Una vez terminado todo el ritual al iniciado (klóketen) se le revelaba toda la verdad, al quitarse los disfraces, los mayores le mostraban que tales espíritus no existían. Que los disfrazados eran los propios conocidos de la tribu, pero además esta revelación venía cargada de amenazas: lo conminaban a guardar el secreto, de no hacerlo podía ser asesinado sin dudas ni remordimientos. El pacto entre varones era así sellado, los mismos que llevaron adelante la ceremonia de iniciación eran quienes velarían cotidianamente para que los jóvenes varones no lo traicionaran. “Al klóketen se le repetía con insistencia que no revelara nunca el ´secreto´ a las mujeres, como tampoco que aludiera a nada de lo ocurrido dentro de la choza del Hain. Le advertían que iban a vigilarlo cuando volviera a la vida normal y que cualquier seña, por leve que fuera, que provocase la menor sospecha entre las mujeres y los niños acerca del conocimiento prohibido, le costaría inmediatamente la vida, y también perderían la vida los demás personas involucradas”. 10
El mito mostraba cómo y por qué los hombres se rebelaron contra las mujeres, fundamentaba el que la tierra se heredara por vía de los varones y el por qué nunca debía permitirse que las mujeres tomaran decisiones importantes. De lo anterior se desprende el profundo temor a las mujeres que tenían los varones selk´nam y cómo este miedo cohesionó a los varones.
Vemos así cómo, en esta cultura patriarcal, el ritual de pasaje de los varones es de central importancia, dado que sobre el mismo gira la condición de la dominación masculina, la salida exogámica, las condiciones de la herencia y el pacto contra las mujeres, parte del mismo era la habilitación para matar a la propia esposa si ésta sospechaba o quería averiguar sobre el Hain. El ritual soldaba al joven al poder masculino. Pero no era lo único, también ordenaba asuntos dentro de la alianza entre varones. El objetivo de la ceremonia llegaba a su conclusión central: pertenecer a la categoría de hombre adulto implicaba pactar con los varones el domino permanente sobre las mujeres.
Sexualidad y El Hain
El Hain marcaba el pasaje a la adultez, se trataba de dejar la infancia y ganar el derecho a tener una familia propia. Era la forma en que los mayores iban tolerando la inclusión y competencia de las nuevas camadas de varones. Así la sexualidad adulta estaba vinculada a obligaciones:
a) Se debía aprender a sostener como cazador a la familia, lo que implicaba el conocimiento de cómo producir las herramientas y las armas para tal efecto.
b) Era necesario preservar entre los hombres los secretos que se transmitían durante El Hain. Secreto que era reforzado en la vida cotidiana.
c) Era una obligación masculina mantener el dominio sobre las mujeres, empezando por la propia esposa.
d) Se establecía cómo elegir una esposa, es decir daba las pautas exogámicas.
e) Atravesar el ritual levantaba una amenaza de castración que pesaba sobre los jóvenes, durante su niñez les habían advertido que las relaciones sexuales prematuras impedirían su crecimiento. Siendo adulto, es decir habiendo sobrevivido al ritual de iniciación, esta amenaza desaparecía.
Conclusiones
El Hain era un tiempo de sociabilidad de características extraordinarias. Su organización y preparación demuestran que se trataba de una institución cultural importantísima, tanto desde el punto de vista social como de la transmisión ideológica que producía al servicio del patriarcado.
Como mito, el Hain, nos plantea un primer asunto: si efectivamente ese matriarcado existió o no. Nada de lo que conocemos hasta ahora permite afirmarlo. Lo que es evidente es que los hombres selk´nam proyectaron su terror en las mujeres y que el mismo fue la base de su alianza para mantener férreamente la dominación masculina.
Por lo anterior es necesario que nos detengamos en la hipótesis freudiana sobre el padre de la horda primitiva: “… un padre violento, celoso, que se reserva todas las hembras para sí y expulsa a los hijos varones cuando crecen (…) Un día los hermanos expulsados se aliaron, mataron y devoraron al padre, y así pusieron fin a la horda primitiva”. 11En esta cultura del paleolítico no se observa un padre mítico cuyo asesinato unió a los varones. Sino que se temía el poder de las mujeres, en El Hain originario eran ellas las que disfrutan en grupo y se burlaban de los varones, los sometían. Es decir todos los temores de los varones se concentran en el grupo de mujeres. Es contra ese poder que los hombres se rebelan y fundan su alianza. Se unen por este asesinato masivo de mujeres. El odio es al género, contra el grupo, van contra todas -lo que nos permite hablar de femicidio- y esto será el secreto primordial que permitirá y fundamentará la dominación patriarcal.
El terror a las mujeres de los varones se expresa en el espíritu más temido: Xalpen (la luna) que tenía características terribles: insaciable, siempre con hambre, con capacidad de matar introduciendo enfermedades espirituales a sus enemigos, etc. Según Chapman hasta el final los selk´nam temían a dicho espíritu, es decir que nunca cedió el temor de los varones a las mujeres.
Incesto
En el tiempo mítico la venganza a la alianza secreta de mujeres requiere, para ser efectiva, la eliminación de todas ellas y establece un tiempo donde los hombres criaron a las niñas pequeñas para luego convertirlas en sus esposas, no es muy difícil allí inferir un momento incestuoso entre padres e hijas, el que sobrevendrá luego de una férrea disciplina impuesta por los varones. Esta situación también pone en cuestión una idea de Freud: “Es interesante poner de relieve que las primeras limitaciones producidas por la introducción de las clases matrimoniales afectaron la libertad sexual de la generación más joven, vale decir previnieron el incesto entre hermano y hermana, y entre hijos varones con su madre, mientras que el incesto entre padre e hija fue evitado sólo más tarde mediante una extensión”. 12
Esta aseveración freudiana es refutada, siguiendo El Hain y como consecuencia del genocidio de las mujeres, las niñas pasan a manos de los hombres y se abre así un tiempo mítico incestuoso entre los padres y las hijas. Además ese tiempo mítico sella un secreto, un velo para las mujeres del grupo dado que los padres -esposos van a sostener esa alianza entre varones y la fundan en ese secreto que las niñas- esposas no deben bajo ningún concepto develar. Niñas que serán criadas bajo el terror, que funcionaba como una prohibición, que buscaba obturar la verdad.
No está demás señalar que el ritual femenino de iniciación era una consecuencia de lo anterior. Veamos: “Cuando una muchacha comenzaba a menstruar, era confinada en su vivienda durante cinco seis días, tras los cuales su aislamiento continuaba por tres o cuatro semanas de una manera menos reglamentada. Cada mañana de los primeros cinco días, la madre o una vecina trazaba finas líneas blancas sobre su cara (…) y le pintaba el cuerpo con pinturas rojas. Se le daba muy poco de comer y beber, y era obligada a mantenerse en silencio, sentada frente al fuego. Su madre o alguna otra pariente femenina la instruía y aconsejaba en detalle acerca de la conducta que se esperaba de ella como adulta. Se le advertía que debía evitar tener relaciones con muchachos de su edad y, sobre todo, no embarazarse antes del matrimonio. Gusinde enumeró veintidós reglas que toda mujer debía acatar, y que pueden resumirse así: realizar diligentemente todas las labores de su sexo, mantenerse atractiva en todo momento, ser trabajadora y silenciosa, obedecer a quien fuera su marido y evitar las discusiones con él. Es decir, las reglas de conducta le hacían comprender su condición de mujer sometida al régimen patriarcal”. 13
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