El respeto de Kant por la persona y la utilidad de Mill y Bentham establecieron la idea de una ética basada en principios como diferente de la tradicional, que ponía el énfasis sobre la virtud. La ética tomaba el camino de prestar más atención al acto que al agente del acto; aunque en el caso de Kant, la intención, que es el hecho supremo en los actos morales, reside en el agente. El refinamiento del utilitarismo que hiciera más tarde Sidgwick convirtió la utilidad en un principio aprehensible por sentido común, sin necesidad de un desarrollo filosófico formal. Sus trabajos y los de Ross son el fundamento de la forma dominante actual de la ética basada en principios. Esta empieza con un limitado número de principios prima facie que se consideran normativos a menos que se pueda aducir una buena razón en sentido contrario.
TEORÍAS CONTRARIAS A LA VIRTUD
Hablaremos con más detalle sobre la emergencia de la ética de las virtudes en el próximo capítulo, cuando la comparemos con la ética de los principios y sugiramos de qué manera principios y virtudes deben complementarse. Ahora hemos de completar nuestra panorámica sobre cómo el antiguo concepto de virtud se fue transformando por la revisión crítica de la filosofía clásica y medieval que se llevó a cabo en el Renacimiento y la Ilustración. MacIntyre ha resumido de forma brillante cómo se desmontó la teoría de la ética de las virtudes. Nosotros solo mencionaremos las corrientes contrarias a la virtud de algunas teorías filosóficas y concluiremos el capítulo con algunos ejemplos de definiciones de virtud en nuestros días, cuando la validez de la ética de las virtudes vuelve a ser apreciada.
Las corrientes antivirtud circulaban incluso cuando Platón escribía en sus diálogos las definiciones clásicas de virtud . Así, en el Gorgias , Calicles cuestiona la insistencia de Sócrates por elevar la virtud hasta convertirla en el requisito previo para ser una buena persona o conformar una sociedad buena; algunos ven en él un heraldo de Nietzsche. Tarsímaco, en la República , también reta la idea de virtud, en este caso la virtud de la justicia; según argumenta, la justicia ha sido secuestrada por los poderosos, no tiene otro origen ni otra justificación. De modo similar, Calicles y Glaucón, de nuevo en la República , muestran su escepticismo hacia las teorías de Sócrates sobre la virtud en general y en particular, sobre todo en lo que respecta a su necesario papel para un buen ordenamiento social.
Los argumentos contrarios a la virtud de Maquiavelo tienen fuerte influencia todavía porque ponen de manifiesto la dificultad para sobrevivir en una sociedad competitiva guiada por leyes que desprecian la propia virtud. Es más, Maquiavelo aconseja a su príncipe que no tenga en cuenta las virtudes naturales o cristianas cuando ejercite el poder. Si la seguridad y el bienestar del Estado eran la preocupación principal del príncipe, este debería ser cruel o magnánimo según las circunstancias. Un príncipe nunca podría hacer profesión de la virtud y mantenerse en el poder mientras su pueblo u otros príncipes no fueran virtuosos. En cambio, Maquiavelo acuña el concepto virtu ‘falta de humanidad, fortaleza, poder militar y político’, algo que actualmente aproximaríamos más al machismo que a la virtud.
El cinismo con el que Maquiavelo dudaba de la supervivencia del valor de la virtud es todavía atractivo para algunos, incluso en disciplinas como la medicina, el derecho o la política, que tradicionalmente habían acogido de buen grado la virtud. Actualmente, se encuentra un número creciente de médicos o juristas que consideran la virtud y la ética como loables ideales, pero inalcanzables en un mundo burocratizado y competitivo sometido por las leyes del libre mercado.
Una corriente antagónica a la virtud, similar a las de Maquiavelo y Hobbes, pero especialmente poderosa, es la del pesimismo ético, de Ayn Rand. Esta autora llega a ensalzar la virtud de la egolatría, 18para concluir, con Adam Smith, que, si liberamos las energías creativas del interés propio, el beneficio será general. Para Rand, la honestidad, por ejemplo, es buena porque sirve a los intereses y supervivencia del individuo, y no por las razones que esgrime la teoría de las virtudes. Un prototipo actual de ética médica contraria a la virtud la encarnan Engelhardt y Rie con su nueva ética , en la que la beneficencia es sustituida por el interés propio. Estos autores sostienen que las leyes del libre mercado aplicadas a la medicina obligan a revisar los fundamentos éticos. Llegan a defender como beneficioso que los sistemas públicos de salud limiten el número de pacientes que atender negando la asistencia a aquellos que no puedan costearla; esto obligaría, dicen, a la sociedad a asumir su responsabilidad hacia los más desfavorecidos. 19Esta corriente es tan contraria a nuestra propuesta que no vamos siquiera a intentar refutarla. Creemos que, por la pobreza de sus argumentos, ni siquiera se ha ganado la severa crítica que merecería. Bastan los argumentos de este libro, para el que los considere acertados, para refutar esta última teoría de la moral médica que se enfrenta a la idea de virtud.
Antes de abandonar este tema, debemos mencionar a otro médico, Bernard Mandeville, opuesto por sus teorías a la de la virtud. En su Fábula de las abejas (subtitulada con Vicios privados, beneficios públicos ), Mandeville sostiene que vicios tales como la autocomplacencia, el amor por el lujo y la envidia serían realmente virtudes. Serían beneficiosos para el comercio, el empleo y la productividad, de modo que favorecerían el progreso social. En la fábula de Mandeville, cuando las abejas se hacen virtuosas , la colmena se arruina . Existen más argumentaciones críticas, muchas veces con cierto cinismo, hacia el concepto de virtud, tanto entre pensadores como en el público general. No es raro que emerjan cada vez que se propone el ideal de virtud en el ámbito profesional o docente.
El ataque más poderoso y sofisticado a las virt udes, tal como se enseña tradicionalmente, es el de Nietzsche. En su Uebermensc etiqueta las virtudes enseñadas por el judaísmo y el cristianismo como virtudes de esclavos y eunucos débiles. Para Nietzsche, las virtudes cristianas son, pues, vicios. No tienen en cuenta al superhombre que, por la fuerza de la autoafirmación despiadada, se eleva por encima de la moralidad. Él crea sus propios valores; no se somete a los valores de los demás. Si tiene deberes para con otros es solo para personas de élite como él.
Mucho más fundamental es la tesis principal de Nietzsche en la Genealogía de la moral . Aquí sostiene que toda la tradición de la filosofía moral, incluida la importancia de las virtudes, es una máscara para la voluntad de poder . No hay, ni puede haber, ningún conjunto objetivo de principios morales y virtudes que lleve a un razonamiento que sea siempre verdadero; solo una serie de perspectivas acerca de lo que es correcto y bueno. Más bien, como lo expresa Maclntyre, «la lealtad a tal visión [de una racionalidad enciclopédica, unificada] es siempre un signo de maldad, de rencor y resentimiento inadecuadamente manejados. La realización de una vida requiere de una ruptura, del abandono de tales ídolos y de cualesquiera patrones fijos para que pueda surgir algo radicalmente nuevo». 20
Articular una respuesta a Nietzsche y a las otras teorías morales antivirtud no es nuestra principal empresa. MacIntyre llevó a cabo el intento en lo que respecta a Nietzsche, con su poderosa justificación de la tradición aristotélica-tomista. Pero, como él mismo admite, el abismo que separa las teorías morales fundamentales no está convincentemente cerrado por la dialéctica. 21Nos contentamos con ofrecer nuestra visión de la ética médica, donde las virtudes desempeñan un papel esencial, con la esperanza de que lo que pueda no ser convincente acerca de las teorías de la virtud (contempladas en abstracto) lo pueda ser, de hecho, cuando se perciba dentro de una práctica con un telos tan definido como la medicina.
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