– ¿Y quién pensáis que puede ser ese poder oculto? -preguntó Aadil.
Por el tono de su voz hubiera podido decir que ya lo sabía y que solo deseaba oírmelo decir a mí. No encontré ningún motivo para negarme a ello:
– A menos que esté muy equivocado, la Compañía de las Indias Orientales. Aunque supongo que debería decir, mejor, una facción dentro de la Compañía; pero lo que no podría afirmar es si es Ellershaw, Forester o algún otro quien mueve las piezas.
Aadil asintió despacio.
– Pienso que tal vez estéis en lo cierto, pero quizá yo tenga más datos que vos para decir quién está detrás de esto. Os diré lo que sé y por qué estoy aquí. Algo sé también a propósito de vuestro apuro, señor Weaver, y que no estáis actuando por vuestra propia voluntad. Mi mayor esperanza es que, una vez hayáis oído lo que tengo que decir, comprenderéis que la mía es la causa de la justicia y que me ayudaréis gustoso a completar mis tareas.
– ¡La causa de la justicia! -le escupí a la cara-. ¿Fue en interés de la justicia que matarais a Carmichael actuando al servicio de Forester?
– No debéis pensar eso, señor -respondió él-. Yo apreciaba mucho a Carmichael por su buen humor y jamás le habría hecho daño. Reconozco que permití que os forjarais una idea distinta, porque eso me ayudaba a espantaros, que era entonces mi mayor preocupación. Aquella noche yo estuve trabajando al servicio de Forester… o induciéndolo a creer que trabajaba a su servicio, mejor dicho… y puedo informaros de que ni él ni yo tuvimos nada que ver con ese crimen.
– Es muy cómodo para vos decir eso. ¿Se puede saber qué fue exactamente lo que estuvisteis haciendo para el señor Forester toda la noche?
Aadil sonrió.
– Respecto a eso, me interesa no daros demasiados detalles por el momento. Baste decir que, como muchos hombres en la Compañía de las Indias Orientales, ha estado buscando cierta misteriosa máquina textil y que me ha utilizado para ayudarle a eso. Yo, con todo, no he estado tan enteramente al servicio de la Compañía como él piensa.
– Entonces…, ¿reconocéis vuestro engaño?
– Nadie de los presentes -respondió- puede decir que está completamente libre de culpa en cuanto a engañar a la Compañía de las Indias Orientales. Pero no penséis que yo haría jamás daño a un inocente como el señor Carmichael. Por ningún concepto.
– Esto tiene sentido -sugirió Elias-. De la misma manera que el señor Baghat fingía ser ignorante y hostil para ti, tingló haber matado a Carmichael. Pero esta noche ha demostrado que nene un espíritu generoso y que no es, en realidad, enemigo tuyo.
– Lo que también ha quedado demostrado esta noche es que el señor Baghat es un hábil farsante y que, si le prestamos crédito, asumimos un riesgo. -Estas palabras sonaron ásperas y duras mientras las pronunciaba, aunque a la vez me preguntaba a mí mismo si de verdad sospechaba de él o si me irritaba el completo engaño del que me había hecho objeto. Me dije que el verdadero problema estaba en mí mismo, en que me resultaba muy difícil cambiar de opinión acerca de un hombre en un abrir y cerrar de ojos. Reconociendo, pues, que no podía fiarme enteramente de mis sentimientos en esto, suavicé mi actitud y me puse en pie un momento para hacerle un gesto a Aadil y decir-: Sin embargo, creo que lo más prudente será oír todo lo que tengáis que decir, y dar crédito a vuestras palabras en la medida que pueda.
Aadil me devolvió la inclinación de cabeza, demostrando que había aprendido las costumbres británicas tan bien como la lengua.
– Aprecio mucho vuestra generosidad -dijo.
– Puede que haya en ella una buena parte de curiosidad -respondí sin rudeza-. Tal vez podríais empezar por informarme de vuestra relación con el señor Teaser, aquí presente, y de cómo ha sido que hayáis acudido a rescatarlo tan fortuitamente.
Teaser asintió con aire grave, como indicando que yo había dado con el punto justo para entrar en materia.
– Debo deciros -afirmó Aadil- que fue por este caballero y por Absalom Pepper por quienes vine precisamente a vuestra isla. Tenéis que perdonarme, señor -añadió, dirigiéndose a Teaser-, por decir lo que sé, pues me consta que apreciabais mucho al señor Pepper, pero debo hablar mal de él.
– He llegado tristemente a la conclusión de que Owl no era la persona que yo creía -dijo Teaser, cabizbaja-. Decid lo que debáis. Vuestro silencio no aliviará mi desengaño.
Aadil asintió y prosiguió su relato:
– Aún no hace dos años, cierto funcionario de pequeña categoría que trabajaba para su majestad imperial, el emperador Muhammad Shah Nasir ad Din, cuyo reinado y los de sus hijos quiera Dios que dure eternamente, recibió una intrigante carta del señor Pepper, una carta que consideró merecedora de ser mostrada a sus superiores, y estos a los suyos, hasta que llegó así a los ojos de los altos consejeros del Gran Mogol. En ella, el señor Pepper anunciaba que había inventado una notable máquina, capaz de posibilitar a los europeos corrientes la producción de calicós similares a los indios a partir de algodones cosechados en las colonias de Norteamérica. Había inventado, en suma, una máquina que podría perjudicar a una de las principales industrias de mi país, procurándole un auténtico rival.
– Entonces, Forester no se equivocaba -dijo Elias.
– No se equivocaba en creer que podía hacerse, aunque erraba en muchas otras cosas. No hará falta decir que el Gran Mogol se interesó mucho por este proyecto, pero creyó que sería más prudente observar estas cosas desde lejos. Como sabéis, es muy cierto que la Compañía de las Indias Orientales es una empresa comercial privada, pero está muy próxima al gobierno británico, casi como si formara parte de él. Implicarnos demasiado directamente en este asunto pudiera acercarnos peligrosamente a la guerra, con un importante socio comercial, además. Por eso el Gran Mogol decidió enviar aquí agentes y, en cuanto al señor Pepper, dar la callada por respuesta.
– Por eso, al no tener noticias del Gran Mogol, Pepper decidió poner en práctica personalmente el proyecto -asintió Elias.
– Eso fue exactamente lo que sucedió, señor. Cuando se puso en contacto con nosotros, solo tenía los planos de su máquina. Esperaba que le pagáramos generosamente por enterrar el invento pero, cuando vio que no aceptábamos, se puso a construir un modelo operativo.
– Y para eso necesitaba capital -dije yo-. Por lo cual comenzó a desplegar sus encantos y contraer una serie de matrimonios, cada uno con una dote que le permitiría destinar el dinero a la construcción de su máquina.
– Eso fue parte de lo que hizo, sí -admitió Aadil-. Pepper era un hombre inteligente, pero sin formación escolar. Siempre se había abierto camino en la vida utilizando sus encantos y agradable apariencia, y uno no se desprende de esos hábitos con facilidad, así que se le ocurrió que, si quería obtener la ayuda de hombres metidos en el mundo de las finanzas, podría convencerlos recurriendo a las artes con que estaba familiarizado, es decir, valiéndose de su pasión por otros hombres.
– Fue así como dio conmigo -dijo Teaser rompiendo su silencio-.Yo había trabajado mucho tiempo en el Exchange Alley, promoviendo inversiones e invirtiendo yo mismo. Owl, a quien llamáis Pepper, me hizo creer que se había enamorado de mi y yo no podía negarle nada. Le di más de trescientas libras.
– ¿Y construyó con ellas su máquina? -preguntó Elias.
– Tal vez habría podido construirla si hubiese recurrido antes a nuestro amigo -dijo Aadil-, pero, como suele ocurrir con muchos proyectos descabellados, a Pepper comenzó a costarle demasiado esfuerzo mantenerlo. Tenía once personas a su cargo, y no se atrevía a abandonar a sus esposas para evitar que fueran a buscarlo, descubrieran su engaño y lo hicieran colgar por sus delitos. Por eso, en los últimos tiempos, todo el dinero que podía allegar se gastaba en mantener en pie su mentira. Era, sin embargo, demasiado inteligente y ambicioso para conformarse con este purgatorio financiero. El caso es que, a través de su trato con un inversor, descubrió que existían mejores medios de conseguir dinero que el matrimonio o las relaciones amorosas. Fue así como Pepper se puso a buscar nuevos inversores. Y de esta forma conoció a alguien con quien creo que vos tenéis trato.
Читать дальше