José Rivera Ramírez - La urgencia de ser santos

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La urgencia de ser santos incluye las charlas de unos Ejercicios Espirituales para sacerdotes impartidas por don José Rivera en Valfermoso de las Monjas (Guadalajara) en agosto de 1989. Este volumen es una reedición del publicado por el Instituto Teológico de San Ildefonso de Toledo en marzo de 2011. Al quedar agotada esa primera edición se ha elaborado esta nueva publicación manteniendo casi integramente el texto de la edición original, con pequeños cambios de formato y corrección de algunas erratas leves. Como apunta en el prólogo Jesús A. Hermosilla, «el hecho de que estas charlas vayan dirigidas a sacerdotes no es obstáculo para que aprovechen a cualquier lector, su contenido sustancial es válido para todos, aunque ciertas aplicaciones vayan hechas a la vida y ministerio de los sacerdotes; mutatis mutandis (hechas las adaptaciones oportunas), pueden ser llevadas a la propia vocación, sea laical o religiosa».

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Yo me he encontrado algunas veces, después de unos cuantos años, con personas, generalmente mujeres, pero no sólo, que proceden de otras épocas, de la mía, de cuando yo era joven, y en aquella época habían hecho su voto de víctima... y luego te vienen [diciendo] que lo pasan muy mal... ¿Pues no hiciste voto de víctima?, pues aguanta... o qué te crees; tú no sabías lo que hacías, pero Dios sí, por eso vas aguantando, después de todo; pero cuando uno se le ofrece a Dios es que está movido por él, si se le ofrece en las condiciones debidas; está movido por él, realmente le mueve a que le pida que le haga de una manera especial sentir esta tarea de expiación, que podemos llamar “víctima”, porque se lo piensa dar... Pero luego que no gruña.

Yo no sé vosotros, esto ya es una manera de ser, a mí lo que me revienta es que un tío se haga cura y luego venga protestándome, que un individuo se case y luego venga gruñendo, que se haga médico y luego se enfade porque es médico y que pida ser víctima y luego se enfade por ser víctima ¡Aguanta marea que para eso lo has pedido! Daos cuenta de que si realmente le pedimos al Señor que nos haga pobres, lo más probable es que nos haga pobres. Pero además lo más probable es que nos haga pobres no como a nosotros se nos ocurre esta tarde, sino de otras maneras bastante más molestas para la naturaleza humana. Y que, si le pedimos oprobios, pues no son los insultos o las cosas que se nos ocurran a nosotros esta tarde; yo me acuerdo, dando ejercicios, hace mucho tiempo, a seminaristas, les decía: pedir la cruz, muy bien, pero daos cuenta que vosotros la cruz os la imagináis irse a Los Alares y allí vivir una vida pobre y escondida y hacer oración y pasar frío y tratar con la gente e irla convirtiendo... Resulta que salís y os ponen en las oficinas de palacio y la máquina os revienta... ¡pues ponte la máquina a la espalda a ratos y esa es la cruz que tienes que llevar y ya está!; está bien que le pidas cruz al Señor, pero no se la señales, ya te la dará él. Pues aquí pasa igual, es un entregarse de verdad, un acto de confianza. Para mañana, en la misa, actualizar esta respuesta a la llamada a la santidad.

11Los defectos o “pecados” de la persona que tenemos enfrente.

Su despacho con la vieja cartera que viaja con él a todos los sitios a donde - фото 3

Su despacho con la vieja cartera que viaja con él

a todos los sitios a donde va.

4. Radicalidad, interioridad, totalidad y coherencia

La radicalidad en cuanto a Dios

Nuestra actitud viene de arriba. La actitud primera es esta: la radicalidad. He puesto muchas veces el ejemplo de la pobreza. Uno puede decir: “pues yo soy pobre porque ¿para qué quiero tantas cosas?”; esto es muy razonable... pero lo pensaba también Diógenes, q.e.p.d., y no parece que era especialmente cristiano. San Jerónimo, comentando aquello de “lo hemos dejado todo” dice: “Jesucristo no les contesta , sino porque dejarlo todo también lo dejaron Cráteres y otros filósofos”. Se trata de que cada cosa venga hecha porque sois hijos de Dios, que venga del Padre. La buena noticia es que somos hijos de Dios.

Otra contestación que puede dar otro es: “yo quiero ser pobre porque así me domino más, soy más dueño de mí mismo, soy más libre”... Pero eso lo puede decir también un pagano; entonces ¿qué gracia tenemos? ¿y qué gracia tiene el asunto? No es que esté mal, esa expresión puede ser válida, pero no es la expresión cristiana todavía, no es la definitiva.

Puedo decir: “es que cuando hay tanta gente que se muere de hambre, yo no quiero morirme de indigestión...” Está bien, la solidaridad humana está bien, será filantropía, una cosa buena, digna de alabanza, pero no es cristiana; si lo hacemos por eso, todavía no estamos actuando cristianamente. Y por tanto estamos todavía “en la carne” y, por consiguiente, “la carne no aprovecha para nada”, “el que siembra de la carne cosecha corrupción”, etc.

Uno puede decirme: “es que Jesucristo lo hizo”. Ya estamos en otro terreno. De todas maneras se puede preguntar: ¿y por qué lo hizo Jesucristo? Jesucristo lo hizo porque es el hijo de Dios. Y usted lo hace porque es hijo de Dios también. Yo estoy en la intimidad de Cristo cuando estoy viviendo, conviviendo, su vida de Hijo de Dios. Entonces me es válida la expresión: lo hago porque Jesucristo lo hizo. Si decimos “porque es el Hijo de Dios” ya no hay más, porque más allá de Dios ya no existe nada. Y entonces ya estamos en la raíz. La raíz de todo es el Padre; quiere decir que es el origen de todo.

Acostumbrarnos a hacer esto –de una manera u otra, con la técnica que use cada uno– es esencial, porque, si no, vamos teniendo unos planteamientos que radicalmente deben estar bien, pero resulta que, momento tras momento, vamos viviendo de una manera muy carnal. Vamos haciendo unas mezclas que, en resumidas cuentas, resulta que son inoperantes, no producen fruto o, por lo menos, no producen el que tenían que producir.

La radicalidad en cuanto a mí

Ahora la radicalidad, en un segundo término, que ya no es la última radicalidad sino que es consecuencia de la anterior, será esta expresión o consideración de Cristo mismo y del Espíritu Santo. Pero la radicalidad también tiene que ver, después, con nosotros mismos: tenemos que bajar a la última raíz nuestra; la última raíz nuestra es mucho más complicada. El Padre eterno es muy misterioso, pero de complicado nada: es la simplicidad absoluta. Nosotros no somos tan misteriosos, pero somos de una complicación impresionante; de manera que es dificilísimo conocernos. [Es necesario] que vayamos también procurando que las cosas broten de nuestra personalidad, que es lo que podemos llamar radical, esas cosas que los místicos llaman “el hondón”, “el ápice”, el centro, lo profundo... del alma; que broten de ahí. Porque es facilísimo que nos pongamos como una especie de vestido, una serie de hábitos, de costumbres, de modos de operación, de maneras de ser, que muchas veces son incluso meramente biológicas o meramente sociológicas, de costumbres. Por eso cambiamos con tantísima facilidad. En resumidas cuentas, quiero decir que o no tenemos el centro y la raíz en la Santísima Trinidad, en Cristo o que nosotros no estamos agarrados a ella a pesar de que nos creamos que sí. Esto no es más que lo que dice Jesucristo: “el que recibe mis palabras y las oye es como la casa que está hecha en piedra y viene las lluvias y los vientos y lo que venga y la casa no se hunde”; y el que no está arraigado en la Palabra de Dios, no la recibe, vienen las lluvias o lo que sea y se cae.

–“¿Y cómo han pasado todas estas cosas en España? En España éramos todos tan buenos... Y resulta que rezábamos unos rosarios, que se organizaban en el Retiro, donde iba un montón de gente...”

–Bueno, para lo que es Madrid no iba nadie, en resumidas cuentas;

–Pero bueno, el Retiro se llenaba...

–También se llena cuando traen un animal nuevo y lo exponen allí... Por supuesto, si viene el Papa o si viene Eisenhower... es igual... La gente no sabe qué hacer... Ya hasta celebramos en Toledo los comuneros... de los cuales no sabe casi nadie ni quiénes son... Yo contesto: porque aquello no tenía raíz, sencillamente. Y cuando vinieron las aguas se hundió.

–¿Por qué no me secularicé yo ni el otro o el otro?

–Bueno, no voy a decir que ningún español tenía nada de raíz en Cristo, pero la sustancia de ese deterioro tan absoluto del catolicismo español es sencillamente que no estaba arraigado en Cristo ¡y no hay más historias! ¡no hay más razones! Luego se pueden ver montones de señales... pero la razón es esta y es que, además, está en el evangelio.

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