Consideremos ahora la siguiente secuencia:
hacer que papá y mamá le digan lo que tiene que hacer (infancia)
hacer lo que usted y sus amigos del instituto quieren hacer… rebelándose simultáneamente, por cierto, contra papá y mamá (adolescencia)
hacer, en tanto que adulto libre y responsable (madurez), lo que uno considera que está bien
o esta otra secuencia:
esclavitud
segregación
derechos civiles
Figura 5.3Niveles simples de evolución física y biológica
¿Podemos advertir, en estos ejemplos, una secuencia que vaya de estadios de conciencia menos elevados a estados de conciencia más elevados? ¿Sería acaso posible invertir alguna de estas secuencias?
Insistamos en que hay personas a las que no les gusta hablar de niveles, porque no quieren colocarse por encima de nadie ni tampoco proporcionar excusas para justificar el hecho de desdeñar a los demás. Pero, por más que ésa sea una preocupación muy razonable, siempre hay casos en los que necesitamos establecer juicios sobre niveles de complejidad y de conciencia más o menos elevados. A veces es importante afirmar la superioridad de una determinada postura. ¿Refleja, el odio a los gays, una conciencia superior o una conciencia inferior? ¿Es superior o inferior que una sociedad garantice igualdad de derechos para todos sus ciudadanos? ¿Qué le parece más adecuado, contemplar el mundo en términos polares del tipo y/o (es decir, nosotros contra ellos) o reconocer la verdad relativa que yace en toda perspectiva?
También podemos considerar a la evolución biológica como un ejemplo de niveles (ver Figura 5.3).
Las moléculas, como ilustra esta figura, son “superiores” a los átomos porque los trascienden, al tiempo que los incluyen en su propia configuración. Y, en ese mismo sentido, también podríamos decir que las células trascienden a las moléculas, los organismos trascienden a las células, etcétera, etcétera, etcétera. Cuando un nivel superior trasciende e incluye a un nivel inferior, tiene lugar una emergencia cualitativa, lo que supone la aparición de algo nuevo previamente inexistente. Y ese “algo nuevo” representa un nuevo nivel evolutivo.
Cuando, hace ya miles de millones de años, el Big Bang dio origen al universo, las estrellas, los planetas y las formas vivas no aparecieron plenamente formados, sino que tuvieron que evolucionar hasta la existencia . Todo comenzó con varias formas de energía y partículas subatómicas que empezaron dando origen a los átomos, luego a las moléculas, después a los organismos unicelulares, los organismos pluricelulares, las distintas formas vegetales y animales, los primeros homínidos y finalmente ¡plof! el asombroso ser humano. Y, por más que hombres y mujeres razonables estén en desacuerdo sobre los pormenores concretos de este milagroso proceso, todos coinciden en que el nivel de existencia del organismo humano es más elevado, complejo y consciente que, pongamos por caso, el del átomo de carbono. (Y lo curioso es que, en este sentido, no tenemos que andar con pies de plomo para no dañar los sentimientos del átomo de carbono, porque carece de ellos o, al menos, no se siente ofendido por nuestra arrogancia.)
Pero también debemos advertir que, aunque el ser humano trascienda a los átomos de carbono, posea cualidades y pueda hacer cosas que a ellos les resultan imposibles, forman parte de nuestra configuración física. De hecho, el ser humano depende del átomo de carbono o, dicho en otros términos, el átomo de carbono es más fundamental que el ser humano. Y es que, si pudiésemos extirpar de la existencia los átomos de carbono acabaríamos también, del mismo plumazo, con todos los seres humanos (y también, dicho sea de paso, con todos los seres vivos). Nuestra configuración incluye aspectos procedentes de casi todos los eslabones de la secuencia evolutiva, desde los átomos hasta las moléculas, las células individuales, las células neuronales, los sistemas límbicos y el complejo neocórtex, lo que nos permite hacer cosas tan asombrosas como contemplar la evolución kósmica o utilizar el lenguaje simbólico. Este proceso de profundización, que va de lo simple a lo complejo y de lo menos consciente a lo más consciente, puede rastrearse a lo largo de los miles de los millones de años que ha requerido la evolución kósmica en la que cada nuevo nivel trasciende, a la vez que incluye, todo lo anterior, llegando a niveles cada vez más elevados de novedad y de conciencia creativa.
Cada uno de los cuatro cuadrantes muestra niveles de evolución diferentes. Los cuadrantes de la mano izquierda miden el desarrollo en términos de profundidad o de conciencia interior , mientras que los de la mano derecha lo hacen en términos de complejidad exterior . Pero el hecho de que los cuatro cuadrantes “tetraemerjan” implica que el aumento de la conciencia interior se corresponda, hablando al menos en términos generales, con un aumento de la complejidad exterior.
Así, por ejemplo, la emergencia del neocórtex complejo del cuadrante superior-derecho se corresponde con la emergencia, en el cuadrante superior-izquierdo, de la inteligencia superior. Y esto, a su vez, va acompañado del florecimiento respectivo, en los cuadrantes inferior-izquierdo e inferior-derecho, de la cultura humana y de las civilizaciones. Y es que las cuatro dimensiones han evolucionado (¡y siguen evolucionando!) simultáneamente en olas de complejidad y conciencia cada vez más elevadas.
Lo que esto significa para nuestra evolución personal es que podemos centrarnos deliberadamente en armonizar el desarrollo de los cuatro cuadrantespara alcanzar olas de conciencia y compasión más elevadas. Ésta es, de hecho, la función primordial de la Práctica Integral de Vida. La interrelación existente entre los cuatro cuadrantes es tan elevada que el desarrollo global debe ocurrir en todos ellos. Y es que, si alguno de los cuadrantes se queda rezagado, tiende a lastrar el desarrollo de los otros tres. Por ejemplo, si está tratando de alcanzar, en el cuadrante superior-izquierdo (es decir, en su conciencia interior), un estado de claridad, de poco le servirá el desorden de su despacho (cuadrante inferior-derecho). Ése es, precisamente, el motivo por el cual, cuando aspiramos a centrarnos en nuestra mente (interior), tendemos instintivamente a ordenar nuestra habitación (exterior).
Y semejante dinámica opera también en sentido contrario. Quien trate, por ejemplo, de alcanzar un nivel más elevado de salud y bienestar físico (cuadrante superior-derecho), puede beneficiarse de la relación con personas que valoran el ejercicio, cuidan la alimentación y viven una vida sana (cuadrante inferior-izquierdo). Y lo mismo podríamos decir con respecto al resto de los cuadrantes.
Figura 5.4Aumento de conciencia = aumento de complejidad
El desarrollo y el avance a niveles superiores de salud y de conciencia implica la trascendencia y la inclusión de quienes antes éramos. Así es, precisamente, como el viejo yo acaba convirtiéndose en un nuevo yo que, despojándose de los aspectos provisionales del viejo, asume sus facetas duraderas . Y así es también como cada nueva perspectiva superior y más elevada nos permite ver cosas que antes nos resultaban invisibles. Estoy seguro de que el lector habrá experimentado ya algo parecido, ¿no es así? ¿Es usted acaso la misma persona hoy que hace diez años? Basta, para ello, con echar un vistazo al viejo yo y, reconociendo los muchos rasgos trascendidos, advertir también aquellos otros que han permanecido.
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