Colleen McCullough - El Pajaro Canta Hasta Morir (el Pajaro Espino)

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El Pajaro Canta Hasta Morir (el Pajaro Espino): краткое содержание, описание и аннотация

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En la Australia casi salvaje de los primeros años delsiglo XX, se desarrolla una trama de pasión ytragedia que afecta a tres generaciones. Una historia de amor ¿la que viven Maggie y el sacerdote Ralph de Bricassart? que se convierte en renuncia, dolor y sufrimiento, y que marca el altoprecio de la ambición y de las convenciones sociales. Una novela que supuso un verdadero fenómeno y que ha alcanzado la categoría de los clásicos.

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Al padre Ralph de Bricassart, la pensión vitalicia de diez mil libras anuales, de la que dispondrá sin restricciones.

Estaba debidamente fechado, firmado y autentificado por los testigos.

La habitación del padre Ralph daba al Oeste. El sol se estaba poniendo. El sudario de polvo que traían todos los veranos llenaba el aire silencioso, y el sol introducía los dedos entre las finas partículas, de modo que todo el mundo parecía haberse vuelto de oro y de púrpura. Nubes listadas nimbaban de encendidos gallardetes de plata la gran esfera de sangre suspendida sobre los árboles de los prados lejanos.

– ¡Bravo! -dijo él-. Confieso, Mary, que me has vencido. Una estocada de maestro. Yo fui el estúpido, no tú.

Las lágrimas le impedían ver las páginas que tenía en las manos, por lo que tuvo que secárselas para no manchar las hojas. Trece millones de libras. ¡Trece millones de libras! Era, ciertamente, lo que había estado deseando antes de que llegase Meggie. Y, al llegar ésta, había renunciado, porque era incapaz de desarrollar a sangre fría una campaña para arrebatarle su herencia. Pero, ¿qué habría hecho de haber conocido el valor de la fortuna de la vieja araña? /Qué habría hecho entonces? En realidad, no creía que llegase ni a una décima parte de esta cifra. ¡Trece millones de libras!

Durante siete años, Paddy y su familia habían vivido en la casa del mayoral y trabajado con ahínco para Mary Carson. ¿Por qué? ¿Por los mezquinos sueldos que pagaba ella? Que supiese el padre Ralph, Paddy no se había quejado nunca de ser tratado con mezquindad, pensando sin duda que, cuando muriese su hermana, vería ampliamente recompensado su tra bajo de regir la propiedad con un sueldo de mayoral, y el de sus hijos con sueldos de peón. Había hecho prosperar Drogheda y había llegado a quererla, presumiendo lógicamente que sería suya.

– ¡Bravo, Mary! -repitió el padre Ralph, mientras las primeras lágrimas que vertía desde su infancia caían sobre el dorso de sus manos, pero no sobre el papel.

Trece millones de libras, y todavía la posibilidad de convertirse en cardenal De Bricassart. En perjuicio de Paddy Cleary, de su esposa, de sus hijos y…, de Meggie. ¡Con qué astucia diabólica le había interpretado ella! Si hubiese despojado totalmente a Paddy, él sólo habría podido hacer una cosa: bajar a la cocina y arrojar el testamento al horno, sin vacilar un instante. Pero se había asegurado de que nada faltase a Paddy; de que, cuando ella hubiese muerto, estaría más cómodo en Drogheda de lo que había estado en toda su vida, y de que nunca podrían arrancarle del todo las tierras. Sí los beneficios y el título de propiedad, pero no la tierra misma. No; no sería dueño de aquellos fabulosos trece millones de libras, pero sería respetado y viviría holgadamente. Meggie no pasaría hambre, ni andaría descalza por el mundo. Pero tampoco sería Miss Cleary, capaz de rayar a la altura de Miss Carmichael y las de su clase. Respetable, socialmente admisible, pero no en la cima. Nunca en la cima.

Trece millones de libras. La oportunidad de salir de Gillanbone y de la oscuridad perpetua, la posibilidad de ocupar el puesto que le correspondía dentro de la jerarquía eclesiástica, la seguridad de. contar con la consideración de sus iguales y de sus superiores. Y cuando era todavía joven para recuperar el terreno perdido. Con su venganza, Mary Carson había convertido Gillanbone en el epicentro del mapa del arzobispo legado del Papa; el eco llegaría hasta el Vaticano. Por muy rica que fuese la Iglesia, trece millones de libras eran trece millones de libras. Algo que no podía ser desdeñado, ni siquiera por la Iglesia. Y él era la mano que se lo ofrecía, la mano reconocida en tinta azul por la propia Mary Carson. Sabía que Paddy no impugnaría el testamento; como lo había sabido Mary Carson, ¡a quien Dios confundiese! Bueno, Paddy se pondría furioso, no querría-verle ni hablarle nunca más, pero su enfado no le llevaría a entablar un pleito.

¿Era esto una decisión? ¿Acaso no había sabido lo que iba a hacer, desde el instante de leer el testamento? Las lágrimas se habían secado. Con su gracia acostumbrada, se puso en pie, se aseguró de llevar bien puesta la camisa y se" dirigió a la puerta. Debía ir a Gilly, a recoger la sotana y los ornamentos. Pero primero quería ver, una vez más, a'Mary Carson.

A pesar de las ventanas abiertas, el hedor se había convertido en un vaho apestoso; ni un soplo de brisa agitaba las cortinas. Con paso firme, se acercó a la cama y miró hacia abajo. Los huevos de las moscas empezaban a producir gusanos en las partes húmedas de la cara de la muerta; los gases hinchaban sus gruesos brazos y sus manos, pintando ampollas verdosas, y la piel se estaba agrietando. ¡Oh, Dios! Has vencido, asquerosa y vieja araña, ¡pero qué victoria la tuya! El triunfo de una podrida caricatura de ser humano sobre otra. Pero no podrás derrotar a Meggie, no podrás quitarle lo que nunca fue tuyo. Quizá yo arda contigo en el infierno, pero sé el infierno que te espera a ti: ver que siento por ti la misma indiferencia, mientras nos pudrimos juntos por toda la eternidad…

Paddy le esperaba en el vestíbulo; parecía asombrado y trastornado.

– ¡Oh, padre! -dijo, saliendo a su encuentro-. ¿No es horrible? ¡Qué sacudida! Nunca había pensado que podía morir así, ¡y con lo bien que se encontraba anoche! Dios mío, ¿qué voy a hacer?

– ¿La ha visto?

– ¡Cielo santo, sí!

– Entonces, ya sabe lo que hay que hacer. Nunca había visto descomponerse un cadáver tan de prisa. Si no la encierran bien dentro de una caja en unas pocas horas, tendrán que meterla en un bidón de petróleo. Hay que enterrarla mañana temprano. No pierdan el tiempo embelleciendo su ataúd; cúbranlo con rosas del jardín o con alguna otra cosa. ¡Pero muévase, hombre! Yo voy a Gilly a buscar los ornamentos.

– ¡Vuelva lo antes que pueda, padre! -suplicó Paddy.

Pero el padre Ralph permaneció ausente bastante más tiempo del que requería una simple visita a la casa rectoral. Antes de llevar su coche en aquella dirección, lo condujo a una de las calles más distinguidas de Gillanbone y lo detuvo ante una elegante mansión rodeada de un bien cuidado jardín.

Harry Gough se disponía a cenar, pero acudió inmediatamente al salón al decirle la doncella quién era el visitante.

– ¿Quiere usted acompañarnos a comer, padre? Tenemos buey en conserva, con coles y patatas hervidas y salsa de perejil, y, por una vez, la carne no está demasiado salada.

– No, Harry, no puedo quedarme. Sólo he venido a decirle que Mary Carson ha muerto esta mañana.

– ¡Santo Dios! Yo estuve allí la noche pasada. ¡Y parecía gozar de muy buena salud, padre!

– Lo sé. Estaba perfectamente cuando la acompañé hasta su habitación a eso de las tres; pero debió morir casi en el mismo momento de retirarse. La señora Smith la ha encontrado a las seis de esta tarde. Pero debía de llevar mucho tiempo muerta, porque su aspecto era espantoso; la habitación estaba cerrada como una incubadora, y con este calor tan fuerte… ¡Dios mío! Quisiera olvidar aquella visión. Algo inenarrable, Harry, espantoso.

– ¿La enterrarán mañana?

– Forzosamente.

– ¿Qué hora es? ¿Las diez? Con este calor, tenemos que cenar tan tarde como los españoles, pero no lo será demasiado para empezar a telefonear a Ja gente. ¿Quiere que me ocupe de esto, padre?

– Gracias, le agradecería mucho que lo hiciese. Sólo he venido a Gilly a buscar mis ornamentos. Al salir, no podía pensar que tendría que celebrar una misa de difuntos. Debo volver a Drogheda lo antes posible; me necesitan. La misa se celebrará a las nueve de la mañana.

– Dígale a Paddy que llevaré el testamento, para leerlo después del entierro. También usted es beneficiario, padre, y por ello le estimaré que esté presente.

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