8.11.La teoría filosófica de los mundos posibles sólo puede tener una vecindad de conjunto pero carece de toda homonimia con conceptos –no siempre con toda justicia derivados de la física cuántica– tales como “realidades alternativas” o “universos paralelos”. La teoría de los mundos posibles incluye la posibilidad de los mundos imposibles (inadmisibles desde el punto de vista de la ciencia física) y que sólo pueden ser fuente de especulación de la disyuntología para-metafísica.
8.12.La disyuntología, al poner en entredicho las reglas inamovibles de la lógica modal, las transforma en para-ontologías de lo fáctico y lo factual. En ese contexto, una sola necesariedad se establece según el siguiente enunciado: “es necesario que sea posible la existencia de la pluralidad de mundos”. Dicha necesariedad es un axioma para-metafísico que se sustenta en el carácter plurívoco del Ultra-Ser como disyunción.
9.1.El “caso Aby Warburg” no representa un episodio de los anales de la psiquiatría. La “ciencia sin nombre” de Warburg no es otra cosa que el síntoma más acabado de un final de la metafísica que no puede decir su nombre.
9.2.Estenografiar el nombre de Warburg equivale a trazar un plano de convergencia donde, una de las últimas veces en la era de Homo, tuvo lugar una lucha titánica por la comprensión del ámbito de lo Invisible en la era de su forclusión.
9.3.La puesta en evidencia de la disyunción que habita el Pathosformel warburguiano abre las puertas hacia la comprensión de la psyché, a la vez individual y colectiva, ontológica e histórica, que resulta una clave de comprensión casuística de la agencia de la pluralidad de mundos bajo la forma de un principium individuationis.
9.4.La voluptuosidad determina la existencia de los cuerpos y cifra su secreto cosmológico. La cosmología se transforma, por tanto, en la scientia sexualis por excelencia. La sexualidad, portadora de la disyunción, es el vehículo corporal de lo Invisible.
9.5.La figurabilidad de toda imagen trae al centro de la reflexión filosófica el vacío que, desprovisto de toda arché, resulta la condición de posibilidad del Ser disyunto y de su consecuente prolapso en la subsistencia allende la existencia.
10.1.Agotada ya la Era de Homo, todo el edificio de la ética milenaria que le perteneció ha fenecido con ella. El postulado de la pluralidad de los mundos reclama una ética a la altura de la nueva cosmología.
10.2.El universo ilimitado ha condenado a la política, ciencia del límite, a su irremediable ocaso.
10.3.Frente la hiperciencia de los Póstumos y su nuevo orden mundial teológico-digital cabe sopesar si existe la posibilidad de una ética que pueda asumir los postulados lógico-ontológicos de un sistema cósmico donde la infinitud y la inmortalidad marquen los rasgos distintivos de una contrapolítica de la disyuntividad para-metafísica.
10.4.Las respuestas que se otorguen a las proposiciones anteriores serán el nuevo Monte Análogo donde se decidirá el futuro de Gaia frente al irrefrenable Titanismo de los Póstumos.
11. La antropotecnia es una post-ontología regional de la espectrología. La espectrología se resuelve en una ultra-política, y esta última encuentra su sentido en una cosmología cuyo centro sea el problema de la inmortalidad. En todos los casos, la disyunción del Ser es un rasgo específico aglutinante. La disyuntología deberá ser futuramente abordada desarrollando los principios que rigen la para-metafísica como ciencia nueva.
Comentario
# 1.
Entre los años 1945 y 1948, en la cesura epocal de la Europa contemporánea, Ludwig Wittgenstein pergeñaba su filosofía a contracorriente del nuevo orden epistémico-político, entonces en gestación, que haría su entrada triunfal en los albores del siglo XXI. Por entonces juzgaba que la conducta humana estaba regida por la “imprevisibilidad (Unvorhersehbarkeit)”. Este diagnóstico se sostenía sobre un lema que hoy sería tenido por escandaloso: “una de las ideas filosóficas más peligrosas (gefährlichsten) es, curiosamente, la de que pensamos con la cabeza o en la cabeza (mit dem Kopf oder im Kopf denken)” (Wittgenstein, 2007: 605).
El filósofo austríaco ponía en entredicho que el pensamiento fuese un fenómeno orgánico (organischer) y, por tanto, dudaba de que un proceso de origen inorgánico (anorganischer) pudiera cumplir el mismo propósito. De este modo, una “prótesis del pensamiento (Denkprothese)” carecería de sentido. Esta prognosis se deduce de una tesis de fondo: resulta imposible “leer en los procesos cerebrales procesos de pensamiento (aus Gehirnprozessen Denkprozesse abzulesen)” (Wittgenstein, 2007: 608). Dicho de otro modo, existe una “regularidad psicológica (psychologische Gesetzmäßigkeit)” a la que no corresponde ninguna de naturaleza fisiológica (physiologische).
A tal punto Wittgenstein recusa proféticamente a las neurociencias que llega a afirmar que si esta tesis de fondo demuele los “conceptos de causalidad (Begriffe von der Kausalität)”, lo más adecuado sería deshacerse de ellos (Wittgenstein, 2007: 610). Por cierto, el filósofo es consciente de un temor que, por otro lado, considera infundado, a saber, que la escisión definitiva entre el pensamiento y las regularidades fisiológicas pudiera conducir a abrogar por “una entidad espiritual nebulosa (eines nebelhaften Seelenwessens)” [Wittgenstein, 2007: 611]. Sin embargo, el desafío por venir es adentrarse, precisamente, en esa nebulosa.
# 2.
De hecho, según Kurt Gödel, las investigaciones de Alan Turing intentan mostrar que los procesos mentales no pueden superar a los procesos mecánicos. Sin embargo, esta vía no convence en absoluto a Gödel puesto que, según el lógico, Turing no toma en cuenta
…el hecho de que el espíritu […] no es estático, sino que se encuentra en constante desarrollo […] Por consiguiente, aunque en cada etapa del desarrollo del espíritu el número de sus estados posibles sea finito, no existe ninguna razón para que ese número no pueda converger hacia el infinito a lo largo de ese desarrollo. (Gödel, 2003, volumen V: 576).
Si bien Gödel defiende la excedencia del espíritu sobre la materia neurocelular, la para-metafísica sostiene una completa disyunción entre cerebro y espíritu (no siendo este último una sustancia sino un epifenómeno del principio de individuación). De igual modo, el espíritu no hiende al cerebro sino al cuerpo en su totalidad como forma exo-endógena de su manifestación. Ahora bien, cuando la indagación se adentra por estos senderos, no es posible sino admitir que no existe una concepción más pregnante de la independencia del pensar que la arquitectura del Noûs plotiniano, vale decir del kosmos noetós o mundo de los arquetipos inteligibles.
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