En primer lugar, está un juego cortés que se basa en la urbanidad y buenas maneras aristocráticas.
En segundo, un arte de amar convencional y teórico sin relación a la pasión. Asegura a la dama la celebridad mundana (a través de los poemas en su honor cantados por los trovadores) y al amante, el beneficio de sentir el amor.
Y por último, una regulación del acto carnal, con combinación de continencia e iniciativas eróticas por parte de la dama. La Fin'Amor no estaba ligada con una religión, puesto que también hubo trovadores y practicantes judíos y cátaros. Amando a la mujer se aprendía a ser virtuoso, a amar al prójimo, a los enemigos, al Ser Supremo. Bastaba amar para abrirse a todas las virtudes, sólo debían evitarse los pecados contra el amor.
Grial (graal)
Chrétien de Troyes escribe Perceval el gales o el cuento del Graal entre 1160 y 1184. Exalta el amor al estilo Joy y Fin'Amor. El aspecto físico de este grial era una escudilla mágica que contiene la gracia.
Otras tradiciones lo identifican con un pájaro maravilloso. Para Wolfram von Eschenbach en Parzival, año 1200, es una piedra preciosa que guarda la gracia divina.
Una leyenda catalano-occitana lo identifica con una copa de madera que esculpió el padre Adán, que fue la misma que contuvo el vino consagrado en la última cena. Por la eucaristía se relaciona con la sangre de Cristo.
Robert de Boron, en 1215, pareció adoptar esa tradición en el Lancelot-Graal, el Román de l'Estoire du Graal y el de José de Arimatea, donde éste recoge en el vaso sagrado la sangre de Cristo. La cristianización del Grial parece proceder de la adaptación de ritos paganos junto a la obsesión de la época por la búsqueda de reliquias sagradas.
Herejes
Cátaros
Dualistas. Creían en el principio del bien y del mal. El mundo había sido creado por un dios malo cuyo siervo era el diablo y que encerraba a las almas en los cuerpos, que eran su cárcel terrenal. El mundo era el infierno. Al contrario, el Dios bueno, en constante oposición con el anterior, era el creador de las almas y del mundo puro espiritual. Los ángeles le servían en su lucha contra el maligno y Jesucristo era uno de ellos. Negaban, pues, la trinidad, puesto que la esencia de Cristo era distinta que la del Padre, e incluso que Jesucristo hubiera tenido un cuerpo humano. La mayoría de los cátaros creían que el bien era más poderoso y en la victoria final del Dios bueno. Las almas no tenían sexo (por lo tanto, las mujeres eran iguales que los hombres) y se reencarnaban hasta perfeccionarse y acceder finalmente al cielo, el reino del Dios bueno. Despreciaban el cuerpo y vivían con gran humildad, de su trabajo y comiendo sólo vegetales y pescado.
Arríanos
En el concilio de Nicea (325) se proclamó la cosustancialidad del Padre y del Hijo. Los arríanos, al contrario, creían que Cristo fue creado por el Padre, que no era eterno y, por lo tanto, que su sustancia era distinta a la de éste.
Valdenses
Sus creencias no se diferenciaban en mucho de las católicas romanas, sólo que eran estrictos en la práctica de la pobreza y deseaban regresar a la tradición evangélica. Eran revolucionarios en el sentido de que no obedecían a los sacerdotes de la Iglesia romana, no aceptaban, o modificaban, los sacramentos y permitían predicar a las mujeres. Se oponían a los cátaros, pero igualmente fueron perseguidos. El pueblo les llamaba barbas.
Adopcionistas
Creían que Cristo, en su naturaleza humana, no era hijo de Dios, sino que fue adoptado por éste. El adopcionismo fue una herejía «española», ya que fue promovida por Félix, obispo de Urgell y Elipando, arzobispo de Toledo, en el siglo XI. La Iglesia romana, con el apoyo de Carlomagno, la combatió con determinación, pero no pudo evitar que se extendiera entre los mozárabes hispanos, que al vivir en territorio musulmán nada tenían que temer del emperador. Los adopcionistas estaban, pues, más cercanos al concepto de Cristo musulmán y judío, comunidades con las que convivían.
Horreum de Narbona
Construcción subterránea romana que se extiende por una amplia zona de la Narbona antigua y cuya finalidad aún no ha sido determinada de forma concluyente. La parte que se conserva en buen estado aún se puede visitar.
Joy
Se considera emanado de la mujer. Atributo de la belleza capaz de inspirar a los hombres bien nacidos el gusto por la cortesía, por la poesía y las acciones heroicas. Tiene carácter casi mágico. Según Raimon Nelly, el Joy es una virtud que emana misteriosamente de la dama y que no es otra cosa que el amor al amor. La dama es la que dispensa el Joy, es decir, la alegría, la felicidad del amor. Es también el placer de los hombres frente a damas hermosas, pues éstas tenían el deber de mantener este Joy abierto a todos para hacer su sociedad lo más agradable posible. Un caballero no debía aparecer en sociedad ni huraño ni preocupado. La dama debía mantenerse riente y el hombre, sonriente.
Lenguas de oc y de oíl
La lengua de oc se hablaba en el sur de lo que hoy es Francia y el oíl, en el norte, siendo la primera, antecesora del occitano actual y la segunda, del francés. Ambas estaban compuestas de múltiples variantes y dialectos. Su mayor diferenciación se basaba en la forma de decir «sí». «Sí» se decía «oc» en el sur, y «oíl» en el norte. El «oui» del actual francés deriva del antiguo oíl. Las tierras del sur se denominan hoy en día Occitania y Languedoc, «lengua de oc».
Paratje
Categoría social basada en el honor.
Templarios
Los templarios, aunque dada su vinculación con la Orden del Císter eran favorables a la cruzada, no intervinieron en ella en su inicio. Sólo años después, cuando el rey de Francia lideró una expedición para conquistar la ciudad de Tolosa, los templarios del norte, junto con su gran maestre, acudieron en ayuda del rey.
Trovadores y juglares
Trovador era el poeta que componía y versificaba las canciones. Era culto y generalmente noble o alto burgués. El juglar era un cantante y músico itinerante que se dedicaba a popularizar las canciones del trovador al que servía, para fama de éste y de su dama. Los trovadores también cantaban haciendo el papel de juglares y a su vez, alguno de éstos componía.
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