• Пожаловаться

Jeanne Kalogridis: En el tiempo de las Hogueras

Здесь есть возможность читать онлайн «Jeanne Kalogridis: En el tiempo de las Hogueras» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Историческая проза / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Jeanne Kalogridis En el tiempo de las Hogueras

En el tiempo de las Hogueras: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «En el tiempo de las Hogueras»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Carcasona, 1357. En los tiempos del papa Inocencio VI, en el sur de Francia, reina la peste y la Inquisición. La abadesa Marie Françoise va a ser juzgada bajo los cargos de herejía y brujería por haber realizado sanaciones mágicas y haber atentado contra el Papa. Para unos santa y para otros bruja. El monje escriba Michel es el encargado de obtener su confesión antes de que sea condenada a la hoguera. Sin embargo, a medida que la abadesa avanza en su relato, Michel se va sumergiendo en un mundo mágico donde se enfrenta al bien y al mal, y en su corazón irá creciendo la imagen de una mujer santa, valiente y noble.

Jeanne Kalogridis: другие книги автора


Кто написал En el tiempo de las Hogueras? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

En el tiempo de las Hogueras — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «En el tiempo de las Hogueras», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Tú, la brisa traicionera cuando nació el bebé…

Una cadena que culminaba en un talismán dorado rodeaba las alas ennegrecidas y el cuello de la paloma. La leyenda grabada era ilegible, porque el metal se había fundido por completo y mezclado con el esternón del ave, hasta su pequeño corazón.

Sabía lo que representaba la paloma. El Enemigo sabía que yo había Visto a Luc antes de mi venida. Me había estado esperando, me había preparado una trampa. Al principio flaqueé y pregunté a la Diosa: «¿Por qué me has traído aquí? ¿Para abandonarme? ¿Para que me rinda a la llama?».

Pero enseguida supliqué perdón por esos pensamientos. Me concentré en buscar un medallón en particular, el Sello de Salomón que Jacob había regalado a Luc muchos años antes. No cabía duda de que estaba en las garras del Enemigo, tal vez en el altar, al lado o debajo de la paloma. Recordé que Noni había utilizado el mío para entorpecer mis poderes mágicos. Si podía encontrar el de Luc y destruir el mal vertido en él, recuperaría sus poderes y podría liberarse antes de que yo fuera capaz de hacerlo.

Encendí las velas, empezando por el este y avanzando de derecha a izquierda con la llama del candelabro. La penumbra se disipó un poco y reveló que me encontraba dentro de un círculo mágico dibujado en el suelo. Imágenes de dioses lujuriosos, pintados en las paredes curvas y en el techo abovedado, oscilaron en las sombras.

Cuando hube terminado, dejé el candelabro y cerré los ojos de nuevo, pero esta vez no debido al dolor, sino en señal de entrega a la Diosa, porque necesitaba con desesperación su protección y ayuda en este lugar malvado.

Ayúdame, recé en silencio. Ayúdame a descubrir lo que hay oculto aquí…

Y por mediación de los ojos de la Diosa, Vi, oculto bajo los restos carbonizados de la paloma, una pieza de plata con un signo mágico inscrito. Estaba envuelta en seda negra y atada con un cordel.

Pero no era el talismán que tanto anhelaba encontrar, pues controlaba el corazón y la mente del papa Inocencio. Caminé hacia el altar, y en mi estado de calma aparté el cadáver del ave sin la menor emoción. Desenvolví el signo, y con la magia de la Diosa invertí la carga y liberé al Papa de las garras del Enemigo.

Susurré una promesa a las demás almas encarceladas en la habitación: «Volveré algún día para liberaros».

Después, me concentré en la Diosa, me abrí, abrí mi Visión, y formulé una pregunta: «¿Dónde encontraré el talismán de Luc?».

La respuesta fue pronta: el talismán no está aquí.

No estaba allí.

El pánico me amenazó, pero me serené y recé de nuevo: «¿Qué debo hacer aquí para que mi Amado se salve?».

No hubo respuesta.

De nuevo: «¿Qué debo hacer aquí para que mi Amado se salve?».

Nada.

No podía hacer nada para salvar a mi Amado. Nada. Y cuando lancé un gemido de dolor, perdí mi centro divino y supe que el Enemigo me había sentido, que sabía adonde había ido y que venía en mi persecución.

Lo único que podía hacer era huir.

Corrí, invisible. Corrí a través del gran palacio, con el alma abrasada. En mi mente yo era la paloma que batía las alas hasta que sangraban contra la gloriosa jaula dorada que me rodeaba. Era como si los cuadros de los santos me miraran a través de un muro de llamas. ¿Cuántos habían padecido también el martirio?, me pregunté.

Santos y sacrificio, muerte y fuego. Me sentí asfixiada por el humo, pero llamé en silencio a mis templarios, a mis caballeros, pues sabía que me habían seguido hasta esa ciudad santa, celestial, profanada e infernal.

«¡Venid! ¡Venid! ¡A la berma de ejecuciones! El Enemigo me persigue, y no sé qué ha sido de nuestro señor…»

En la calle, los cielos se habían abierto. Era media tarde, pero reinaba la oscuridad de la noche. La lluvia no caía en gotas sino como una espesa cortina, y el viento la empujaba contra mi cara.

No malgasté mi poder en protegerme de la lluvia. No estaba con ánimos. Porque la plataforma de los inquisidores estaba vacía, se habían llevado los bancos, retirado y doblado el toldo, aunque el furioso viento ya lo había desgarrado y golpeado contra la pared del palacio.

La plaza estaba desierta.

Sobre la berma, el poste al que habían atado el prisionero estaba carbonizado y caído. Los troncos se habían consumido. Se habían llevado los huesos y restos del cuerpo. Me arrodillé y lloré, con una mano apoyada en las cenizas restantes, mientras el viento y la lluvia se las llevaban.

Mi Amado había muerto. Pregunté a la Diosa: «¿Por qué? ¿Por qué me has traído hasta aquí, solo para mostrarme la derrota? Ahora, pertenece al Enemigo más que nunca…».

Retumbar apagado de cascos sobre el barro. Mis caballeros habían acudido. Me habían traído un caballo. Me enjugué las mejillas con una mano sucia, manché mi cara de lágrimas, ceniza y muerte antes de que la lluvia las lavara.

Al principio no pude levantarme. No podía abandonar el lugar donde había visto por última vez a mi Amado. Anhelaba seguir a los inquisidores, averiguar lo que quedaba de él.

Ojalá no hubiera sido humana, no hubiera tenido corazón.

El tío de Luc, Edouard, desmontó de su corcel para ponerme en pie y guiarme hasta mi caballo.

Cabalgamos hacia casa, hacia Carcasona. Era la mayor locura, y yo lo sabía, pues sería el primer lugar en que el Enemigo me buscaría. Pero era el Camino que la Diosa me había mostrado. Era como una antorcha. Solo podía Ver eso en el oscuro futuro, y nada más.

Al sentir el sabor de mi destino en la boca, ácido y metálico como sangre, escupí.

Cabalgamos durante horas, a través de la noche y la lluvia interminables, sobre rocas resbaladizas, sobre colinas, a través de valles y prados hasta que olí la fragancia de la lavanda y el romero, aplastados bajo mis pies. Casi habíamos llegado a casa.

Por fin, el agotamiento y la oración me calmaron lo suficiente para Ver un poco más. En la huida no podía haber victoria, pues el futuro solo auguraba más enfrentamientos entre el Enemigo y yo, y ninguno de ellos lograría liberar a mi Amado de su horrísona prisión.

Ríndete, susurró la Diosa. Es la única oportunidad de la Raza. Ríndete.

Solo quedaba la más ínfima posibilidad de éxito, un hilo tan fino que cualquier tirón lo partiría. Pero como era la última esperanza, cedí. Pese a sus protestas, despedí a mis caballeros.

Y me rendí a la Diosa.

Me rendí a mi Enemigo.

Me rindo.

Esta es mi historia. No hay más que decir.

SÉPTIMA PARTE

LUC

21

– Si vuestro relato es cierto, entonces yo soy el futuro Enemigo -dijo Michel en voz baja, apenado-. Y soy el culpable del sufrimiento y la muerte de Luc.

Porque había estado aquel día en la plataforma de los inquisidores de Aviñón, sentado entre el cardenal Chrétien y el padre Charles. Había sido lo que Sybille llamaba «el cuervo más joven», el futuro Enemigo. Fue él quien increpó encolerizado al guardia para que castigara la declaración herética del prisionero, para luego horrorizarse de los resultados de su acto. Fue su primera quema, la que le había obligado a salir de su celda para vomitar. Y Chrétien había sostenido su cabeza para consolarle.

Había visto a Sybille, es decir, a la madre Marie Françoise, sin saber quién era. Al igual que la muchedumbre, se había quedado atónito al verla aparecer de repente junto al prisionero, y aún más estupefacto cuando devolvió a su sitio el ojo arrancado del hombre.

Al punto, supo en su corazón que había presenciado un verdadero milagro de Dios. Supo al punto que era una santa, porque se había sentido invadido por lo que ella llamaba «la Presencia», la dulce, libre e innegable presencia de lo Divino. Cuando averiguó que era la abadesa de Carcasona, famosa por curar a los leprosos, se convenció por partida doble de que había evocado en él una verdadera experiencia mística, y que el cardenal Chrétien y el padre Charles se equivocaban al calificar el acto de brujería.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «En el tiempo de las Hogueras»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «En el tiempo de las Hogueras» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Sharon Penman: El hombre de la reina
El hombre de la reina
Sharon Penman
Jeanne Kalogridis: El secreto de Mona Lisa
El secreto de Mona Lisa
Jeanne Kalogridis
Jeanne Kalogridis: La Cautiva De Los Borgia
La Cautiva De Los Borgia
Jeanne Kalogridis
Lobsang Rampa: El Tercer Ojo
El Tercer Ojo
Lobsang Rampa
Отзывы о книге «En el tiempo de las Hogueras»

Обсуждение, отзывы о книге «En el tiempo de las Hogueras» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.