David Liss - Una conspiración de papel

Здесь есть возможность читать онлайн «David Liss - Una conspiración de papel» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Историческая проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Una conspiración de papel: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Una conspiración de papel»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En Una conspiración de papel, Benjamin Weaver se enfrenta a un crimen relacionado con la muerte de su padre, un especulador que se movía como pez en el agua en la Bolsa de Londres. Para hallar respuestas el protagonista deberá escarbar en su pasado y contactar con parientes lejanos que le reprochan su distanciamiento de la fe judia. Poco a poco, Weaver descubre a una peligrosa red de especuladores formada por hombres poderosos del mundo de las finanzas. David Liss elabora con maestría una complicada trama, una hábil combinación de novela histórica y de misterio.

Una conspiración de papel — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Una conspiración de papel», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Después de terminar el oficio, Miriam y mi tía regresaron a casa directamente, mientras yo me quedaba en el patio de la sinagoga con mi tío. Se puso a charlar con los hombres de la comunidad, mientras yo le observaba, fingiendo interesarme por discusiones acerca de quién se había mudado y quién se había ido del vecindario. Estando allí de pie oí que alguien me llamaba por mi nombre y me volví para ver a un hombre elegantemente vestido cuyo rostro, desfigurado por demasiadas peleas y heridas de arma blanca, reconocí al instante. Era Abraham Mendes, el hombre de Jonathan Wild.

Pocas veces he estado tan sorprendido de ver a alguien, y me limité a mirarle atónito.

A Mendes le hizo bastante gracia mi confusión. Se rió como un niño travieso.

– Es un placer volver a verle, señor Weaver -me dijo con una reverencia exagerada.

– ¿Qué hace aquí, Mendes? -balbuceé-. ¿Cómo se atreve a seguirme hasta aquí?

Se rió. Sin desprecio, por pura hilaridad. La verdad es que había algo extrañamente encantador en su fea cara.

– ¿Yo seguirle a usted, señor? Debe usted tener la idea de que su trabajo es de lo más interesante para sospechar tal cosa. Yo vengo sólo a la ceremonia del sábbat, y al ver a un viejo conocido, me pareció que lo cortés era saludarle.

– ¿Debo creer que ha venido sólo a escuchar el servicio? -le pregunté-. Me resulta imposible.

– Yo podría decir lo mismo de usted -sonrió-. Pero pregunte por ahí si no me cree. He vuelto a instalarme en Dukes Place, donde resido desde hace varios años. Y aunque no vengo todos los sábbat, vengo con bastante frecuencia. Es su presencia la que resulta una anomalía -se inclinó hacia delante y con un susurro teatral me preguntó-: ¿No me estará usted siguiendo?

No pude evitar reírme.

– Estoy asombrado, Mendes. Me ha sorprendido absolutamente.

Hizo una reverencia cuando mi tío se volvió.

– ¿Volvemos a casa, Benjamin? -se inclinó ligeramente hacia mi compañero-. Shabbat shalom, señor Mendes -le dijo, ofreciendo el saludo ritual del sábbat a este canalla.

– Y a usted, señor Lienzo -Mendes volvió a sonreírme-. Shabbat shalom, señor Weaver -me dijo antes de alejarse entre el gentío.

Mi tío y yo dimos unos cuantos pasos antes de que yo hablase.

– ¿Cómo es que conoce a Mendes? -le pregunté.

– No hay tantos judíos en Dukes Place como para no poder conocerlos a todos. Le veo a menudo por la sinagoga. No es un hombre devoto, supongo, pero viene con bastante regularidad, y en Londres eso ya es algo.

– ¿Pero sabe lo que es? -insistí.

Mi tío tuvo que hablar más alto de lo que querría, porque un hombre vendiendo empanadas de cerdo se había acercado a la gente que salía de la sinagoga para divertirse anunciando a voz en grito su mercancía a los judíos.

– Por supuesto. No lo sabe todo el mundo. Pregúntale a la mayoría de los hombres y te dirán que trabaja de mayordomo para algún hombre importante. Pero en mi oficio, ya sabes, hay veces que recibo algún cargamento de mercancía no siempre del todo legal y, si no tengo comprador, el señor Mendes puede muchas veces ofrecerme un buen precio de parte de su jefe.

No podía creer lo que estaba oyendo.

– ¿Me está diciendo, tío, que hace negocios con Jonathan Wild? -pronuncié el nombre con poco más que un silbido y tan quedo que a mi tío le costó trabajo entender lo que le decía.

Se encogió de hombros como si se rindiese.

– Esto es Londres, Benjamin. Si yo quiero vender un determinado tipo de producto, no siempre tengo compradores entre los que elegir, y el señor Mendes me ha ofrecido ayuda más de una vez. No he tenido ningún trato personal con este Wild y procuro mantenerme a bastante distancia de él, pero el señor Mendes ha demostrado ser un intermediario muy capaz.

– Supongo que es usted consciente de los riesgos que implica tener negocios, aunque sea a través de terceros, con Wild -dije casi en un susurro.

– Al señor Mendes le gusta decir que en determinados trabajos uno no puede evitar tener tratos con Wild. La experiencia me ha enseñado que eso es bastante cierto. Claro que he oído que Wild es un hombre peligroso -me dijo-, pero confío en que Wild sepa que yo también, a mi manera, puedo ser peligroso.

Mi tío no sonrió en absoluto al decir estas palabras.

Regresamos a la casa a almorzar pan, fiambre y pasteles de jengibre, la comida que había sido preparada el día anterior. La sirvieron Miriam y mi tía, y cuando hubimos terminado llevaron los platos a la cocina para que los criados se encargaran de ellos después de la salida del sol.

Me retiré al salón con Miriam, y me sorprendió un tanto que no nos siguieran ni el tío ni la tía. Miriam estaba radiante aquel día, con un llamativo vestido azul combinado con una enagua color marfil.

Le pregunté a Miriam si le apetecía tomarse un vaso de vino conmigo. Lo rechazó cortésmente y decidió sentarse en un sillón con un ejemplar de la Ilíada de Pope, volumen del cual yo había oído hablar, pero nunca había examinado. Me serví un vaso de madeira de una elegante jarra de cristal y, fingiendo un estado de ánimo meditativo, me senté frente a ella para observar la expresión de su rostro a medida que iba avanzando en la lectura. No era mi intención mirarla tan fijamente, pues soy un hombre versado en las buenas maneras, pero me hallé transportado al mirar sus ojos oscuros siguiendo las palabras por el papel, con los labios rojos apretados de concentración.

Quizá dándose cuenta de que no apartaba la mirada de ella en aquel momento, Miriam dejó el libro a un lado, señalando con cuidado la página con una pequeña tira de tela. Cogió un periódico que estaba por ahí y empezó a hojearlo con aire forzadamente despistado.

– Ha hecho usted muy feliz a su tío al venir hoy aquí -me dijo sin mirarme-. No habló de otra cosa en todo el desayuno.

– Me asombra -respondí-. Francamente, tenía la impresión de que yo le gustaba bien poco.

– Oh, no sabe usted cómo valora la lealtad familiar. Creo incluso que se ha dejado seducir por la idea de reformarle a usted. Para él eso significa, supongo, convencerle de que se mude a Dukes Place, y que vaya con cierta regularidad a la sinagoga y adquiera algunas responsabilidades en el negocio.

Guardó silencio un momento. Pasó la página. Por fin me miró, su rostro era una máscara estoica inescrutable.

– Me dijo que usted le recuerda a Aaron.

No me atrevía a mostrarle ni desprecio ni desacuerdo a la viuda de Aaron.

– A mí me dijo lo mismo.

– Es posible que se vea algún parecido familiar en sus fisonomías, pero a mí me parece que son ustedes hombres de distinto talante.

– Creo que en esto estaría de acuerdo con usted.

Hubo otra pausa, uno de los muchos momentos de tenso silencio que interrumpía nuestra conversación. Ninguno de los dos sabía qué decir. Por fin encontró un tema nuevo.

– ¿Va usted alguna vez a bailes y a fiestas y demás? -se trataba de una pregunta informal o, quizá, de una pregunta que intentaba ser informal. Hablaba despacio y sin levantar la vista.

– Me temo que suelo encontrarme incómodo en esas reuniones -le dije.

Su sonrisa sugería que compartíamos un secreto.

– Su tío opina que la sociedad de Londres no es adecuada para las señoritas judías refinadas.

Yo no entendía lo que estaba intentando decirme.

– La opinión de mi tío puede que sea muy justa -dije-, pero si usted no desea compartirla, no entiendo qué control puede él tener sobre usted. Es usted mayor de edad y presumo que independiente económicamente.

– Pero he elegido permanecer bajo la protección de esta casa -dijo en voz baja.

Yo deseaba entender el significado de aquello. Para una viuda de su posición, acostumbrada como estaba a buenos vestidos, comida y muebles, montar su propia casa sería una empresa costosa. No sabía cuánto dinero le había dejado Aaron en herencia a Miriam; la fortuna de ella había pasado a manos de él al casarse, y no podía adivinar cuánto le habría dejado a mi tío, o se habría jugado, o habría malgastado en un mal negocio, o perdido de cualquiera de las otras incontables maneras en que los londinenses ven desvanecerse sus fortunas. Quizá no pudiera plantearse la independencia. Si tal era el caso, entonces estaba simplemente esperando que se presentase el pretendiente adecuado para poder pasar de manos de su suegro a las del siguiente marido.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Una conspiración de papel»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Una conspiración de papel» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Una conspiración de papel»

Обсуждение, отзывы о книге «Una conspiración de papel» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x