Laura Emilia Pacheco - El infinito naufragio

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Poeta consciente de que el paso del tiempo es inexorable y todo lo devasta, José Emilio Pacheco es también un narrador que vislumbra lo fantástico aun en lo más cotidiano y explora la presencia del pasado que nos asedia. Crítico y ensayista, aplicó la agudeza de su mirada para describir las distintas realidades humanas y su condición siempre falible.El infinito naufragio reúne poemas, relatos e «inventarios» que dan cuenta de las inquietudes literarias que José Emilio Pacheco exploró e interrogó a lo largo de más de medio siglo de escritura. El lenguaje, la Historia como figura de reverencia y terror, la música, la naturaleza, la capacidad humana para la destrucción, la memoria, los naufragios —ancestrales y ordinarios— se dan cita en un volumen que muestra, tanto a los más experimentados como a las nuevas generaciones de lectores, que la de Pacheco es una obra llena de pasión por el mundo y de asombro ante su fugacidad. Siempre renovada por obra del lector, la suya es una de las voces imprescindibles y entrañables de la literatura en lengua castellana.

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para oír esta lluvia que disuelve la noche.

La arena errante

LAS FLORES DEL MAR

Danza sobre las olas, vuelo flotante,

ductilidad, perfección, acorde absoluto

con el ritmo de la marea,

la insondable música

que nace allá en el fondo

y es retenida

en el santuario de las caracolas.

La medusa no oculta nada,

más bien despliega

su dicha de estar viva por un instante.

Parece la disponible, la acogedora

que sólo busca la fecundación

no el placer ni el famoso amor

para sentir: “Ya cumplí.

Ya ha pasado todo.

Puedo morir tranquila en la arena

donde me arrojarán las olas que no perdonan.”

Medusa, flor del mar. La comparan

con la que petrifica a quien se atreve a mirarla.

Medusa blanca como la Xtabay de los mayas

y la Desconocida que sale al paso y acecha,

desde el Eclesiastés, al pobre deseo.

¶ Flores del mar y el mal las medusas.

Cuando eres niño te advierten:

“Limítate a contemplarlas.

No las toques. Las espectrales

te dejarán su quemadura,

la marca a fuego que estigmatiza

a quien codicia lo prohibido.”

Y uno responde en silencio:

“Pretendo asir la marea,

acariciar lo imposible.”

Pero no: las medusas

no son de nadie celestial o terrestre.

Son de la mar que nunca será ni mujer ni prójimo.

Son peces de la nada, plantas del viento,

gasas de espuma ponzoñosa

(sífilis, sida).

En Veracruz las llaman aguas malas .

LA ARENA ERRANTE

[Otro poema de Veracruz]

Los misteriosos médanos cambiaban

de forma con el viento.

Me parecían las nubes que al derrumbarse por tierra

se transformaban en arena errante .

De mañana jugaba en esas dunas sin forma.

Al regresar por la tarde

ya eran diferentes y no me hablaban.

Cuando soplaba el Norte hacían estragos en casa.

Lluvia de arena como el mar del tiempo.

Lluvia de tiempo como el mar de arena.

Cristal de sal la tierra entera inasible.

Viento que se filtraba entre los dedos.

Horas en fuga, vida sin retorno.

Médanos nómadas.

Al fin plantaron

las casuarinas para anclar la arena.

Ahora dicen: “Es un mal árbol.

Destruye todo.”

Talan las casuarinas.

Borran los médanos.

Y a la orilla del mar que es mi memoria

sigue creciendo el insaciable desierto.

EL JUICIO

Ante el juez todos estamos indefensos. Él, en su silla alta, su escritorio de roble, su peluca, su mazo, su vestuario de sumo sacerdote. Nosotros, con la bata ridícula del enfermo al que hacen toda clase de exámenes para diagnosticar que ya no tiene remedio.

Animales de laboratorio ante el supremo experimentador, nos sabemos condenados de antemano. El fiscal termina su diatriba. Nos arroja una última mirada de cólera y desprecio. Nuestro defensor calla, anonadado por las fulminaciones de la parte enemiga. Sorprenden la acumulación de cargos y la ferocidad con que nos acusan de crímenes no cometidos.

Qué superioridad la del señor juez, con qué ojos de asesino desdén nos mira, cómo disfruta de nuestra humillación irremediable. Al fin nos sentencia primero a la picota y después al cadalso. Intentamos decir unas palabras. Los guardias nos cierran la boca con tizones. No tenemos derecho a nada. Entonces comprendemos que nuestro delito fue haber nacido.

TRES NOCTURNOS DE LA SELVA EN LA CIUDAD

1

Hace un momento estaba y ya se fue el sol,

doliente por la historia que hoy acabó.

Se van los pobladores de la luz. Los reemplazan

quienes prefieren no ser vistos por nadie.

Ahora la noche abre las alas. Parece un lago

la inundación, la incontenible mancha de tinta.

Mundo al revés cuando todo está de cabeza,

la sombra vuela como pez en el agua.

2

El día de hoy se me ha vuelto ayer.

Se fue entre los muchos

días de la eternidad —si existiera.

El día irrepetible ha muerto

como arena errante en la noche

que no se atreve a mirarnos.

Fuimos despojo

de su naufragio en la hora violenta,

cuando el sol no se quiere ir

y la luna se niega a entrar

para no vernos como somos.

3

Volvió de entre los muertos el halcón.

En los desfiladeros de la ciudad,

entre los montes del terror y las cuevas

de donde brotan las tinieblas,

se escuchan

un aleteo feroz, otro aleteo voraz

y algo como un grito pero muy breve.

Mañana en la cornisa no habrá palomas.

El trabajoso nido abandonado,

el amor conyugal deshecho,

la obra inconclusa para siempre.

En la acera unas cuantas plumas,

ahora llenas de sangre.

COSAS

A la memoria de José Donoso

Ternura

de los objetos mudos que se irán.

Me acompañaron

cuatro meses o cincuenta años

y no volveré a verlos.

Se encaminan

al basurero en que se anularán como sombras.

Nadie nunca podrá rehacer

los momentos que han zozobrado.

El tacto de los días sobre las cosas,

la corriente feroz en la superficie

en donde el polvo dice:

“Nada más yo

estoy aquí para siempre.”

GOTERA

Se hace presente.

Desafía al mundo entero la voraz humedad

y destila una gota más que arrojarla.

La deja libre por fin.

En un susurro le ordena:

“Invade ese lugar

en donde nadie te espera.

Rompe la cárcel metálica

en que te confinaron para servirlos.

”Los ofende tu avara lluvia,

tu leve ruido seco los enloquece.

Harán lo imposible

por cerrarte el camino,

como si fueras

la tempestad y no una simple gota de agua.

”La casa estalla por lo más delgado: los tubos.

Déjate caer a menudas pausas.

Sal a afrentarlos.

”Eres el minucioso poder del agua,

condenado en la brevedad que nadie puede parar.

Eres el triunfo

de lo insignificante

contra el significado de su orden, prendido

con alfileres a la nada y el caos.”

Siglo pasado (desenlace)

ENCUENTRO

Ya me encontré a mí mismo en una esquina del tiempo.

No quise dirigirme la palabra,

en venganza por todo lo que me he hecho con saña.

Y me seguí de largo y me dejé hablando solo

—con gran resentimiento por supuesto.

Como la lluvia

LA MIRADA DEL OTRO

El pez en el acuario

Mudo observa

El espacio que mide con su vuelo.

Del agua sólo sabe:

“Esto es el mundo”.

De nosotros lo azoran los enigmas.

“¿Quiénes serán? Extraños prisioneros

De la Tierra y el aire.

Si vinieran aquí se asfixiarían.

”Los compadezco. Pobres animales

Que dan vueltas eternas al vacío.

”Viven para ser vistos.

Son carnada

De un poderoso anzuelo inexplicable.

”Algún día

He de verlos inertes, boca arriba,

Flotantes en la cima de su Nada.”

EL MAÑANA

A los veinte años nos dijeron: “Hay

Que sacrificarse por el Mañana”.

Y ofrendamos la vida en el altar

Del dios que nunca llega.

Me gustaría encontrarme ya al final

Con los viejos maestros de aquel tiempo.

Tendrían que decirme si de verdad

Todo este horror de ahora era el Mañana.

AMANECER EN COATEPEC

Los pájaros que incendian la mañana

No estaban aquí anoche.

Tal vez se abrían camino en las tinieblas

Y como el Sol-jaguar de los aztecas

Absorbían la sangre de los muertos

(Basta leer las noticias)

Para resucitar entre las frondas

Como heraldos dichosos o sombríos

De que la absurda vida sigue intacta

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