Alberto Vázquez-Figueroa - Negreros

Здесь есть возможность читать онлайн «Alberto Vázquez-Figueroa - Negreros» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Negreros: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Negreros»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Tras el éxito de Piratas, Alberto Vázquez-Figueroa continúa esta serie de novelas con Negreros. Celeste Heredia recoge el testigo de su hermano Sebastián y fleta un galeón para luchar contra el tráfico de negros. La historia, que empieza en el Caribe, tiene un desenlace extraordinario e inesperado en el mismísimo corazón de África, con Celeste al frente de un ejército de mujeres y dispuesta a enfrentarse a un hombre cruel que está en el origen de la trata de negros.
Alberto Vázquez-Figueroa nació en Santa Cruz de Tenerife, en 1936. Antes de cumplir un año, su familia fue deportada por motivos políticos a África, donde permaneció entre Marruecos y el Sáhara hasta cumplir los dieciséis años. A los veinte años se convirtió en profesor de submarinismo a bordo del buque-escuela
Cursó estudios de periodismo y en 1962 comenzó a trabajar como enviado especial de
y, posteriormente, de Televisión Española. Durante quince años visitó casi un centenar de países y fue testigo de numerosos acontecimientos clave de nuestro tiempo, entre ellos, las guerras y revoluciones de Guinea, Chad, Congo, República Dominicana, Bolivia, Guatemala… Las secuelas de un grave accidente de inmersión le obligaron a abandonar sus actividades como enviado especial. Tras dedicarse una temporada a la dirección cinematográfica, se centró por entero en la creación literaria. Ha publicado más de cuarenta libros.

Negreros — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Negreros», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Se había alzado una especie de improvisado campamento de tiendas de lona, justo frente al punto en que se encontraba fondeado el navío, y en cuanto caía la noche se encendían grandes hogueras, comenzaban a rasguear las guitarras, y la mayor parte de las prostitutas que había conseguido sobrevivir a la catástrofe se esforzaba por recuperar el tiempo perdido.

Incluso se presentaron a bordo varios músicos ofreciéndose para recomponer la fenecida orquesta del capitán De Graaf, pero a todos los despidió Celeste con idénticas palabras:

— No son flautistas lo que necesito, sino hombres dispuestos a jugarse la vida en mar abierto. Esto no es ya ni un barco pirata, ni un burdel flotante.

Una mañana le pidió no obstante al inglés Reuter que le buscara a la mejor bordadora de la isla, y cuando la tuvo delante, le espetó sin más preámbulos:

— Te daré cincuenta doblones si me bordas una bandera y guardas el secreto del dibujo. Pero te advierto que, si te vas de la lengua, haré que te la corten de cuajo.

A la buena mujer se le abrieron los ojos como platos, dudó un momento, pero casi de inmediato replicó con voz temblorosa:

— Señora… por cincuenta doblones me llevo a la tumba, no un secreto, sino cien. ¿Cuándo empiezo?

— Ahora mismo. Te encerrarás en el camarote del primer oficial y no saldrás de él hasta que hayas concluido tu trabajo.

— ¿Cuál es el dibujo?

— Mañana lo verás.

Cuatro días más tarde, el mismísimo Laurent de Graaf pidió permiso para subir a bordo, y tras revisar con ojo crítico el trabajo de herreros y carpinteros tomó asiento junto a Celeste, que le aguardaba a la sombra de la toldilla del alcázar de popa.

— ¡Felicidades! — dijo —. No cabe duda de que estás llevando a cabo un gran trabajo. Ni yo lo hubiera hecho mejor.

— ¿Acaso lo dudabas?

— ¡En absoluto! — contestó el holandés con su deslumbrante sonrisa de seductor profesional —. Basta con hablar contigo una sola vez para imaginar de lo que eres capaz… — Le dirigió la más provocativa de sus miradas —. ¡Lástima que seas tan joven! — añadió.

— El problema no está en mi edad, sino en la tuya — fue la burlona respuesta —. Y ya te advertí que no me atraen los hombres guapos. — Extendió la mano y le golpeó con afecto el antebrazo —. ¿Qué piensas hacer ahora que te obligan a ser honrado?

— Aún no estoy muy seguro — respondió él con sinceridad —. Pero tras liquidar a mi gente me ha quedado lo justo como para montar un buen prostíbulo en París. — Le guiñó un ojo —. Podría llamarlo «Port-Royal». ¿Qué te parece la idea?

— Mala. Es como si un niño montara una fábrica de caramelos.

— Los caramelos se gastan cuando los chupas — rió él —. Las putas no.

— Aunque así sea — replicó la muchacha —. Sería muy triste que el último gran pirata del Caribe, superviviente de una estirpe temida y respetada, acabara sus días como «palanganero» de lupanar. Lo quieras o no, tú sigues siendo el Gran Laurent de Graaf, y te debes un respeto.

— ¿Hablas de respeto cuando asientas tus posaderas sobre mi bandera? ¡No me hagas reír!

Ella le dirigió una mirada cómplice en la que podía leerse que le había tomado auténtico afecto a alguien que se disponía a iniciar ya la última gran singladura de su vida.

— Te voy a hacer una promesa que probablemente alegrará tu sucia alma morbosa — murmuró inclinándose para hablarle al oído pese a que resultaba evidente que nadie podía oírles —. El día que mis posaderas ya no sean tan honradas como para sentarse sobre tu bandera, tiraré el cojín al mar.

El holandés abrió mucho los ojos para inquirir, cómicamente esperanzado:

— ¿Esta noche?

— No, lo siento — contestó con tranquilidad —. No podrá ser esta noche, ni probablemente este año.

— ¡Lástima! — se lamentó el otro —. Mi «nurse», francesa, por cierto, me enseñó, demostrándomelo de un modo harto convincente, que perder la virginidad a temprana edad aviva el espíritu y ensancha los horizontes.

— Yo creo más bien que lo que ensancha es otra cosa — rió ella —. Y de momento me place como está, aunque debo admitir que, hasta el presente, eres quien más cerca ha estado de conseguir que mi espíritu «se avive». Eres un hombre realmente encantador y me agradaría conservar siempre ese recuerdo.

— Tú también eres un encanto de criatura, aunque por ahí anden diciendo que eres más dura que el pedernal. ¿Sabes cómo te llaman? — Ante el mudo gesto de negación añadió vocalizando de forma casi excesiva —: La Dama de Plata.

— ¿La Dama de Plata? — repitió la muchacha, como si meditara sobre ello —. Si quieres que te diga la verdad, no me disgusta. Y resulta apropiado: no todo el mundo consigue sacar del mar una fortuna en barras de plata.

— A ese respecto hay algo que me gustaría preguntarte, y te doy mi palabra de que guardaré siempre el secreto. ¿Era ésa la plata que según cuentan usaba como lastre de su barco Mombars el Exterminador ?

Celeste Heredia se limitó a encogerse de hombros como eludiendo comprometerse.

— Es posible — replicó.

— ¿Y cómo llegó al Jacaré ? — quiso saber su interlocutor.

— Es una larga historia. Una larga historia de astucia y heroísmo.

— Me cuesta admitir que un jabeque como el Jacaré , que cuando fondeaba junto a nosotros apenas se distinguía, pudiera hundir al barco de Mombars, que incluso a mí me superaba en potencia de fuego.

— ¿Conoces la historia de David y Goliat? — El holandés asintió —. Pues mi hermano era como David, pero sin honda. No la necesitaba porque era el pirata más astuto que ha navegado jamás por estos mares. — Hizo un gesto hacia su espalda para añadir —: He pedido que monten seis cañones de treinta y dos libras a popa; tres en la cubierta superior y tres bajo mi camareta. — Le miró a los ojos —. ¿Sabes por qué? Una noche, fondeados ahí, justo enfrente, mi hermano me señaló tu barco y me dijo: «Es el más hermoso que existe, pero también el más vulnerable; tiene el culo de cristal.»

— ¿El culo de cristal? — repitió el pirata, evidentemente ofendido —. ¿Qué quieres decir con eso?

— Que el «espejo de popa» de este barco es sin duda el más bello que nadie haya diseñado: una auténtica obra de arte cuyo problema estriba en que tan sólo monta dos míseras culebrinas. El Jacaré habría sido capaz de mantenerse tres horas sobre tu estela lanzándote andanada tras andanada sin que hubieras conseguido revolverte ni disparar uno solo de tus cañones de gran calibre. Maniobras con tanta lentitud que un buen capitán puede predecir con minutos de antelación hacia qué banda tienes previsto virar.

— ¡Yo jamás le he ofrecido la popa al enemigo! — masculló el indignado Laurent de Graaf —. Huir no es mi estilo.

— Lo malo de la popa, como del culo, no es que la ofrezcas, sino que te la cojan sin permiso — puntualizó humorísticamente la descarada jovencita —. Tu único defecto como el de todo buen capitán pirata se basa en el hecho de que estás convencido de que siempre serás el que ataque. Pero ¿qué fue lo que ocurrió en Maracaibo…? — añadió con manifiesta mala intención —. Que en cuanto llegaste a la conclusión de que no podías vencer y tuviste que virar en redondo, encontraste vientos de través, y tardaste casi una hora en ponerte fuera de tiro. — Hizo un amplio gesto indicando cuanto le rodeaba —. El resultado está a la vista.

— ¿Quién te lo ha contado?

Celeste Heredia abrió las manos como si aquélla se le antojase la pregunta más estúpida del mundo.

— ¡El barco! — replicó con naturalidad —. ¡Fíjate en los impactos! Casi todos entran por la popa, y eso quiere decir que tenías las baterías enemigas a la espalda. Suerte tuviste que tan sólo te quebraran el palo de mesana. Un metro a estribor y el impacto te parte el mástil de la mayor, con lo que dudo que hubieras conseguido escapar con vida.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Negreros»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Negreros» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Alberto Vázquez-Figueroa - Tuareg
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Centauros
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Piratas
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Maradentro
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Yáiza
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Océano
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - La Iguana
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Piratin der Freiheit
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Ikarus
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Viaje al fin del mundo - Galápagos
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez Figueroa - Delfines
Alberto Vázquez Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Bora Bora
Alberto Vázquez-Figueroa
Отзывы о книге «Negreros»

Обсуждение, отзывы о книге «Negreros» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x