Francisco Hinojosa - Profesores, tiranos y otros pinches chamacos

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Profesores, tiranos y otros pinches chamacos: краткое содержание, описание и аннотация

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Sujetos cuyos conocimientos enciclopédicos los conducen a la cúspide y en seguida al abismo de sus biografías, hombres obsesionados con la idea de su muerte, profesores empeñados en enseñar de modos sumamente complicados materias sencillísimas, presidentes que quieren vender al mejor postor el país que gobiernan, personajes literarios que se salen de su papel y cometen locuras a diestra y siniestra. La imaginación de Francisco Hinojosa factura tramas tan impredecibles que en cada página sus cuentos dan giros inusitados, se complican de formas insospechadas y mutan siempre hacia la versión más enloquecida de sí mismos. Los personajes tienen vidas absurdas generalmente modestas, incluso pueden estar abrumados por la comodidad y el hastío, hasta que un buen día el destino se tuerce y sus días se convierten en una escalada hacia lo inesperado. El lector tiene entre sus manos la reunión más abarcadora de la narrativa breve del autor, un mapa que señala sus fondos ocultos, los deseos más descabellados y las historias más sorprendentes que lo constituyen. Este volumen representa un acontecimiento para los lectores de Francisco Hinojosa y un auténtico honor para nuestra casa editorial: se trata de la celebración de una obra literaria que, durante varias décadas, se ha ganado la admiración y el cariño de todos.

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–¿En la agenda?

–Baje la voz, mi obispo, le digo que hay orejas… Continúo: nuestros socios económicos y políticos, ¿sabe a qué me refiero, verdad?, andan con la idea de quitarnos el país por la vía armada, ¿comprende?

–Hasta ahora no comprendo nada, hijo –se consternó el obispo con su timbre de voz más azucarado.

–Que nos quieren joder, quebrar, declarar mentalmente insanos, desaforar… ¿Va agarrando la onda, mi obis? Nos quieren invadir. Vaya, para que me entienda mejor: quieren usurpar lo nuestro, despojarnos, allanarnos como país soberano que somos…

–¿Está seguro, hijo, de lo que está diciendo?

–Por ésta –y Dimitri besó una dizque cruz que hizo con sus osteoartrósicos dedos.

–Supimos que el país está agendado –dijo Pablo Jiménez, El Canalla, principal capo del cártel de Los Esteros– y venimos a ver en qué podemos ayudar –le gustaba hablar de sí mismo en plural, quizás porque siempre lo acompañaban doce mudos guardaespaldas.

–No le voy a mentir don Pablo: sí estamos en la agenda –le estrechó la mano José Asunción–. ¿Se le antoja un vodka?

–No, venimos de pisa y corre y andamos jurados.

–¿Cacahuates?

–Sí, queremos unos poquitos.

–Al parecer –dijo Dimitri–, el fuego intimidante empezará con el llamado “bombardeo selectivo”. Quieren adueñarse de lo nuestro. De las minas de zulamamita y de esteronomio, de nuestros recursos perecederos, de la fábrica de ron, de nuestros novelistas.

–¿Con cuántos misiles cuenta el país?

–Compramos cinco docenas de los llamados Revolution.

–¿Con ojivas…?

–Dieciocho con agentes químicos –explicó José Asunción–, y catorce con bichos biológicos.

–¿Eso es todo? –se sorprendió El Canalla.

–Queríamos comprar una bomba atómica, don Pablo, pero no nos alcanzó el presupuesto –respondió Dimitri.

–Siempre sí sírvanos el vodka. Creemos que hay muchas cosas de qué platicar.

–No se saque de onda, padre, con lo que voy a decirle, pero… vendimos la iglesia de San Román Norte –dijo José Asunción a boca de jarro.

–¿Sorry?

–Para hacernos de recursos…

–¿Toda la iglesia? –preguntó el obispo.

–La iglesia y algunos objetos…

–¿El cáliz de oro?

–No se preocupe, padre: en unos años recuperamos todo, nomás nos repongamos del gasto de los misiles. Digamos que la dejamos a buen resguardo, ¿me entiende?

–¿Y el párroco de San Román? –preguntó el obispo.

–Lo nombramos asesor religioso de nuestra embajada en Estocolmo.

–Ah, bueno. ¿Y las monjas?

–Las infiltramos en el sindicato de las costureras… Con un sueldo decoroso…

–Ah, bueno. ¿Y yo?

–Le tenemos una sorpresita, padre. Nomás no se desespere. Lo andamos candidateando para cardenal, que es lo mínimo que su santidad se merece. Ya hablamos con el nuncio. Nos dijo que el Papa le debe algunos favores.

–Ah, bueno. ¿Y la nación?

–Al parecer seguimos siendo sus dueños, padre: cuestión de que nos lo permitan y de que la gente bien intencionada como usted nos apoye con algo más que bendiciones, ¿comprende?

–Ah, bueno. ¿Y este sobre?

–Tómelo como diezmo, si quiere. Nosotros le llamamos “compensación”. O “propina”. Como más le acomode.

–¡Santo Jesús! –exclamó el futuro cardenal al abrir el abultado sobre.

El negociador del país ante la ONU y ante las naciones que lo habían agendado logró acuerdos, transferencias y concesiones. Las minas cambiaron de manos. La moneda se depreció ochocientos catorce por ciento en tres meses. El Museo de Antropología y las pinturas rupestres dejaron de ser patrimonio de la nación. El frijol y el garbanzo, antes exportables, pasaron a ser productos de importación. Córneas, riñones, corazones e hígados, en cambio, se vendieron al exterior a precios de remate. El campeón de peso pluma en boxeo se dejó arrebatar el cinturón por un puertorriqueño en una pelea coludida. La cerámica típica cambió su denominación de origen. Y así con la industria textil, las playas, los fertilizantes, el famoso pulpo al ajillo y doscientas mil catorce hectáreas.

Incluso Thelma Esther, quien fuera la amante consentida de Dimitri, se casó con un general de un país enemigo con fines reproductivos a corto plazo. Compró su ropa de maternidad en una tienda exclusiva de Londres, se hizo un ultrasonido en Ámsterdam, rogó en Notre Dame de París por que su hijo saliera con dos manos, dos pies y diez dedos en cada extremidad y se compró una camiseta estampada: I картинка 1NY.

La agenda nacional cambió de rumbo tanto como se modificó la fisonomía política, cultural, geográfica, económica y culinaria del país.

Para hacer frente a la crisis social que amenazaba con desestabilizar al Estado, y con la benévola ayuda del Biapacri (Banco Internacional de Asistencia a Países en Crisis), Dimitri y José Asunción enderezaron el torcido camino que el destino le había reservado a su adquisición.

Recapitularon.

Al cabo de unas semanas de desasosiego: centraron cabezas, hicieron de vísceras y bilis sonrisa amigable, consultaron con psicoanalistas, contadores, terapeutas varios, astrólogos y astrónomos y se sin ceraron: este es un país de mierda, nosotros unos gobernantes ineptos, nuestros enemigos unos aprovechados, las minas un fraude y el equipo de futbol un fracaso.

–¿Y si nos quedamos solo con el equipo de futbol y le metemos dólares? –propuso José Asunción.

–Mejor con el obispado. Allí ni siquiera hay que meterle mucho dinero, no hay porras y deja buenas ganancias. En una de esas, hasta nos ganamos el paraíso.

El expresidente, ahorrativo, los recibió en su mansión de Blue Rock Island, al sur del continente, con una comida sencilla: sopa de pasta, arroz con huevo y bisteces encebollados. Agua: de limón. Postre: panqué de nuez. Digestivo: anís semiseco.

–Traté de decirles que no es tan fácil tener un país, pero creo que no me escucharon.

–No es eso –dijo Dimitri.

–El problema no fue administrarlo sino que nos agendaran.

–¿Cuántas veces creen que yo estuve en las mismas?

–¿Tres? –preguntó José Asunción.

–Veinticuatro.

–¡Puta!

–Veinticuatro veces hice antesalas, veinticuatro veces negocié la desagendización, veinticuatro veces deprecié la moneda, veinticuatro curas se hicieron obispos durante mi mandato, veinticuatro… ¿Queda claro?

–¿Y ahora?

–Ustedes dirán. ¿Quieren que les vuelva a comprar el país? Olvídense, la verdad ando muy gastado y muy cansado como para regresar…

–¿Sabe de alguien que esté interesado?

–Tengo un primo que anda queriendo invertir…

–¿En un país agendado?

–Todo depende del precio, ¿me entienden?

–El tiempo apremia.

SE HACE CONSTAR

Al realizar labores de excavación superficial en el predio ubicado en la calle 7 número 16 de la colonia Insurgentes de esta ciudad, personal de la empresa constructora Copacabana S. A. informó a las autoridades acerca del misterioso hallazgo de unos huesitos que más tarde, con ayuda del Servicio Médico Forense, se supo pertenecieron a un bebé de sexo femenino de aproximadamente seis semanas de nacido cuya probable muerte haya sido por asfixia o ahorcamiento, sin que hasta ese momento se pudiera relacionar con alguno de los casos de infantes desaparecidos reportados a las altas autoridades en años anteriores, mas los análisis de carbono 64 y las investigaciones llevadas a cabo posteriormente por el detective Ataulfo Brito Brito aportaron nuevos datos que condujeron a sospechar que los restos óseos de la finadita pudieran corresponder a la criatura que, bajo el nombre oculto de Selene Amistad, fue mencionada como posible víctima de su desalmada madre y su pervertido padre hace seis años, un 24 de diciembre, a quienes no pudo comprobárseles entonces homicidio alguno dado que no existió cuerpo del delito que ofrecer como prueba por parte del ministerio público acreditado, de lo que resultó una nueva orden de presentación de los presuntos sospechosos, los cuales habían terminado de purgar en sus respectivos reclusorios las penas a las que habían sido acreedores por otras infracciones a la ley distintas al presunto asesinato de su hija, a saber: robo a mano armada, asociación delictuosa y posesión de armas reservadas al uso del ejército, entre otras una bazuca de fabricación italiana, y a quienes se les asignó como defensor de oficio al licenciado Valerio Valdez Irapuato, abogado bien conocido en los tribunales por su pericia en el manejo de los llamados hoyos negros del derecho penal y procesal, padre de dos adolescentes drogadictos, casado en segundas nupcias con la señora Salamina Puertas, viuda de Antonio de la Llata y examante del procurador Encinas Maza, famoso él, el licenciado Valdez Irapuato, por haber ganado el caso de un narcotraficante que exigió el respeto de sus derechos humanos ante tribunales internacionales, célebre por haberse aliado con un senador, colega de profesión, en su litigio contra los bienes de la nación, y popular gracias a su desenvoltura en medios prostibularios, dicho abogado Valdez Irapuato aceptó con gusto y júbilo el caso de los presuntos responsables del asesinato de la bebé Selene Amistad en plena Nochebuena, presuntos a quienes tenía medidos por sus cuentas bancarias y que sabía pagarían los honorarios justos a sus servicios, de manera aparte si los defendía como jurista privado y no como servidor público asignado al poder judicial para representar a quienes no tienen acceso a abogados particulares, y en sus primeras diligencias logró acreditar que, en efecto, su clienta era la madre biológica y legal de Selene Amistad, pues estuvo encinta, acudió al sanatorio que le correspondía por su zona de residencia, fue atendida por los médicos en turno, parió un producto femenino de dos kilos trescientos diez gramos y cuarenta y ocho centímetros de altura, si a eso se le puede llamar altura, dio el pecho a la bebé a pesar de que la política del hospital se inclinaba por la fórmula láctea, se hizo acompañar de quien dijera ser su amasio y, por lo tanto, progenitor del fruto humano en cuestión y abandonó el nosocomio no sin antes haber convocado al registro civil asentado en dicha policlínica para llevar a cabo los trámites de ley que otorgan ciudadanía a los nuevos pobladores del país, con sus respectivos derechos y obligaciones, teniendo como testigos a una enfermera de apellido árabe el paterno y español el materno y a un transeúnte de oficio joyero que un mes más tarde falleciera en un accidente aéreo; con dicha documentación en la mano el abogado Valdez Irapuato levantó un acta en la que se daba cuenta de la desaparición de la pequeña Selene Amistad, acta que no había sido levantada antes de que los padres fueran sospechosos del infanticidio dada la inexistencia del cadáver, y que luego, en las audiencias, representaría un argumento a su favor en el juicio, y habiendo concluido con dicho procedimiento presentó demanda contra la constructora Copacabana S. A. por haber incurrido en irregularidades internas al denunciar como hallazgo de relevancia ante la autoridad los huesitos de un ser humano de pequeña complexión, cuando el procedimiento interno de la empresa, según consta en el manual de operaciones vigente, indica que quienes hicieron el hallazgo debieron informar primero al órgano de control interno antes que a las autoridades federales, hecho que inculpa a los señores Abundio López Iñárritu, alias El Buitre, y a la señora Martha Isabel Larra Mena, conocida como La Bestia, ambos pertenecientes al grupo de supervisores “b” de la constructora, como infractores de las normas aprobadas por la Secretaría del Trabajo y firmadas por los representantes sindicales en el contrato colectivo de trabajo, luego de lo cual el defensor Valerio Valdez Irapuato solicitó ante la instancia judicial la suspensión acusatoria de sus clientes, que ya para ese momento, desconfiados y temerosos, tomaron las previsiones necesarias y se dieron a la fuga con la mira puesta en una isla del Caribe, pero realizada de manera inoperante, ya que fueron reaprehendidos como fugitivos, y no como presuntos filicidas, en el aeropuerto de una ciudad colonial, famosa por sus iglesias del siglo XVII, y llevados en helicóptero de ocho plazas a las oficinas centrales de la Procuraduría para ser interrogados en calidad de contrademandados por El Buitre y La Bestia, que días antes se habían apalabrado con el abogado Valdez Irapuato para que los representara, al tiempo que desistiera de defender a sus exclientes a cambio de una mejor paga y de solventar la amenaza que en su contra tenía respecto del posible secuestro de sus hijos adolescentes, ambos drogadictos, por parte de un grupo delictivo urbano, motivo por el cual el legista cambió de bando, y luego de un careo de oficio inculpó a sus exrepresentados de haber ahorcado a la pequeña e indefensa Selene Amistad en la Nochebuena como ofrenda solicitada por el párroco de su iglesia para expiar sus culpas pederastas, homicidio confesado en corto por ellos y captado por él con su grabadora de lapicero ese mismo día, aunque desmentido por los presuntos reinculpados, quienes dijeron no conocer párroco alguno ni estar de acuerdo con someterse al polígrafo o al suero de la verdad o a lo que fuere, a sabiendas de que no tomarían en cuenta su petición, puesto en duda por el juez penal asignado al presentarse como prueba de cargo y considerado sospechoso por los medios masivos que cubrían la noticia, previa rueda de prensa, sin saber que los responsables de la prematura muerte de la inocente bebé, padre y madre, habían tenido la noche anterior un encuentro asexuado a través del líquido seminal que viajó un par de horas en estéril recipiente gracias a la intermediación de una persona de sus confianzas, de oficio periodista gráfico, y del que se derivaría un nuevo embarazo de dudoso pronóstico debido a la edad de la progenitora y al desorden mental que padecía, tanto como a la condición de salud física del eyaculador, mermada por el alcohol, el tabaquismo y el estrés, hecho que sin embargo no dio motivo a concluir de manera definitiva las investigaciones tendientes a desentrañar el caso, y que cuatro meses después, un día antes de otra afortunada Nochebuena, permitieron dictar sentencia absolutoria y liberar a los presuntos homicidas y futuros padres, así como dar por terminadas las audiencias: que conste.

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