Por el contrario, cuando la crisis es prolongada, vamos abriéndonos poco a poco a lo que anida en nuestro interior. Entonces, si bien será menos brusca, al mismo tiempo requerirá de mayor paciencia. El proceso se irá manifestando en la cotidianeidad, en medio de la tarea y de las obligaciones, en un clima de apatía y angustia, pero seguiremos conectados con la rutina.
En la incertidumbre, además de sentirnos desorientados, comprendemos que ya nada de lo conocido nos interesa lo suficiente y sospechamos que hay algo más. Si no nos animamos a realizar este tránsito, nos sometemos a una vida de resentimiento.
La individuación nos genera pérdidas y desgarros, largos períodos de soledad que también aportan, en ese giro al mundo interior, el aprendizaje de valores que desconocíamos. De interesarnos en los bienes materiales pasamos a sentir una gran necesidad de otro tipo de bienes, bienes espirituales más amplios, que abarquen a la humanidad toda, talentos que piden ser desarrollados y que por mucho tiempo postergamos o desconocimos.
Lo desconocido
en nosotros
El inconsciente se rige por las leyes de contacto y simpatía , por lo tanto, todo lo que está cerca es lo mismo y todo lo que se parece, también. En nuestra evolución, al reprimir contenidos que no eran aceptados, cayeron junto a ellos lo que estaba cerca o era parecido. Por eso, al asumirnos como somos, sin caretas, surgen a la conciencia intereses desconocidos y mayor energía, la que utilizábamos para mantenerlos reprimidos. Al cerrar nuestra atención a los estímulos externos nos abrimos a nuevas perspectivas, las que jamás hubiéramos conocido en la vida que llevábamos.
Todo se transforma cuando la intuición se convierte en la brújula que nos guía en este tránsito y requiere que confiemos en su sabiduría. Soltar el control es muy difícil; siempre controlamos, y eso mismo nos controló a nosotros. Así que dejarnos llevar es como si nos sacaran el piso sobre el que nos apoyamos y tuviéramos que lanzarnos a volar. Anhelado y temido, ese vuelo nos pone en relación con lo intangible que puebla el universo y que tiene tanto para enseñarnos. En esta etapa, comenzamos a visualizar que la muerte está por delante, pero por primera vez la sentimos mucho más cercana y, entonces, la ilusión de controlar comienza a deshacerse. El vacío existencial despliega ante nuestros ojos un panorama desolador, pero esconde una promesa. Esa promesa de lo nuevo tiene un poderoso magnetismo y hace que no podamos sustraernos a su atracción, aunque sintamos mucho miedo. Nacimos, crecimos y vivimos obedeciendo mandatos y creencias pero no supimos quiénes éramos de verdad. Todo este terremoto emocional que atravesamos lo convoca nuestro Ser Esencial, nuestro Sí Mismo. Esa instancia psíquica que está más allá del ego. Y ya no podemos volver atrás. Recuerdo estos versos desesperados que escribí deseando saber quién era mi verdadero Ser:
A veces porque callas
no dejas que me entere
si el silencio se debe
¿a esperar lo deseado?
¿o al esfuerzo constante
de tenerlo enterrado?
Perdidos entre las brumas, el pantano sigue atrapándonos, no tenemos fuerzas para abandonar el lugar, por el momento seguimos ahí. Las orillas aún están lejanas… Buscamos con desesperación una rama firme donde sostenernos.
Pero es en vano…
Nos concentramos en la respiración, en el aire fresco que inhalamos y el aire cálido que exhalamos…
Hacemos tres respiraciones lentas y profundas y, a medida que exhalamos, vamos dejando caer el cuerpo en la silla, en los apoyos y nos relajamos…
Nos disponemos para la experiencia que hoy nos espera…
Vamos a imaginarnos nuevamente en el escenario anterior, el cerro, la cueva y el pozo…
Pero ahora nos sorprendió la noche en medio de la exploración y sospechamos que no tendremos la posibilidad de regresar…
Nos sentimos desprotegidos, asustados y tan frágiles, que suponemos que podemos ser dañados… Merecido castigo por nuestra osadía…
Oímos las voces de nuestros padres, pareja e hijos que nos alertan sobre un gran peligro y nos tientan a regresar y dejar la tarea sin hacer…
Pero junto a esas voces, otras más sutiles nos alientan a continuar... Nos dicen que podremos hacerlo, que confiemos en nuestra potencia, que es mucho mayor de lo que imaginamos…
Algo así como un suave fragor se moviliza en el pecho… Una fuerza desconocida nos empodera y seguimos adelante…
Sin embargo, nos preguntamos: ¿Qué me espera? ¿Cómo seguirá esto?
Los latidos se aceleran y los músculos se preparan para la defensa…
Y decidimos averiguar qué nos traerá esta corazonada…
Este tránsito nocturno a la deriva, sin mapa de ruta…
Por lo pronto, las emociones que vamos percibiendo nos acercan aires de aventura…
Y en medio de la máxima vulnerabilidad se hace presente un coraje desconocido, que acompaña al miedo que sentimos…
La noche sin estrellas no nos permite distinguir las formas que se mueven a nuestro alrededor, y eso nos hace concebir la idea de que monstruos horribles nos acechan…
Algo nos dice, desde nuestras profundidades, que nos quedemos quietos, que esperemos a que la luz del amanecer nos haga ver las sombras que dan origen a nuestras percepciones…
Sabemos que estamos imaginando, pero también que hay un mensaje que podremos conocer y eso nos estimula a seguir…
Pasan las horas y continuamos ahí, rodeados de aparentes fantasmas que se agitan cerca de donde estamos…
En el silencio nocturno habitan fantasías oscuras, reproches, autoacusaciones de acciones pasadas que vuelven a acosarnos… Las observamos y nos surgen un sinnúmero de juicios que nos condenan… Pero, como un susurro, escuchamos una voz que nos recuerda que esos hechos fueron cometidos en una época en que no contábamos con los conocimientos actuales, por lo tanto, no es posible juzgarlos desde aquí…
Es cierto que hoy haríamos otra cosa, pero no podemos recuperar ese momento para modificarlo…
Y la Voz nos dice: Era eso lo que podías hacer en aquella circunstancia, no podías haber dado otra respuesta…
Con los rayos del sol, volvemos a reconocer el terreno y nos preparamos para regresar a tierra firme…
Emprendemos la vuelta con un raro entusiasmo.
Lo recordamos para luego registrarlo en el cuaderno.
Volvemos a hacer tres respiraciones lentas y profundas y con cada inhalación vamos recuperando el cuerpo de los apoyos y, lentamente, abrimos los ojos.
(Anotamos lo que consideramos importante).
DEBEMOS ESTAR DISPUESTOS A RENUNCIAR A LA VIDA QUE HEMOS PLANEADO PARA PODER VIVIR LA VIDA QUE NOS ESTÁ ESPERANDO.
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