Cada uno de los momentos en los que Camus agrupa –algo artificialmente quizás– su obra, se manifiesta a través de una multiplicación de géneros literarios: novela, drama, ensayo. Este último quiere ser la expresión ideológica de los motivos dispersos en sus novelas y dramas. ¿Bastará analizar dichos motivos, sistematizarlos con la guía eficaz que el mismo Camus nos entrega en El mito de Sísifo y en El hombre rebelde para encontrar los valores negativos y positivos que definen los momentos de la creación camusiana?
No lo creemos así. La compleja riqueza de los personajes de Camus –desde Meursault hasta Martha, Jan, Rambert o Dora– su realidad cabalmente humana de personajes ficticios hace que escapen a cualquier racionalización, pues no son tipos que sirven para ilustrar una teoría de la novela u otra de la creación en general, o para demostrar tal o cual verdad sobre el sentido de la vida que, por lo demás, jamás se alcanza de forma total.
En Camus existe un acuerdo entre ensayo y ficción. Pero no deforma la ficción hasta probar con carne y sangre la armazón ideológica. Busca la carne y la sangre de donde pudo nacer su ideología. [Delgado, Feliciano, “Pensamiento y estilo de Albert Camus”, Razón y fe, 725, (junio, 1958), p. 593].
Consideramos que es insuficiente, para conocer su evolución moral, analizar aquellas dos obras ideológicas. Se impone, a partir de sus primeros ensayos –aunque Camus no los incluyó expresamente en alguno de sus momentos creativos–, ascender y detenernos en las obras de ficción, tanto novelescas como dramáticas, ver cuánto sobre los conceptos de valor en ellas dispersos nos revelan y unifican El mito de Sísifo y El hombre rebelde. Como corolario, no debemos olvidar una obra crucial en la evolución camusiana, la más expresiva de un universo en el que lo positivo y lo negativo se requieren: La caída. Publicada en 1956, Camus no la menciona en la entrevista citada, pero para nosotros alcanza el grado de tensión, el de contradicción lúcida y dolorida que caracterizó la vida de este hombre consciente y sin fe, unida a esa extrema dosis de ironía capaz de devolver a cada valor su lugar en la vida vivida; obra en la que lo negativo se funde con lo positivo, cada uno como semilla y génesis de lo otro. En ella, la solidaridad se resuelve en soledad y esta es el motivo crucial de la culpabilidad del juez–penitente.
Nuestro trabajo quiere ser una exégesis del itinerario moral de Camus, pues entendemos que la expresión de la negación y de la afirmación se refiere fundamentalmente a momentos axiológicos en la vida y creación del autor, a actitudes morales, a la percepción de valores ligados con el quehacer en la búsqueda de ser más característicamente humano.
Cómo entiende Camus la tarea del hombre, cuál es su concepción del mundo en que vive, de qué manera se define frente a la realidad que le premia, pero también lo acosa, son algunos de los interrogantes a los que intentaremos responder a través del examen de las obras camusianas. Y pues lo que a Camus más inquietaba era la cuestión del sentido de la vida, queremos examinarla como dato central en el acercamiento a la obra y al hombre que ella nos revela:
Se diría que hay escritores que se esfuerzan por vivir según lo que piensan […] y otros que no piensan sino en función y dentro de los límites de lo que viven, como Albert Camus.4
La obra y la vida de Camus están ligadas con relación de necesidad. Ya que Camus hace el camino de su evolución vital revelándonoslo en su creación, fuerza es que, para alcanzar lo que nos hemos propuesto, acudamos fundamentalmente a las obras por el autor señaladas de manera explícita –sin renunciar al examen de sus primeros ensayos ni al de La caída, obras nucleares en relación con el problema que nos interesa– respetando su cronología pues “las precisiones cronológicas son esenciales para entender el itinerario de Camus”.5
Procuraremos entender su quehacer como una labor esencialmente humanística, en la medida en que su preocupación central es el hombre –más precisamente, la naturaleza humana– cuya realidad defiende contra las doctrinas existencialistas; encontrar los puntos de vista de valor con que ilumina la existencia, las interrogaciones que caracterizan su inquietud y las respuestas que ofrece a torturantes inquisiciones del hombre, planteadas cuando el afán de lucidez domina sobre nuestra capacidad de embotamiento; definir y acotar los valores de sus dos etapas, examinando si sus obras responden o no a cada una de dichas etapas, a fin de alcanzar así uno de los sentidos del quehacer camusiano.
Con este fin, partimos de una hipótesis que pudiera formularse así: Camus centra su preocupación en la cuestión moral. Su evolución vital va, desde una asunción de plenitud sensible, inocente, de fusión panteística con el mundo en la que el otro ser humano es un motivo más de alegría sensible, mundo de felicidad casi solo corpórea y sin promesas, a una existencia comprometida, herida por la separación que significa la muerte, la que va definiendo de trecho en trecho la limitación y la tragedia de una vida ‘feliz’.
De la inocencia a la culpabilidad, de un mundo premoral a un universo en el que lo moral es exigencia de la solidaridad, Camus recorre un largo camino, cuyos contornos fundamentales quisiéramos alcanzar, describir y, en lo posible, criticar.
Entre las obras que han llegado hasta nosotros, a base de las que ya hemos enriquecido nuestro acercamiento al quehacer camusiano, encontramos una sola, La moral atea de Albert Camus, de Fullat6, que trata concreta y exclusivamente del problema que nos ocupa. Todos los otros autores se refieren de alguna manera a él, dado el carácter de la inquietud camusiana, pero lo hacen de modo tangencial. Moeller, en su Literatura del siglo XX y cristianismo7 proyecta sobre la obra de Camus la claridad que le ofrece la revelación cristiana. Estas obras señalaron para nosotros el inicio de una preocupación que ha cristalizado en el trabajo que presentamos.
La obra de Fullat es una síntesis de la inquietud moral del autor francés. Nosotros queremos más bien desglosar en cada una de las obras, la inquietud precisa, el alcance de sus contenidos, la significación axiológica que transmiten, para lograr una interpretación rigurosa, pero fundamentalmente vital, de aquello que en la obra de Camus colabora a gestar nuevas y más auténticas formas de pensamiento y acción.
Anhelamos con este trabajo entregar al lector, en lo posible, una visión paciente y viva del panorama ético camusiano, analizando la contribución que, en este sentido, realiza cada una de las obras aquí consideradas, y buscando en una síntesis final la relación entre la evolución del autor Camus y nuestros propios valores éticos, en nada distintos a los que determinaran la angustia existencial, el deseo de definir al hombre que obsesionó a Albert Camus, humanista irreemplazable. Sin disecarlo, buscamos transmitir lo que su tarea poderosa ha dejado en nosotros, aquellos rasgos de vida nueva que su obra logró injertar en la inocua sequedad de nuestro existir.
En cuanto al método, procuramos trabajar con cuanto nos ha aportado nuestra inquisición sobre la crítica. Mas, puesto que las precisiones son indispensables, diremos que, de manera fundamental, en una primera fase que llamaríamos analítica, hemos buscado inducir del estudio de las obras de Camus –según fueron escritas– su cosmovisión integradora, cuyo núcleo, para nosotros, es la cuestión moral: vaivén análogo el propuesto por el Círculo Filológico de Spitzer8 que creemos se justifica, dada la naturaleza esencialmente poética de la obra de Camus.
En la fase sintética –difícilmente separable de aquella– confrontaremos las diversas “vértebras” –cosmovisión integradora de cada obra– inducidas por el comentario, con la hipótesis, de modo que se pueda comprobarla o reformularla. En todo caso, partimos de una certeza que el propio Spitzer nos ayuda a expresar:
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