Incluso los críticos seculares ven a Pablo de Tarso como «El Teólogo del Cristianismo». Su contribución al Nuevo Testamento es de unos trece libros: Romanos, 1 y 2 de Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, 1 y 2 de Tesalonicenses, 1 y 2 de Timoteo, Tito y Filemón. Para algunos el libro a los Hebreos también corresponde a Pablo, sumando así un total de 14 libros. La Biblia del Oso de Casiodoro de Reina (1569); la Biblia del Cántaro de Cipriano de Valera (1602); la Biblia Anotada de Scofield con el texto de Reina Valera de 1960, encabezan los Hebreos así: «La Epístola de San Pablo a los Hebreos».
El testimonio de la conversión de Saulo de Tarso se menciona tres veces en el libro de los Hechos y Gálatas. Incluso, ligeramente, otras epístolas de su autoría, reflejan su biografía espiritual. Y es la conversión más espectacular al cristianismo en el Siglo I.
Pablo de Tarso antes de ser un seguidor de Jesucristo, era un seguidor apasionado de su fe farisea, que lo llevó al extremo de ser un perseguidor para los seguidores del Mesías Jesús o «Los del Camino», como se les conocía antes de ser llamados de manera burlona «Cristianos», por primera vez en Antioquía de Siria.
Este fanático fariseo tuvo un encuentro personal con el Cristo Pascual, camino a Damasco, en el que éste se le reveló, siendo la última aparición del Cristo resucitado. Ese encuentro lo dejó ciego durante tres días y en su parto espiritual le ayudó un discípulo cristiano llamado Ananías.
De ahí en adelante, la misión de Pablo de Tarso fue la de anunciar la Buena Nueva, donde presentó a Jesucristo como el Mesías esperado por Israel, que vino en el cumplimiento de los tiempos, pero además se esforzó apasionadamente por llevar el evangelio de la gracia, a los rincones del mundo gentil que podía alcanzar. Fue defensor de la inclusión de los gentiles a la fe cristiana, abogando a favor de estos para que fueran parte de la iglesia sin pasar por los rituales judíos. De esa manera libró a los gentiles de judaizarse.
«Antes, por el contrario, como vieron que me había sido encomendado el evangelio de la incircuncisión, como a Pedro el de la circuncisión (pues el que actuó en Pedro para el apostolado de la circuncisión, actuó también en mí para con los gentiles), y reconociendo la gracia que me había sido dada, Jacobo, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión» (Gal. 2:7-9).
El futuro «Apóstol a los Gentiles», fue mirado con sospechas por muchos cristianos de Damasco primero y luego por muchos judeocristianos de Jerusalén. Bernabé, un personaje influyente entre los jerarcas y creyentes de Jesús en Jerusalén, lo protegió y se transformó así en el número dos al lado de Bernabé. Luego emergió como un número uno, transformándose en el «Gigante del Cristianismo».
«Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos; pero todos le tenían miedo, no creyendo que fuese discípulo. Entonces Bernabé, tomándole, lo trajo a los apóstoles, y les contó cómo Saulo había visto en el camino al Señor, el cual le había hablado, y cómo en Damasco había hablado valerosamente en el nombre de Jesús. Y estaba con ellos en Jerusalén; y entraba y salía, y hablaba denodadamente en el nombre del Señor, y disputaba con los griegos; pero éstos procuraban matarle. Cuando supieron esto los hermanos, le llevaron hasta Cesarea, y le enviaron a Tarso» (Hch. 9:26-30).
Predicar sobre Pablo de Tarso fue una aventura incursionando en el desarrollo de la Iglesia de los Hechos con sus doctrinas y gobierno eclesiástico. En esta serie destaco dos grandes temas: La evangelización y las misiones.
Estando yo de visita en Roma, donde he estado muchas veces, visitamos la Iglesia Católica de San Pedro y San Pablo, y admiré las dos estatuas a la entrada de la puerta principal, una la de Pablo de Tarso y la otra la de Pedro El Pescador. También en la Plaza de San Pietro se pueden ver las estatuas de estos colosos de la fe cristiana. En la iconografía católica es común verlos a estos dos apóstoles juntos. ¡Dos titanes de la fe cristiana!
Este libro presenta una serie de homilías o sermones expositivos-textuales, combinando en ellos la exégesis contextual, la exégesis histórica y la exégesis lingüística con la aplicación práctica y devocional. Soy un apasionado de la homilética y, por lo tanto, presento la estructura del sermón con la escuela de divisiones ilativas-lógicas.
Cuando predico sobre un personaje bíblico leo y releo el texto bíblico relacionado con el mismo incontables veces, hasta que por decirlo así, me meto dentro del personaje bíblico y meto a la figura bíblica dentro de mí. Ando con el personaje, me siento con él, lo escucho y lo conozco. Es decir, me adentro en la historia bíblica y observo y señalo detalles que comparto luego con el oyente y luego con el lector al cual me dirijo. ¡Un disfrute total con las Sagradas Escrituras! ¡Disfruto nadando en el lago de las Sagradas Escrituras!
Dr. Kittim Silva Bermúdez
Queens, New York
Pablo en Los Hechos. Su conversión y su misión
001
El testimonio a Pablo
Hechos 7:58-60, RVR1960
«Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo. Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió».
Introducción
En Hechos 7:58-60 se menciona la lapidación del primer mártir cristiano, llamado Esteban. En dicha narración se hace la primera mención en el pasaje leído a «un joven que se llamaba Saulo» que estuvo presente ese fatídico día.
1. Las ropas de Esteban
«Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo» (Hechos 7:58, RV-60).
El lugar.Los judíos no lapidaban ni ejecutaban a ningún violador de la Ley dentro de las murallas de la ciudad, sino que lo hacían fuera de las murallas. Según la tradición Esteban fue apedreado fuera de la Puerta de las Ovejas, conocida desde la época de Sulimán como la Puerta de los Leones, por los cuatro leones que tiene en alto relieve. Para los cristianos es conocida como la Puerta de san Esteban.
Dice Hebreos 13:12 de esta manera: «Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta».
Jesús también fue crucificado fuera de la ciudad. Según una tradición evangélica desde el siglo XIX, en una cantera que está cercana a la Puerta de Damasco, Jesús fue crucificado y cerca sepultado en lo que se conoce como El Jardín de la Tumba. Ese llamado Calvario de Gordon por su descubridor, tiene forma de una calavera o cráneo humano y recuerda al nombre del que se le dio al lugar donde Jesús de Nazaret fue crucificado.
La tradiciones católica-romana, ortodoxa-griega, armenia, etíope, copta, entre algunas, identifican la crucifixión y sepultura con la Iglesia del Santo Sepulcro, señalada por la primera peregrina llamada santa Elena en el siglo IV. Lugares que para la época de la crucifixión de Jesucristo, estaban de igual manera fuera de la muralla de la ciudad.
De igual manera los creyentes somos llamados a ser probados « fuera de la ciudad» como Esteban y a « padecer fuera de la puerta» como Jesucristo. Fuera del templo salimos para llevar el vituperio: « Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio» (Heb. 13:13).
Debemos salir « fuera» llevando el desprecio y el rechazo a causa de nuestra fe evangélica. Si Jesús padeció por nosotros, también nosotros debemos padecer por Él. Los mártires, cuando la hora del martirio les llegaba, aunque estaban muy tristes por esa gran prueba humana, sabían que era una manera honrosa de testificar su fe cristiana.
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