la carga — insistió el tozudo chicuelo sin inmutarse —. Un buen machete cuesta en Juan Griego por lo menos dos perlas, y en esas bodegas deben amontonarse docenas de ellos.

— Puede que los haya — admitió con socarronería su interlocutor —. Pero ¿acaso pretendes que desembarque en la playa de Juan Griego para ponerme a gritar: «¡Machetes! ¡Vendo machetes! ¡Al rico machete toledano!»? — Se llevó la pipa a la boca como dando por concluida tan estúpida conversación —. ¡No me hagas reír!

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Piratas»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Piratas» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Michael Crichton: Latitudes Piratas
Latitudes Piratas
Michael Crichton
Alberto Vázquez-Figueroa: Bora Bora
Bora Bora
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez Figueroa: Delfines
Delfines
Alberto Vázquez Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa: Océano
Océano
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa: Negreros
Negreros
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa: El inca
El inca
Alberto Vázquez-Figueroa
Отзывы о книге «Piratas»

Обсуждение, отзывы о книге «Piratas» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.