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Publicado por:
www.novacasaeditorial.com
info@novacasaeditorial.com
© 2020, Zelá Brambillé
© 2020, de esta edición: Nova Casa Editorial
Editor
Joan Adell i Lavé
Coordinación
Abel Carretero Ernesto
Portada
Angel Blue (@Ang3Blue)
María Alejandra Domínguez
Maquetación
María Alejandra Domínguez
Corrección
Júlia Català
Revisión
Zelá Brambillé
Abel Carretero Ernesto
Primera edición en ebook: enero 2020
ISBN: 978-84-18013-12-6
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 917021970/932720447).
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Agradecimientos
Me gusta crear universos y sueños imposibles desde que tengo uso de razón, luego dejé que mis manos escribieran lo que
mi cabeza dictaba y todo mi mundo cambió, esto se convirtió en mi vida, transformó mi mundo, mi forma de ver las cosas.
Luz de luciérnaga es un mensaje, Carlene y David me han enseñado lo que espero que otros entiendan, escribir su historia me ha marcado.
El camino que he recorrido ha sido corto, pero no ha sido fácil, es por ello que quiero mostrar mi agradecimiento a las personas que siempre creyeron en mí, aquellas que me animaron y que jamás despreciaron esto que tanto amo. A mi madre, porque nadie ve mi brillo como ella lo hace, por enseñarme que el amor verdadero es real. Debo mencionar a Carlangas, el mejor hermano que existe, pues siempre me recuerda que puedo. También a Nenny y a mi abuela Ofe, porque nunca han dudado de mí, así como a Lore, a Monny y a Omar: no creo que tengan idea de cuánto los quiero. Imposible no nombrar a mis dos mejores amigas, lo gracioso es que viven a cientos de kilómetros, sin embargo, la distancia no importa cuando se trata de ellas porque me han demostrado más presencia que muchos otros que tengo cerca, gracias por todo, Génesis de Sousa y Eithne Reynoldi. Gracias también a Nova Casa editorial por esta oportunidad, por abrirme la puerta y dejarme ser parte de su familia. Mis Zelers no pueden faltar porque se han ganado mi corazón, se han convertido en mi hogar, gracias por ser parte de esto y por creer en esta historia, por atesorarla y amarla tanto como yo, son la razón por la cual este sueño sí pudo hacerse realidad.
LUZ DE LUCIÉRNAGA
Prefacio Prefacio Seis años de edad Eran uno solo. A él le agradaba porque no era como las típicas chicas de su colegio, ella era genial. Juntos escalaban el robusto roble que colindaba con sendas casas, solían hacer concursos de eructos, también jugaban a básquetbol, competían por el puesto de «la mejor costra». Por no mencionar que a David le encantaba hacerla reír haciendo chistes bobos que escuchaba de su padre o imitaciones absurdas de animales, los gorilas eran sus favoritos porque se formaban dos lindos hoyuelos casi imperceptibles en sus mejillas. Eran los mejores amigos. A ella le gustaba sentarse en su regazo para ver películas, y esa manera suya tan particular de protegerla cuando había tormentas; Carlene odiaba los truenos con cada parte de su alma. Siempre reían juntos, ni siquiera sus padres podían separarlos. —¡Carly! ¡Ven a ver esto! —gritó con emoción el chico de cabello cobrizo. Apresuró el paso y subió las maderas de colores clavadas en el roble, demorándose un poco debido a su estatura. —¿Qué sucede, D? —Dio un saltito para llegar hasta el piso de la casa del árbol. —Son luces. —El tono de asombro era perceptible, algo que podía justificarse, ya que los pequeños animalillos no habitaban en lugares como Nashville. David señaló unas lucecitas que destellaban frente a la ventana coloreada de azul metálico. Carlene se situó a su lado y observó con el ceño ligeramente fruncido. —No son luces, se llaman luciérnagas —contestó esta sin demora. Dave la buscó, solo para encontrar a una Carlene alargando la mano, estiraba un dedo con la intención de tocar uno de los foquitos que parpadeaban. Pensó que sus ojos miel brillaban con más luminosidad y no se apagaban en ningún momento. —Como tus ojos —dijo, mirándola sin pestañear. La comisura de la pequeña se estiró, su rostro adquirió una suave tonalidad rosa que intentó ocultar con sus palmas. David sonrió como el chiquillo que era, pasó su brazo por los hombros de su amiga—. Vámonos, luciérnaga.
Uno
Dos
Tres
Primera parte
Cuatro
Cinco
Seis
Siete
Ocho
Nueve
Diez
Once
Doce
Trece
Catorce
Quince
Dieciséis
Segunda parte
Diecisiete
Dieciocho
Diecinueve
Veinte
Veintiuno
Veintidós
Veintitrés
Veinticuatro
Tercera parte
Veinticinco
Veintiséis
Veintisiete
Veintiocho
Veintinueve
Epílogo
Contenido extra
SOMOS ELECTRICIDAD
Prefacio
Parte I
Uno
Dos
Tres
Cuatro
Cinco
Seis
Siete
Ocho
Nueve
Diez
Once
Doce
Trece
Catorce
Quince
Dieciséis
Diecisiete
Dieciocho
Diecinueve
Veinte
Veintiuno
Veintidós
Veintitrés
Veinticuatro
Veinticinco
Parte II
Veintiséis
Veintisiete
Epílogo
Contenido extra
Glosario
Para todas las luciérnagas que esconden su brillo
y para las que no se han dado cuenta de que lo tienen.
Encuentra tu luz y sigue caminando, luciérnaga.
Prefacio
Seis años de edad
Eran uno solo.
A él le agradaba porque no era como las típicas chicas de su colegio, ella era genial. Juntos escalaban el robusto roble que colindaba con sendas casas, solían hacer concursos de eructos, también jugaban a básquetbol, competían por el puesto de «la mejor costra». Por no mencionar que a David le encantaba hacerla reír haciendo chistes bobos que escuchaba de su padre o imitaciones absurdas de animales, los gorilas eran sus favoritos porque se formaban dos lindos hoyuelos casi imperceptibles en sus mejillas.
Eran los mejores amigos.
A ella le gustaba sentarse en su regazo para ver películas, y esa manera suya tan particular de protegerla cuando había tormentas; Carlene odiaba los truenos con cada parte de su alma. Siempre reían juntos, ni siquiera sus padres podían separarlos.
—¡Carly! ¡Ven a ver esto! —gritó con emoción el chico de cabello cobrizo. Apresuró el paso y subió las maderas de colores clavadas en el roble, demorándose un poco debido a su estatura.
—¿Qué sucede, D? —Dio un saltito para llegar hasta el piso de la casa del árbol.
—Son luces. —El tono de asombro era perceptible, algo que podía justificarse, ya que los pequeños animalillos no habitaban en lugares como Nashville. David señaló unas lucecitas que destellaban frente a la ventana coloreada de azul metálico. Carlene se situó a su lado y observó con el ceño ligeramente fruncido.
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