Catalina López, en “Comunicación y lenguaje animal: consideraciones sobre el uso del término dialektos en el planteamiento aristotélico”, sostiene que uno de los aspectos más fascinantes de la obra de Aristóteles es el interés detallado para estudiar los comportamientos animales y el lenguaje que utilizó en su descripción. Efectivamente Aristóteles, mediante el uso de categorías y conceptos aparentemente reservados para el ámbito humano, realiza análisis que invitan a aceptar la posibilidad de una cierta forma de inteligencia animal. En el marco de esa hipótesis general de investigación, se plantea la cuestión sobre el lenguaje animal y se explora el conjunto de operaciones mentales que forman parte de este. Así, se muestra que Aristóteles admite la capacidad de usar signos por parte de los animales, de encontrar significantes y de actuar conforme a estas operaciones, y ello devela una enorme complejidad psíquica nada lejos de la inteligencia.
Luis Verdugo, con su escrito “Lenguaje e historia mesiánica en Walter Benjamin”, insta a comprender que este filósofo escribe no mediante un encadenamiento lógico de argumentos, sino procurando la construcción de conceptos a través de imágenes. De esta forma, el autor realiza un acercamiento al carácter mesiánico de las reflexiones elaboradas por Walter Benjamin. En esta perspectiva mesiánica, la relación con los objetos, con los hechos humanos, con la realidad histórica en suma, siempre plantea la posibilidad de leer “un macrocosmos en el microcosmos”, pues de lo que se trata con Benjamin es de buscar las astillas del tiempo mesiánico. Todo lo anterior sirve para decir que, pese a la trágica y pronta desaparición de Benjamin, la obra que dejó puede catalogarse como “original e infinita”.
Manuel Prada, en “Aportes de la filosofía del lenguaje a la conservación de la paz en Colombia”, expone cómo el significado del Acuerdo de Paz depende de al menos dos componentes: a) la oposición que hay entre la teoría del significado de Searle y la de Dummett; b) el hecho de que, al parecer, el significado del Acuerdo de Paz en Colombia está relacionado con la manera de abordar los conflictos en la cotidianidad. Para lograr tal análisis, el autor revisa la teoría pragma-dialéctica de la argumentación de van Eemeren y Grootendorst, en cuento superación y complemento de la teoría estándar de los actos de habla de Searle.
William González, en “El papel del lenguaje en los procesos de reconciliación social”, pone sobre la mesa la discusión en torno al perdón en el pensamiento filosófico-político. Para el autor, algunas consideraciones de tipo religioso, antropológico, político e incluso metafísico han llevado a repensar dicha categoría desde la Segunda Guerra Mundial y hasta nuestros días. En ese sentido, su investigación se nutre de las formulaciones hechas por la tradición para pensar los actos de habla que expresan perdón en el caso colombiano contemporáneo.
El interés recae en la discusión sobre la pregunta: ¿qué condiciones de necesidad y satisfacción deben existir para que el acto ilocutivo del perdón sea satisfactorio? En particular, se busca construir una serie de elementos teóricos y lógicos que garanticen proposiciones mínimas en las que el acto ilocutivo de pedir perdón o perdonar sea llevado a cabo con total satisfacción, a partir de algunos relatos en los que se pide perdón a las víctimas y se perdona a los victimarios.
Ciertamente, existe un inmenso deseo de que este camino iniciado con respecto a las posibilidades de comprensión que genera el lenguaje tenga su continuación. No cabe duda de que todos y cada uno de los trabajos y estudios realizados sobre este tema profundizan y enriquecen su discusión.
El lenguaje de la diferencia
Hernando Arturo Estévez Cuervo*
Luchamos con el lenguaje.
Estamos en lucha con el lenguaje.
Wittgenstein, Aforismos. Cultura y valor
The limits of my language mean the limits of my world.
Wittgenstein, Tractatus logico-philosophicus
*Decano de la Facultad de Filosofía y Humanidades y profesor asociado de Filosofía de la Universidad de La Salle (Bogotá, Colombia). Magíster en Estudios Liberales de la Universidad de Indiana y doctor en Filosofía Política y Social Latinoamericana de DePaul University, Chicago. Correo electrónico: hestevez@lasalle.edu.co
El lenguaje, en sus generalidades comunicativas, puede definirse inicialmente como la combinación de palabras y métodos usados y entendidos por una comunidad. El lenguaje es universal y vital para la comunicación entre individuos y, a su vez, expresa los cambios en la cultura, pues en él se vive y solo a través suyo se logra metafóricamente vivir el significado y sentido de la vida y la existencia.
Sin embargo, el lenguaje requiere de un acercamiento teórico y práctico para comprender su alcance y significado en los cambios culturales y políticos de la cultura occidental. Tal acercamiento revela que el lenguaje posibilita una descripción y comprensión de los fenómenos de la realidad a través de la pregunta por su significado y sentido. Algunas de las preguntas endémicas al lenguaje mismo remontan ciertamente a preguntas filosóficas y a cuestiones de la filosofía del lenguaje: ¿qué hace que una palabra tenga sentido?, ¿cómo las palabras obtienen el significado que poseen?, ¿cómo entendemos un enunciado?, ¿cómo es posible que las palabras tengan acceso público a su significado?
Estas preguntas constituyen, sin lugar a dudas, una guía que permite acercarse a las cuestiones esenciales de los planteamientos del lenguaje y a las consecuencias que traen para comprender la realidad. No obstante, al ser preguntas perennes de la filosofía, sus respuestas son más que enunciados que dan acceso a la realidad. Desde luego, las respuestas a estas preguntas son constitutivas de la realidad; es decir, el significado y sentido de las respuestas construyen, elaboran y forman parte de la realidad.
Preguntarse por el significado y sentido del lenguaje sitúa el análisis en la metafísica y la epistemología, por cuanto aquel describe la esencia de las cosas en sí mismas y concede acceso a su entendimiento. Sin embargo, afirmar que el lenguaje, su sentido y significado son constitutivos de la realidad trae consigo ciertos problemas endémicos a su naturaleza y esencia. El primer problema o dificultad es la conexión entre lenguaje y pensamiento, que a su vez deriva en dificultades de este tipo: ¿qué es un pensamiento? (que, por definición, es privado y no se encuentra en el espacio público), ¿cómo es posible que una frase —un cordel de sonidos/gestos/marcas— pueda expresar un pensamiento?, ¿cómo es posible la comunicación? El segundo problema o dificultad atañe a la relación entre las palabras y las cosas, pues las cosas que están y son de acceso público requieren, para su comprensión, de un significado colectivo.
De este modo, una aproximación inicial a la filosofía del lenguaje aboca no solo a cuestiones propias de la filosofía —por cuanto él nos acerca a la realidad—, sino que además sitúa el horizonte en la ética y política como individuos privados y públicos: el lenguaje, su significado, su sentido y alcance intervienen, teorizan y hacen posible tal acción en la realidad. En este horizonte, el lenguaje de la diferencia que se explora en este ensayo cuestiona la posibilidad de reconocer la necesidad de que el lenguaje sea también parte de la transición filosófica1 que se vive actualmente: de modernidad a posmodernidad. El lenguaje de la diferencia contribuye a construir cambios sociales e interdisciplinares que a su vez requieren de metodologías filosóficas que deslegitimen, descentren y abandonen los grandes relatos (Lyotard) que preservan la idea de una verdad absoluta y universal bajo los preceptos de la razón como concepto universal.
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