Arquitectura crítica
Proyectos con espíritu inconformista
LORENZO ROCHA
A Txetxo
Título:
Arquitectura crítica. Proyectos con espíritu inconformista
© Lorenzo Rocha, 2018
De esta edición:
© Turner Publicaciones S.L., 2018
Diego de León, 30
28006 Madrid
www.turnerlibros.com
Reservados todos los derechos en lengua castellana. No está
permitida la reproducción total ni parcial de esta obra, ni su
tratamiento o transmisión por ningún medio o método sin
la autorización por escrito de la editorial.
ISBN: 978-84-17141-58-5
eISBN: 978-84-17866-44-0
Depósito Legal: M-8265-2018
Diseño de la colección:
Enric Satué
Ilustración de cubierta:
Diseño Turner
Impreso en España
La editorial agradece todos los comentarios y observaciones:
turner@turnerlibros.com
índice
I Arquitectura crítica
una historia de la costa este
arquitectos críticos
arquitectura en crisis
II Le Corbusier. La paradoja de la teoría frente a la práctica
textos críticos
prototipos industrializados para viviendas
III Giancarlo De Carlo. La posibilidad de una arquitectura dialéctica
arquitecto anarquista
metodología participativa
proyectos críticos
IV Lacaton y Vassal. ¿Arquitectos críticos?
libertad estructural
proyectos ideológicos
práctica crítica
V Alejandro Aravena. De lo Elemental a lo complejo
arquitecto de la escasez
proyectos de vivienda elemental
frente marítimo constitución
noticias desde el frente
VI Objeto crítico
Bibliografía
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ARQUITECTURA CRÍTICA
Por doquier existe un mismo juego, el del signo y lo similar y por ello la naturaleza y el verbo pueden entrecruzarse infinitamente, formando, para quien sabe leer, un gran texto único.
michel foucault, Las palabras y las cosas
E xiste una infinidad de modos de hacer arquitectura. Al igual que en las demás artes, la técnica no es el único elemento que define el quehacer de un arquitecto; hay diferencias claras entre el soporte y el contenido de una obra. El soporte de la obra arquitectónica es la construcción, los materiales de los que está hecha; el contenido se compone de su forma, su lenguaje estético y la atmósfera fenomenológica creada en los espacios construidos.
La arquitectura tiene su punto de partida en el boceto que expresa una idea. Esta se convierte en una solución representada en planos y modelos a escala, que sirven para la construcción. En la mayoría de los casos, tales ideas no llegan a materializarse, ya que la edificación es una operación patrimonial que involucra grandes sumas de dinero y parámetros legales que escapan al control y al alcance de casi todos los arquitectos. Por lo tanto, lo único que realmente es capaz de aportar el arquitecto es el proyecto. Podríamos decir que dentro del reducido porcentaje de ideas que se consiguen materializar en edificios terminados, los arquitectos tienen una mínima participación; en el mejor de los casos fungen como supervisores de la obra, para asegurarse de que la construcción se apegue lo más posible al proyecto original.
Casi todos los arquitectos están de acuerdo en que su profesión se encuentra en crisis, pero la mayoría de ellos no sabría explicar con exactitud las razones del malestar en la arquitectura. Algunos sostienen que se han aislado de la sociedad y solamente se dedican a especular sobre las complejidades de formas y conceptos que resultan incomprensibles para la mayoría de las personas. Otros afirman que han perdido su lugar tradicional como expertos en las técnicas de la construcción, dejando a los ingenieros civiles la tarea como constructores.
Hasta ahora nadie lo ha explicado tan bien como el teórico Alberto Pérez-Gómez, autor de Architecture and the Crisis of Modern Science (La arquitectura y la crisis de la ciencia moderna), un importante texto publicado en 1983. En la introducción, el autor escribe:
La teoría de la arquitectura, al ser convertida en ficción, se transformó en una lista de reglas operativas, en una herramienta de carácter exclusivamente tecnológico. Según la teoría, el mayor objetivo del arquitecto es construir del modo más económico y eficiente, evitando cuestionarse el porqué de la construcción y la justificación existencial de dicha actividad.1
El teórico mexicano sostiene que la crisis de la arquitectura comenzada a principios del siglo xx persiste hasta ahora, ya que los arquitectos siguen debatiéndose inútilmente entre dos polos opuestos: la especulación formal y la factibilidad tecnológica. No obstante, los arquitectos actuales siguen siendo profesionales útiles a la sociedad, pues aportan valor simbólico a las construcciones, lo cual ningún otro especialista involucrado en el proceso es capaz de aportar. Los arquitectos se ocupan fundamentalmente del diseño y de la supervisión de la construcción, pero también generan sus propias oportunidades al reflexionar sobre lo urbanístico y lo espacial. Una vez que el proyecto está terminado, invierten mucho tiempo y esfuerzo en su difusión y discusión en ámbitos académicos, lo cual confiere a su trabajo una relevancia que va más allá de la satisfacción de la necesidad de espacios.
La arquitectura tiene indudablemente un lenguaje propio, como todas las demás artes, el cual transmite las ideas de su autor a los habitantes y visitantes de los espacios que produce. Dicho lenguaje, que no es verbal, comunica voluntaria e involuntariamente los estados de ánimo, las sensaciones y emociones del arquitecto hacia el resto de las personas. El estudio fenomenológico contribuye a distinguir correctamente entre el lenguaje de la arquitectura, manifestado en la forma construida, y el lenguaje discursivo, mediante el cual el arquitecto expresa sus intenciones y consideraciones críticas respecto de los espacios que construye. Algunos estudios culturales recientes admiten al arte y la arquitectura como medios de expresión poética, que establecen canales de comunicación entre el artista y el espectador (o habitante) en distintos niveles perceptivos y cognitivos. El principal portavoz de dichas teorías fenomenológicas es Alberto Pérez-Gómez, quien fundamenta algunos de sus estudios en textos de Octavio Paz y Maurice Merleau-Ponty.2 Respecto a la pertinencia de la aplicación de la fenomenología a la obra arquitectónica, entendida como un lenguaje de signos, Pérez-Gómez concluye: “El significado de la arquitectura –de un edificio, un jardín o cualquier artefacto efímero que sirva como encuadramiento para los actos humanos– se entiende del mejor modo como una forma gestual del lenguaje”.3 Las figuras presentes en las formas construidas se comunican directamente con las personas, sin necesidad de palabras. Cuando vemos una puerta, inmediatamente pensamos en la entrada de la casa; cuando vemos una cúpula, automáticamente reconocemos que se trata de una iglesia y así, sucesivamente; rara vez se requieren letreros para que la gente sea capaz de identificar una tipología arquitectónica. Estas expresiones simples se van afinando y haciendo cada vez más complejas a medida que se desarrolla la densidad conceptual de cada proyecto. Cierta pérdida de la figuración ocurrida con la abstracción del modernismo ha contribuido a la mencionada crisis de la arquitectura, en cuanto al poder comunicativo de la construcción. Esto se debió en parte a la voluntad de los arquitectos de romper con la tradición de la arquitectura decimonónica, con lo cual se abandonaron muchas tipologías y elementos utilizados anteriormente. Sin embargo, ahora que ha pasado más de un siglo de prácticas arquitectónicas modernistas, los nuevos elementos se han arraigado en la conciencia colectiva y han adquirido mayor capacidad expresiva y comunicativa.
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