Del Pino sostiene que el enfrentamiento armado entre los evangélicos y sl se explica por razones fundamentalmente ideológicas relacionadas con un desencuentro de cosmovisiones. En tal sentido, si para sl la violencia armada era el único camino para construir la sociedad sin clases por la que ellos decían luchar, los evangélicos tenían una forma de interpretar esa realidad de violencia que estaba destruyendo la vida de muchas comunidades campesinas. Así, un pastor evangélico de la comunidad campesina de Chuschi creía que la violencia política que estaba arrasando a la región constituía una señal de los últimos tiempos y un anuncio de la Segunda Venida de Jesús (Isbell 1992:59–81). Esto puede explicar por qué, según el punto de vista de del Pino, sl y los evangélicos:
[...] se enfrascaron [...] en una lucha por la conquista de los excluidos y los desamparados [...]. Ambos llegaron al valle [del río Apurímac] a conquistar los corazones y las almas de los menesterosos. sl ofreciendo la revolución, los evangélicos el paraíso [...]. La guerra completó la contraposición ideológica: para sl matar a los evangelistas era acabar con los “traidores del pueblo” [...] para los evangélicos, enfrentar a sl era luchar contra los demoniacos, contra el anticristo. Ambos dispuestos a morir por sus libros sagrados: los senderistas por el Pensamiento Gonzalo y los hermanos por el Evangelio [...] (del Pino 1996:167).
Entonces, la forma como los evangélicos interpretaron las acciones de terror de sl contra ellos, puede explicar la lucha que emprendieron para terminar con la ola de violencia y muerte que ese grupo terrorista había iniciado y que estaba despoblando al campo. En este enfrentamiento hubo dos componentes. El componente ideológico fue la mentalidad hegemónica que ambos tenían, por la cual intentaban ser los únicos “dueños” de ese espacio geográfico. El componente “proselitista” fue el interés que tuvieron por captar el mayor número de adherentes para sus filas. La lucha entre ambos fue sin cuartel y sin concesiones y, dentro de esa lucha, los aspectos ideológicos se tradujeron en acciones prácticas para terminar con el enemigo.
Dentro de ese contexto, mientras sl trató de matar a los evangélicos por considerarlos como sus competidores ideológicos, y como un “estorbo” para sus planes hegemónicos y de dominio territorial, los evangélicos lucharon contra los “terrucos” porque vieron en la práctica de terror de sl una clara señal de los últimos tiempos. Aquí llama la atención, por supuesto, la forma como los evangélicos interpretaron las partes del Nuevo Testamento que hacen referencia a las señales de los últimos tiempos, para llegar a calificar a las acciones de terror de sl como un indicador de la manifestación del Anticristo en ese clima político límite de violencia y muerte. ¿Una forma de hermenéutica “popular” del texto bíblico y una lectura apocalíptica del contexto histórico? Parece que de eso se trató en ese contexto histórico particular.
Pero ¿no se tienen que considerar otros factores para entender la actuación social y política de los campesinos evangélicos en ese contexto histórico en particular? Al respecto, la forma militante como los evangélicos de las comunidades andinas asumen su compromiso religioso y la defensa de su fe, es un factor interno clave que puede explicar tanto la forma disciplinada como la cohesión con la que hicieron frente a la subversión armada 12. Puede explicar, además, por qué se enfrentaron abiertamente a sl, cuando la práctica de terror de ese grupo subversivo les afectó directamente. A la luz de todos estos factores, se puede comprender mejor por qué los evangélicos del Valle del Río Apurímac se vieron a sí mismos como el ejército que Dios había levantado para terminar con los “terrucos”, como los elegidos del Señor para acabar con aquellos que no respetaban la vida humana, y como los instrumentos de Dios para poner fin a tantos años de sufrimiento y terror.
Así, dentro de esa realidad de violencia, mientras los terroristas de sl estaban dispuestos a “ofrendar” sin reservas su vida por el “partido” y el “Presidente Gonzalo”, los evangélicos estaban dispuestos a morir sin ningún temor por el Señor Jesucristo y por la defensa de su fe. Consecuentemente, cuando sl intentó controlar la vida personal y colectiva de los campesinos, incluyendo sus prácticas religiosas, se encontró con un poder rival y con un adversario difícil de vencer que le salió al encuentro, afirmando que los campesinos de confesión evangélica no podían servir a “dos señores”. Fue así porque al interior de las comunidades evangélicas, las lealtades están bien definidas, ya que los fieles de estas iglesias no pueden servir a otro “señor”, cualquiera sea el nombre que este tenga o adopte, aparte del Señor Jesucristo.
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