Sin embargo, ningún otro miembro del grupo atraía ni exhibía semejante violencia.
—Creo que Henry y su ego en cierto modo provocaban ese tipo de cosas —explica Ginn—. A veces mostraba una actitud de superioridad con respecto al público, y la gente se daba cuenta.
Rollins mostraba una cara de tipo duro y masoquista sobre el escenario, escabulléndose como una serpiente entre el público y mordiendo los tobillos de los presentes, revolcándose en cristales rotos, retando a miembros del público a pelear con él y, sin embargo, mostrándose extremadamente ofendido cuando la gente la emprendía con él. «Cuando me escupen, cuando me agarran, no me hacen daño», escribió Rollins. «Cuando empujo y muerdo la carne de otro, me quedo corto con respecto a lo que realmente le haría.»
Ginn no quería sustitutos idénticos para los miembros del grupo que se iban. De este modo, el viejo material recibía un tratamiento nuevo; el material nuevo procedía de una dirección diferente. Uno de sus principales objetivos era conseguir una mayor maestría musical, motivo por el que contrató a Kira Roessler poco después de haber grabado My War. Roessler, que había estado metida en la escena punk de Los Ángeles desde que tenía dieciséis años, tocaba con DC3, el grupo de Dez Cadena, en el local de ensayos de Black Flag cuando Ginn la oyó y le pidió que se uniera a ellos.
—Eran el grupo más genial que conocía, mi preferido —dijo Roessler—, por lo que, evidentemente, acepté.
Roessler podía tocar tan fuerte y agresivamente como Dukowski, pero también tocaba con mayor fluidez y musicalidad. Y para cerrar el trato, Roessler y Ginn compartían una ética de trabajo semejante: «Hagas lo que hagas, hazlo hasta el fondo», tal y como cuenta Roessler. «Acordamos que no haríamos nada a medias. Las cosas son así, menos no es una opción.»
Mike Watt, de The Minutemen, recuerda que se pasó por el estudio cuando Black Flag estaba mezclando Slip It In , en 1984 («Un puñado de manos luchando en la mesa de control; era cómico», recuerda), y allí, en la consola, había un LP del grupo de metal comercial Dio. No resulta extraño, pues, que Slip It In a menudo emule los peores aspectos de sus fuentes. Tal y como el crítico Ira Robbins escribió, Slip It In «difumina la línea que separa el punk idiota del metal idiota». La sexualidad neandertal de la canción que da nombre al disco (« Say you don’t want it / But you slip it in 13») y la fatalidad simplista de tantas otras canciones de esa época confirman ampliamente ese comentario. Gran parte de Slip It In era absolutamente espantoso: «Rat’s Eyes» (« If you look through rat’s eyes / You will talk about shit real good 14») es una lección práctica de pesadez; el tema instrumental y potente «Obliteration» no era mucho mejor. Y sin embargo, había momentos musicales ocasionales que eran los mejores que el grupo jamás había compuesto, en gran parte porque ahora tenían una bajista buenísima. Demostraron que la velocidad no era el único camino hacia la potencia; incluso los Sex Pistols raramente excedían el mid-tempo . Solo se requería talento musical para hacerlo bien.
Tras grabar Slip It In , Ginn, Rollins, Stevenson y Roessler trabajaron duro durante todo el invierno de 1983, ensayando hasta cinco horas al día, seis días a la semana, en un sótano húmedo y apestoso sin ventanas que había bajo las oficinas de SST, con el suelo, las paredes y el techo cubiertos de capas de alfombras baratas de pelo largo. De allí surgió una unidad poderosa y cohesionada para la gira de My War de once semanas a principios de 1984 por Estados Unidos. Se morían de ganas de salir a la carretera y dar forma al primer álbum de verdad desde hacía dos años: «Matar a todo el mundo ya» era el lema de la gira. Estuvieron de gira prácticamente todo el año, regresando de vez en cuando a casa durante un par de semanas para grabar.
Durante el descanso que supuso el fiasco con Unicorn, Rollins había empezado un programa de levantamiento de pesas exigente; cuando el grupo salió de gira en 1984, había desarrollado un caparazón impresionante de músculo. Su físico poderoso no solo era una forma de intimidar a los posibles asaltantes, sino que constituía una metáfora del escudo emocional impenetrable que estaba creando alrededor suyo.
La canción «My War» arremete contra un «tú» impreciso que forma parte de «uno de ellos». Aunque la letra era de Dukowski, Rollins parecía llevar el concepto grabado a fuego en el corazón: durante la gira de Slip It In, vio a Derrick Bostrom, uno de los miembros de sus compañeros de gira, los Meat Puppets, con una copia del álbum Triumph de los Jacksons. «Siempre supe que eras uno de ellos», se burló Rollins. De hecho, Rollins parecía encarnar muchas de las letras de Ginn y Dukowski hasta un nivel muy profundo. « I conceal my feelings so I won’t have to explain / What I can’t explain anyway 15», grita Rollins en «Can’t Decide». Las letras de Ginn ciertamente eran aplicables a su distante autor, pero era Rollins quien las encarnaba con ganas.
A esas alturas, el grupo llevaba el pelo bastante largo, lo que alimentaba todavía más la ira del público. ¿Cómo podían ser punks y llevar el pelo como hippies? El grupo enseguida integró sus largas melenas en los conciertos. «Black Flag era, en realidad, un concurso de menear la cabeza entre el guitarrista Greg Ginn y el cantante Henry Rollins», escribió Patti Stirling, de Puncture. «El suspense de si chocarían con la cabeza, provocándose una conmoción mutua, era emocionante.»
Por aquel entonces, el grupo dio algunos de sus concierto más incendiarios. Desgraciadamente, todo estaba empezando a diluirse.
Al principio, Rollins cedía gustosamente la palabra a Ginn y Dukowski durante las entrevistas: al fin y al cabo, eran los únicos miembros que habían estado siempre en el grupo, y obviamente la prensa los consideraba los portavoces. Pero entonces, Dukowski se fue y, gradualmente, Ginn cedió el protagonismo mediático a Rollins, que era carismático y citable.
—Me gustaba el hecho de que alguien quisiera pasar tiempo con aquella gente concediendo esas entrevistas y sesiones de fotos —explica Ginn—. No hay nada que encuentre más humillante que estar allí parado haciendo una sesión de fotos. Nada me hace sentir más estúpido. Y a Henry le gustaba todo aquello, de modo que pensé que era la solución ideal… Él desempeñaría ciertas funciones y yo ciertas otras respecto a dirigir el grupo y demás. Así se dividía el trabajo.
Ginn cree que Rollins veía su exposición creciente a los medios como una forma de salir de las sombras.
—Pienso que, en cierto modo, él competía con ese tipo de respeto, como alguien que estuviera planeando aquello —cuenta Ginn—, de modo que intentaba imaginarse a sí mismo en ese tipo de situación.
Así pues, Rollins concedió incontables entrevistas a pesar de quejarse explícitamente de ellas en sus diarios de gira.
La realidad era que Rollins ahora tenía veintipocos años y estaba dejando rápidamente atrás su cara servil y autonegadora —el «chico que cedía a la presión social», el tipo que cargaba los amplificadores para su amigo porque era «el puto amo», el chico deslumbrado, el que no se podía creer que estuviera en un grupo con sus héroes, el tipo que tomaba ácido porque Chuck Dukowski le había dicho que lo hiciera—. Y además, era el líder del grupo.
—Tengo que pensar que Henry, al principio, quizá se contenía un poco con el grupo y que después quizá salió el auténtico Henry o algo así —relata Ginn—. Es la única forma de entenderlo.
Entonces, Rollins empezó a reivindicarse tan enérgicamente como pudo, y Ginn empezó a lamentar haber cedido el protagonismo al cantante. En su propio estilo, de forma sutil, Ginn empezó a mostrar su descontento.
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