Eso ocurrió aproximadamente en la época en que Spot también dejó la familia de SST.
—El grupo se tomaba a sí mismo demasiado en serio —comenta Spot—. Y algunos del grupo se tomaban a sí mismos demasiado en serio. Lo que los convirtió en unos indeseables. Ya no podía estar con ellos.
Ginn echa toda la culpa a Rollins. Aunque los recitales de Rollins eran, por lo general, divertidos, Rollins estaba «recortando cada vez más cualquier cosa con sentido del humor» en la música de Black Flag, afirma Ginn. «Se volvió negativo sobre ese tipo de cosas o sobre las canciones que unían a la gente.» Aunque cantaba canciones como «Six Pack» y «TV Party» en los conciertos, Rollins no soportaba las canciones nuevas que olían a diversión. El humor no se ajustaba al personaje que Rollins estaba creando para él mismo.
—Empezó a dárselas de Jim Morrison más que de Iggy Pop —cuenta Ginn—, con ese tipo de comportamiento en plan «Yo soy poeta».
Un poco de ligereza habría conseguido que los aspectos más oscuros del grupo fueran más creíbles y, por tanto, más poderosos, tal y como había ocurrido en el memorable Damaged. En lugar de eso, Rollins se movía indulgentemente entre la autocompasión y los excesos machistas.
—Eso es todo lo que le quedaba, siempre los mismos temas: «Te mataré, me haré daño» —explica Ginn—. Yo no quería formar parte de eso.
Bill Stevenson abandonó el grupo a finales de abril de 1985. «Había mucho mal rollo, y el grupo empezó a desmoronarse después de eso», explicó. «Había una gran lucha de personalidades que ninguno de nosotros quería resolver, de modo que Greg empezó a sustituir a la gente.»
Ginn explica esta afirmación un poco vaga asegurando que Stevenson, que en el pasado había estado próximo a Rollins, cada vez se sentía más alejado de él y quería que Ginn buscara a un nuevo cantante. Claramente, uno de ellos tenía que irse. Ginn echó a Stevenson.
Henry Rollins dándolo todo en el 9:30 Club de Washington D. C., en 1983. Foto: Jim Saah.
De todos modos, a Stevenson no le había gustado el rumbo que el grupo había tomado cuando se había unido a él. «Black Flag haciendo heavy metal distorsionado no era tan bueno como Black Flag haciendo versiones distorsionadas de punk rock», dijo. «No creo que sonáramos tan bien despacio.»
Resultó que The Descendents empezaron de nuevo, de modo que era el momento lógico para irse, aunque, según cuentan, Stevenson se mostró muy enfadado cuando Ginn le echó.
Con Anthony Martínez como nuevo batería, empezaron una larga gira en mayo de 1985, recorriendo el Suroeste, el Sur, el Noreste, de allí fueron a Michigan y luego a Canadá, bajando hasta el Noroeste y desde allí hasta California; noventa y tres conciertos en ciento cinco agotadores días de verano.
En esa gira, Rollins ya bebía café literalmente de la cafetera, con lo que no era extraño que padeciera unos dolores de cabeza terribles. Se rompió la muñeca al golpearle la cabeza a un miembro del público en un concierto en Lincoln, Nebraska, el 6 de agosto, y continuamente recibía golpes de sus seguidores y enemigos por igual. El público parecía menos numeroso que la última vez que habían ido de gira por Estados Unidos, y para empeorar las cosas, los promotores siempre pagaban al grupo menos de lo convenido. Las giras incesantes y los excesos nocturnos estaban teniendo horribles efectos físicos y mentales en Rollins. Sufrió una infección grave de las cuerdas vocales y parecía psicológicamente agotado. «Ya no soy humano», escribió. «Ya no soy una persona sana. Ya no consigo relacionar las cosas.»
Black Flag se estaba convirtiendo en el show de Greg y Henry.
—Henry mostraba cada vez menos ganas de estar en el grupo —ex-plica Ginn—. Pensaba: «Greg, tú te ocupas del grupo y yo de cantar y de ejercer de líder, y haremos que la gente acepte esa forma de funcionar».
Así pues, cuando Roessler —una mujer inteligente, segura y buena música— intentó reivindicarse, Rollins (y Martínez) se puso hecho una furia, provocando que la tensión aumentara. Roessler había empezado un máster en UCLA, y Ginn cree que a Rollins podría haberle molestado que el grupo tuviera que adaptarse al horario académico de Roessler. Asimismo, el grupo se había metido en la cabeza que quizá resultara provocador que Roessler abandonara su camiseta y tejanos de marimacho para adoptar un aspecto punk rock coqueto al estilo de Madonna; algunos aseguran que aquello aumentó las tensiones sexuales en el grupo hasta un nivel incómodo.
Por el motivo que fuera, a mediados de agosto, en Vancouver, las cosas habían llegado al límite: Rollins escribió en su diario que Roessler «tiene dificultades para afrontar la realidad» y que «debe tener algún problema en su débil, pequeña y sucia mente». Él y Ginn decidieron secretamente sustituirla una vez volvieran a casa. «No quiero volver a ver a esa mentirosa, rancia y falsa», escribió Rollins.
Y sin embargo, según la propia valoración de Rollins, el grupo estaba tocando mejor que nunca, y la prueba es el disco en directo Who’s Got the 101/2? , grabado en el club Starry Night de Portland, el 23 de agosto de 1985. Aunque la voz de Rollins se aprecia muy rota, el grupo ataca las canciones como perros guardianes adiestrados.
Los Ángeles era la última parada de la gira, pero, a pesar de que la entrada era gratis, solo se presentaron seiscientas personas. Fue la última aparición de Roessler con Black Flag. Rollins aprovechó la oportunidad para insultarla con ensañamiento durante la canción de cierre, «Louie, Louie», haciendo comentarios sobre «deshacerse del cáncer y de la puta rancia esa».
Habían grabado el disco In My Head aquella primavera.
—Henry cada vez se mostraba más intransigente respecto a lo que estaba dispuesto a hacer —recuerda Ginn, cosa que quizá pueda explicar la monotonía atrofiante del tono del disco. Cabreado por el protagonismo creciente de Rollins, Ginn contraatacaba poniendo la voz de Rollins tan lejos en la mezcla que prácticamente resulta inaudible. Además de eso, la producción está mucho más adaptada a la radio que cualquier otra cosa que habían hecho antes. Aunque el grupo suena más compenetrado y mejor que nunca —Rollins incluso consigue algo parecido al modo tradicional de cantar— el material es a todas luces poco memorable, e incluso canciones de cuatro minutos parecen interminables.
En la gira final del grupo, la sección rítmica la formaban Martínez a la batería y C’el (pronunciado «sel») Revuelta al bajo. Según Rollins, tocaron el mismo repertorio durante nueve meses. Ginn empezó la gira diciéndole a Rollins a la cara que no le caía bien. A partir de ahí, las cosas siguieron en caída libre. Era evidente que Ginn ponía todo su entusiasmo en los teloneros de la gira, Gone, su proyecto arty e instrumental. Mientras tanto, Rollins cojeaba sobre su rodilla derecha, la misma que le habían operado en 1982, y se volvió a romper la muñeca cuando, una vez más, golpeó a un miembro del público en la cabeza.
El público generalmente era escaso y, cuando no lo era, era porque tocaban en locales pequeños, normalmente bares abarrotados de paletos, situados al lado de franjas anónimas de autopistas. La policía disolvió varios conciertos, como en los viejos tiempos, y Rollins y los miembros del grupo se metieron en algunas peleas horribles con los beligerantes autóctonos. Y seguían durmiendo en el suelo de las casas donde les alojaban.
Incluso los técnicos estaban un poco chalados. Después de que él y el roadie Joe Cole condujeran más de cien kilómetros en dirección equivocada, Ratman, el jefe de los roadies , tuvo que ceder a Cole el volante porque estaba demasiado cabreado para conducir. «Entonces, se pintó la cara de blanco con spray, esparció toda la basura en el suelo de la cabina y le prendió fuego», escribió Cole en su diario de gira, posteriormente publicado con el título de Planet Joe. «Condujimos por la autopista con el fuego en el suelo de la cabina y, cuando se hizo demasiado grande para poder controlarlo, abrió la puerta y lo sacó de una patada. Gritó y babeó durante setenta kilómetros.»
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