En estas páginas, animamos a reorientar la ética médica hacia la condición de persona de médico y paciente, y desde la más antigua aspiración de buscar el bien del ser humano. Con independencia de la teoría ética que uno profese (principialista, deontológica, casuística, emotivista, situacional o intuicionista), la persona, el agente moral, es un elemento siempre presente en desarrollo del acto moral. La virtud, las virtudes y la persona virtuosa son conceptos inevitables. Esperamos que este trabajo sirva para dejar esta idea bien asentada.
I
TEORÍA
1
TEORÍA DE LA VIRTUD
LA MEDICINA ES UNA COMUNIDAD MORAL porque, de forma intrínseca, es una tarea moral y sus miembros se encuentran vinculados por un propósito moral común. Si esto es así, dichos miembros deben beber de una fuente de moralidad compartida, de un conjunto de reglas y principios fundamentales, o rasgos personales, que definan una vida moral acorde con los fines, objetivos y propósitos de la medicina. Durante siglos, esta fuente fue la propia persona del médico y, según la filosofía moral de cada época, la ética de las virtudes proporcionaba las bases conceptuales de la ética profesional. En tiempos más recientes, por razones que luego explicaremos sucintamente, la ética de las virtudes ha sido desplazada por la ética de los principios y de los deberes.
En este capítulo, se analiza el concepto de virtud, su evolución en los períodos posmedieval y moderno y su reciente resurgimiento en la ética general y en la ética médica. En el siguiente capítulo, nos dedicaremos a las teorías éticas centradas en las virtudes, los principios y las obligaciones. Ambos capítulos constituyen los prolegómenos del grueso de esta obra, en la que se describen las virtudes más específicas de la medicina, el modo en que estas configuran los rasgos de carácter que el buen médico debe exhibir y la forma en que las virtudes moldean la práctica de la medicina.
El concepto de virtud
Podemos identificar cuatro períodos en la historia del concepto de virtud: (1) los períodos clásico y medieval, en los que las virtudes estaban en el centro de toda filosofía moral; (2) los períodos posmedieval y moderno, en los que la virtud conservó su importancia, pero empezó a ser redefinida con la emergencia de nuevos sistemas de filosofía moral; (3) el período analítico-positivista, cuando la ética de las virtudes casi fue abandonada, como también lo fuera la ética normativa tradicional, y (4) el período actual, en el que se ha resucitado la virtud como base de la moralidad. En cada período, el concepto de virtud fue modelado según la filosofía moral dominante. Algunos remanentes de estas filosofías pueden aún identificarse en el concepto de virtud que ha resurgido en tiempos recientes. En general, sin embargo, la noción central de virtud y de las virtudes (incluso la actual) hunde sus raíces en la síntesis clásico-medieval, particularmente en la Ética a Nicómaco, la Ética a Eudemo y la Gran moral , de Aristóteles.
EL PERÍODO CLÁSICO: SÓCRATES, PLATÓN, ARISTÓTELES
Las definiciones de virtud que dominaron en los períodos clásico y medieval y en la filosofía moral del Renacimiento tienen varios rasgos en común: se sostiene en todas ellas que (1) el objetivo de la filosofía es enseñar a llevar una vida buena; (2) la virtud en general y las virtudes en particular son imprescindibles para ser una buena persona y llevar una vida buena; (3) la naturaleza humana tiene una serie de potencias que la virtud habilita en los seres humanos para desarrollarlas, y (4) la razón puede reconocer las virtudes, y es bajo el gobierno de la razón como las virtudes se ponen en práctica.
El concepto de virtud de la cultura occidental tuvo su origen en los filósofos de la Grecia clásica. Los sofistas prepararon el camino de las concepciones de Platón y Aristóteles. Ellos afirmaron que la virtud puede ser enseñada a cualquier ser humano y que es esencial para el recto ejercicio del poder. Los sofistas pensaban que la virtud era meramente un producto de la razón; lo que no era explicable por la razón no era una virtud. 10
Fue Sócrates el que desveló las cuestiones fundamentales sobre la virtud con las que la filosofía moral ha venido disputando desde entonces. Él puso en boca de Menón: «¿Puedes decirme, Sócrates, si la virtud se adquiere mediante el estudio o la práctica, o ni con el estudio ni con la práctica, o si nos llega por naturaleza o por otros medios? » ( Menón , 70 a). Para nuestra desgracia, Sócrates no dio respuesta a estas preguntas, pues desde entonces estas cuestiones nos siguen rondando. En otros diálogos de Platón, y en cada intento posterior por aclarar la noción de virtud, aparecen respuestas incompletas y a veces contradictorias.
Sócrates sostenía —o al menos Platón así lo dijo— que la virtud era conocimiento; esto es, reconocer lo que es bueno para el hombre. Si los humanos no hacen el bien es por pura ignorancia. En su opinión, nadie haría el mal si no fuera por desconocimiento del bien. La sabiduría (sophia) llega a ser así la virtud por excelencia. Aunque era escéptico de las definiciones de las virtudes morales individuales ( Laques y C á rmides ), Platón entendía la virtud en sí misma como conocimiento ( episteme ) de la excelencia ( areté ) de la vida buena. Veía las virtudes definibles en sí mismas, en la medida que se conformaban con las formas puras: justicia, sabiduría y demás.
De forma característica, en distintos diálogos Platón examina opiniones contrarias. En los diálogos más tempranos pone el énfasis en la virtud personal, y en los más tardíos en el tipo de sociedad en el que habrían de florecer las buenas personas. En el Protágoras y en el Menón argumenta contra la virtud como conocimiento, pues sostiene que, si la virtud no se puede aprender, tampoco puede ser enseñada. En el Eutidemo manifiesta un punto de vista opuesto. Y en la República pone mayor énfasis en la justicia. En su discusión sobre la virtud, Platón olvida aparentemente los sentimientos, las pasiones o las emociones. La virtud se concibe tan atractiva que el vicio solo puede resultar de que el bien no haya sido reconocido como tal por el hombre vicioso.
El gran empeño de Platón fue desarrollar una teoría general de la virtud. Aunque enumeró las virtudes cardinales —fortaleza, templanza, justicia y sabiduría—, no veía la ética como una ciencia práctica, al modo que lo haría Aristóteles. De hecho, muchos de los argumentos de Aristóteles parten de una crítica a Platón por su visión generalizadora. Efectivamente, en su Política (1260 a 5), Aristóteles pone en guardia sobre los fallos de toda teoría general, y en su Magna Moralia (1182 a 20) subraya la omisión del papel de las emociones en la teoría de Sócrates. Para Aristóteles, el fin de la ética es eminentemente práctico: ser bueno y actuar bien (EN 1102 b 26; EN 1144 b 18).
De este modo, la ética busca la verdad de un tipo u orientación singular: la verdad acerca de los fines de las acciones humanas, acerca de la felicidad, que es el resultado de toda actividad humana acorde con la excelencia ( Ética a Nicómaco —en adelante, EN— 1177 a 12 12-8). Así, la ética es la ciencia que persigue el bien individual, mientras que la política busca el bien social. Pero el bien individual no debe entenderse como una justificación del interés egoísta, sino el interés de la persona en cuanto que persona, de la persona como ser humano dirigido por naturaleza a la felicidad. Felicidad que tampoco es sinónimo de satisfacción egoísta, la cual puede ser, además, un vicio.
Читать дальше