En los siguientes días, leí cosas sobre Hermes. Descubrí que había un libro que hablaba de los siete principios universales que se llamaba Kybalión, de los tres iniciados. Aunque era muy resumido, la información provenía a su vez de una tal Tabla esmeralda, que a su vez se basaba en principios de alquimia y de la Gran Obra, conceptos fascinantes que descubriría más adelante conforme fui adquiriendo más conocimiento y comprensión.
Los siete principios (que a su vez tienen subprincipios) son:
1.º Principio del mentalismo: Todo es mente, el universo es mental. Uno de los subprincipios es la famosa ley de atracción de la que tanto se habla en relación con el libro El secreto.
2.º Principio de correspondencia: Como es arriba es abajo, como es abajo es arriba y como es adentro es afuera. Esto, a su vez, tiene siete planos de influencia entre los que están el físico, el mental y el espiritual (emocional).
3.º Principio de vibración: todo está en movimiento, todo vibra.
4.º Principio de polaridad: Cada cosa tiene dos polos, un par de opuestos, que en realidad son 2 extremos de la misma cosa, idénticos en naturaleza pero diferentes en grado, los extremos se tocan. (Cuando entendí este principio y lo empecé aplicar en mí, me cambió la vida).
5.º Principio del ritmo: Todo se mueve como un péndulo, el ritmo es la compensación.
6.º Principio de causa y efecto: La suerte solo es un nombre que se le da al principio no identificado, hay muchas causalidades, pero nada escapa a este principio.
7.º Principio de género: Todos los planos tienen parte masculina y parte femenina en diferentes grados, en el plano físico es la sexualidad.
Otro día de clase, y con la confianza aumentada en Azucena, quedamos para tomar algo y aproveché para preguntarle más cosas; a la vez, «el roce hace el cariño». Salió el tema de la meditación.
—Mira, Miguel, los tipos de respiración y las visualizaciones son solo, digamos, un 5 % de una verdadera meditación. El objetivo final es observar los pensamientos y las emociones y educar a la mente a pensar cuando la necesitemos y no cuando ella quiera para vibrar y focalizar correctamente, ya que toda la vida le hemos dado ese poder y ahora parece que no tenemos la capacidad de parar los pensamientos y evitar que lleguen a un grado en el que podemos somatizar, como dicen los médicos, y enfermar. De esa manera, no solo podemos evitar un proceso de depresión (ansiedad, pérdida del apetito, insomnio, cambios de estado de ánimo, etc.), si no tener la capacidad de dedicarle el tiempo que queramos a las soluciones y decisiones, y parar y dedicarnos a otras cosas cuando vemos que se ponen muy densas.
—Oye, chica, eso me lo tendrás que repetir, que tú lo dices como de carrerilla y esa forma de meditar no es la que nos enseñas o, por lo menos yo, aunque sí veo que me sienta muy bien, no soy capaz de parar la mente a voluntad.
—Claro, hombre, para eso hace falta mucha práctica. De momento, que por lo menos entiendas que poder, se puede. Cada vez que te pones a ello, avanzas un pasito más. Es como el que quiere correr una maratón, que debe ponerse a correr casi a diario y aun así le costará meses de entrenamiento, pero cada día que sale a correr, avanza un poco en su objetivo. Bueno, de todas formas, de momento, si quieres saber más, lee sobre los tipos de meditación, que hay muchos, y seguimos con este tema, que es bastante profundito…
—Sí, profundo, profundo…
Pues allí estaba yo de nuevo esa noche leyendo sobre tipos de meditación. Había de tipo «contemplativo», en la que no hace falta abrir los ojos sino ser consciente de cada sentido físico. La «budista», basada en mandar amor y compasión a todo el mundo. De tipo «mantralizada», donde se usan palabras de poder y mantras para usar la vibración para realizar cambios. De tipo «activa», en la que se medita en movimiento, como los sufíes con sus vueltas y vueltas. La de tipo «vipassana de goenka», que se basa en ser conscientes de cada parte del cuerpo y, mediante las sensaciones en la piel, descubrir qué tenemos adormecido o, al contrario, demasiado movido. Aunque la que más me llamó la atención era la «transcendental». Se supone que mediante una especie de autohipnosis somos capaces de entrar en unos niveles bajos de hercios de la mente y, a su vez, más cercanos a los sentimientos donde se producen los cambios más profundos y duraderos (transcendentales) de comprensión, conexión y apertura del sexto sentido. Con este conecté mucho ya que mi problema era ser demasiado mental y, aunque me había leído algunos libros que me ayudaron bastante, como El caballero de la armadura oxidada, El principito o El monje que vendió su Ferrari, podría ser la clave para terminar totalmente con ese autocontrol y llegar a un equilibrio más verdadero.
En una de las webs, vi un tipo de meditación de conexión con los ángeles protectores y me vino a la mente un recuerdo de México, donde existen los «llamadores de ángeles», que son como bolas de metal muy bien decoradas con otra bolita dentro que suena al moverla y que usan para llamarlos cuando quieren proteger la casa o algún viaje concreto (vamos, para cualquier cosa que se pudiera pedir protección). Me decidí a probarla en mis dos hijas, por supuesto. Mis mujercitas maravillosas que más quería proteger en esta vida.
Mari Nieves fue la primera en nacer. Ya tenía 18 años y era alta, guapa, femenina y bailarina de hip-hop con varios premios reconocidos; era la más parecida a mí en sentimientos y con la que había tenido mucho apego desde pequeña. Luego estaba Noelia, la segunda, ahora con 16 años, rubia, ojos azules, alta, deportista, su pasión era el fútbol y varios equipos la querían fichar, aunque se le daban bien todos los deportes. Tenía una sincronía física muy elevada y estaba dos o tres años por delante de sus congéneres en el deporte que se pusiera; era la más parecida a mí en gustos, nos encantaba compartir los videojuegos y las series manga. Era más reservada que su hermana, pero con un potencial que, cuando ella misma se reconozca, se sorprenderá.
Uno de los fines de semana que iba a verlas, se lo propuse. La grande me ayudó a convencer a la pequeña y, en la habitación que compartían con dos camas, nos propusimos tener la experiencia. Las dos se acostaron y, con intentos iniciales de relajación, empecé a leer la meditación guiada. Tenía a mi favor que de pequeñas les leía mucho y siempre me decían que mi voz las tranquilizaba bastante y se quedaban dormidas en poco tiempo, así que igual me ayudaba a crear un estado de relajación más rápido, aunque esperaba que no demasiado y me quedara hablando solo.
El proceso de la meditación comenzaba con unas respiraciones y un conteo del 1 al 10. Después, una visualización en la que se está en una playa sintiendo viento, escuchando el mar, el agua que les acariciaba los pies… Hacían una llamada a su ángel de la guarda para recibirlo, abrirle la puerta de su vida y pedirle protección desde el amor. Entonces, llegaba alguien rodeado de luz y les decía algo al oído y terminaba despidiéndose con un abrazo; todo ello creado en un ambiente de mucho cariño y amor.
Una vez terminada la meditación, Mari Nieves dijo que al final lo vio, pero que le había costado mucho y no escuchó nada, si es que le dijo algo. Noelia se levantó muy sorprendida y contenta porque lo había visto perfectamente, que se había sentido muy bien, que le había hablado, que parecía muy real. Vamos, que a pesar de parecer ser una persona con más corazas, había conectado más en ese proceso de meditación y de desconexión mental. Nos quedamos contentos con lo que había compartido.
Con el tiempo, meditaron alguna vez más y me acompañaron a algún curso, pero ellas tenían su propio proceso; sobre todo, adherido a su edad y solo con el paso de tiempo y múltiples experiencias, despertarían su curiosidad para conocer más cositas de este tipo.
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