Esta conciencia inocente reconoce que
No siempre es fácil ser un hombre, menos aún ser un hombre puro. Pero ser puro es encontrar esta patria del alma donde se vuelve sensible el parentesco del mundo, donde los latidos de la sangre se unen a las pulsaciones violentas del sol de las dos.65
La aspiración de cada uno a la pureza lúcida se satisfará en el reencuentro de esta patria del alma en donde el hombre se sabe uno con la naturaleza. Camus se halla ahora, desde el punto de vista moral, en esa “exacta coincidencia consigo mismo” de que habla Simone de Beauvoir66, en plenitud perfecta, en la que la noción del deber ser carece por completo de sentido.
Los principios en que se basa su inocencia son, pues, la coincidencia con la naturaleza, la fidelidad al mundo sensible, que nos ayuda a resistir la tentación de los mitos; la rebelión contra lo que intenta transponer los muros del mundo, la negación de toda trascendencia. La existencia es perecedera, pero la intensidad del momento, la juventud y la alegría de vivir son el mejor testimonio de esa libertad inocente que satisface todo su anhelo de eternidad en la duración del mundo.
Lo que para Plotino podría ser plenitud, regreso al Uno, tiene en Camus marcados los límites que su ateísmo le imponía; solo puede aceptarse en tanto se mantiene dentro de la inmanencia humana, en el ámbito del alma cósmica, mientras la fuente que a él se remonta sea el mundo como reverso de sí mismo.67
LA VIDA ES COL SOL LEVANTE, COL SOL CADENTE
La alegría y el amor de vivir, fundamentos de Bodas en Tipasa, inician en Camus la ascensión hacia Djémila, paisaje desolado de silencio, primer símbolo concreto de la muerte.
Se necesita mucho tiempo para ir a Djémila. No es una ciudad en la que uno se detenga y deje, luego, atrás. A ninguna parte lleva, no se abre sobre otro país.68
La muerte, cuyo rostro de acabamiento irá precisándose lentamente, no lleva a ninguna parte, ni abre sus puertas sobre ningún país. En la intención del artista estaba presentar a Djémila tan solo como lo que él ve: “ruinas entre el viento y el sol, meseta entre áridas colinas, un juego de cartas abiertas sobre un cielo sin límites”.69 Pero Djémila lo arrastra a una lucidez distinta de la que le brindó la comunión de su cuerpo con la naturaleza de Tipasa; la misma comunión es su inicio; idéntica inocencia a la que baña el paisaje de Bodas da un soplo de frescura y tenacidad a la visión camusiana del mundo, pero en Djémila la inocencia se sabe transitoria: todavía no, frente a la culpa; ya, y plenamente, frente a la muerte. A la sensación física se une la percepción intelectual: “este baño violento de sol y de viento agotaba todas mis fuerzas de vida”.70
La conciencia se ejercita también sobre el presente:
Sí, estoy presente. Y lo que me sorprende en este momento es que no puedo ir más lejos. Como un hombre aprisionado a perpetuidad, ante el cual todo está presente. Pero también como un hombre que conoce que mañana será igual, y todos los otros días. Pues para un hombre tomar conciencia de su presente es no esperar nada más.71
Si el alma se encuentra atada al presente, el cambio, el futuro son una utopía. En el hoy incesantemente repetido, ninguna promesa turba la indiferencia de la naturaleza y de la vida, que pasa sin que podamos elegirla u ordenarla. La existencia toda es destino, nos sobrepasa y nos da nuestra medida.
¿Por qué preocupa a tantos “buenos espíritus” la inmortalidad del alma? Porque han rehusado aceptar “antes de haber agotado su savia, la única verdad que les ha sido dada y que es el cuerpo”.72 La adhesión de Camus al instante se hace más lúcida en la carencia de esperanza: el presente se vuelve desesperado, es decir, inconsolable. El gozo de vivir no se pierde, aunado a la lucidez de su fugacidad. Rechazar cuanto trasciende la existencia concreta nada tiene en común con la renuncia: repudiar los mitos, los sueños equívocos, las falsas esperanzas significa exaltar la vida, asumirla completa en su dignidad, su belleza y su infortunio. Camus vive la vida en el despojamiento.
Pocos comprenden que hay un rechazo que nada tiene en común con la renuncia. ¿Qué significan palabras como porvenir, bienestar, posición? ¿Qué significa el progreso del corazón? Si rehúso obstinadamente a todos los “más tarde” del mundo es porque se trata de no renunciar a mi riqueza presente. No me gusta creer que la muerte abre a otra vida. Es para mí una puerta cerrada.73
Esta idea de despojo constituirá la base de la medida, valor central en el camino camusiano hacia la moralidad. No otra cosa se manifestará en el maduro “pensamiento de mediodía”74, expresión de la mesura, así como de cierta fatalidad… Toda la vida de Camus se regirá por la búsqueda de equilibrio entre la existencia y la muerte, la felicidad y el acabamiento. Tal ansia de fundir los opuestos le lleva en este momento de su evolución humana y creativa a negar uno de ellos para exaltar al otro: en Bodas las verdades exaltadas son el cuerpo, los valores del lado de la vida, la belleza, los dones de la naturaleza y cierta clase de felicidad:
Más ¿qué es la felicidad sino el simple acuerdo entre un ser y la existencia que lleva? Y ¿qué acuerdo más legítimo puede unir al hombre a la vida, sino la doble conciencia de su deseo de duración y su destino mortal? Se aprende así, al menos, a no contar con nada y a considerar el presente como la única verdad que nos es dada “por añadidura”.75
Fiel a su juventud, Camus la vive con tal plenitud que se le ocurre absoluta y eterna. Ciertamente, sabe que la muerte espera, pero apenas si se le manifiesta como “el miedo físico del animal que ama el sol”. Todavía es demasiado joven para “haber tenido tiempo de pulir la idea de muerte o la de la nada, pero ya ha masticado su horror”.76
HACIA EL ANTIGUO HUMANISMO
La muerte le enfrenta con el hombre antiguo, el griego, el trágico que constituirá en la obra camusiana, el modelo y la nostalgia. Ser hombre significa “recobrar la inocencia y la verdad que lucen en la mirada del hombre antiguo cara a su destino”.77 Meursault en su prisión ilustrará la mirada que recobra la inocencia y la verdad, al no eludir su trágica condena. Toda forma de resistencia a la muerte priva al hombre de la alegría sin esperanza que ofrece el mundo, y es manifestación del engañoso deseo de durar. En nuestra condición está implícito este separarnos, este ser distintos del mundo, gracias a la conciencia, y enfrentarnos a él; pero nuestro deseo de durar por encima de su realidad es origen de toda mentira. El hombre ha de huir de la ternura y de la compasión de sí mismo; la lucidez desesperada es constante en la actitud vital y teórica camusiana: de El revés y el derecho a Bodas; de El extranjero a La peste, de Calígula a El malentendido y al juez-penitente de La caída, va perfilándose esta intuición que acaba por abarcar todo el sentido de su mirada del mundo y de la creación. En Djémila es apenas una luz indecisa, proyectada sobre el contorno de la insaciable vitalidad de Bodas en Tipasa: esta cobra, a la luz de Djémila, el sentido de un decorado, a pesar de cuya presencia los hombres mueren. El mundo en el nuevo marco de la muerte empieza a oponerse al hombre cuyo ideal era fundirse con él sin rebeldía y para siempre, y acabar en su misma indiferencia. No extraña que Djémila le deje “el corazón apretado ante la grandeza que queda atrás”78, ya que la muerte ha separado para siempre lo que la exaltación de la juventud y de la vida buscaba unir en unas nupcias destinadas a la desolación.
En todo caso, si Camus quiere alguna forma de eternidad, la quiere entera al modo de este mundo. Meursault, que proclama su amor por la existencia presente contra el cura que le exhorta a meditar en otra vida, expresa en su situación límite esta misma convicción: querría “una vida en que pudiera recordar esta”.79
Читать дальше