“¿Quién es el tercero que camina siempre a tu lado?
Cuando cuento, sólo estamos tú y yo juntos
Pero cuando miro hacia adelante por el blanco camino
Siempre hay otro caminando a tu lado
Deslizándose envuelto en un oscuro manto, encapuchado
Que no sé si es hombre o mujer
¿Pero quién es ése a tu otro costado?”
(V movimiento, v 359-65).
Ahora, éste que camina al otro costado es el Cristo resucitado, después que ha sufrido la “agonía en los pedregales”.
Día 24 de febrero. 1966
Prosigo con las notas sobre Eliot. Pero ante todo surge una cuestión fundamental, ¿qué sentido tiene para mí, sacerdote, el estudio de un poeta? No, evidentemente, la simple consideración de una técnica literaria ‒por más que personalmente me resulte atractiva tal materia‒; pero tampoco la penetración del pensamiento del autor. Lo único que puedo buscar es la visión del planteamiento de asuntos vitales, por un autor moderno. Siendo una cabeza realmente privilegiada ‒incluso en el orden religioso‒ puede enseñarme mucho acerca de la visión divina sobre el hombre y las cosas. Ahora, aun en este terreno, cabe el peligro de aprender “recetas”. De tomar de memoria las ideas del autor. Es necesaria una buena dosis de reflexión personal y de oración, para que todo ello sea útil.
Otro servicio puede ser el hallar expresiones felices, para expresar lo que yo no sabría, aun sintiendo. En este aspecto, puedo aprender, precisamente de Eliot, que mezcla en sus versos, versos ajenos con toda tranquilidad. Eliot, Claudel, Peguy, Dostoyevsky... me prestan elementos expresivos, para una futura construcción de doctrina espiritual.
Pues cada vez veo mi “vocación” menos clara, y me inclino a pensar que no debe de ser, ciertamente, el hablar con un mundo que parte de presupuestos muy distintos. Por mal que yo me encuentre en el orden de la caridad ‒y ése es otro asunto‒ existe el carisma, y tengo obligación de usarle. Ahora, el carisma mío, creo que consiste es una visión incomparablemente más profunda de lo ordinario, y en una capacidad de sintetizar, de unir los puntos aparentemente opuestos del misterio, revelándolos a una luz divina, sobrenatural, que muy pocos serán capaces de recibir. Creo que debo ir construyendo, escribiendo lo que se me vaya ocurriendo. Pensamientos que brotan, o se perfilan, en conversaciones diarias, y que no tienen cabida en ellas, sencillamente porque los conversantes no me entenderían. Comprendo que X, o X, son, sin posible discusión, mucho más buenos que yo; pero tienen menos luz, lo cual no les quita ni pone nada, pero les incapacita para comprenderme.
Por ejemplo, nadie parece capaz de comprender una cosa tan sencilla como ésta: el hombre es esencialmente el “que recibe” de Dios, y eso en un régimen sacramental. Por tanto, el recibir es su propia gloria, el recibir de otro hombre. Comentar ‒como hicieron ayer individuos, incluso de la talla muy aceptable de X.X.‒ que la figura del presbítero queda rebajada porque “recibe” del Obispo, es no comprender la esencia del hombre.
ASESINATO EN LA CATEDRAL
El tema de la tentación
La tentación de la lujuria, la tentación del poder, la tentación del orgullo espiritual. Sobre ella tiene pensamientos profundos:
Tentador 1º.- “Te abandono al placer de vicios más sublimes
Por los que has de pagar un elevado precio.”
Tentador 4º.- “Ve a alcanzar martirio, rebájate en la tierra
De modo que en el cielo tengas alto sitial.
Y mira, allá abajo, del Averno en el fondo
A tus perseguidores en tormentos sin cuento,
Agostada pasión, de expiar imposible.”
Tomás.- “¡No!
¿Quién eres que me tientas con mis propios deseos?
..........................
¿Es que en mi alma enferma no existe ni un camino
Que a través del orgullo no conduzca al infierno?
Yo muy bien reconozco que estas tentaciones
Son ahora vanidad y más tarde tormento.
¿El pecador orgullo puede acaso arrancarse
Por otro más perverso?
..............
La tentación postrera es la traición más grande.
Hacer lo que se debe por un motivo falso.
.................
El pecado se forma al practicar el bien
.....................
Quien sirve a Dios se halla en peligro mayor
De pecar, que el hombre que da órdenes del Monarca obedece.
Porque aquellos que sirven una causa mejor
Pueden tal vez hacer que la causa les sirva,
Aun obrando bien; y habiendo de luchar
Con astutos políticos, hacerla a ella igual,
Si no por sus acciones, sí por su posición.”
Sacerdote 1º.- “…su orgullo alimentándose de sus propias virtudes
El orgullo nutriéndose de su imparcialidad
El orgullo nutriéndose de generosidad
Odiando poder dado por temporal entrega
A Dios únicamente buscando sujeción.”
Es clara la importancia de todas estas ideas, bellísimamente expresadas además. Es la necesidad de seguir a San Juan de la Cruz, el autor que mejor ha determinado los movimientos internos. Y es la tremenda equivocación de la espiritualidad actual, que busca sobre todo las obras. Me parece indudable que la A.C. actual está formando una generación de orgullosos espirituales.
El tema de la irrealidad
Parece notorio que es un tema caro a Eliot. Ya lo he encontrado en las dos obras analizadas anteriormente - y en los cuartetos ya leídos. Voy siguiendo y anotando expresiones:
Una expresión central, que se repite con frecuencia:
“Viviendo y sólo en parte”
Es el estribillo de largas descripciones sobre la vida miserable del pueblo. Todo el trabajo, opresión, pobreza, cosechas buenas y malas, lujo y desenfreno... nacimientos, y bodas, y muertes... todo eso constituye una vida “sólo en parte”. Es la vida a que la gente se acomoda, y que reclama ante la llegada de un terror mayor, que trae la vuelta del Arzobispo Tomás.
Existen las “voces que nos despiertan a un mundo ya dormido
Impidiendo al espíritu ser del todo presente” (Tomás).
La tentación consiste en invertir los términos: hacer creer que lo irreal es real, y al contrario:
Tentador 2º.- “... el poder obtenido en gloria se transforma
Mientras dure la vida, posesión permanente
Funeral monumento, en mármol construido.
Gobernar a los hombres no se estima locura.
Tomás.- ¿Es acaso alegría para el hombre de Dios?
Tentador 2º- Tristeza hay para aquel que sólo a Dios se entrega.
Aquel que aprisionó la sólida sustancia,
¿Velará vagabundo con sombras engañosas?
El poder es presente, la santidad futura.”
Esta división excesiva del tiempo: presente-futuro, es obra del tentador. El “historicismo”, el “temporalismo” actual es pensamiento diabólico. No hay tal división tajante. Eliot va a afirmar, muchas veces, que lo presente y lo futuro tienen una unidad. Cuanto más se centra el hombre en sí, más importancia tiene el tiempo, puesto que el hombre se encuentra en situación temporal. Sería falso afirmar que el hombre es un ser temporal. El hombre sólo llega a ser hombre cuando sale del tiempo. Visible-temporal es un binomio diabólico, cuando se erige en dirigente de la vida. Invisible-eterno es el binomio director de todo, visible-temporal es instrumental. La superficialidad actual, se puede penetrar muy bien en esta importancia excesiva dada al binomio. Lo temporal es lo que diferencia, mientras que lo eterno ‒o incluso, lo evi-eterno‒ que corresponde propiamente al hombre, es lo que nos permite profundizar. Lecturas paralelas muestran cómo, cuando al hombre se humaniza ‒desarrolla sus facultades‒ puede encontrarse, al mismo tiempo, con hombres de tiempo muy distante: Sófocles, Shakespeare, Lope, Lara, Salinas, Eliot... Y lo mismo en filosofía. Todo este afán de separar, de recalcar la diferencia entre antiguo y nuevo, significa que el que habla es todavía un adolescente. El niño no ha llegado aún al tiempo, el hombre maduro ‒claro que apenas se encuentra algún raro ejemplar‒ le ha superado. El adolescente, el inmaduro, vive del tiempo. Y el santo, en el cielo, se ha despojado para siempre de tal vestimenta inadecuada, poco humana, correspondiente tan solo al estado adolescente del hombre: su viaje por la tierra.
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