PRÓLOGO A ESTA EDICIÓN
PREFACIO
SIGLAS
INTRODUCCIÓN
PARTE I LA EXPRESIÓN DE LA NEGACIÓN
CAPÍTULO I LA LUZ FUNDAMENTAL DE LA INFANCIA: EL REVÉS Y EL DERECHO
CONTRA LOS PRINCIPIOS, LA MISERICORDIA
HACIA EL OTRO LADO DE LAS COSAS
AMOR Y PRIVACIÓN
SI TRATO DE ALCANZARME ES EN EL FONDO DE ESTA LUZ
LA FELICIDAD
PRIMERA SOMBRA: EL EXILIO
CAPÍTULO II BODAS, LA DICHOSA POSESIÓN DEL HOMBRE
LA VIDA ES COL SOL LEVANTE, COL SOL CADENTE
HACIA EL ANTIGUO HUMANISMO
CAMUS, UN JOVEN DE ARGEL
HE AQUÍ BASTANTES CERTEZAS PARA UNA VIDA HUMANA
CAPÍTULO III EL EXTRANJERO, PERSONAJE SÍMBOLO DE LA PREMORALIDAD
ANTE TODO, EL ACUERDO
LA FUERZA DE SER ELEGIDO
EL JUICIO
LA CONDENA
EL ENVÉS DEL MUNDO
CAPÍTULO IV CALÍGULA O LA LIBERTAD EXACERBADA
¡CUÁNTAS HISTORIAS POR LA MUERTE DE UNA MUJER!
DESPUÉS DE TODO, NO TENGO MUCHAS FORMAS DE PROBAR QUE SOY LIBRE
EL AMOR QUE INSPIRAMOS
CAPÍTULO V EL MALENTENDIDO: UNA CONDENA INELUDIBLE
EL RETORNO
ESTE MUNDO NO ES RAZONABLE
DECIR EL EXTRAÑO SILENCIO DE UNA MADRE
CAPÍTULO VI EL MITO DE SÍSIFO, FORMULACIÓN DEL ABSURDO
PRIMERA MEDITACIÓN: EL SUICIDIO
EL ABSURDO
PRIMERAS REGLAS DE LA MORAL ABSURDA
CONCIENCIA Y REBELDÍA
LA LIBERTAD ABSURDA
LAS VIDAS INFECUNDAS
EL DON JUAN
EL COMEDIANTE
EL CONQUISTADOR
EL ARTISTA
LOS VALORES DE LA NEGACIÓN
PARTE II LA EXPRESIÓN DE LO POSITIVO
CAPÍTULO VII LA PESTE: ENTRE LOS MUROS DEL MUNDO
LA OBSESIÓN DE UN HUMANISMO
LA PESTE
LO QUE IMPORTA ES SER HOMBRE
LA CIUDAD
LA INVASIÓN
LAS VÍCTIMAS
LA CERTEZA
RIEUX, O LA LUCHA POR LA SALUD
TARROU: LO QUE ME INTERESA ES SABER SI SE PUEDE SER SANTO SIN DIOS
PANELOUX: HACIA LA SALVACIÓN
RAMBERT O LA BÚSQUEDA DE FELICIDAD
COTTARD: EL MAL ESTÁ EN TODOS
GRAND: EL ÚNICO HÉROE POSIBLE
LOS PRINCIPIOS DE LA NUEVA MORAL
CAPÍTULO VIII EL ESTADO DE SITIO, LA PESTE DE NUESTROS DÍAS
LA MUJER Y EL AMOR
CAPÍTULO IX LOS JUSTOS O EL LUGAR DEL AMOR
LOS HERMANOS
LA DECISIÓN
EL HONOR
CIERTA IDEA DE JUSTICIA…
CAPÍTULO X LA ÚNICA POSIBILIDAD: EL HOMBRE REBELDE
LA POLÉMICA
EL HOMBRE REBELDE
LA REBELIÓN METAFÍSICA
LA NEGACIÓN ABSOLUTA
EL RECHAZO DE LA SALVACIÓN
LA AFIRMACIÓN ABSOLUTA
LA REBELIÓN HISTÓRICA
EL PENSAMIENTO DE MEDIODÍA
CAPÍTULO XI LA CAÍDA: LA CULPA SIN RETORNO
EL ENVÉS DE LA MIRADA
EL OSCURO PAISAJE
LA NUEVA TAREA
LO POSITIVO-NEGATIVO, EL HAZ Y EL ENVÉS
LA CAÍDA
UNA LIBERTAD LANZADA AL VACÍO
EL ÚNICO JUSTO
LOS JUECES ÍNTEGROS
CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA
PRÓLOGO A ESTA EDICIÓN
Inicié este estudio al cabo de veinte años de la muerte del gran escritor argelino-francés Albert Camus. Hoy se reedita, luego de cincuenta y siete años de su partida, ocurrida en el camino de regreso a París, desde Lourmarin, donde había pasado sus vacaciones navideñas; entonces, a invitación de su editor y amigo Michel Gallimard, estrenan juntos su Facel Vega. En pleno gozo de la amistad que tanto había valorado, ‘en una carretera recta, seca y solitaria’, se estrellan contra un árbol del camino, en el lugar llamado Petit-Villeblevin. En el bolsillo de la chaqueta de Camus, junto con papeles y anotaciones sobre nuevas obras, se encontró el billete de tren de vuelta a París, que nunca usó. Murió a los 47 años, de una muerte ‘absurda’ –no solo por el sinsentido que Camus atribuía a la vida y a la muerte, sino por su terrible circunstancia–. Hacía tres años había recibido el Premio Nobel y su obra genial, ‘rica solo de sus dudas’, pero ya cumplida, detenida su palabra que tanto prometía aún, alimenta todavía nuestras propias dudas, desasosiegos y alegrías.
En 1984 se publicó mi libro, y hoy el Centro de Publicaciones de la PUCE me propone su reedición. Pensé en reescribirlo, para evitar reiteraciones e insistencias, ‘cometidas’, quizá debido al plan fundamentalmente didáctico que entonces tenía mi tesis, pero he preferido entregarlo tal cual, enmarcado en su propio tiempo y su intención.
Sin embargo, este prólogo lleva algunas constataciones surgidas inevitablemente de la relectura de su obra humanista, crítica hasta los huesos de nuestra condición, obra que culminó hace cuarenta años y sigue dándonos hondas lecciones de nobleza y búsqueda anhelante de la verdad.
Cuando muere Camus, Sartre, su antiguo amigo, de quien, a partir de 1952 y hasta su muerte, le habían separado sus ideas sobre el totalitarismo y la ‘revolución’, escribe, noblemente:
Su silencio, que según los acontecimientos y mi humor, juzgaba yo demasiado prudente y a veces doloroso, era una cualidad de cada jornada, como el calor o la luz, pero una cualidad humana… Se vivía con su pensamiento o en contra de él, tal como nos lo revelaban sus libros –sobre todo La caída, quizás el más bello y el menos comprendido–, aunque siempre a través de él. Fue [su obra] una aventura singular de nuestra cultura, un movimiento cuyas fases y cuyo término tratábamos de adivinar. (Jean Paul Sartre, [ https://bibliobs.nouvelobs.com/essais/20120111.OBS8521/camus-par-sartre.html]
Camus, nacido en 1913, hijo de colonos en Argelia, fue un pied-noir por su condición de argelino-francés. Su padre, Lucien Camus, alsaciano, movilizado durante la Primera Guerra Mundial y herido en combate, falleció el 17 de octubre de 1914: el niño no tenía aún un año. Camus recuerda a su madre, Catalina Sintés, de origen español, en El primer hombre, su obra póstuma: Tenía el rostro dulce y simétrico, los cabellos de española, ondulados y negros, una naricita recta y una hermosa y cálida mirada castaña. Muerto el gran escritor, Catherine Camus, su hija, manifiesta, respecto de la abuela, a quien aquel confesó haber amado ‘más que a nadie en el mundo’: Mi abuela es la persona a la que más he querido; destacaba por su dulzura, no conocía la maldad, era incapaz de hacer daño.
Catalina Sintés, viuda con dos niños, se traslada a Argel a casa de su madre, abuela de los pequeños. Para dar de comer y, en lo posible, educar a Lucien y Albert, trabaja en calidad de sirvienta.
Los niños Camus vivirán viendo a su madre sometida al duro trabajo cotidiano, y a la fuerza de carácter de su abuela, a quien la madre, en su habitual cansancio, rogará solamente que ‘no pegue demasiado fuerte’ a los pequeños.
Los dos huérfanos han oído en familia una anécdota que no olvidarán: Lucien Camus padre, habiendo ido a presenciar una ejecución pública, vuelve a casa y, sin decir palabra, vomita inconteniblemente el horror que ha provocado en él esa muerte ‘legal’. Proviene de entonces, de la repetición de esta historia, la repugnancia de Camus a la pena capital, contra la que luchará incansablemente desde su trinchera de escritor.
Cuando recibe el Premio Nobel, joven aún, a los 44 años, evoca con emoción a su madre, entonces viva en Argel. En Estocolmo le rodean algunos estudiantes argelinos que le espetan preguntas, para ellos, esenciales. Una de las respuestas de Camus origina conmoción en sus oyentes: “Entre mi madre y la justicia, preferiré siempre a mi madre”.
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