Colleen McCullough - El Pajaro Canta Hasta Morir (el Pajaro Espino)

Здесь есть возможность читать онлайн «Colleen McCullough - El Pajaro Canta Hasta Morir (el Pajaro Espino)» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Историческая проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Pajaro Canta Hasta Morir (el Pajaro Espino): краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Pajaro Canta Hasta Morir (el Pajaro Espino)»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En la Australia casi salvaje de los primeros años delsiglo XX, se desarrolla una trama de pasión ytragedia que afecta a tres generaciones. Una historia de amor ¿la que viven Maggie y el sacerdote Ralph de Bricassart? que se convierte en renuncia, dolor y sufrimiento, y que marca el altoprecio de la ambición y de las convenciones sociales. Una novela que supuso un verdadero fenómeno y que ha alcanzado la categoría de los clásicos.

El Pajaro Canta Hasta Morir (el Pajaro Espino) — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Pajaro Canta Hasta Morir (el Pajaro Espino)», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¡Ooooh! ¡Esto me dice muchas cosas!

– En cuanto a otras mujeres, creo que sólo Meg-gie… Pero Meggie es una niña. Probablemente no es exagerado decir que cientos de mujeres me han deseado, pero, ¿amarme…? Lo dudo mucho.

– Yo le he amado -declaró la anciana en tono patético.

– No, no es verdad. Yo soy el aguijón de sus años viejos, y nada más. Cuando me mira, le recuerdo lo que no puede hacer, a causa de la edad.

– Se equivoca. Yo le he amado. ¡Y cuánto, Dios mío! ¿Cree que mis años lo impiden automáticamente? Bueno, padre De Bricassart, permítame que le diga una cosa. Dentro de este estúpido cuerpo, soy todavía joven; todavía siento, todavía deseo, todavía sueño, todavía pataleo y maldigo las restricciones que me atan, como mi cuerpo mismo. La vejez es la peor venganza con que nos aflige un Dios vengativo. ¿Por qué no hace que también envejezcan nuestras mentes? -Se echó atrás en el sillón y cerró los ojos, mostrando unos dientes crueles-. Yo iré al infierno, desde luego. Pero espero que antes tendré la oportunidad de decirle a Dios lo que pienso de Él!

– Ha estado usted viuda durante demasiado tiempo. Dios le dio la oportunidad de elegir, Mary. Podía haberse casado de nuevo. Si prefirió no hacerlo y permanecer en su intolerable soledad, usted tuvo la culpa, no Dios.

Durante unos momentos, ella no dijo nada; sus manos sujetaban con fuerza los brazos del sillón. Des pues, empezó a relajarse y abrió los ojos. Éstos brillaron rojizos a la luz de la lámpara, pero no con lágrimas, sino con algo más duro, más centelleante. Él contuvo el aliento, sintió miedo. Parecía una araña.

– Encima del escritorio hay un sobre. Ralph. ¿Tiene la bondad de traérmelo?

Dolorido y asustado, el sacerdote se levantó y se dirigió al escritorio, levantó la carta y la miró con curiosidad. El sobre estaba en blanco, pero el dorso había sido debidamente sellado con lacre rojo y con una D mayúscula. El se lo tendió, pero ella no lo tomó y le indicó con un ademán que se sentara.

– Es para usted -dijo, y rió entre dientes-. El instrumento de su destino, Ralph; eso es lo que es. Mi última y más eficaz estocada en nuestro largo desafío. ¡Qué lástima que yo no pueda estar aquí para ver lo que ocurre! Pero lo que pasará, porque le conozco, le conozco mucho mejor de lo que se imagina. ¡Una arrogancia insoportable! Dentro de este sobre está el destino de su cuerpo y de su alma. Yo puedo haberlo perdido a causa de Meggie, pero me he asegurado de que ella tampoco lo consiga.

– ¿Por qué odia tanto a Meggie?

– Ya se lo dije una vez. Porque usted la quiere.

\No como usted supone! Es la hija que nunca podré tener, la rosa de mi vida. Meggie es una idea, Mary, ¡una idea!

Pero la vieja gruñó:

– ¡No quiero hablar de su preciosa Meggie! Nunca volveré a verle a usted; por consiguiente, no quiero perder el tiempo hablando de ella. Hablemos de la carta. Quiero que me jure, por sus votos de sacerdote, que no la abrirá hasta que haya visto con sus ojos mi cadáver, pero que, después, la abrirá inmediatamente, antes de que me entierren. ¡Júrelo!

– No hace falta jurarlo, Mary. Lo haré.

– ¡Júrelo, o devuélvame la carta!

Él se encogió de hombros.

– Está bien. Lo juro por mis votos de sacerdote. No abriré la carta hasta que haya visto su cadáver; después, la abriré antes de que la entierren.

– ¡Bien! ¡Muy bien!

– Pero no se preocupe, Mary. Esto no es más que una fantasía suya. Por la mañana, se reirá de ella.

– No veré la mañana. Moriré esta noche; no soy tan débil como para esperar el placer de volver a verle. Qué anticlímax, ¿eh? Ahora iré a acostarme. ¿Quiere ayudarme a subir la escalera?

Él no la creyó, pero comprendió que de nada le serviría discutir y que ella no estaba de humor para dejarse convencer. Sólo Dios decidía cuándo una persona tenía que morir, salvo que ésta, usando del libre albedrío que Él le había dado, quisiera quitarse la vida. Y ella había dicho que no se suicidaría. Por consiguiente, la ayudó a subir la escalera y, al llegar arriba, le tomó las manos y se inclinó para besárselas.

Ella las retiró bruscamente.

– No; esta noche, no. ¡En la boca, Ralph! ¡Bésame en la boca como si fuésemos amantes!

A la brillante luz de la araña encendida, con sus cuatrocientas velas de cera, ella observó la repugnancia en su rostro, un retroceso instintivo; y quiso morir, un deseo tan furioso de morir que no le permitía esperar un momento más.

– ¡Soy sacerdote, Mary! ¡No puedo hacerlo!

Ella lanzó una risa aguda, fantasmagórica.

– ¡Oh, Ralph, qué farsante eres! ¡Un hombre farsante, y un cura farsante] ¡Y pensar que una vez tuviste la audacia de brindarte a hacerme el amor! ¿Tan seguro estabas de que rehusaría? ¡Ojalá no lo hubiese hecho! ¡Daría mi alma por ver cómo salías del apuro, si pudiese repetirse aquella noche! ¡Farsante, farsante, farsante! Eso es lo que eres, Ralph. ¡Un impotente e inútil farsante! ¡Un nombre impotente y un cura impotente! ¿Has tenido alguna vez una erección, padre De Bricassart? ¡Farsante!

Fuera, no había llegado todavía la aurora, ni sus luces precursoras. La oscuridad se extendía blanda, espesa y cálida, sobre Drógheda. Los trasnochadores se estaban volviendo sumamente ruidosos; si la mansión hubiese tenido vecinos próximos, haría rato que éstos habrían llamado a la Policía. Alguien vomitaba, copiosa y asquerosamente, en la galería, y, bajo una genciana, dos formas vagas yacían enlazadas. El padre Ralph esquivó al que vomitaba y a los amantes, y cruzó en silencio el prado recién segado, con la mente atormentada hasta el punto de que no sabía ni le importaba adonde iba. Solo quería alejarse de ella, de la horrible y vieja araña, convencida de que tejía su capullo mortal en esta noche exquisita. A una hora tan temprana, el calor no era asfixiante; flotaba un débil y denso estremecimiento en el aire, y lánguidos perfumes de alboronía y de rosas, y la celeste quietud exclusiva de las latitudes tropicales y subtropicales. ¡Oh, Dios, estar vivo, estar realmente vivo! ¡Abrazar la noche, y vivir, y ser libre!

Se detuvo en el otro extremo del prado y se quedó contemplando el cielo, como en una búsqueda instintiva de Dios. Sí; allí, en alguna parte, entre aquellos titilantes puntos luminosos, puros y alejados de la Tierra. ¿Qué había en el cielo nocturno? ¿Acaso al levantarse la tapa azul del día, podía el hombre atisbar la eternidad? Sólo la contemplación del inmenso panorama de las estrellas podía convencer al hombre de la existencia de Dios y de la eternidad.

Desde luego, ella tenía razón. Un farsante, un farsante total. Ni sacerdote, ni hombre. Sólo alguien que habría querido saber la manera de ser ambas cosas. ¡No! \No ambas cosas! El hombre y el sacerdote no pueden coexistir; el que es hombre no puede ser sacerdote. ¿Por qué permití que mis pies se enredasen en su tela de araña? Su veneno es fuerte, tal vez más fuerte de lo que me imagino. ¿Qué dice la carta? El hecho de ponerme sobre ascuas es muy propio de Mary. ¿Qué es lo que sabe, y qué lo que adivina? Pero, ¿hay algo que saber o adivinar? Sólo vanidades… y soledad. Duda, dolor. Siempre dolor. Y, sin embargo, te equivocas, Mary. Yo puedo sentir como un hombre. Lo único que pasa es que no quiero hacerlo, que me he pasado muchos años demostrándome que puedo controlar, dominar, subyugar mis instintos. Porque aquello es una actividad propia del hombre, y vo soy sacerdote.

Alguien estaba llorando en el cementerio, Meggie, naturalmente. Era la única a quien podía ocurrírsele una cosa así. Se levantó los faldones de la Sotana y saltó la verja de hierro forjado, sintiendo que era inevitable que no hubiese terminado aún con Meggie aquella noche. Si se había enfrentado con una de las mujeres de su vida, justo era que lo hiciese con la otra. Su divertido desprendimiento volvía a él, la vieja araña no podía tenerlo alejado por más tiempo. La maligna y vieja araña. ¡Que Dios la confunda!, ¡que Dios la confunda!

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Pajaro Canta Hasta Morir (el Pajaro Espino)»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Pajaro Canta Hasta Morir (el Pajaro Espino)» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Colleen McCullough - La huida de Morgan
Colleen McCullough
Colleen McCullough - El Primer Hombre De Roma
Colleen McCullough
Colleen McCullough - El Desafío
Colleen McCullough
Colleen McCullough - El caballo de César
Colleen McCullough
Colleen McCullough - Czas Miłości
Colleen McCullough
Colleen McCullough - Credo trzeciego tysiąclecia
Colleen McCullough
Colleen McCullough - Antonio y Cleopatra
Colleen McCullough
Colleen McCullough - Tim
Colleen McCullough
Colleen McCullough - Morgan’s Run
Colleen McCullough
Colleen McCullough - Las Señoritas De Missalonghi
Colleen McCullough
Colleen McCullough - 3. Fortune's Favorites
Colleen McCullough
Colleen McCullough - Sins of the Flesh
Colleen McCullough
Отзывы о книге «El Pajaro Canta Hasta Morir (el Pajaro Espino)»

Обсуждение, отзывы о книге «El Pajaro Canta Hasta Morir (el Pajaro Espino)» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x